El domingo último, cinco chicos violaron a una joven en Surco tras una fiesta. El reencuentro de amigos se convirtió en un acto de violación y, posteriormente, vejación cometido por jóvenes que tienen una peculiar y lamentable percepción de los ciudadanos y de la sociedad; esta percepción es compartida por muchos a tal grado que el abogado de uno de estos mozalbetes, Paúl Muñoz, se permita insinuar observaciones que reflejan el mismo pensar compartido por varios hombres y mujeres en muchas sociedades; este patrón es con el que se mide y regula las relaciones con los demás. Este hecho sintetiza, lastimosamente, la misma carga social que sufren cientos de mujeres y niños vejados a lo largo de nuestro territorio y en todo nuestro espectro social. Las declaraciones del abogado en cuestión a los medios, fuera de desatar la indignación de muchas personas, derivan la culpa burdamente sobre la víctima con el fin de tocar las fibras de la moral pacata de muchos ciudadanos y victimizar a los agresores por haberse visto sometidos a la tentación generada por la joven debido a su condición de mujer: reflexión de un hombre anclado en el medioevo pecador o ultraísta moralistas que pueblan las redes como, incluso, líderes de opinión. El paradigma de Eva/ Lilith está enquistado en la visión y construcción de argumentos y justificaciones de todo tipo de personas. La frasecita “le gusta la vida social” y el término “eufemismo” evidencian un total desprecio por la condición humana a tal grado que puede justificarse la agresión e, incluso, el aniquilamiento. Todavía queda en pleno siglo XXI la idea de que la sanción física contra la mujer adúltera es correcta por haberse atrevido a romper los cánones sociales que toda mujer “proba” debe de seguir. Nuestro mundo ofrece diversas formas de lapidación: desde una piedra física mortal hasta la sanción social con la que se condena a la mujer violada con nuestro famoso qué dirán.
Los jóvenes actuaron con una
total carencia de empatía y uso de poder. Durante esta pandemia, las
violaciones se incrementaron y obligaron a muchas mujeres y otros violentados a
seguir viviendo bajo el mismo techo con individuos ya totalmente desalmados.
Peor aún, muchas veces por motivos religiosos se prohíbe proteger a menores
víctimas de estupro y son forzadas a seguir un proceso de embarazo que las
niñas o adolescentes nunca desearon tener. Son meros envoltorios cuyas dignidad
y esperanza no son relevantes en momentos de tomar decisiones. La prensa internacional
nombra a estos 5 jóvenes como la manada peruana, en alusión a ese grupo jóvenes
españoles que violaron a una chica durante las fiestas de San Fermín. Se espera
que la justicia siga el correcto proceder velando por la víctima, cosa que no
sucedió en el caso español en un primer momento por lo que hubo muchas
reacciones contra el sistema judicial hispano. La evolución de este caso mostrará
los avances y retrocesos de nuestra sociedad a todo nivel.