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Trujillo, La Libertad, Peru
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jueves, 7 de octubre de 2010

CINEMA NÔVO: GLAUBER ROCHA Y EL CINE DEL HAMBRE

El hambre, la alienación religiosa – cristianismo impregnado de paganismo-,


la sequedad de la tierra castigada por un sol implacable, la dominación colonial de

los monopolios norteamericanos y el caciquismo latifundista son la savia que nutre


a este cine de indignación y de la cólera”

ROMÁN GUBERN, HISTORIA DEL CINE


Hablar de Cinema Novo brasileño lleva implícito el nombre del maestro Glauber Rocha. Los antecedentes de este notable movimiento cinematográfico latinoamericano están en las escuelas europeas como el Neorrealismo italiano y la Nouvelle Vague francesa. Frente a la opulencia de la cinematografía norteamericana de post guerra, las cinematografías europeas estaban envueltas en una fuerte crisis económica como todos los países del continente. Esta situación hizo desarrollar el espíritu creativo de los artistas cinematográficos, quienes crearon historias tomadas de la realidad y héroes anónimos para poblar las pantallas de sus países y, luego, las del mundo. Pese a todas las campañas adversas creadas por Hollywood, el genio de las nuevas corrientes se va abriendo espacio; así llega a Latinoamérica y muchos jóvenes artistas que viven una realidad de carencias hacen suyas estas nuevas propuestas. A esto podemos agregar, históricamente hablando, el triunfo de la Revolución Cubana, la cual va a abrir un nuevo camino creativo a las artes de Latinoamérica desde Río Grande hasta lo más austral del continente. Lo mismo que el famoso boom literario, en cuanto al cine, las producciones argentinas, mexicanas, bolivianas, chilenas, peruanas y brasileñas van a leer de otro modo el cine que viene de Europa, sobre todo de Italia y Francia. Latinoamérica está envuelta en una convulsión social en espiral. Países como Brasil, Bolivia, Argentina e incluso Perú se ven perturbados por diversas crisis sociales que han de desembocar, en la mayoría de los casos, en soluciones golpistas para evitar “el caos social”. Por eso surgen movimientos guerrilleros, algunos tan antiguos como los de la Colombia actual, y otros van a ser diezmados, neutralizados o legitimados por la sociedad política. Tupamaros, Montoneros, Frentistas Populares, pueblan los partes policiales y las páginas truculentas de los diarios conservadores. La acentuada brecha social y económica de nuestros países se ven perturbadas por el triunfo castrista, la crisis de Vietnam, la Guerra Fría, la Revolución Cultural China, Mayo del 68, el Hipismo, el Black Power, entre otros fenómenos sociales de la época. La casta militar de nuestros países, siempre con cierta visión mesiánica y herederos del espíritu caudillista del siglo XIX, usurpó el poder político de muchos países: Paraguay, Bolivia, Argentina, Brasil, incluso Perú.

El Brasil de esa década tenía ese contexto. Uno de los países más grandes del mundo tenía una sociedad de profundos contrastes con ciudades opulentas como São Paulo o Rio de Janeiro, pero también con las zonas más deprimidas del planeta como lo es el sertão, en el noroeste brasileño, zona de los famosos “sin tierra”, ese gran grupo humano que décadas después van a poner, con las clases obreras, a Lula Da Silva. La economía de Brasil crecía para ubicarse entre las 15 grandes potencias del mundo, pero la brecha social, lejos de acortarse, se distanciaba cada vez más. El intento de João Goulart por cerrar esa brecha social terminó en un incruento golpe de estado en 1964, tomando la decisión del exilio en Uruguay. Desde los años 50, algunos gobiernos democráticos, como el de Jânio Quadros, intentaron reducir la pobreza y la fuerte presión social, pero la fuerte influencia de los Estados Unidos sobre ciertas grandes industrias instaladas en el país aliada a una burguesía terrateniente e industrial poderosa y egoísta, impidió abiertamente la democratización social y económica de la sociedad brasileña; es más, los Estados Unidos tuvieron una participación activa en el derrocamiento del gobierno de Goulart, en 1964 y la dictadura comienza a reprimir toda manifestación política, cultural y artística que se oponga al modelo económico propuesto por la junta militar. Son los años de la Iglesia comprometida con la Teología de la Liberación encabezada por Hélder Câmara, los años conocidos como los tiempos de plomo. El arte no solo es restringido, sino que muchos de sus artistas son obligados a ir al exilio, deben partir para evitar la prisión y vivir en la miseria, ya que los fondos se cerraron para diversas propuestas artísticas.

En este marco histórico se sitúa la vida y obra de Glauber Rocha. Su familia era presbiteriana, en un país predominantemente católico; quizá esta situación haya permitido a nuestro Director tener la oportunidad de ver con otros ojos su sociedad, la cual va a reinventar con sus obras cinematográficas. Fue una suerte de niño genio, pues comenzó a hacer crítica de cine desde los 13 años. Luego hizo cortos de cine hasta que en 1963 hace su obra maestra. En ese entonces ya se hablaba de cinema nôvo, que se inició la finales de los 50. Pero las propuestas de Rocha están impregnadas de una temática social muy marcada, una fuerte tendencia marxista. Propone lo que él llama “una estética del hambre” (en 1965, durante un vuelo a Milán para presentar una reseña del cine latinoamericano), esa estética que refleja la realidad sin contemplaciones ni piedades, y comenta que la real respuesta a esta situación es la estética de la violencia, una verdadera respuesta justa cuando la persona sometida se rebela ante la injusticia social, cultural y, sobre todo, económica. Según la propuesta de Rocha, este nuevo cine representa el hambre y la miseria del país, es la carga original de esta sociedad; además Rocha dice que la violencia es una auténtica manifestación cultural, la cual la despoja de primitivismo y le da un valor revolucionario. Es una manifestación de la situación real de su país, sin tapujos; además una forma de auto identificación de esta sociedad para su rescate. Por su posición, partió al exilio. El exilio es esa dura realidad que impide muchas veces al artista poder realizar su obra. Pese a que tuvo espacios creativos, el estar lejos de todo aquello que le servía de inspiración lo limitó muchas veces. A su retorno, y en su última obra, muchos brasileños dijeron que Rocha se había adecuado al sistema, puesto que su obra mostraba una alegoría que lo distanciaba de lo popular. Debido a esta posición Rocha fue postergado y pasó un poco al olvido tras su sorpresiva muerte el 22 de agosto de 1981, con solo 43 años a cuestas.

En este breve ciclo queremos ofrecer dos fases de la obra del autor. Una primera fase que lo acerca al lenguaje marxista de su propuesta y luego a una madurez de dicho lenguaje en dos obras cumbres que le asignaron un espacio en la cinematografía mundial.


BARRAVENTO (1961) este primer largo que realiza en base a un proyecto iniciado por Luis Paulino Dos Santos. El concepto “la religión es el opio del pueblo” corre a lo largo del film. Un hombre instruido regresa a su pequeño pueblo de pescadores y trata de librarlos del fetichismo y animismo que cunde entre los pobladores. El proceso es difícil y se ve lo enraizado que está el aspecto religioso en la población creando entre ellos prejuicios y tabúes. Se ven las costumbres populares y la presión social, todo en una bella fotografía y un paisaje paradisíaco con los que hay en las costas de Brasil. Presenta una cierta irregularidad en la presentación de la historia, pero es un buen inicio.


DEUS E O DIABO NA TERRA DO SOL (DIOS Y EL DIABLO EN LA TIERRA DEL SOL) (1964) La obra maestra de Rocha y una de las películas capitales de este movimiento, la historia se centra en el noroeste brasileño y su inmensa pobreza. El personaje del bandolero, Cangaceiro, es renovado y visto desde una perspectiva de justiciero. Pero en esta dialéctica de personajes, aparece un cazador de bandoleros. El enfrentamiento se da, pero el pueblo hambriento es testigo de una lucha vertical. La película es una demostración clara de la lucha de clases y es un abierto manifiesto de su estética del hambre y de la violencia.


TERRA EN TRANCE (TIERRA EN TRANCE) (1967) El golpe militar del 64 retratado en el celuloide. Este golpe truncó un proyecto social, pero la fuerte censura impuesta por los militares obligó a que los artistas recurrieran a formas metafóricas de mostrar su realidad. Rocha hace un trabajo alucinante y barroco. Un joven que quiere vivir su arte se ve decepcionado por su lideres, quienes se ven sometidos por poderosos para tomar decisiones cruciales para su sociedad. El desencanto alcanza a todos los grupos sociales que pudieran ser factores de cambio, pero son sometidos, aterrorizados o adormecidos por los poderosos. Este film fue la causa final de su exilio.