Cuarentena. ¿Inesperada? No. ¿Injusta? Quizás para muchos que viven el día a día en la burbuja en la que hemos vivido por años y que nos estalló de pronto. El modelo de país apoyado por muchos se nos vino abajo. Las críticas hacia otros llueven para zafarnos de la responsabilidad política que tenemos como sociedad. Pese a los llamados de atención de diversas personas que reclamaban por los errores ahora desnudados descarnadamente y con una virulencia que han afectado a muchas personas cercanas a muchos ciudadanos, volteamos el dedo acusador a la cabeza máxima de un estado debilitado por nuestras propias decisiones. Veamos nuestra historia electoral y veamos la lista de autoridades que hemos puesto en alcaldías, gobiernos regionales y gobiernos centrales. La democracia nos exige también que asumamos nuestra responsabilidad histórica.
En marzo cuando se entró en la
primera cuarentena, la reacción de todo el mundo era obvio: pánico. No solo por
la pandemia, sino por el cáncer enquistado en nosotros. Es tan grande la
informalidad que cualquier plan de ayuda de directa o indirecta será
insuficiente para poder asistir a ciudadanos o familias. Otro factor: la
actividad bancaria es un servicio caro y, como se ha visto ahora en muchos
casos, ineficiente que deja secuelas lamentables. Los bonos no funcionarán no
porque sea una mala intención del Gobierno actual, sino por la escasa
bancarización de una sociedad que desconfía de cualquier banco por los costos
de sus servicios. Y también está el gusto de la informalidad de muchas personas
que prefieren estar fuera del sistema para evitar tributar, por ejemplo. Costo
y evasión son variables de un mismo drama.
También están los
negacionistas y anti reglas de toda índole que surgieron desde que empezó la
pandemia. Recuerdo a aquellos comentaristas que se burlaban del COVID-19 y las
medidas adoptadas; y que, al final, resultaron infectados quedando en el mayor
de los ridículos. Pero, lejos de aprender esa lección, vemos una nueva oleada
de comunicadores, líderes religiosos (abrir los templos para el culto, por
ejemplo), políticos (“todo está bien en mi ciudad”), empresarios (la actividad
minera es un foco infeccioso del que poco se está hablando) y muchas personas
que con sus actitudes han permitido que la pandemia se haya expandido más en
las últimas semanas. Haber levantado la cuarentena fue motivo para que mucha
gente haya hecho locuras. Me comentó una amiga de Huanchaco que el primer
domingo libre de las restricciones, el conocido balneario recibió una visita apabullante
de gente tal que la distancia social no era para nada respetada. La celebración
del aniversario de un equipo de fútbol con fuegos artificiales y marchas fue
una muestra infeliz en momentos como estos. El desequilibrio emocional puede
ser una causante, pero la irresponsabilidad es también un factor que nos indica
cuán miserable ha sido nuestra formación social por velar nuestra persona y su
entorno.
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