Diversos incidentes de
violencia contra diversas personas, sobre todo mujeres, han conmovido a la
sociedad trujillana y nacional: el asesinato de una profesora en San Andrés por
parte de un par de delincuentes en moto; una mujer asesinada por una comba a
manos de su conviviente en Huanchaco; el asesinato de una dirigente amazónica
por parte de un ciudadano canadiense, quien posteriormente fue linchado por la
comunidad; una mujer quemada por un excompañero de trabajo en un bus
Metropolitano delante de numerosos pasajeros, quienes lejos de ayudarla,
huyeron del mismo. La lista puede volverse más extensa, si se agrega las que
vamos viendo a nivel internacional: niñas violadas y asesinadas; o mujeres
atacadas en grupo, denominado “La Manada”. Me he detenido solo a contemplar el
caso de mujeres, aunque los móviles entre cada uno de estos casos pueden
diferir en sus casas, pero no en sus orígenes son los mismos: el desprecio
total por la vida, la cual puede ser fácilmente truncada con el fin de lograr
tus objetivos. Es la culminación de una serie de errores y frustraciones, la
mayor de las veces, sociales que encuentran en la violencia la única solución a
los problemas que uno tiene que enfrentar.
Quisiera focalizar mis reflexiones
desde tres líneas. Ahora estas se centran en la forma cómo tratamos la
violencia en sus variadas formas, siendo el feminicidio uno de ellos, en
sociedades que carecen o son débiles los tres puntos que voy a abordar. Veamos
el educativo. En el proceso de crecimiento de una persona, de no ser modulada
esta respuesta por las personas que le competen hacerlo, sean los padres, el
hogar, el colegio, la sociedad, tendremos a una persona que no halló límites a
sus frustraciones y halla en la violencia la forma más eficaz para satisfacer
sus necesidades, por más frívolas que estas sean: así tendremos a un coimero,
estafador, ladrón, pandillero, asesino. El debilitamiento de las organizaciones
sociales comenzando desde el hogar da una suerte de explicación de lo que está
sucediendo en nuestras sociedades. Ahora ahondada por haberse debilitado formas
de lineamiento y contención en ciertos ámbitos como el escolar por satisfacer
el pedido de los “clientes”. Esta es, a mi modo de ver, una de las más riesgosas
circunstancias, pues un niño o adolescente está en el momento de ser corregido
para que se pueda ceñir a criterios éticos y normativos basados en respeto del
otro, de la vida. Está circulando por las redes sociales un interesante video
que muestra a una madre que, lejos de devolver un dinero que había dejado caer
por accidente la cajera, lo oculta y hace cómplice a su hijo quien observa la
escena; un minuto después, en la gran elipsis que puede ofrecer la televisión y
el cine, vemos a ese niño, ya joven, muerto por la policía por haber cometido
un crimen, mientras la madre grita (como vemos a muchas cuando su hijo o hija
ha sido capturado) que él o ella es inocente.
El segundo se centra en la
información que nos rodea y que condiciona conductas y autopercepciones que
terminan por justificarse como correctas. Los patrones se van adquiriendo en el
hogar; pero también en los medios, desde la publicidad hasta los juegos
virtuales que han invadido casi todos los hogares de clase media y a la que,
irónicamente, la clase baja pugna por adquirir. La publicidad vende a la gente
conceptos y crea en ella carencias con el fin de que esa carencia sea
satisfecha con tal o cual producto. El bombardeo es implacable, pues ahora ya
llega a ti a través de los celulares. Es su modus vivendi y se alimenta de
ello, la justifica. Las necesidades artificiales hacen que la gente aspire a
tener lo que no necesita; es además una forma de adquirir un estatus que
termina por ser avalado por los demás como una forma de presencia y poder. Así
se busca cómo acceder a tal o cual producto; ahora es increíble cómo la
publicidad va descendiendo en cuestión cronológica: ahora el target o público
objetivo es el adolescente que reclama cada vez más a padres agobiados por
necesidades primarias urgentes. El otro día escuchaba por la radio una
publicidad de una empresa de celulares la “increíble” oferta que permitía a un
adolescente de 13 o 14 años exigirle a su padre la compra de un celular con
internet. El mensaje era directo y con un lenguaje manejado por esta población.
El consumo desmedido, lejos de todo el problema que está acarreando en nuestras
sociedades, ha generado que muchos jóvenes opten por alternativas de recursos
que pueden hallar en el hampa y el narcotráfico; así estos jóvenes que
encuentran un dinero “fácil” no tienen filtros personales para exhibir sus
“logros” y puedan emborracharse en sus “jueves de patas”, comprar la ropa para
encandilar a las chicas, entre otros ejemplos. Los modelos de comportamiento
alimentados por chicos huecos de los realities, más el estilo de vida de muchos
narcotraficantes (recordemos a Gerald Oropeza) incrementan esa ansiedad en
niños y jóvenes hambrientos de acción y de lujos para satisfacer sus “necesidades”.
De paso, podemos hacer una reflexión sobre la actuación de los medios masivos
de comunicación que potencian noticias “que venden” sin medir las consecuencias
en una sociedad con tanta anomia como las nuestras. Dicen hablar y publicar en
nombre de la libertad de expresión. Creo que palabra Libertad no significa
actuar en total albedrío, pues implica además la palabra responsabilidad.
Sartre fue claro en eso: libertad es compromiso. Si se entendiese así, otros
serían los derroteros mediáticos en general.
Y, por último, el aparato
correctivo y represivo de nuestra sociedad (Poder Judicial y Policía) hace tanta
agua que son, con los políticos, las instituciones identificadas como las más
corruptas del sistema peruano. Lastimosamente debilitado por los gobiernos de
recientes décadas, tras el descalabro que fue el fujimorato, su efectividad no
llega a ser del todo completa, pues ambos terminan por boicotearse. En esta
semana, varios miembros de temibles bandas delincuenciales fueron liberados,
pese a haber sido capturados tras sesudo seguimiento, por el Poder Judicial.
Esa frustración cuestiona el trabajo policial sin ser ellos los culpables, pues
la sociedad les va a reclamar a ellos por tener delincuentes en la calle. El
aparato policial es otro asunto que debe de ser revisado concienzudamente. Por
esta crisis, provocada intencionalmente para otros objetivos, varias bandas
enviaron a sus propios candidatos a integrarse al cuerpo policial: verdaderos
topos. La crisis no permitió crear filtros adecuados. Lobos que se les dio la
función de cuidar corderos.
El tema de la violencia debe
de trabajarse de manera global, desde la prevención hasta la corrección, si
cabe el término. Es necesario limpiar procesos en la parte superior, pero
también actuar correctamente desde los procesos iniciales de la formación del
ser humano, esto es hogar y escuela. Los abusos en el manejo de los derechos
individuales han maniatado las respuestas correctas que deben de darse a quien
merece ser corregido. Y dejar de lado algunas hipocresías que han llenado las
cárceles con las personas incorrectas, mientras por las calles pasean los
delincuentes, muchos de los cuales aspiran en convertirse en parte del aparato
público con el fin de hallar la ansiada inmunidad. Cientos de ejemplos tenemos
y pueblan los medios.
Si no tenemos voluntad de
estos cambios, limitémonos a seguir leyendo en la prensa (ahora ya toda
sensacionalista) los crímenes nuestros de cada día.