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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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martes, 24 de junio de 2014

LA ALIANZA FRANCESA Y EL CENTENARIO DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Este año Europa y el mundo se preparan para conmemorar el primer centenario del estallido de guerra entre el extinto Imperio austro-húngaro contra Serbia. Esa declaración de guerra marca el fin de un ciclo de la humanidad y el cambio de estructuras sociales, políticas y económicas globales. Fue, además, la primera manifestación de globalización efectiva: la primera conflagración mundial que, una vez concluida, cambió el mapa geopolítico mundial, con la desaparición de dos grandes imperios y la aparición de diversos países como Polonia; la implantación de las raíces de dos movimientos políticos tenebrosos, como el fascismo y el nazismo; la aniquilación de una familia imperial  y la caída de varias dinastías, y la aparición del primer estado comunista y el desplazamiento del Imperio inglés por los Estados Unidos como primera potencia mundial.

Pero, extrañamente, el campo de acción bélico fue bastante reducido (en comparación de la segunda guerra mundial, veinte años después): el campo de batalla se circunscribió al noreste de Francia, parte del territorio belga, en algunas regiones de Polonia, norte de Italia y zonas focalizadas en Serbia. Además, los costos y pérdidas de la maquinaria productiva de cada nación envuelta, salvo Rusia, en este conflicto no significaron grandes pérdidas como lo sería en la segunda guerra. Es más, muchas florecieron y recobraron su brío pocos años después. El injusto castigo impuesto a Alemania (Tratado de Versalles) por sus intenciones de querer entrar en el grupo de los grandes imperios no fue para pagar las pérdidas ocasionadas a los países vencedores del conflicto.

Sin embargo, la Gran Guerra (como la llaman) es la primera guerra de medios que convocan, persuaden, seducen a los hombres a ir al campo de batalla; es una guerra en la que la información es recibida por los medios impresos, que también fungen de propaganda; y los líderes gubernamentales se ven pronto expuestos. Se dirigen a sus pueblos, son cabeza de una campaña enfervorizada contra el enemigo. Es una guerra en la mente de la gente. De ahí su gran repercusión. Es una guerra de los pobres y los ciudadanos de pie que van a caer en las terribles trincheras de Verdun, Somme, Loos u otros nombres que causan una dolorosa recordación. Entre las consecuencias, una vez terminado el conflicto, se tiene un nuevo mapa de Europa y del mundo: la desaparición del gran Imperio Austro-Húngaro y el Imperio Otomano, así como la transformación del extenso Imperio Ruso en un conglomerado de soviets que se convertirá en la Unión Soviética. La aparición de Hungría, Checoslovaquia y reaparición de Polonia. Irónicamente, los dos imperios coloniales dominantes en ese entonces,  Gran Bretaña y Francia, alcanzan su cenit, pero también inician su acelerada decadencia. Otro gran detalle: la intervención de los Estados Unidos en suelo europeo ya es un indicio de lo que vendría. Esta guerra replantea los roles continentales. EEUU, un país de ultramar, interviene por primera vez en Europa, lo que lo convierte en una gran potencia del orbe; y en Asia, vemos los inicios de la expansión de otro gran imperio: Japón. Los grandes imperios ya no se encuentran solo en Europa.

La intelectualidad europea de esas décadas participó directa o indirectamente en la conflagración. Artistas y escritores fueron enviados al frente y ellos mostraron, a través de sus diarios, novelas, poemas o ensayos;  el estado del espíritu de la época, de su tiempo. Así, por el lado francés, tenemos una vasta producción literaria hecha por autores como los poetas Louis Aragon y Guillermo Apollinaire, los novelistas Marcel Proust, Romain Rolland, Céline, el artista multifacético Jean Cocteau, entre otros.  Del lado inglés, el poeta Robert Graves sobrevive a la batalla de Loos, pero el hijo de Rudyard Kipling, John, morirá en combate, como le sucedió a la joven promesa Rupert Brooke. Varios apoyaron la causa a través de los medios, como Arthur Conan Doyle, H. G. Wells y Chesterton. Por el lado alemán, también su intelectualidad se ve envuelta en esta fiebre bélica. Sin novedad en el frente de Erich Maria Remarque y Tormentas de Acero de Ernst Jünger son novelas pacifistas. Hubo también personajes polémicos que ensalzaron la guerra, como Gabrielle D´Annunzio, poeta que con sus ideas no solo artísticas, sino políticas han de crear las bases de otra lacra que llevará a Europa a una segunda guerra mundial: el fascismo. Para este poeta, la Gran Guerra era una forma de galantería.

La Alianza Francesa de Trujillo inicia un ciclo de conferencias para conmemorar este evento que cambiará el rostro de la humanidad. El día jueves 26 de junio a las 7:30 pm en la Mediateca de nuestra Institución, el profesor Alfredo Alegría, docente de la Universidad Privada del Norte, y el profesor Gerardo Cailloma, Presidente de la AFT y Director de Humanidades de la Universidad Privada del Norte, dictarán dos conferencias: LA SITUACIÓN GEOPOLÍTICA DE EUROPA EN 1914 y LAS CAUSAS DE LA GRAN GUERRA respectivamente para ubicar a la Europa de inicios del siglo pasado. A partir de la semana siguiente, los viernes 04, 11 y 18 de julio habrá diversas conferencias en las que diversos ciudadanos extranjeros residentes en Trujillo y cuyos países participaron en esta guerra hablarán sobre la participación de sus respectivas naciones en este conflicto: el 04 empieza Francia y Alemania; el 11, Italia y Gran Bretaña; y el 18, Rusia y Japón.

Cordialmente invitados




viernes, 18 de marzo de 2011

OZU, MIZOGUCHI, GRANDES MAESTROS

Ironías tristes de la vida. Los terremotos han marcado permanentemente la vida de los japoneses. El gran sismo del primer día de setiembre de 1923 que destruyó a la ciudad de Tokio y que provocó la muerte de más de ciento veinte mil personas, originó grandes cambios en la vida social y cultural. Uno de estos cambios concierne directamente al cine, puesto que van a potenciar grandes estudios fuera de la ciudad de Tokio, estudios en los cuales se van a producir filmes de diversa calidad y género a tal nivel que harán del Japón el país de mayor producción cinematográfica por esos años.


Pero debemos remontarnos un poco más, a los años finales del siglo XIX. La violenta apertura del gobierno y sociedad japoneses va a tener como respuesta una activa campaña de “asimilación” de la cultura y tecnología occidentales, momento decisivo que ha sido retratado en sus artes y que marcaron definitivamente al Japón de hoy. La desaparición de los endogámicos shogunatos dan inicio a la era Meiji, una era acorde con el expansionismo occidental. Japón asumió el embate y comenzó a recibir todos los aparatos que iban poblando la vida cotidiana de los europeos y norteamericanos. Uno de ellos fue el cinematógrafo. Uno de nuestros maestros, Mizoguchi, fue un intenso productor de cine mudo y que, gracias a su genialidad, va a aportar algunos cambios al cine japonés como iremos viendo. La creación de grandes estudios va a ser promovida luego del gran sismo del 23, descentralizando la producción en otras ciudades como Kioto u Osaka. Ese periodo va a generar dos vertientes marcadas, una social, ligada a la expansión de las ideas izquierdistas del momento; otra ligada al crecimiento de un movimiento nacionalista militarista que va a concluir tristemente en una aventura expansionista truncada como pináculo con dos bombas atómicas en dos de sus ciudades industriales. Luego, la ocupación norteamericana va a replantear el cine nipón y va a ingresar por la puerta grande cuando una obra maestra de Akira Kurosawa fue premiada en el Festival de Venecia de 1956: Rashomon.

Este es el marco histórico que envuelve a nuestros maestros.

En el caso de Mizoguchi, un autor de vida marcada por estos drásticos momentos, más los intensos y dolorosos conflictos familiares y personales, lo van a hacer un cineasta que se va a preocupar por retratar los drásticos cambios que vive sociedad japonesa, así como la delicada situación que viven las mujeres en dicha sociedad. Desde muy joven tuvo una marcada inclinación artística y tuvo que lidiar con un padre intolerante que rechazaba cualquier intención de su hijo en sus opciones de vida. En el antiguo Japón había ciertos trabajos que se consideraban deshonrosos, sobre todo los ligados al mundo moderno. El interés de Mizoguchi por querer trabajar en el cine era una acción deshonrosa tanto para él como para la familia. La crisis familiar había obligado a su padre a vender a su hija al mundo de la Geisha. La hermana mayor de Mizoguchi, con siete años de diferencia, va a marcar definitivamente en su vida, y va a ser uno de sus más marcados leit motiv de su cinematografía. Muchas de sus ochenta y cinco películas (de las cuales sólo le sobreviven treinta y una) tratan de ese tema, e incluso una de sus obras maestras nos muestra el mundo dolorosa de la mujer marcada. Tuvo una vida bastante azarosa viéndose, incluso, envuelto en un escándalo con una amante que casi termina en una muerte prematura. No sólo las heridas físicas en la espalda de las cuchilladas lo van a marcar, sino que su carácter va a verse transformado en un nuevo director. Todo esto sucede en 1925, Mizoguchi se convierte en el director que vamos a conocer como maestro, exigente, detallista, muchas veces caprichoso, pero que supo captar de su personal lo mejor que éste le pudo ofrecer en los rodajes en los cuales se involucraron. Cuidadoso de la reconstrucción de una época, pidió a todos los integrantes de su equipo conocer los detalles de la coyuntura que se representaba. Antonio Santos, en su obra biográfica, nos comenta sobre la “volatilidad” de compromiso que nuestro director tuvo en cuanto a su compromiso con su arte; en cierta manera, fue adecuándose a las circunstancias sociales, culturales y políticas que le toco vivir; y, pese a que colaboró e incluso filmó una película que exaltaba el carácter belicista del gobierno japonés durante su periodo de trabajo con la Compañía Nikkatsu, los vencedores norteamericanos lo nombraron presidente de la empresa Shochiku. Este último periodo de su vida, va a crear obras maestras hasta su muerte acaecida el 24 de agosto de 1956, vencido por la leucemia.

La vida de Ozu fue también bastante agitada. Luchó en la China (en la zona de Manchuria entre 1937 y 1939 antes la segunda guerra mundial) y fue capturado en Singapur, lugar al cual había sido destinado para colaborar con el departamento de propaganda de su ejército. Pasó seis meses en prisión y tras su liberación retornó plenamente al mundo del cine en 1947. Es considerado el director “más japonés” (frente a Kurosawa, quien era considerado el más occidental de todos los directores nipones) y en su obra se preocupó por ese choque que significó el mundo occidental con el Japón tradicional. Sus filmes nos hablan de esos duros encuentros que significó sobre todo para los adultos. Su técnica en el trabajo de cámara fue lo que más impactó en su cinematografía, pues filmaba sus personajes y escenas a la altura de una persona sentada la usanza japonesa, casi en el suelo; el uso tendía a ser discreto con planos medios y generales, y las perspectivas podrían partir de un muro, una columna o una mesa, total discreción para no perturbar el desarrollo del drama que “corría” delante de nosotros. La obra de Ozu es tardíamente conocida, puesto que muchas personas veían su producción fílmica poco alcanzable al gusto occidental, por tal motivo su obra fue poco o nada difundida en Occidente y sólo en los 70, una década después de su muerte (murió de cáncer en 1963) Ozu fue descubierto por los ojos europeos y norteamericanos. Ambos directores, con Kurosawa, dominaron el panorama del cine nipón en los años 50 hasta los 60. Pero hubo otros directores que dieron una vitalidad especial a esta escuela oriental que no deja de sorprender hasta nuestro día con maestros como Kitano o Imamura, o el gran Hayao Miyazaki.

LA VIDA DE OHARU (SAIKAKU ICHIDAI ONNA) KENJI MIZOGUCHI JAPÓN 1952 Contundente y sorprendente película sobre el estudio de una geisha y su sufrida vida durante el siglo XVII, en un Japón aún medieval y en el que la estratificación social era prácticamente inamovible; en una sociedad tan rígida y machista, la mujer tenía escasos o nulos derechos en las decisiones que ella tomase para su vida. La costumbre de vender a las hijas ha estado tan extendida en nuestras sociedades que es así cómo podemos entender el sentido de las razones por las cuales el padre de la novia daba al novio no solo la virginidad intacta de su hija (a través del vestido blanco), sino que además pagaba los gastos de la fiesta de la boda, más una dote que le permitiera en un principio mantener a la nueva unión, sobre todo a la novia. Los matrimonios arreglados, las ventas de hijos e hijas, eran muy frecuentes. Siendo muy joven, nuestro director fue un testigo impotente de la venta de su hermana mayor, Suzu, para convertirse en geisha; esto nos permite entender esta franca y dolorosa película de una mujer, hija de un mercader, que intentó ser libre en el amor y caer en lo más bajo de estratificación social, solo apreciada por su cuerpo.

TOKIO MONOGATARI (CUENTOS DE TOKIO) YASUJIRO OZU JAPÓN 1953 Este es uno de los mejores filmes de Ozu, una narración sencilla de una pareja de ancianos, que decide ir de visita a Tokio para ver a su hija mayor. Una serie de acontecimientos desagradables los impulsa a regresar, pero en el trayecto la esposa muere. El anciano tiene que enfrentar la soledad y surgen diversas propuestas. Este sencillo film es un extraordinario ejemplo de simplicidad y observación, involucrando a nosotros, los espectadores, como participantes de las historias al poner las cámaras a la altura de una persona sentada a la mesa, técnica muy recurrente de nuestro maestro, donde se desarrollan los diálogos o encuentros. Un film que muestra no sólo los choques generacionales, sino los culturales que agobiarán a Japón por muchas décadas. Estos choques han de originar algunos movimientos conservadores que proponían un retorno a las viejas tradiciones. Uno de estos fue el famoso escritor Yukio Mishima.


UGETSU MONOGATARI (CUENTOS DE LA LUNA PÁLIDA) KENJI MIZOGUCHI 1953 Una de las obras maestras que abrieron el occidente para el cine nipón. Está basada en una leyenda homónima del siglo XVI, obra de Akenari Ueda. La obra se centra en dos parejas de las cuales los varones deciden buscar el amor, la fortuna y el poder. Las mujeres abandonadas corre cada una de ellas una triste suerte entre la prostitución y la muerte, suerte que es desconocida por los díscolos maridos que se vieron de pronto arrastrados por la locura de las guerras civiles que asolaban la zona. La obra de por sí es redonda, bella, poética; un film con fantasmas que acompañan a los vivos, con lagos brumosos; pero hubo una propuesta que quizá hubiera ensombrecido esta obra maestra: el fin tiene una suerte de redención para ambos hombres, pero habían sugerido que ésta termine con un final más real, mostrando las miserias del hombre en su lujuria, ambición y podredumbre moral. Quizá hubiera tenido más éxito, tal como el mundo es.

SANMA NO AJI (EL SABOR DEL SAKÉ) YASUJIRO OZU 1962 Otro bello film de Ozu, que nos muestra la triste realidad de la vejez que tiene que enfrentarse a la soledad y el abandono. Un hombre viudo ve a su hija en edad casamentera y le propone que se case sabiendo que esta situación conllevará al abandono. Ozu es un maestro que desnuda las emociones más profundas, pero cotidianas de los hombres. Sus filmes no son complicados, son sencillos. Esa sencillez termina por demolernos; en este caso, es lo que puede suceder en nuestros hogares: el hombre viejo viendo que se le acerca la soledad se refugia en el alcohol.




Bibliografía:

JAPANESE CINEMA. Galbraith, Stuart; Duncan, Paul. Taschen, 2009

LAS 100 MEJORES PELÍCULAS. Kobal, John. Alianza Editorial. 1995.

MIZOGUCHI, KENJI. Santos, Antonio. Cátedra.1993.

jueves, 11 de noviembre de 2010

LA BELLEZA DE LA CONTEMPLACIÓN: SONIDOS DEL JAPÓN

El día lunes 8 de noviembre en el Teatro Municipal de Trujillo tuvimos la suerte de ver y oír a un quinteto de música japonesa moderna, la cual ha tenido, como todas las formas musicales mundiales, una serie de fusiones de ritmos, elementos armónicos y tonalidades que han occidentalizado el sutil espíritu de la cultural musical japonesa. Debemos recordar que el Japón se aisló como país por más de 200 años desde el periodo Tokugawa (algo de esto se ve en el film Kagemusha de Akira Kurosawa), periodo que les permitió (a los japoneses) crear su propia cultural; su misma situación insular les permitió acentuar este aislacionismo hasta que en el siglo XIX, el famoso Comodoro Matthew Perry rompió este aislamiento (por cierto, a la fuerza) en 1833. Esta nueva atracción para los occidentales hizo que el Japón se pusiera de moda y su cultura fue occidentalizada a través de la pintura (Utamaro fue muy apreciado en Francia por los impresionistas), su moda y alguno que otro detalle de la cultura nipona. Su música les fue extraña y las versiones en las que aparecen personajes japoneses como la famosa ópera Madama Butterfly de Puccini estaba escrita en cánones integramente europeos. La tradicional música culta japonesa o gagaku era muy difícil (y lo es) al oído nuestro. Pero la migración japonesa del siglo XIX hacia occidente nos ha permitido acercarnos un poco más a este fascinante y algunas veces agresivo país. Digo esto, pues la triste participación de las huestes japonesas en muchas naciones del Lejano Oriente han dejado su huella.
La migración de japoneses a nuestro país fue frecuente hasta antes de la segunda guerra mundial. La colonia nipona afincada en muchas ciudades de la costa peruana fue próspera e hizo labor en nuestro país. Por muchos años, nos hemos acercado poco a su cultura; recientemente su culinaria ya se ve con más frecuencia en nuestras ciudades,  en las cuales extrañamente no había restaurantes japoneses como sí los hay chino cantoneses. La irrupción de los manga y anime de los 70 en adelante también es otro hito para conocerlos más. Pero su música ha "tardado" un poco.
Japón no es solo música tradicional: he sido testigo de una banda de jazz excelente que vi en el Teatro Raimondi en 1991. Fuera de sus creaciones, liderados por su eximio bajista, interpretaron una sorprendente versión de El Cóndor Pasa con un swing fenomenal. El comentario de mis amigos era: "no parecen japoneses". Mucho más sorprendente fue la llegada al Perú de la famosa Orquesta de la Luz, cuyas voces principales eran chicas japonesas que no hablaban español pero que cantaban con una dicción perfecta.
La presentación del día 05 ha sido todo un regalo a la vista y al oído. Tan preocupados por detalles, el escenario tenía arreglos florales (hana) para hacer más placentero el espacio. Las 3 artistas mujeres vestían sendos kimonos y eran las intérpretes de las cuerdas: Koto y Shamisen; dos varones tocaban Shakuhachi, una especie de flauta, de diversos tamaños y timbres. Y el director Akira Inoue daba el toque de modernidad con su teclado.
Durante una hora y media, y soportando a algunas personas poco respetuosas de lo que significa ir a un concierto de esta naturaleza, fueron interpretando varias obras y arreglos del Director. Interesante fue la adaptación de obras clásicas y populares japonesas con un movimiento de Vivaldi de sus Cuatro Estaciones. El arreglo de Imagine fue muy interesante, ya que incluía cajón peruano, como una muestra de internacionalización de la música, única y diversa. Y el encore fue un regalo peruano: Vírgenes del Sol, de Jorge Bravo de Rueda. Oír el ensamble entre Shakuhachi soprano y una quena, o zampoñas, fue toda una experiencia.
Hay que agradecer a la Asociación Okinawense de La Libertad el haber hecho esta gestión. Hay mucho por escuchar aún, así seremos más "globalizados" de manera positiva, en buen sentido del término.