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Trujillo, La Libertad, Peru
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sábado, 17 de enero de 2015

RELIGIOSIDAD CHICLAYANA

Sábado 26 y domingo 27 de diciembre. Viaje relámpago a Chiclayo. Me había propuesto conocer una pequeña iglesia que me había sido esquiva en cada visita: la simpática capilla La Verónica. Había leído que las zonas más antiguas desde el punto de vista histórico social acogen muchos recintos o espacios sacralizados. He ahí las huacas, construcciones que abundan en esta Región. Recuerdo en mi niñez cuando íbamos a visitar a unos parientes en Lambayeque ciudad desde Chiclayo, ciudad en la que pasábamos largos meses de vacaciones (dos meses). En el corto trayecto (en ese entonces, los años 60 me parecía interminable) recuerdo haber visto muchas huacas y grandes dunas cubiertas con vegetación, en algunos casos. Ahora con la autopista y la construcción, más la previa ampliación de la frontera agrícola, todo eso ha desaparecido y no creo que se haya hecho un inventario de todo ese patrimonio prehispánico (mejor, para así no sentir más pena por todo el daño que le hemos hecho y hacemos a nuestro pasado). Y generalmente, en el proceso de evangelización y cristianización, muchos religiosos ubicaban los nuevos edificios cristianos sobre los lugares religiosos, sean huacas o apachetas. La cantidad de capillas que hay en Lambayeque es inaudita. Y debo volver a lugares como Mórrope o la pequeña capilla que se halla cerca de Túcume. O santuarios como Motupe. Las iglesias como la de Lambayeque o Ferreñafe merecen una buena visita. Pero La Verónica sí bien valió “una misa”.


Esta pequeña capilla queda en pleno centro de Chiclayo. Felizmente no ha sido demolida como le pasó al  bello convento franciscano, cuyos restos (arcos) aún se pueden contemplar en la plaza de armas (según comentan, hay un proyecto de restauración, pero espero no sea un Ripley o algo así). Sus orígenes se pierden en el tiempo. Buscando más información al respecto, todo indica que no existe un “acta” formal de su fundación. Y parece que era una capilla en terreno de indios dedicada al culto mortuorio. Este terreno fue cedido a un hombre rico, José Leonardo Chiclayo, apodado El calvo, quien edificó la capilla inicial y la restauró varias veces.
Todo indica que en el terreno cedido se halló un entierro (en realidad, en nuestro país, dónde no los hay). El edificio que se visita ahora data del siglo XIX. Hay un banner cerca de la entrada que da esa información (creo que lo deberían colocar exteriormente para que la gente se informe más); la decoración es bastante sencilla. Cuenta con un altar que presenta un retablo de yeso pintado en dorado y las hornacinas en las que se hallan los santos son totalmente polícromas. Además tiene altares laterales pequeños para destacar a una divinidad. Lo interesante es el techo, formado por vigas de algarrobo, tradicional forma de construcción de la zona. El edificio ha sido declarado monumento nacional. Y espero que respeten su condición como tal. Recientemente hemos tenido la liberalización de muchas zonas arqueológicas y arquitectónicas que han permitido a personas inescrupulosas intervenir o demoler diversos lugares (Lima tiene varios casos) para activar la economía. En realidad, Chiclayo debe trabajar sostenidamente en el concepto de turismo para mejorar su ciudad, hacerla más ordenada, arreglar el caótico tráfico que tiene. Ha habido buenos intentos de restauración y orden, pero se limita a un solo espacio y no interviene lo demás. Y se pierde en barullo, la estridencia.
Decidimos, César y yo, ir a ver la imponente basílica de San Antonio, iglesia más nueva del siglo XX, pero estaba cerrada. Sin embargo optamos por visitar el viejo hospital Las Mercedes. Es una construcción de casi 160 años y hace recordar al hospital Loayza en Lima y el Goyeneche en Arequipa por presentar la misma arquitectura, aunque ambas construcciones ya corresponden al siglo XX. He tratado de buscar la fecha de construcción para ubicar en la historia las personas involucradas. Se sabe que fue un proyecto de necesidad pública dado por una  ley en 1851 en la época de Rufino Echenique, antepasado de nuestro famoso escrito Alfredo Bryce. La capilla ha sido modificada y se le ha agregado un piso más el cual es usado como depósito.

De aquí nos dirigimos a la catedral, edificio construido bajo un diseño de uno de los arquitectos-ingenieros de moda en el boom de la construcción del siglo XIX: Gustavo Eiffel. La iglesia solo se concluyó en el siglo XX. No sé qué hubiera pasado si la antigua iglesia matriz se hubiera preservado.

Para cerrar este corto viaje, nos fuimos a ver uno de los lugares más interesantes del Perú, incluido en muchas guías viajeras del exterior: el mercado Modelo. Otros lo llaman el mercado de los brujos. Es un lugar fascinante. Insólitamente es ordenado y limpio, puedes recorrer las galerías y los puestos buscando pócimas de amor, amarres, cura del mal del ojo, etc. Todo un bagaje cultural alucinante y con las explicaciones más simpáticas para diversas curas. Es una visita obligada. Ya apurados porque nos íbamos a encontrar con una buena amiga para almorzar (Chiclayo tiene una de las mejores gastronomías del Perú), recogimos nuestras cosas del hotel para ir a un buen restaurante. Mórrope y Zaña me esperan.