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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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domingo, 2 de abril de 2017

PREVENCIÓN A LA PERUANA (ARTÍCULO PARCIALMENTE REPRODUCIDO EN EL DIARIO LA INDUSTRIA DOMINGO 02 DE ABRIL)

Estamos viviendo una nueva catástrofe natural con las consabidas consecuencias sociales. Una raya más al tigre. Desde que tengo uso de razón, nuestro país ha ido acumulando una serie de medidas para atenuar la desgracia que genera cualquiera de estas catástrofes. Terremotos, aluviones, inundaciones, epidemias han desnudado nuestra informalidad, la cual puede obedecer a la ignorancia, a la desidia o, la más grave, a la corrupción.
Los antiguos habitantes del actual territorio peruano usaron diversas estrategias para poder convivir con estos desastres. Era una forma de supervivencia, pues está demostrado en la historia que grandes catástrofes fueron la causa de la desaparición parcial o total de algún pueblo, ciudad e, incluso, cultura. Es regla universal: grandes sequías derrumbaron al Imperio Egipcio. La hambruna hizo que grandes pueblos nómadas rebalsaran el Imperio Romano. La peste bubónica devastó un tercio de la población europea y significó el debilitamiento de ciudades, reinos o familias reales; con solo indicar que es uno de los factores importantes del fin de una edad, la Edad Media. Cautos de esto, muchos estadistas planificaron sus ciudades, vías de comunicación, zonas de producción agrícola con el fin de prevenir cualquier desastre. La naturaleza es poderosa, pero enseña a todos cómo saber llevarla. Un animal, sufrida una primera experiencia con un elemento natural, no acomete el mismo error. Pareciera que el hombre carece de este don. Sin embargo, tenemos ejemplos notables del antiguo Perú que trataron de domeñar el territorio: los tambos cumplían esas funciones, grandes almacenes de alimentos no perecibles que podían soportar heladas, sequías o riadas. Hay que destacar la función de la andenería, que no era un capricho estético, sino un uso racional de tierra y agua. Las ubicaciones de palacios, templos e, incluso, ciudades obedecen a una serie de medidas de prevención que, en su conjunto, no se presentan en la actual sociedad peruana. Es de destacar que Chan Chan, vista del aire, no se halla ubicada en lecho de ríos secos alimentados por diversas quebradas que rodean a la ciudad, a diferencia de Trujillo que ha sufrido hasta siete riadas de lodo y basura. Y, además, el reservorio natural llamado Mampuesto ha sido una muestra de cómo la planificación de la sociedad actual ha sido pobre y desorganizada.
La prevención evita pérdidas económicas y de vidas. Es un cambio de actitud que la sociedad trujillana, en particular, y la peruana, en general, debe de tomar. Parte de la educación y de la percepción que se tiene por los demás. Son las bases desde las cuales se debe de atacar el problema: mucha gente siente que las medidas de prevención significan un gasto no justificado, pues no hay retorno (así fue la respuesta que el Ministerio de Economía dio para las medidas de contención del río Piura que hubieran sido de utilidad en la actualidad). Esa es la justificación que demuestra que los demás son irrelevantes en su dinámica económica. Solo basta ver cuántos incendios ya se han dado en los famosos malls peruanos, paradigmas de la construcción segura moderna, para tener una idea de la forma de pensar de los responsables de crear los espacios, las medidas, las estrategias y los protocolos de seguridad. En esto subyace la corrupción, pues distraer recursos para beneficio propio significa deteriorar la calidad de materiales a usar, autorizar el uso de otros materiales riesgosos (recordar el incendio de Utopía y otras discotecas), construir aberraciones o en lugares no apropiados, usurpar zonas que tienen un fin de seguridad (por ejemplo, áreas verdes que hubieran amortiguado las recientes inundaciones), dejar de construir medios de seguridad (los famosos drenes que Chavimochic no hizo a lo largo del proyecto). Tanto lo económico como lo político, si vemos el actual panorama, son grandes escollos de un buen plan de prevención global de cualquier ciudad del país. Y por lo todo sucedido, Trujillo ha sido una víctima más de ello.
Ahora ya hablan de prevención, pues ya hay bastante presión ciudadana, la cual espero que no se disperse o se relaje una vez pasada esta situación de catástrofe. Los ciudadanos deben de tener el poder para exigir a las personas responsables para llamar a los expertos y personas competentes a trabajar en eso: planificación holística. Para eso los elegimos.
En la antigüedad, los moche sacrificaron a varios jóvenes para aplacar la ira de un Mega Niño. En otras circunstancias, la zona era arrasada como Túcume, pues sus dioses no “funcionaron” o la ciudad era abandonada como fue el caso de Zaña, pese a que las iglesias se plagaron de feligreses para pedir perdón. Ambas son medidas extremas, pero el hecho de pedir destitución de tal o cual autoridad no deja de tener un tufillo histórico. Ahora tenemos la palabra y la oportunidad para una verdadera cultura de la prevención

viernes, 17 de marzo de 2017

¿PREPARADOS PARA LA ADVERSIDAD? (ARTÍCULO PUBLICADO EN LA REVISTA CONSTRUYENDO 13 DE NOVIEMBRE 1998, HACE 19 AÑOS). SIGUE VIGENTE.

Artículo publicado el 13 de noviembre 1998, Revista Construyendo Diario La industria

Los últimos acontecimientos que abatieron a nuestro país deben de invitarnos a una reflexión sobre nuestra actitud y planificación de todas las actividades que desarrollamos, empezando por una de las más básicas y prioritarias: la educación.
Hemos sido testigos de un cambio de actitud general hacia muchos cursos escolares, desplazados unos por otros, los últimos magnificados por una serie de cambios que han venido sucediendo en los últimos años. Esta actitud, sin embargo, no solo es ajena a los PPFF o estudiantes, sino a los mismos docentes de los cursos en cuestión, lo que agrava esa dejadez traslucida en poca innovación, escasa motivación y débil capacitación que se da los docentes de esas áreas. Me estoy refiriendo a los cursos de Geografía, Historia y Educación Cívica.
Vamos paso por paso. El reciente fenómeno del Niño (1998) es un acontecimiento evidentemente geográfico, cuya repercusión se hará sentir por varios años, en un principio, negativos; y, de ser bien canalizados, en positivos. Este acontecimiento ha sido estudiado por mucho tiempo por los científicos especializados en geografía física y climatología. Los instrumentos cada vez más sofisticados permiten obtener datos más exactos, corroborando o corrigiendo observaciones hechas hace varios años e incluso siglos.
Es, también, un  fenómeno histórico, de marcada preocupación por todos aquellos que han sido, son y serán afectados por este acontecimiento de envergadura que causó, incluso, la desaparición o casi extinción de culturas ancestrales. Por lo tanto, las preocupaciones centradas en la visión real de que dicho fenómeno es inevitable han desarrollado, a lo largo de la historia, respuesta para poder sobrellevarlo. En algunos casos, los antiguos peruanos lograron armonizar y sobrevivir al fenómeno; en otros, significó la extinción de esa civilización.
El desarrollo silencioso de la Historia y Geografía permite entender mucho mejor por qué muchas culturas se hubieron extinguido sin que haya mediado participación externa humana (invasión, guerra). Algunos misterios comienzan a ser comprendidos en su real magnitud gracias a la necesaria interrelación disciplinaria, acción aún no del todo planteada en aulas escolares o universitarias, más por prejuicio o celos desarrollados en las últimas generaciones. Este conocimiento es necesario para cualquier sociedad, pues le permite buscar medidas preventivas y a desarrollar estrategias que nos permitan continuar existiendo evitando el colapso. Y este conocimiento, básico o profundo, se accede por la educación de toda la población involucrada.
La población, de pronto, se encontró sorprendida por aquello que ya estaba previamente anunciado. El diario La Industria publicó mapas donde figuraban datos ya observados ¡hace siglos!, datos que la arrogancia moderna jamás los tomó en cuenta. Calles céntricas del viejo Trujillo son en realidad cauces secos. Se construyeron edificaciones –hasta de material noble-en lechos de ríos secos, los cuales se colmataron (no hay que ser un genio de ingeniería o de historia para saberlo, ¿o sí?) y volvieron a su esencia natural. ¿Qué pasó con todos los sofisticados conocimientos de ciencia y tecnología frente a lo de Mampuesto? ¿Se consultó a los anales de la historia que fue un RESERVORIO creado para aprovechar las aguas de las quebradas? Otros datos, desde el aire se ve cómo estuvieron afectados, Huanchaco, Huanchaquito, Trujillo y sus numerosos barrios, el cauce del río Moche, todos anegados; pero Chan Chan no muestra amenazas de este desembalse.
¿Qué pasó con Defensa Civil, la cual TODOS integramos? ¿Qué pasó con nuestro sentido de colaboración, solidaridad y orden durante el desastre? ¿Por qué la gente se dedicaba a crear sus propias protecciones sin orden y coordinación alguna para crear una suerte de canal para canalizar las aguas que venían? ¿Dónde aprendemos esto? ¿Hay cursos destinado para esto? ¿Matemáticas, Química, IT? De aquí vienen más preguntas: ¿cuántas horas gastan nuestros estudiantes en marchar por las calles de Trujillo, las cuales no saben proteger en caso de desastre? De haber capacitado mejor a nuestros jóvenes, ¿hubiesen sido más efectivos en hallar respuestas a padres desesperados ante una casa inundada? ¿Qué les estamos negando, pues, a nuestros estudiantes en nuestros centros educativos?
De ahí vienen más dudas sobre las universidades, ¿estas instituciones que forman a los futuros dirigentes (creo) de su región, ciudad y barrio incluyen en sus estudios de la realidad, si es que los hay, la presencia de este Fenómeno? Ingenieros civiles, arquitectos, economistas, comunicadores, ¿saben lo que es el Niño y lo que debe de hacerse para atenuar sus consecuencias? Entonces, ¿es el Fenómeno del Niño un acontecimiento importante a tomar en cuenta o nos lo pasamos por alto?

En nosotros, como docentes, están las respuestas.

sábado, 7 de marzo de 2015

CUMBEMAYO, EL PASADO CAJACHO

Domingo 15. Luego de una larga noche celebrando al rey Momo o Ño Carnavalón, en un bonito pub llamado Arlequín, decidimos ir a uno de los lugares que, a pesar de las muchas visitas que hice, sigue siendo mágico: Cumbemayo. Lo he visitado en diferentes estaciones del año, con un fuerte sol o bajo una persistente lluvia. Siempre tiene algo nuevo que ofrecer. El día anterior, luego de haber sobrevivido al intento de ingreso a la plaza de armas de varios grupos exaltados, fuimos a una agencia de viajes localizada en la misma plaza. Así quedamos los tres en salir al día siguiente a las 9 am. Nos levantamos temprano, tomamos desayuno y luego nos fuimos al mercado a merodear por fruta y otras cosas. A las 10 de la mañana llegaban las comparsas en su primera eliminación, por lo que había que salir del centro lo más temprano posible para no quedarnos atascados. Ya la misma plaza estaba parcialmente cerrada por lo que era prioritario dejar el centro para ir a nuestro destino. Como de costumbre, la informalidad reina en este mundo del turismo; el día anterior se nos había mostrado la foto del vehículo en el que nos íbamos a desplazar y que la partida era puntual. Ni lo uno ni lo otro. Fuimos en un minibús un poco viejo y salimos con casi media hora de retraso. Incluso hubo un turista que iba de pie. La informalidad es fatal para uno de los negocios que podría ayudar a Cajamarca a salir de su recesión y generar interesantes cadenas de valor como restaurantes, tiendas de artesanía, todo tipo de servicio, hoteles, eventos culturales, científicos y económicos. Imagino grandes convenciones turísticas para poner en valor todas las riquezas de Cajamarca, pero con esos servicios, todo lo trabajado cuidadosamente se desplomaría tirando a la borda años de trabajo. El Carnaval rebasa de turistas y estos andan un poco a la merced de varios inescrupulosos.

Comenzamos el ascenso. Nuestro guía parecía simpático, pero luego comenzó a manejar datos que dejaban qué desear. Encandiló a varios jóvenes que tenían poca noción de lo que iba diciendo. Cuando comentó que Isabel de Portugal había financiado los viajes de Colón, María, portuguesa ella, me dijo que se estaba rescribiendo la historia. Así que nos dedicamos a ver el paisaje para evitar caer en las garras de la fantasía pura. Hicimos un alto en el camino para ver Layzón, uno de los sitios arqueológicos más antiguos de la zona. Como el acceso está aún prohibido, se puede distinguir  a lo lejos una pirámide trunca, en proceso de desenterramiento. Según lo leído en el libro sencillo de Julio Sarmiento y Tristán Ravines, este lugar era no solo un centro religioso, sino, además, un espacio para intercambio comercial entre productos del valle con la producción altoandina.  El guía tenía cierta razón: es un espacio que puede ofrecerse al turismo. Pero, valgan verdades, depende qué turistas quieras llevar. He visto en Chanquillo, Áncash, cómo alumnos de una promoción habían dejado sus “gratos recuerdos gráficos” en algunos muros y tablones que ha colocado gente de arqueología de la PUCP para su restauración.  También una vista espectacular de Cajamarca. Como Pacasmayo (y todas nuestras ciudades sin excepción), se pueden ver muchas paredes sin enlucido y hay una cosa más triste: la presencia más frecuente de calamina que reemplaza a las tradicionales tejas. El día anterior habíamos visto en el museo del Complejo Belén un patio lleno de tejas: ¿un cementerio de estas bellas producciones semi artesanales? Lo que sí es cierto es que cada vez más se ve el brillo del zinc de las calaminas en los techos cajamarquenses. 


Aquí ya habíamos ascendido hasta una altura un poco más de tres mil doscientos metros (Cajamarca está a 2750 m.s.m.) y teníamos que ascender más. El camino hasta cierta altura se encuentra cercado por diversos árboles, lo que le da buen atractivo. Cruzamos un sendero que era camino inca y luego camino real. A lo lejos uno ya puede distinguir los Frailones, inmensas rocas talladas por la erosión de deshielos y eólica, llamados así por su parecido a los frailes. Esta zona tiene dos grandes intereses: geográfico y arqueológico. El conjunto es impresionante. Han hecho un lugar de interpretación, el cual ahora ya no se usa. En realidad, es una lástima que los avances hechos en favor de varias actividades humanas como el turismo, la historia y arqueología estén abandonados. Y es una interesante fuente de recursos. Ese día el lugar se hallaba bastante abarrotado de turistas que habían llegado de diversas partes del Perú y de afuera. Una previa información de lo que íbamos a ver (he visto el lugar cuando estaba funcionando) hubiera ayudado al viajero a apreciar más el valor de este lugar. Descendimos con el grupo (éramos más de 30 personas) a diferentes ritmos. Lo más terrible de estos viajes es hallarse con personas que no tienen la más mínima idea del lugar que van a visitar: una señora cargaba un montón de cosas, entre ellas un perro de peluche, para un lugar en el que se necesitan las manos libres. Otros viajeros, jóvenes e inconscientes, no habían llevado casaca o cortavientos alguno; cuando llovió se los veía consternados por su precipitada decisión.



 La primera prueba es cruzar un corto pasaje de dos metros, un pequeño túnel por el cual hay un tramo totalmente oscuro. Luego de este paso, nos dimos con un puesto de productos en los que los pobladores de la zona han instalado algunos servicios como venta de choclos con queso. Delicia reparadora. Hay servicios higiénicos y agua fresca. Es la última pascana. Luego comienzas a ascender un poco para ver un corte que ha creado un mini valle por el cual atraviesa el sendero que va hacia los restos arqueológicos: el acueducto y el santuario. Este lugar fue formalmente estudiado por primera vez por Don Julio C. Tello, brillante hombre, allá en 1937, luego de su descubrimiento por un notable de Cajamarca. Al final del mini valle te topas con el acueducto. Este tiene una extensión de casi tres kilómetros, tiene más de dos mil quinientos años y ¡aún se usa! Es una suerte de acopiador de agua y deriva sus aguas hacia el Pacífico. Han aprovechado la gravedad y principios físicos que han permitido que por cientos de décadas el agua siga discurriendo. Tello limpió los canales y descubrió una maravilla (y que abundan en la zona): petroglifos. Cajamarca, como región, tiene maravillas; las he visto en Yonan (Gallito Ciego) y algunos en Callac Puma, donde hay más pintura rupestre y es un antiguo lugar prehispánico. El canal está tallado directamente en la roca de origen volcánico y el objetivo era derivar aguas casi todas pluviales a Cajamarca. El tramo que se visita (y el más preservado) tiene una extensión de 850 metros y es una maravilla de ingeniería antigua. Interesante el comentario que hace Rogger Ravines en su libro Tecnología Andina en la página 28 (IEP, 1978): “A lo largo de su recorrido, desde la quebrada del Cumbe, hasta más o menos 1 km. de distancia de su origen se observan impecables tramos pulidos, varios túneles y diversos puntos de aforo y control.” Y es cierto. El pulido es extraordinario. 







Pese a estar a más de 3500 metros, ya en la Jalca, había vegetación con floración. Pero algo que no había visto antes es la presencia masiva de pinos en el lugar con un riesgo bastante peligroso para la integridad de este bello sitio: las raíces de este árbol se va abriendo paso en las rocas con el peligro de colapsar esas magníficas estructuras naturales e, incluso, pueden afectar a las construcciones arqueológicas como los canales. Estos fueron limpiados en su mayoría, pero debe cuidarse frecuentemente, pues tienen hongos y líquenes que no son tan “amables” con las piedras. Quisimos ir al Santuario, pero no todos los viajeros fueron al ritmo y la lluvia había arreciado un poco. Por esa razón, no lo pudimos visitar. Regresamos hacia el bus que estaba estacionado ya en otro lugar para poder recoger a los exhaustos viajeros. No nos olvidemos que la altura sí nos pasa factura.






Regresamos a Cajamarca y nos fuimos a celebrar la Usha en casa de la tía de César. Una fiesta bella, bailamos con gusto, trencitos, pese a la lluvia. Agua es vida. Los primos y tíos de César nos ofrecían diversos tipos de macerados de diversas frutas. Una tentación peligrosa. A cierta hora nos retiramos, ya que el paseo nos había agotado y queríamos descansar. Más tarde nos encontramos con César que venía de lavarse un poco de todo el talco que le habían tirado encima. Eran fiestas.





viernes, 31 de julio de 2009

EL NORTE TIENE LO SUYO


Luego de una espléndida visita a Chacha recalamos en Chiclayo, donde nos quedamos un día y medio antes de retornar a Trujillo. Animados por nuestro gran viaje a la arqueología de la zona amazonense, hicimos la respectiva visita a la arqueología chiclayana. Como decía el guía nuestro Julio César, en el Perú ya no se habla antes o después de los incas; sino antes y después del Señor de Sipán. Es cierto. Quienes fuimos al colegio en los 60 y 70, la historia giraba en torno a lo inca; pero en los últimos años, los descubrimientos arqueológicos en nuestro país han puesto de cabeza toda la historia oficial de muchas décadas y tenemos toda una nueva visión. La idea de cultura pacífica y no sangrienta terminó con los descubrimientos de las huacas norteñas y, cual cerecita, el descubrimiento de la momia Juanita, sacrificada al volcán Sabancaya.



El imaginario inca predominó en nuestra construcción de identidad, gracias también a la visión idílica del Inca Garcilaso de la Vega y corroborada con libros que los idealizaron como el de Charles Baudin. Pero los incas fueron guerreros expansionistas nos lo muestra las etapas de extensión del Tawantinsuyo, con los estudios de Wachtel, Murra, Rostworowski, Spalding y los recientes descubrimientos hechos en los sitios arqueológicos que les tocó la buena o mala suerte de toparse con los incas en el camino de su expansión. El libro de Peter Lerche me gustó mucho y el reciente viaje a Chachapoyas me ha permitido entender más el encuentro o choque de estas dos culturas. Chimúes y tallanes también se vieron aplastados por el avance de este pueblo.
Así pues, el apoyo velado o abierto de muchos de estos habitantes a los españoles era considerado como un acto de traición, puesto que lo veíamos desde el concepto de territorio actual. Errada visión. Cuando estuve en Colombia, además, una arqueóloga al ver un polo mío con un detalle chimú, me preguntó de dónde era, le dije que era peruano; recibí como reflexión una de las observaciones más espectaculares que haya oído sobre lo peruano: "imaginar que ustedes estuvieron por aquí también". No sé si lo haya tomado como una observación de orgullo o de aseveración, ya que los incas estaban al borde de la guerra con los chibchas, la cultura colombiana de entonces. Los incas eran expansionistas y mucha gente los ve así.
Hago este preámbulo para entender el porqué de este sentimiento de identidad regional que ha brotado en algunas partes de nuestro país. Hasta nosotros llegó la herencia moche a través de diversos pueblos, siendo el principal heredero el chimú.


Los moche estuvieron por todo el norte del país y tuvieron magníficas obras en Moche actual, el Brujo, Sipán hasta Túcume. Entre estos espacios hay cientos, miles de lugares en los que hay mucho por ver, excavar y estudiar.
Chiclayo: 29 de julio. A la una de la tarde nos embarcamos en un viaje hacia lugares más remotos: Cullup y Ventarrón, zonas arqueológicas cercanas a Pomalca. La primera es una huaca en total descuido, pero me han dicho de Ignacio Alva ya está haciendo gestiones para su recuperación. Luego fuimos a Ventarrón. El lugar me hizo evocar a Narihualá, pero Ventarrón tiene mayor atención y se ve ahora un trabajo con la comunidad. Aquí también han trasladado el minizoo que tenía David Novoa en Trujillo; espero que aquí tenga una mejor atención por parte de la población.



Ventarrón es...¡PRECERÁMICO! Una locura histórica, este lugar lo hace tan viejo como Caral; el trabajo es en adobe y con murales. Este viene a ser el lugar más antiguo identificado en la zona que corresponde al dpto. de Lambayeque. El dibujo representa a un venado cazado, además algunos muros están pintados, va a ser muy interesante que se haga un estudio muy detallado de la zona para ver la antigüedad de todo lo hallado. Ya de por sí es emocionante ver que en un par de años tendremos que replantear nuestros textos de historia. El lugar ya va tomando forma, ya que la huaca había sido cubierta y se empleaba como basural, como se ha tratado a la historia en nuestro país.


El viaje de este día concluyó con una visita a Huaca Rajada, a la cual había ido tres veces; pero ahora se ha construido un excelente museo de sitio con los últimos descubrimientos hechos; desde el descubrimiento del Señor de Sipán, este lugar no ha dejado de ofrecer maravillas a la arqueología, historia y turismo de nuestro país. La zona de la necrópolis en este complejo tiene todavía muchas maravillas por ofrecer. El descubrimiento que se halla en el museo quizá sea el primer personaje que tenga nombre propio. Si todo se organiza con un criterio lógico estamos en una necrópolis en la que se halla toda una genealogía dinástica. La historia ya tendría nombres propios y que podrían partir desde la Huaca Chotuna (tendré que ir de todas maneras), construcción hecha por ¡Naylamp! Pero son hipótesis.


El museo es un dechado de tecnología al servicio de la educación en arqueología y turismo. Entras con la iguana o lagartija a visitar esta tumba abierta para los hombres del siglo XXI. Y ves la belleza y la cosmogonía de un hombre mucho más antiguo que el Señor de Sipán. Además vas entendiendo más el mundo dual de esta cultura: sol y luna, oro y plata, hombre y mujer. Además es una cultura en la que la mujer tenía un poder increíble, tanto como la cultura tallán, en la que la mujer era la regente de todo: la famosa capullana. La subida a la Huaca Rajada fue el corolario de este interesante viaje a las profundidades del tiempo, en la que los muertos nos cuentan lo que hicieron para perpetuarse en la vida. La grandeza del paisaje costeño me hizo recordar lo que había visto un día antes en Chacha: la inmensidad de estos espacios que ocupamos y que queremos conocer.
El museo está dando un buen trabajo a los pobladores, quienes se encargan de cuidar su tesoro: saben que este viejo espacio les va a dar más riquezas que si se dedicaran a otras cosas. Es un proyecto sostenible que incluye el orgullo de pertenecer a esta continuidad histórica.


Al día siguiente acompañé a Gustavo a ver Sicán: según Julio César, esta cultura, aunque contemporánea a Sipán y las otras, fue un poco postergada o negada, quizá rivalidad u otras causas, vaya uno a saber.
Sicán es siempre una maravilla ver todo lo que pasó en esa huaca que queda en los bosques secos de Pómac. Las dos tumbas halladas son tan diferentes a todo lo visto en las otras manifestaciones funerarias de las otras zonas de este fértil valle. El entierro invertido de la tumba este es un misterio. La vida humana sí que era en cierta forma terrible para esta gente; muchas mujeres fueron empleadas como sacrificio para ciertas construcciones (me hizo recordar un cuento de Margarita Yourcenar en sus Cuentos Orientales). El entierro oeste es mucho más terrible, unas 23 mujeres fueron sacrificadas para acompañar al personaje que fue enterrado en esta tumba. Según los estudios hechos tenían una vinculación consanguínea, pero no directa; quizá hayan sido abuelo-nieto. Las mujeres sacrificadas también representaban consanguineidad (hasta 4 familias). Estas tumbas son todo un misterio que se encuentran en estas huacas que presentan un magnífico paisaje rodeadas de algarrobos.
Indudablemente que el norte tiene lo suyo.

CHACHA, VIAJE A UN PASADO ORGULLOSO

El día viernes 24 salí para hacer un viaje maravilloso, un viaje al pasado. Habíamos decidido ir a una zona mágica y misteriosa, en la que haya historia y naturaleza, en la que sea de fácil acceso, pero que aún sea poco atosigada por el turismo caníbal que ahora abunda en nuestro país (luego de esto de las "maravillas naturales" y toda esa tontería).


Hacía una semana había estado en Las Aldas (o Haldas) y venía con ese envión por ver más cosas de nuestro pasado. Y quedé gratamente satisfecho. Alejándome de las barbaridades de nuestra vida diaria (sobre todo la política), salí a Chiclayo y de ahí a Chachapoyas o simplemente Chacha, como la llaman las personas del lugar. Tomamos el bus de Moviltours a las 7.30 de la noche con destino al Dpto. de Amazonas. Habíamos estado ahí en abril para las fiestas de Semana Santa. Habíamos meditado también sobre los tristes sucesos de junio. Y en mi caso, regresaba exactamente una década después. Era un interesante reencuentro con varias expectativas. Había estado en esta zona en julio de 1999, en ese entonces había decidido ir gracias a la motivación que muchos alumnos míos (en ese entonces) de la Universidad me habían encomendado en ir. Ahora ellos han hecho su vida cada uno y sabía que iba a hacer un encuentro con mis recuerdos también.
Ahora la carretera es mil veces mejor. Hay zonas con paisajes increíbles, pero teníamos la obligación de ir lo más rápido posible hasta nuestro objetivo final. Mucha gente desconoce la realidad física de esta zona y muchos suelen llegar con ropa de verano a esta ciudad que está más allá de los dos mil metros de altura. Las noches son frías y ameritan gruesa ropa. Llegamos a las cinco de la mañana. Decidimos dormir en nuestro hotel para reparar fuerzas. Quizá la altura y el frío hayan medrado nuestras fuerzas. Nos despertamos a las 11 de la mañana y fuimos a desayunar-almorzar para recuperar fuerzas. Como la ciudad está en las faldas de colinas, vemos ascensos y descensos por doquier. Queríamos ir a ver el pozo de Yanayacu, lo recordaba alejado de la ciudad e hicimos una caminata tentativa. Pero ahora este pequeño sitio está rodeado por construcciones y el sitio ha quedado relegado a un pequeño santuario perdido entre casas. La ciudad ha crecido relativamente. Hicimos el descenso, pues la lluvia amenazaba con mojarnos agresivamente. Fuimos a hacer otra siesta hasta una hora respetable. Salimos más tarde a ver y cenar. 


Ya el viaje al día siguiente estaba arreglado. Fuimos a dar una vuelta por la ciudad. Estaba un poco decepcionado del lugar. Gruesa equivocación.El domingo 25 hicimos un viaje a un lugar que había querido visitar hacía tiempo: los sarcófagos de Karajía. Nos enrumbamos con un grupo muy simpático de turistas. un grupo grande de señores argentinos (de Córdova), una familia limeña, una chica de Indonesia y un holandés. Llegar a Karajía es una travesía por el tiempo, llegamos a Luya y luego a Lámud. Son lugares muy interesantes, con costumbres, vestimentas y tradiciones tan originales y diferentes. Se ve mucha pobreza, pero muy diferente al sur andino nuestro. La caminata a Karajía es todo un espectáculo y demandó esfuerzo físico. El tiempo te pasa factura indudablemente. Dejamos el vehículo en Cruzpata y descendimos hasta el lugar: fascinante. Había visto las fotografías que alguna vez Kaufmann Doig, el arqueólogo, había difundido en sus textos allá por los 80. La primera vez que vine, este lugar era inaccesible. Ese día estuve tocando el cielo, tanto por la historia que te llega a martillar la cabeza como la belleza natural que rodea al lugar: hiere tus ojos.


El lento ascenso nos permitió conversar con este interesante grupo humano que nos acompañamos. Con ellos, en su totalidad, nos íbamos a ver dos días más. Luego de esta impresionante visita, nos fuimos a almorzar al simpático pueblo de Lámud. Cuando estudiaba en el colegio, me había llamado la atención este nombre. Este último 26 pisé este lugar para validar su existencia en mi imaginario escolar. Luego del almuerzo, nos dirigimos a la cueva de Quiocta. Interesante, pero personalmente hubiera preferido ir a Pueblo de los Muertos. Quería más historia y Chacha tiene mucho para ofrecerte. El cofre de sorpresas se estaba abriendo.


Luego del viaje nos encontramos con Nadège, Marilou y una amiga de la primera: Aurelienne. El encuentro fue casual, por la noche luego de este estupendo primer viaje, fuimos a tomar un buen chocolate caliente. Ahí nos encontramos con estas niñas terribles, fuimos a comer algo más: la cocina quizá no sea muy variada, pero la calidad de la carne es buena. El día anterior había, además, comido una buena trucha. Con ellas acordamos ir a Kuélap al día siguiente.
27 de julio. Fuimos a tomar un desayuno sustancial frente a nuestros hoteles (ellas estaban cerca al nuestro). Vimos que sí podíamos ir todos juntos a este bello lugar. Aunque el vehículo que nos tocó era insufrible, pero valió "bien la misa". En el camino nos detuvimos a ver Macro, una población que pende en las faldas de una colina, cerca de Tingo. Frente a este bello lugar, empezamos el ascenso a Kuélap. Prácticamente a mitad de esta ruta ya puedes ver la silueta de esta zona religiosa fortificada. Está cerca de las nubes, como eran llamados sus habitantes "hombres o guerreros de las nubes". El ascenso en vehículo es penoso, hay zonas muy estrechas, fuera del hecho que ese día fue lluvioso, situación más riesgosa y adrenalínica, hay momentos en que vas suspendido en el aire. Pasas Longuita y María, llegas después de casi 3 horas y media al estacionamiento de esta ciudad aérea.

La primera vez que fui éramos 10 personas; este 27 había cientos de personas, subían y descendían por doquier. Quizá ese día el lugar haya tenido la visita de medio millar de personas, lleno de autos y gente por todas partes. El ascenso fue un poco fastidioso por el lodo generado por la lluvia: pero de pronto ves con más claridad los inmensos muros del lugar. Impresionante.
Los altos muros, la forma de las casas, el paisaje, la naturaleza, todo te golpea a la imaginación. Caminamos sorprendidos entre tanta historia y misterio, los diversos pisos construidos por esta enigmática cultura que desafió a los incas. En muchos aspectos se parece a San Agustín en Colombia. Todo este gran conjunto ocupa un espacio más grande que Machu Picchu y tiene unas vistas espectaculares. Cuando salió el sol podías ver la vastedad del paisaje y la extensión de los Andes. Maravilloso. Luego de casi 3 horas de visita iniciamos el retorno. Hay zonas con interesante restauración y algunas con una discreta reconstrucción para tener una idea de lo que estábamos viendo. Fuimos por un buen momento habitantes de las nubes, difícil era bajar de ellas.
Llegamos a Chacha, ahora más animada por la inmensa cantidad de turistas que deambulaban por la ciudad. Al día siguiente, nuestro último día se hizo complicada la elección: cataratas de Gocta o el museo de Leimebamba. Decidimos por Leimebamba: hubiera preferido haber ido a Revash. Pero al ver una fotografía del nuevo museo, cambié de ánimo y decidimos ir a ver el museo de las momias. Precisa decisión.


El camino es el mismo para Kuélap hasta la zona de Tingo, de ahí se bifurca y seguimos al río Utcubamba. Es una zona bella, con paisajes extensos, de carácter (es cierto que la sierra de nuestro país es la que más identidad tiene y su belleza agreste en todo momento te lo hace saber).

Llegamos a Leimebamba y de ahí al museo. Grata sorpresa. Un bello museo ha sido construido gracias a la cooperación del gobierno austríaco y a la decisión férrea de la arqueóloga Sonia Guillén de sacar adelante el proyecto de la Laguna de los Cóndores. El museo es didáctico, organizado y con piezas impresionantes. Lo que me dio una inmensa pena es que recibe tan pocos visitantes. El año 2008 tuvo sólo 6 mil. Voy a ver cómo comenzar a llevar grupos de alumnos a esta zona tan rica de historia.



Al ir cerrando nuestro viaje y ver cuántas cosas me faltaba por ver no dejé de sentirme orgulloso de todo lo que esta zona tenía para nosotros los peruanos, para saber quiénes somos y que este conocimiento nos sirva para proyectarnos al futuro. No para vivir embelsados del pasado y añorarlo, sino para aprender de él y ver qué hacer y qué no hacer. Cuando hacíamos este viaje hacia el pasado, el presente también nos tocó fuerte: ver pobreza, ver zonas con relaves mineros, ver zonas deforestadas; escuchar el aún latente problema de Bagua. No, no debemos ocultarlos. Daba pena y rabia que los turistas extranjeros eran más respetuosos de nuestra historia y patrimonio que nosotros, que ellos eran más solidarios con nuestra gente; eran más curiosos por saber sobre nuestra realidad y situación que muchos de nosotros. Ellos estaban más alertas a detalles de la vida y tejido social de los pobladores y eso golpeaba a nuestra indiferencia.
Tanto Gustavo, yo y otra gente estamos decididos a regresar para ver, ahora sí, su belleza natural (difícil divorciarla de la arqueológica) y conocer este pedazo de territorio aún desconocido pero que va saliendo de su aletargo. Ojalá podamos acompañarlos bien.


domingo, 19 de julio de 2009

LAS ALDAS, VISITA A LOS ORÍGENES


El día de ayer, julio 18, un grupo de amigos decidió hacer un viaje a la historia preinca de nuestro país. Este viaje había sido planificado con varias semanas para visitar este lugar arqueológico ubicado casi en medio de la costa fascinante del Dpto. de Ancash. Salimos temprano en la camioneta de Gilberth; en un principio íbamos a ir 4 personas, pero una desistió por razones de trabajo. Una mañana húmeda, neblinosa nos pudo haber amedrentado; pero el interés nos movilizó hacia nuestro objetivo.

Salir de Trujillo a esa hora con un tránsito pesado y una estrecha carretera Panamericana, desalentaría a cualquier persona que tiene los nervios de punta: viajar por nuestras carreteras, más que una bonita experiencia, puede ser una pesadilla. El Alto Salaverry es insufrible a tempranas horas (buses que vienen de Lima o gente que se va a trabajar a las esparragueras). Además el estado de esta pista es bastante malo, por lo que está en permanente reparación, volviendo varias secciones de la carretera en una sola línea para el uso de ambas direcciones. Cruzarte con un gran camión de carga siempre te causa cierto temor. Pese a todo, seguimos nuestro camino jabonoso (por la llovizna) hasta Virú; la mañana seguía gris y ya estábamos necesitados de algo de comida, un café o algo reparador. Enrumbamos hacia Chimbote. Tras pasar Chao, el camino se hizo un poco desértico. Llegamos a la frontera con Ancash, cruzas el río Santa, de ahí hasta Coishco, cruzas uno de los túneles más largo de nuestra Panamericana y entras a Chimbote. La ciudad tiene una fea entrada, pero se la ve ahora en una nueva dimensión y un intento (espero que no infructuoso) de urbanizarla. El estrecho ingreso a esta ciudad por una suerte de mercado hace penoso el tránsito y no me extraña que no haya muertes en los meses del año: imprudencia de conductores y peatones hacen las condiciones perfectas para una o dos muertes mensuales.

Tras el agónico ingreso, nos fuimos a tomar un desayuno-café-tente-en-pie en el Venecia. Me encontré con una exalumna de la Universidad en la que trabajo; quizá por eso nos atendieron bien. Un buen desayuno, unos buenos sánguches de lomo y un delicioso chicharrón nos devolvió la alegría, el entusiasmo, los nervios y la voluntad de seguir; el café ahí es proverbial. Vale la pena la visita. Para bajar el conato de almuerzo (eran las 11 de la mañana ya) decidimos caminar para buscar algunos rollos de fotografía. Objetivo logrado. Tuvimos la mala idea de salir por la carretera antigua. El tránsito era insoportable. Chimbote tiene un tráfico endemoniado. Pero, a raíz de la construcción y desarrollo de Nuevo Chimbote, se han construido varias avenidas anchas para comunicarse con el antiguo; una de esas tomamos a nuestro retorno con un tráfico más fluido.

De ahí a Casma, el camino fue más dócil. La carretera te va mostrando cerros o inmensas dunas de arena, un espectacular paisaje. Y hay zonas en la que la carretera se aproxima al mar y ves ensanadas, penínsulas e islas en una de las partes más bellas de la costa peruana; entre esas pequeñas bahías ves caletas escondidas a las cuales accedes por caminos de trocha. Antes de llegar a Tortugas, la visión de paisajes te invitaría a detenerte para apreciar la inmensidad de la naturaleza.
Casma es, como todos los pueblos de nuestra costa, una pequeña ciudad construida en torno a una carretera. Una pesadilla. El negocio ambulatorio ha sido un poco erradicado, pero inmensos buses pasan al costado de enclenques mototaxis que podrían ser fácilmente aplastados, gracias a la increíble imprudencia de los mozalbetes que manejan los mismos. Ningún control con estos choferes hace que estos proliferen y hagan una tortura cruzar esta fea ciudad. El atractivo es Sechín, por ese motivo hay un par de hoteles simpáticos; además el valle de Nepeña es una maravilla. Lástima que lo esté destruyendo el sobrepoblamiento de Casma (esta ciudad crece rápidamente). Casma está en el kilómetro 375. Nuestro objetivo: kilómetro 345.

Íbamos escuchando buena música, la de los 70. Gustavo, el otro acompañante, no estaba muy de acuerdo. Según Gustavo, él ya estaba viendo el paisaje en blanco y negro por la antigüedad de la música. Discrepamos pero la pasábamos bien. Tan bien que nos pasamos de la entrada. Seguimos camino hacia Culebras y Gilberth decidió llamar. Suerte nuestra. Nos habíamos pasado casi 20 kilómetros al sur. El problema es que no hay una marca o cartel que indique el ingreso. La zona se conoce como La Grama, hay un restaurante en el camino con ese nombre. El ingreso es a través de una trocha carrozable. De pronto ves una zona de pequeñas construcciones relativamente nuevas con un sendero trazado por un piedras pintadas en blanco.

Al llegar fuimos recibidos por el propietario del lugar, el Sr. Aldo Scarpatti, quien nos enseñó las instalaciones del hotel y quien luego nos guió al santuario arqueológico. El lugar es bello, con playas de rocas, lo que ofrece un color especial de las aguas del mar: turquesa oscuro. Pese a ser un día nublado, el mar daba ese color (imagino cómo será en verano y sol brillante). Don Aldo nos llevó al motivo central de la visita: el complejo piramidal, el cual podemos observar desde el hotel. El sitio ha sido visitado por muchas personas y han escrito al respecto; pero, parece ser, que aún no hay un trabajo sistemático al respecto. Han pasado personas como Rosa Fung, gente de la Universidad de Yale, una misió japonesa (la que hizo una limpieza a varias partes de la escalinata y puede verse el interesante trabajo de construcción de la impresionante pirámide central, ubicada estratégicamente sobre una colina que hace ver la ensenada, algunas islas, el mar y, además, tienes una vista impresionante del cerro Mongón, el cual tiene un interesante microclima (como el de Lomas de Lachay, cerca a Huacho, y cerro Campana en Trujillo) y además es fuente de agua gracias al atrapanieblas natural de este cerro. Sobre esto informa someramente Róger Espinosa en su libro "El Perú a toda costa" en su primera edición (1997) en las páginas 195 y 196.

Don Aldo es un ferviente apasionado por poner el valor (para su difusión y su costoso mantenimiento) dicha zona arqueológica. Había leído una pobre información al respecto hace muchos años cuando vine aquí con otro grupo de amigos en 1986, para visitar Chanquillo, otro lugar impresionante y que quiero visitar nuevamente. La distancia de este lugar (las Aldas) hasta Chanquillo es de 17 kilómetros en línea recta. En lo alto de la pirámide, se distinguen dos líneas rectas que trazan el camino hacia Chanquillo, una suerte de fortaleza circular.

Por ahora todo lo que se pueda decir al respecto de Las Aldas es un poco especulativo. Don Aldo nos explicaba sus propias hipótesis sobre el origen, función y vida social del mismo lugar; pero que es antiguo, lo es, más allá de los 4,500 años; quizá sea contemporáneo a Caral, quizá. Que hay mucho por investigar, lo hay. De todas maneras, la historia está ahí, delante de uno.

Para culminar, nos fuimos al pequeño poblado de pescadores. Hay restos de lo que fue un centro de acopio guanero, el que fue destruido por un oleaje causado por el terremoto de 1966, que afectó a Lima. Se ven aún las estructuras del edificio.

Pedimos comprar pescado fresco, no lo había, fuimos a una humilde tienda; allí compramos pescado frito: lenguado, jurel y chita. Estos pescados saciaron nuestra hambre física, luego de haber saciado nuestra hambre cultural. Cerramos un viaje redondo con emoción y todo. Gilberth prendió la camioneta e iniciamos el camino de retorno. Volveremos en verano.