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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal

lunes, 29 de diciembre de 2014

CRÓNICAS PIURANAS VII: EN LA LUNA DE PAITA

29 de julio, nuestro último día en Piura. Ahora nos enrumbamos hacia Paita para ver esta ciudad portuaria de día. La visita de mayo nos permitió ver algo de ella, pero las visitas nocturnas son muy engañosas. “De noche, todos los gatos son pardos”, además la visita fue breve por la premura de retorna a Piura.
Tomamos la carretera a este puerto, extraordinariamente pavimentada y señalizada. En el trayecto vimos varias plantas industriales y de energía. Piura es una región con un desarrollo extraordinario en todos lo campos.
Antes de entrar a Paita, nos desviamos hacia la izquierda para ir a dos balnearios, cuyos nombres había oído con frecuencia: Yacila y Cangrejos. Entramos a este último inicialmente. La pequeña bahía se veía desde las altas dunas de la carretera: un mar azul y brillante y el pequeño balneario. Cangrejos tiene toda la pinta de un pueblo fantasma. Muchas casas están derruidas y parcialmente cubiertas de arena. No es temporada alta (julio), pero se ve el abandono del lugar. Sin embargo contrasta con la belleza de la playa en sí. Y como comentó una amiga al ver las fotos, en cierta manera es mejor que quede así para tener este remanso de paz cerca de las bulliciosas ciudades en las que se han convertido Piura, Paita, Sullana. Estuvimos no más de una hora y luego nos dirigimos hacia Yacila. Es un balneario que tiene más vida y cuenta con un pequeño puerto para lanchas. Esto atraía muchas aves guaneras.
Dejamos el auto en una zona cercana al muelle, pero nos dimos cuenta que había una zona residencial y que tenía movimiento. Retornamos al auto y nos metimos entre las estrechas callejas del balneario. Nos encontramos con una zona pequeña de restaurantes y amplias residencias de veraniego. Atractivo lugar para una caminata y eso hicimos. Vimos unas formaciones rocosas por las que nos escabullimos y pasamos por un breve túnel. Aquí nos dimos una sorpresa: mientras conversábamos y teníamos nuestras impresiones de tan simpático lugar, escuché la voz de una persona que me llamaba, era Pedro Mendoza. Pedro había sido Rector de mi Universidad hace varios años. Un hombre simpático y jovial, quien estaba acompañado de Marta, su esposa, y su hijo, quien estudia Ingeniería Marina en Italia. Un grato, gratísimo encuentro. No lo pensé. Luego de compartir nuestras experiencias, partieron para almorzar y nosotros proseguimos nuestra inspección del lugar. La zona es muy simpática, pero tiene ya los rastros de la “amable” civilización: basura plástica. Sería bueno que vayan tomando medidas y alertar a la población para no perder tan agradable lugar.


Culminada nuestra sesión fotográfica, nos dirigimos a Paita, nuestro objetivo principal y lugar de nuestro almuerzo. Fuimos hasta las instalaciones del Club Liberal. Subimos por unas escaleras que nos mostraban el esplendor que tuvo este Club y que tuvo entre sus miembros, dicen, a Don Miguel Grau. Los muebles, ya deteriorados, nos dicen lo bello que hubo sido con la vista hacia el mar. Ojalá alguien tome las riendas para tomar este edificio, el de aduanas y el de la vieja iglesia de madera para rescatarlos. Son bellas construcciones que nos hablan de una Paita esplendorosa.
Ahora hay una voluntad de hacer renacer económicamente este sector, pero ojalá no demuelan este bello patrimonio. Con la Compañía de Bomberos de Paita se hace un bello conjunto de inicios del siglo XX.  Caminamos por el muelle. Aquí fuimos, María y yo, bastante imprudentes. Hubo incluso un policía de turismo que nos acompañó por ciertas calles a cierta distancia para evitar ser atacados por ladrones. Es una ciudad portuaria. Orietta se reía de nuestra inconsciencia, pero seguimos adelante.
Creo que Orietta fue nuestro ángel de la guarda. Desde el muelle puedes ver un conjunto amplio de casas de madera que podrían ser tomadas por un patronato y darles vida. Algunas ciudades portuarias que reciben cruceros han estado trabajando en la restauración de sus centros históricos. Según la información de una amiga que opera en estas actividades, me contó que algunos de estos grandes barcos podrían acoderar en nuestras costas si tuviéramos la voluntad de convertir estas instalaciones en lugares atractivos que ameriten la escala. Todos estos son conceptos que se arman y que nuestro país, más rico en patrimonio, lo deja pasar para permitir el acceso a una modernidad mal concebida y a la larga dañina. Lugares hay, personas con ideas faltan.







Salimos de Paita e hicimos un alto para ver el puerto desde las alturas. Fue acción riesgosa. Incluso María fue a ver una barriada que estaba ubicada en una zona peligrosa, zona de deslizamiento. Me temo que las próximas lluvias de un Niño harán estragos en el lugar. Sin embargo, muchos incluso han construido casas de material noble al borde de un precipicio con poca tierra estable. Espero que no suceda nada grave. Quisimos ir a ver la iglesia de la virgen de las Mercedes, construcción moderna en la que se hallan los famosos vitrales de Adolfo Winternitz, abierta en 1974 y que es el actual santuario que reemplaza al que vimos frente a aduanas. Sin embargo, nos aconsejaron ya no ir por la hora. Una lástima.


Regresamos a Piura ya para arreglar nuestros últimos asuntos: dejar el auto, cancelar las deudas de hotel y cenar rico por última vez en esta cálida ciudad. Así cerramos el segundo periplo piurano.   



CRÓNICAS PIURANAS VI: LAS ENTRAÑAS

28 de julio, día de la independencia de nuestra patria. Días festivos, días en la que muchos servicios básicos colapsan por los turistas. Esa es la razón por la cual decidimos no ir hacia los balnearios, sino internarnos hacia Chuculanas a buscar las famosas cerámicas de renombre internacional, así como ir a Yapatera, uno de los últimos reductos de población negra en nuestro país. No íbamos a encontrar ni uno ni el otro, pero el recorrido sí valió “la misa”. Chuculanas se encuentra a unos 80 kilómetros de Piura y está conectada por una estupenda carretera. Cabe resaltar que la red vial que recorrimos en estos dos viajes me ha provocado mucha envidia y la comparo con las pobres carreteras que tenemos en La Libertad. Según datos de Provías, al 2011 la Región Piura tenía más del doble que nuestra Región; esto se ha incrementado con la reciente inauguración en octubre de tramos correspondientes entre Sullana, Paita y Piura. Solo la costa liberteña tiene una carretera digna de ser nombrada como tal; recientemente se ha concluido la ansiada carretera a Huamachuco. El día que la recorra daré fe de lo que comentan.
Ya rumbo hacia Chulucanas, fue nuestra primera llenada de tanque. En realidad, es bastante módico alquilar un auto entre tres o cuatro personas: ahorras tiempo, no te fatiga el viajar en tu propia movilidad desde tu ciudad de origen y dispone de libre maniobrabilidad y tiempos. Previamente habíamos tomado un buen desayuno en el centro de la ciudad y nos fuimos para las compras necesarias para almorzar en alguno de los lugares que nosotros creíamos adecuado. Este turismo no está desarrollado en el Perú, el del viajero en su auto que busca la comodidad inmediata, que te permite tomar bebidas frescas en la ruta o poder hacer una buena pascana para tomar tus alimentos con comodidad. En Francia y España pude ver esa organización para los viajeros en sus vehículos. Espero algún día lleguemos a ese tipo de facilidades.
Llegamos a Chulucanas luego de haber atravesado una buena extensión desértica y atravesado varios pueblos “santos”. Esto es muy pintoresco: Santa Ana, San José, etc. Al retorno nos detuvimos en Virgen de Fátima para tomar una foto a María en recuerdo de su tierra. Interesante, Fátima es un nombre muy común en la lengua árabe y uno de los mayores santuarios, ubicado en Portugal, tiene ese nombre.
Chulucanas, tierra de algunos amigos,  es una pequeña ciudad que visité por primera vez en 1993. En ese entonces los talleres de los maestros ceramistas estaban cerca de la plaza de armas. Ahora se hallan en otro lugar llamado La Encantada. Eran oriundos de ese lugar, pero no se contaban con las facilidades de poder acceder a este pequeño poblado, dentro de los campos de cultivo.
Chulucanas es una ciudad agrícola, capital de la provincia de Morropón, famosa por sus limones y su gruta; aquí se respira ese mundo ligado al campo. La  modernidad la ha invadido con restaurantes, farmacias, tiendas de artículos agrícolas. Recordaba brevemente algunas de las historias que Luis Eduardo García había escrito sobre su niñez en esta localidad. Como ese gracioso cuento Adiós Sofía en el que narra su estrepitosa captura por parte de la policía local cuando quisieron entrar al Cine Municipal para ver una película de Sofía Loren, una de mayores de 21 años. Esas épocas ya no existen, ni el cine ni la Chulucanas de su niñez.  Siendo día festivo, la ciudad tenía visos de haber celebrado un izamiento. La plaza estaba engalanada, nada más. Fuimos a ver su moderna iglesia matriz con una bella escultura en la portada. Antes de ir a La Encantada, decidimos ir a Yapatera. Nos indicaron el camino y para cerciorarme, nos detuvimos al costado de una imponente morena; ella nos confirmó el camino remarcando que era oriunda de ese pequeño pueblo y que nos iba a gustar. El camino está en buen estado y llegamos pronto al lugar. El calor arreciaba. Llegamos al poblado, pero no tiene una buena señalización por lo que seguimos el camino. A cierta altura decidimos regresar. En realidad nos estábamos yendo hacia Tambo Grande. Retornamos y tomamos algunas fotos a la vetusta comisaría; una simpática construcción, ya en el abandono.
Un poco más allá, logramos ver lo que fue la casa hacienda del lugar. Ingresamos y comenzamos a tomar fotos. De repente apareció un señor con su burro, su piajeno. No tenía buena pinta, puesto que se acercó hacia nosotros con un machete; él pensaba que habíamos ingresado para hurtar algo, ya que contiguo a las antiguas instalaciones, se han edificado aulas modernas del colegio de la zona. Aquietadas las aguas, le pedí información, pues teníamos curiosidad de ver los antiguos almacenes de algodón. Le agradecimos sus datos y decidimos partir hacia La Encalada por seguridad. Ya en Trujillo me enteré por Rosa Gulman que esta había sido hacienda de su familia. Cosas de la vida.
Nos fuimos hacia La Encalada, por la ruta vimos los restos de lo fue otra casa hacienda. Una pena. Hay varias casas así en esta región que podrían ser rescatadas para ser parte de un sistema más complejo de un turismo nada despreciable, para aquellos que buscan la tranquilidad en lugares cálidos e incluso un refugio “lejos del mundanal ruido”. Las edificaciones monumentales como Sojo, Yapatera o La Encalada son construcciones bellas, como las que vi en Lambayeque y las que aún quedan en La Libertad. Pero, la visita sí fue frustrante. Los artesanos ya no trabajan con creatividad, sino que trabajan en serie en modelos que no reflejan su mundo, sus experiencias, su vivencia. Entre lo que vi en 1993 a lo que he visto en este julio del 2014 siento un retroceso; aquí el “mercado” les mató el gusto y el sentido práctico terminó por ser el sentido común generalizado. Tal fue nuestra frustración que María solo compró un cenicero para Orietta. Punto.
Iniciamos retorno a Piura, más tranquilos por la bonita calzada de árboles que limitan la carretera de salida de Chulucanas – La Encalada hacia la carretera Panamericana. Llegamos a Piura más o menos a las 6 pm. Una buena ducha y una cena opípara como de costumbre.

Al día siguiente nos tocaba ir a la playa otra vez.


miércoles, 24 de diciembre de 2014

CRÓNICA PIURANAS V: CON HEMINGWAY

Domingo 27 de julio. El trío viajero durmió como se debe. Nos levantamos a tomar un buen desayuno y ya el sol reventaba por todas partes. Queríamos salir temprano para evitar un pesado tráfico, ya que nos íbamos hacia el norte soleado. Hora de pagar nuestro hotel. Por una mala lectura de nuestra parte, no nos percatamos de la cantidad total, lo que generó una demora y una molestia. Un mal momento producto de nuestra terquedad. Sin embargo, hacer transacciones por internet puede ser un poco engañoso. De todas maneras, procedimos a enmendar nuestro error y evitar que el empleado vaya a pagar una deuda que no le correspondía. Con las mismas salimos de Talara para dirigirnos nuevamente a Máncora como destino final de ascenso,
En la ruta a Máncora se podía percibir el gran número de torres de extracción de gas y el abundante tráfico que se dirigía hacia ese destino. No hay que olvidar que estábamos en fiestas patrias, detalle que nos iba a pesar a nuestra llegada a ese balneario. La carretera-calle estaba totalmente abarrotada, cientos de vehículos pasaban lentamente con el fin de hallar un espacio para parquear. Un destello divino nos dio un regalito. Dejamos el auto y fuimos a caminar un poco. El lugar más parecía un calle comercial de una ciudad con la diferencia que la vestimenta era la ropa de baño. Flujos de peatones iban y venían. Tomamos un café antes de iniciar el retorno hacia alguna playa menos bulliciosa. Entramos a Los Órganos y vimos con mucha pena que, al igual que Puerto Eten en Lambayeque, han hecho un malecón de poco uso y en permanente deterioro por la erosión marina y eólica. Muchas partes ya están cubiertas de arena. Así que decidimos dejar el lugar e irnos al pueblo El Alto para de ahí descender a un lugar de leyenda: Cabo Blanco.

El descenso hacia Cabo Blanco es alucinante. En el pueblo El Alto pedimos señas de cómo llegar, no es complicado. Hay zonas bastante empinadas y puedes ver un paisaje alucinante, una lástima que se esté “poblando” el lugar con torres de extracción de gas. La carretera es muy buena, bien tenida; sin embargo, hay que ser muy cuidadosos con el descenso. No habrá más de uno que quiera meter “fierro a fondo” con el riesgo de que termine hecho chatarra en el fondo de uno de los abismos. Cabo Blanco no tiene grandes hoteles, ni lujosos restaurantes; pero sí tiene tranquilidad, silencio. Espacio no tocado por el tráfago de gente que quiere venir a emborracharse y traer todas sus malas costumbres a esta suerte de santuario. Hay un equilibrio entre los que viven en este balneario-caleta y su espacio. Pescadores y bañistas conviven en relativa paz. No había (no sé si será eso en verano) estridencias de equipos de sonidos de autos o de hoteles que ofrecen servicios de comida a los transeúntes. La moda peruana de llamar la atención a su posible cliente es reventarnos el tímpano.

Con las chicas quedamos en almorzar aquí. Extrajimos nuestra humilde cesta para hacer unos frugales emparedados de salame húngaro, quesos franceses, pan integral, algunas cervezas ligeras, jugos y mucha fruta como mango, uva, coco. Muy sencillo. Sentados a la sombra de una sombrilla fija, procedimos a nuestro ritual mientras veíamos las olas, los bañistas, las lanchas con sus pescadores. Pese a ser área de pesca, las arenas están bastante limpias. Cabo Blanco es un lugar que tuvo su fama internacional. Gente como Hemingway, Marilyn Monroe, James Stewart, Cantinflas, entre otros, estuvieron en este ex balneario exclusivo. Ver más datos en esta página: http://www.puntafarallon.com/caboblanco/index.html.

Dejamos Cabo Blanco en dirección a Sullana otra vez. Ya regresábamos con nuestras maletas para quedarnos en Piura que iba a ser nuestro lugar de operaciones. Llegamos a nuestro destino alrededor de las 6 pm. Instalados en nuestro hotel nos fuimos a cenar y celebrar nuestra mitad de viaje. Al día siguiente nos íbamos a internar hacia Chulucanas. 

CRÓNICAS PIURANAS IV: HACIA LA HISTORIA

La segunda visita a Piura fue en el mes de julio. En esta oportunidad viajamos María, Orietta y yo, el trío que decidió ir a buscar el sol. Salimos de Trujillo la tarde del viernes 25 para aprovechar las fiestas patrias. Llegamos a instalarnos en el hotel en el cual habíamos estado en nuestra visita en mayo. Pero eran las vísperas de fiestas y la avenida Grau estaba cerrada, ya que se había instalado un inmenso escenario para la serenata a la patria. Dejamos nuestras maletas y nos fuimos a cenar a un “patio de comidas” (así le llaman) para comenzar nuestro viaje gastronómico también. Y nos fuimos a la cama temprano para aprovechar nuestro viaje el sábado 26. Nos íbamos a instalar en Talara, ya que no había más hoteles en otras zonas. Con nuestro auto alquilado, salimos rumbo a Sullana.

Conocedores de la ruta, íbamos viendo más detalles que en nuestro primer viaje habíamos obviado. Nos detuvimos nuevamente en Marcavelica para comprar alguna fruta. Antes de salir de Piura, ya habíamos comprado todos nuestros pertrechos. Salame, fruta, atún, deliciosos quesos. Nos íbamos a una pequeña orgía de sabores. Nos detuvimos en el puente sobre el río Chira, desde el cual tienes un bello paisaje. Lastimosamente, era una zona muy peligrosa y, como dijo Orietta riendo, un alma piadosa se detuvo para advertirnos que nos podían asaltar en cualquier momento y despojarnos de nuestras cámaras fotográficas. En realidad, estábamos muy concentrados con el paisaje. Creo que varios ángeles de la guarda nos acompañaron en este viaje. Tras la pascana en Marcavelica sí seguimos viaje hacia Talara, al hotel en el cual íbamos a pasar nuestra única noche para seguir otra vez un ascenso más holgado hasta Máncora.
El viaje fue tranquilo. Antes de llegar a Talara hay un inmenso campo de postes de energía eólica, el cual está parado. Es un monumento al derroche, ya que estas estructuras se están deteriorando lentamente. Elefante blanco y ganancias inescrupulosas de bolsillos oscuros. La entrada a Talara es bastante especial, si cabe el término. Debido a la pista de aterrizaje del aeropuerto, la carretera de entrada bordea literalmente dicha pista. Premuras fisiológicas nos exigían llegar a nuestro destino lo más pronto posible, pero llegar a una ciudad nueva siempre te demanda mucha paciencia. Talara no es grande, pero el orden de las calles es extraño; imaginar que sus orígenes se remontan a ser un campamento petrolero. Felizmente llegamos a nuestro hotel, hostal Oro Negro, y nos instalamos. Almorzamos algo y preguntamos acerca de lugares de interés para visitar; además nos comentaron que nos podían preparar una langosta por persona. Decidimos hacer una breve siesta y nos preparamos para visitar los alrededores de Talara: Negritos y Punta Pariñas. Este último lo recuerdo de mis clases de geografía del colegio: es el lugar más occidental de América del Sur.

Salimos en dirección a todas las localidades que también tienen su origen en la explotación petrolera. Previamente, durante el almuerzo, el dueño del hotel nos comentaba que Talara iba a sufrir una crisis por la escasez de servicios que iba a afrontar ante la eminente llegada de una gran masa poblacional con cierta calificación y cierto poder adquisitivo, muy frecuente en el mundo del petróleo. Tienen que crear nuevos servicios de buen nivel de todo tipo: educativos, médicos, restaurantes, esparcimiento, etc. Es una inmensa oportunidad de negocio para unos diez años, por lo menos. Talara tendrá que cambiar su fisonomía de pueblo a una pequeña ciudad con servicios de calidad. De ofrecer buenos hoteles y otros servicios vinculados, vendría un turismo nada despreciable a la zona. Quedamos muy interesados en todo lo que habíamos oído. Pero el recurso humano es el que va a tener más problemas. Puede ser la oportunidad para toda esta zona de salir adelante en diversos planos. Ojalá se focalicen en educación y capaciten a las personas, puesto que ese recurso natural es limitado y se deben crear condiciones opcionales para mantener su crecimiento. Con la actitud de ganar todo rápido, no se planifican proyectos que tengan una vida de largo plazo. Cultura de la extracción, como pasa con la minería en la actualidad.
Históricamente, esta zona es muy sensible y los que tenemos nuestros años recordamos el famoso escándalo de la IPC, la extraviada página 13 de ese famoso contrato y el derrocamiento de Belaunde. Esto en el 03 de octubre de1968. Este lugar fue nacionalizado (09 de octubre del mismo año) y como tal se mantuvo hasta entrado el gobierno de Fujimori. Ahora hay planes de privatización, pero esto sigue siendo muy sensible. Es un recurso estratégico de la nación y países que han sido considerados paradigmas del liberalismo económico mantienen algunos estratégicos en condición de estatales. Sin ir muy lejos, Chile no tuvo intención de privatizar sus grandes minas de cobre; es más, son fuentes indirectas para llenar las arcas del Estado. He oído exponer sobre este tema y sobre otros (los puertos y aeropuertos, por ejemplo) a muchas personas, sobre todo a militares que ven con malos ojos el desprendimiento de nuestros bienes naturales y zonas estratégicas (seguridad, por ejemplo) por parte de personas que quieren privatizar todo. Esta reflexión es para enmarcar las sensaciones que yo iba teniendo al recorrer estos lugares. Tanto a Orietta como a María, este contexto les es extraño. Pero muchos nombres, La Brea y Pariñas, Lobitos, la misma Talara, me traían recuerdos de mis años de colegio. Años en los que los curas de La Salle, los profesores, los diarios, mis padres, los vecinos, hablábamos de política, la respirábamos. Debates en revistas, la televisión (aunque era diferida y luego controlada), espacios de discusión. ¿Adónde se fue todo eso?

En la ruta hacia estos poblados, íbamos a tener un compañero paisajístico frecuente en el mar: las plataformas petroleras. Lo mismo por las carreteras, esas famosas torres de extracción de gas, muy frecuentes en la Panamericana. En Negritos vimos con nostalgia un espacio que pronto será demolido. El viejo cine del pueblo; me imagino que en las matinés de años pasados se iba al cine en grupo, con los amigos, a hacer bulla. Como en Cinema Paradiso, veía una antigua construcción que se iba a ir para siempre.

La visita a Pariñas y Negritos fue muy interesante por las observaciones de María. Como arquitecta, nos deteníamos a ver las construcciones hechas en madera, algunas sobre palafitos. Muchas eran estándar, puesto que fueron construidos como campamentos y que se fueron convirtiendo en pueblos. Algunas casas son magníficas y han sido mantenidas por sus propietarios, las ha preservado y restaurado bien, no tienen intervenciones “traumáticas” como suele suceder cuando un inexperto funge el papel de arquitecto o restaurador. Zapatero a su zapato.
Regresamos a Talara a hacer algunas compras (por ejemplo, más quesos, buen vino blanco para las langostas, fruta para nuestra jornada, pan), ya que partíamos temprano el domingo 27 hacia las playas con historia. Vimos algo de la ciudad, fuimos a su plaza de armas. Esa noche cenamos con los dioses. Además el vino blanco que habíamos mandar a helar nos abrió la mente con sus burbujas. Tuvimos una grata conversación que encandiló a otros comensales. Pensábamos que el hotel estaba vacío, pero no era así. Lo que sí me pareció un poca bizarra la situación fue la presencia de una joven pareja que venían a pasar su noche de amor y se hallaron con tres “loros” que reíamos a carcajada batiente. Pobres.


Nos fuimos a buen sueño reparador. Las playas nos esperaban


martes, 23 de diciembre de 2014

CRÓNICAS PIURANAS III: LA CIUDAD ABANDONADA

Y así llegamos a nuestro último día en la primera visita de Piura de este año. EL domingo 04 fue el día para recorrer las calles de Piura vieja con su izamiento de bandera, su marinera al aire, sus chifles y natillas que hay que saber buscarlas. Con María nos fuimos a dejar el auto para terminar con esos trámites. En realidad, alquilar un auto entre varios es mucho más económico y tienes una capacidad de independencia con la que no se cuenta cuando no dispones de movilidad y dependes de los tours organizados. Según Lorena, el lugar ideal para comprar los “recuerdos” gastronómicos era en casa de una señora que reside en Miraflores.
El barrio muestra ya una marcada decadencia, pero vemos aún bellas mansiones que antaño mostraban bellos tragaluces o vitrales. Pese a todo, las calles se veían limpias y los parques ahora estaban un poco mejor tenidos que cuando estuve hace unos años. Piura es una ciudad fuertemente azotada por el fenómeno de El Niño. Pese a todas las medidas que se tomen, la ciudad sufre estragos sobre todo en los sectores sociales más deprimidos. Pero también está en la dejadez e irresponsabilidad de autoridades y población que suelen dejar construir y edifican en zonas extremadamente peligrosas para que se construya. Y no es solo un síntoma piurano, lo es de todo el país. Ya en Trujillo reiteradas veces se ha alertado a la gente por estar construyendo, incluso con material noble, en lechos secos de ríos. En el Niño del 98, muchos de estos lechos se volvieron activos con la siguiente catástrofe social causada. Crónica de una muerte anunciada. Este nuevo Niño parece ser menos intenso, pero en un país tan poco precavido como el nuestro, medidas extremas deben procurarse para evitar lamentos futuros. En los mega Niños del 83 y el 98 se tuvieron que implementar bombas extractoras de agua para poder evacuar todo el líquido acumulado en parques, calles, avenidas y casas. También es triste pasar por uno de los puentes que cayó por el embate del caudal del río Piura: en una de sus entradas está la placa recordatoria de todas aquellas personas que murieron ahogadas  cuando se cayó el puente que transitaban en mototaxi, en taxis o vehículos particulares. Triste memoria. Piura tiene tantas anécdotas con el Niño, una suerte de simbiosis. Pero los piuranos reconstruyen su ciudad; sin embargo, deberían proyectarla para evitar estos riesgos con defensas más sólidas, mejores sistemas de drenaje, alcantarillado limpio en sus calles (es insólita la suciedad que nos rodea: miles de bolsas de plástico que se ve ya varios kilómetros alejados del corazón de cualquier ciudad peruana). Vimos una buena defensa ribereña cerca del puente viejo, las calles están protegidas con buenos muros. Y podemos ver bellas casas con jacarandás que adornan las vías. Pero Piura está perdiendo su patrimonio arquitectónico del siglo XIX. Muchas edificaciones están cayendo en el abandono y el deterioro; sus dueños luego las demolerán y harán los monumentos al consumo: galerías comerciales. Estas están poblando el centro (lo vi en Tacna en la ex bella avenida Bolognesi). Ojalá hubiera un movimiento de personas interesadas en rescatar su historia, su identidad.

Dejamos Piura con destino a Trujillo vía bus por la tarde. En el trayecto vi tanto basural que han terminado por afear los médanos con algarrobo que solían acompañar al viajero. Una pena.

CRÓNICAS PIURANAS II: EL ETERNO SOL


























03 de mayo sábado. Tomamos la ruta playera norte. Lorena, una de las compañeras de viaje nos había comentado sobre algunas playas paradisíacas con buenas instalaciones cerca de Máncora. Allí fui hace 5 años aproximadamente. En realidad, no me gustan mucho las zonas bulliciosas, llena de todo tipo de servicios para gente de alta rotación. Los residentes, como pasa en otros lugares como Huanchaco, prefieren ir a playas aledañas para evitar la muchedumbre que puede convertir tu día de solaz esparcimiento en un pesadilla inolvidable. Luego de premunirnos de todas las vituallas necesarias para no detenernos a almorzar, nos enrumbamos hacia Máncora como “frontera” de nuestro viaje y de ahí retornar deteniéndonos para disfrutar diversos atractivos. El sistema vial piurano, recalco, no es nada malo y espero sobreviva al siguiente año que amenaza la llegada de un Niño. La autopista que une Piura con Sullana es un ejemplo de lo que será la ansiada Autopista del Sol. Pero la construcción es lenta. Espero viva el día de su inauguración. Otra de las ideas es la un tren rápido que una Lima con Sullana. Eso sí sería ideal, viajar en tren sin cortes ni demoras por el absurdo tráfico que uno haya en la Panamericana. Sueños que espero alcanzar a ver.
Cruzamos Sullana y nos dirigimos al norte. En Marcavelica se hizo la primera pausa obligada: compramos pipas de coco con su jugo helado. Delicia norteña. María compró bastante pulpa de coco y jugo por separado, puesto que iba a preparar posteriormente al viaje (como lo hizo) comida a base de coco y mariscos, oriunda de su tierra, Portugal. De ahí nos dirigimos a Máncora. Esta zona estaba, como siempre, muy movida. Es una suerte que hasta la fecha no haya habido accidentes, puesto que varios hoteles, restaurantes y otros servicios están en la misma Panamericana por la que transitan camiones, buses y todo tipo de vehículos. Este lugar, por ejemplo, está prohibida como visita privada por parte de instituciones de intercambio estudiantil. Se ha ganado mala fama. Para iniciar el retorno tomamos previamente un café y vimos algo de sus playas como sus puestos de ventas de todo tipo de artesanías u objetos playeros (lentes, ropas de baño, sandalias, pareos, etc.); otra cosa que intrigó a María (es arquitecta) las formas riesgosas de construcción de algunas viviendas. Se han construido bonitas viviendas en zonas de deslizamientos e incluso vimos una al borde de un cerro. Como vista panorámica es interesante, pero pareciera que no se respetara medidas de seguridad en la construcción sobre estos tipos de terrenos. Una fuerte lluvia comprometería los cimientos de varias de estas edificaciones.  Y lo peor de todo es que son hoteles. Nos fuimos de Máncora, con cierta desazón, para dirigirnos a Los Órganos, gracias a las recomendaciones de un buen amigo, Raúl Silva, su asiduo visitante.
Nos fuimos a Punta Veleros, lugar que ofrece  diversas atracciones y que sería digno de gozar si hubiéramos decidido quedarnos más días en la zona. Las casas y hoteles presentan más medidas de seguridad, hay una franja arenera más amplia y cuenta con instalaciones más espaciosas y menos “invadidas”. Pero éramos “aves de paso”. Previamente, habíamos ingresado a un cerro llamado El Encanto, el cual ya está todo lotizado y tiene ya varias edificaciones de todo tipo. Muchas tratan de preservar el paisaje. Pero todos estos terrenos ya tienen un propietario, no solo entre peruanos, sino ecuatorianos quienes han visto esta zona con un potencial turístico por hacer.

Terminada nuestra visita, nos dirigimos hacia el sur para ir a Colán, nuestro siguiente objetivo. Las demás zonas costeras las íbamos a recorrer en julio, como así lo hicimos. El camino de retorno fue tranquilo, hicimos una nueva pausa en Mallares. Llegados al óvalo de Sullana, volteamos hacia la derecha para tomar el camino hacia Sojo, La Huaca, Colán y Paita. En la ruta hacia este balneario, nos topamos con la casa Sojo. La casa hacienda derruida se ve a lo lejos; perteneció a la familia Checa, familia que tuvo muchos intelectuales ligados al derecho y al periodismo, como el caso Genaro Carnero Checa. Recuerdo que algunos estudiantes piuranos de arquitectura de la Universidad en la que trabajo presentaban esta inmensa construcción como una propuesta de hotel-hacienda. Pero hay varios problemas que hay que sanear. Cuando colgué la foto de este en Facebook hubo una gran cantidad de personas que querían movilizar planes de rescate y darle el valor que merece. Ojalá. Nos acercamos María y yo lo más que pudimos. El estado de la misma es deplorable y espero que pronto los herederos tomen una sana decisión para sacarla del olvido. Cruzamos diversos caseríos de la zona, recuerdo cuando recorrí estos lugares en 1999.
La pista está bien tenida, es una ruta que va en paralelo al cauce del río Chira. Entramos por “accidente” al Pueblo Nuevo de Colán, pequeño caserío que tiene el cementerio con la vista más bella que haya visto: el estuario del Chira.  Dejamos el pueblo y nos fuimos al viejo Colán. Tuvimos gran suerte, puesto que la antigua iglesia, la más vieja del Perú, estaba abierta para un matrimonio. Los cuatro tuvimos el tiempo necesario para visitarla, disfrutarla, verla en sus detalles. Bien. Dejamos la iglesia para llevar a las chicas a ver las construcciones de palafito de las casas que están a orillas del mar. Como era mayo, la temporada había acabado por lo que todo se hallaba cerrado. Nos las ingeniamos para ver algo de su litoral, ver su mar, la puesta del sol y distinguir a lo lejos Paita, nuestro siguiente y último objetivo.

A Paita llegamos ya con la noche, les dejé el “gusanito” de la curiosidad por este centenario puerto. Aquí murió Manuela Sáenz, la amante ecuatoriana de Simón Bolívar; además, cerca de este lugar y siempre ligado a Bolívar, en Amotape está enterrado el que fue su gran maestro e ideólogo, Simón Rodríguez. Lo poco que pudimos ver de noche nos permitió entender que Paita tuvo su época de gloria y que promete volver a tenerla (siempre y cuando arregle su caótica organización), vimos la fachada del Club Liberal, antaño bello e imponente, ahora deslucido. Y nos dirigimos a su Plaza de Armas para ver su iglesia matriz. Estaban en misa.


Salimos, pues, ya tarde de Paita para ir a cenar a Piura y cerrar nuestra última noche en la ciudad del sol. Nos fuimos a la Santitos a zambullirnos en sabores norteños.