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Trujillo, La Libertad, Peru
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domingo, 4 de enero de 2015

CRÓNICAS LAMBAYECANAS: HACIA EL MUNDO DE LA CULTURA LAMBAYEQUE

La idea de visitar Túcume me estuvo rondando todo este año, habida cuenta que habían inaugurado un flamante museo de sitio y eso era una verdadera justificación que movilizaría a algunas personas más para ir a Chiclayo. Tres iban a ser mis secuaces viajeros: María Ramos, Isabelle Lemoal y César Alva. Los cuatro decidimos salir el viernes 14 de noviembre para llegar por la noche y comenzar nuestros periplos por día y medio. Antes había hecho gestiones para alquilar otro auto y fue una buena decisión. El auto nos lo entregaron por la noche del viernes mismo y nos decidimos ir a cenar a Pimentel. Antes de hacerlo, fuimos a un supermercado a premunirnos de todo el material disponible: íbamos a tener un largo sábado y así fue. Pero la ingrata sorpresa la tuvimos esa misma noche: al salir de las compras, nos dirigimos hacia Pimentel, pero no sabía que a lo largo de la amplia autopista que tenían, por obra y gracia del alcalde u otras autoridades incompetentes, habían decidido hacer varios óvalos en una avenida de alta velocidad. Y como las autoridades, varias de ellas, estaban en la cárcel, todo el sistema vial era un caos.  La impresión de mis amigas viajeras no fue nada agradable y nubló lo que pudo ser un viaje muy bonito. Para evitar ir hacia la deriva, decidimos retornar a Chiclayo a cenar.  Había estado una semana antes por invitación de Liz Moreno, organizadora, promotora cultural y artista de teatro y tuve la oportunidad de conocer algunas personas simpáticas. Esa noche nos acompañó a cenar un joven arquitecto, Lyman, quien nos dio algunos consejos para nuestro largo periplo del día siguiente.

El sábado 15 tomamos nuestro desayuno temprano y fuimos por César que estaba en otro hotel. Lo recogimos de la plaza de armas y nos dirigimos hacia Túcume, nuestro objetivo principal de ese día. Atravesamos Lambayeque con un denso tráfico y, desde la desviación hacia Piura, el transporte, sobre todo el pesado, amainó un poco. Sí veíamos muchas camionetas de turistas; en realidad, el nuevo museo es una fuerte atracción turística, pero con esa infraestructura vial no dudo que varios de ellos se habrán ido un poco (o bastante) decepcionados. Los conductores de esos vehículos son bastante irresponsables y corren de manera salvaje. Quizá para muchos de los que iban en ese transporte inseguro era una experiencia de adrenalina, pero esos choferes no reciben sanciones y no creo que lo hayan hecho previamente, ya que de haber sido sancionados o amenazados de despido no lo harían, ¿o sí? Hubo momentos que tenías dos camionetas intentando pasar a un bus y las dos casi en paralelo. Salvajes.

Llegamos a nuestro destino final: el nuevo museo. Por costumbre, ubiqué el auto en la primera instalación; pero ya no está ahí la entrada. Hay una nueva entrada que da directamente al nuevo museo y luego desde ahí tienes dos grandes zonas arqueológicas para visitar. El anterior tenía una arquitectura peculiar que reproduce la usanza de construcción de la zona con adobe, troncos de algarrobo. Ese detalle lo encontramos en la tradicional iglesia de Mórrope, la cual no pudimos visitar esta oportunidad. Pendiente.
El nuevo museo de sitio, abierto en el mes de setiembre, es un verdadero homenaje a la cultura Lambayeque. Este nombre viene de Ñam Pallec (retrato del hijo de Ñam La) y la historia tiñe la identidad de esta región, aunque todavía falta mucho por sensibilizar a la población del rico pasado que tienen y lo que pueden hacer con este. Es una verdadera mina de oro y no solo como última cultura, ya que hay lugares como Ventarrón que se remontan más allá de los cinco mil años. La Región Lambayeque cuenta con cinco grandes museos de civilización precolombina; y hay la posibilidad de convertir uno, Huaca Chotuna, en otro gran museo de sitio y la inclusión de Ventarrón para la construcción de otro. Y otro espacio que puede incluirse en Batán Grande. Es un lugar fascinante, pero hay mucho por hacer. Volviendo al museo, las instalaciones son cómodos, frescas, interactivas (cosa que hay repensar en los demás museos peruanos, así como educar a la gente en el uso de este material que es para el beneficio de todos). La visita puede hacerse de manera personal. Hay buenas maquetas, fotografías y museografía “amable”, si cabe el término. Las salas amplias y vinculan la actualidad con las documentos arqueológicos hallados y la cosmogonía que generalmente conocemos a través de su cerámica pictórica y sus murales. Los datos etnológicos, lingüísticos, geográficos son profusos, acompañado de buena documentación histórica. Además, el museo de por sí es una joyita arquitectónica que ha malogrado el espacio intervenido para la obra. La construcción equidista con los dos puntos más importantes del lugar: las huacas que rodean al cerro Purgatorio (o La Raya) y la huaca Las Balsas.

Al salir de las instalaciones del museo en sí tienes dos caminos a escoger: hacia la derecha vas al conjunto de huacas; hacia la izquierda, Las Balsas. Optamos por ir hacia la derecha, ya que es un conjunto más grande para visitar.
Segunda parte de nuestra visita. En realidad, lo que se puede ver es el cerro en sí, ya que toda esta zona está en excavaciones, por ejemplo Huaca Larga. Esperemos que estas estén abiertas en los próximos años. Visitar esta zona por la mañana, pese a no ser verano, es fatigante, así que hay que ir con un buen sombrero, mucha crema protectora y zapatos cerrados (no soy muy proclive por sandalias para caminar o subir a lugares donde hay vegetación espinosa). En el trayecto se encuentran dos lugares de interés: un mirador que permite ver el complejo en torno al cerro Purgatorio y un vivero, donde hallas todas las plantas prehispánicas del lugar. Interesante fue ver los diversos tipos de algodón, el cual ha caído en desuso y crece como una suerte de mala hierba. Hay plantas que se usan en la actual culinaria de la región, como el ají o el loche. Varios caminos están “enmarcados” con enredaderas para lo cual se han construido soportes para que puedan adherirse y crear pasajes que dan frescura bajo el intenso calor.


La tercera y última parte de nuestra visita a Túcume culminó con la visita a Las Balsas. Antes de llegar al lugar a través de un camino que pudo haber sido mejor trazado y con material del lugar (punto en contra). En el camino se ha construido una réplica en miniatura de un pueblo de la zona, con su iglesia y todo. Es una zona temática que sería el disfrute de los niños; como no había alguno en el viaje, no sé cómo reaccionarían ante este. Y cerramos nuestra visita a esta bella huaca profusamente decorada de frisos. Esta huaca nunca la había visitado previamente, he estado más de diez veces en este lugar y jamás había recibido información de la misma. El lugar está bastante bien protegido contra las lluvias que suelen asolar esta zona en las visitas de “El Niño”. La zona ha sido protegido gracias al apoyo del fondo contravalor Perú-Francia. Las instalaciones cuentan con un pasadizo colgante que te permiten ver toda la estructura desde una altura cómoda. Además cuenta con carteles informativos que te contextualizan los espacios ya derruidos por el tiempo.



La visita al museo fue un logro, llenó nuestras expectativas. Y teníamos que complementarlo con más.
Así pues tomamos un atajo para llegar a Ferreñafe y ver dos lugares de extraordinario interés: el museo Sicán y el bosque de Pómac. El atajo está muy maltratado (¡Qué han hecho con sus carreteras¡), ya no queda nada del pavimento que te permitía recorrer esto en poco menos de media hora; ahora está muy maltratada. Pese a todo llegamos a Ferreñafe para encontrarnos con otra realidad: todas las calles han sido abiertas para realizar los cambios de tubería de agua y desagüe. Ingresar y salir de esta ciudad es un calvario.

Alcanzamos el museo y lo visitamos sin contratiempos. El lugar es pequeño y la construcción no es tan apabullante como otros museos de la Región, pero la colección amerita una visita pausada; como el museo de Kuntur Wasi en Cajamarca, este también está dirigido por japoneses, pulcros en sus observaciones y profusos en la información. Las réplicas de las técnicas empleadas son buenas y mejor todo lo que uno va a encontrar en este lugar: el entierro de un soberano degollado y su cuerpo de cabeza como si se intentara regresarlo al vientre materno. Es un entierro único en el mundo. Lo triste es ver las dos docenas de mujeres que fueron sacrificadas para acompañar a este soberano, algunas de las cuales eran sus parientes directas por el estudio hecho de ADN. Además el tesoro que encierra, aunque no llega a la riqueza de las Tumbas Reales de Sipán, no deja de ser interesante, sobre todo las famosas máscaras de ojos alados que representaron la identidad arqueológica de esta zona con el famoso tumi, que fue robado del Museo de Arqueología de Lima y fundido por el inefable ladrón que quiso venderlo como oro puro. Francamente, si hay que desaparecer gente… Las escenificaciones de las técnicas metalúrgicas son buenas. Pero indudablemente, luego de visitar este museo, se debe ir al lugar donde se hallaron todos estos objetos: el bosque de Pómac.



Y para cerrar la visita nos fuimos a Pómac. La carretera sí está buena, salvo un tramo y se puede visitar el lugar con el mismo auto. Llegamos un cuarto de hora más tarde y quedaba menos de una hora que cierren las instalaciones. Pómac es un bosque seco la mayor parte del año y ha sido depredado por sus árboles. Ahora cuenta con protección y las visitas turísticas han generado conciencia entre sus pobladores de lo que significa preservar este lugar. Las numerosas huacas están en medio de la vegetación y hace recordar esas vistas de las pirámides mayas en Yucatán o América Central. Logramos ir hasta la huaca El Oro o El Loro y ver sus ruinas, como parte del inmenso complejo que es Batán Grande. Luego de esta visita a la huaca nos fuimos al gran mirador que nos permite tener una visión del valle del río La Leche. Hubo varios turistas que llegaban al lugar a pie. Hay lugares para hospedarse.



Así decidimos regresar a Chiclayo. María condujo hasta la entrada de la ciudad. Nos fuimos a descansar para estar listo para nuestra visita del domingo 16 y retorno a Trujillo.