Datos personales

Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
Mostrando entradas con la etiqueta Paita. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Paita. Mostrar todas las entradas

domingo, 25 de diciembre de 2022

PIURA, 2022 (VIAJE A LAS PLAYAS, SOSTENIDOS Y BEMOLES)




Tras varios meses de no haber cultivado mi espíritu viajero desde el año pasado, logré, por fin, hacer un breve viaje por tres días a Piura, lugar en el que siempre hay secretos por conocer, repetir algunos buenos lugares, comer delicioso; así como también experimentar algunas decepciones y tensiones que todo viaje, siempre te ofrece. Como María está trabajando en la UPAO de Piura de jueves a sábado, decidimos aprovechar los dos días feriados (jueves 08 y viernes 09) y coincidir con nuestro amigo César Alva, con el fin de recorrer algunas zonas de la costa piurana. 

Jueves 08: habíamos viajado en ITTSA el día previo. Como era un fin de semana largo, las empresas de buses al Norte iban repletos. La región Piura es una zona atractiva, con mucho potencial; sin embargo, tiene aún grandes vacíos por cubrir para hacerla más atractiva a viajeros de toda índole: los culturales (arqueología, cultura viva, cultura religiosa), los laxos (playas escondidas, paisajes atractivos, gastronomía variada y deliciosa) y los que buscan el dolce far niente (sierras relajadas y amables, desiertos apacibles y rumor de olas en balnearios al alcance de todo bolsillo). Por diversas razones, el planificado viaje fue modificando por una u otra razón. Por ejemplo, en principio íbamos a ser 6 personas y quedamos 4; por esa razón tuve que hacer cambios con las dimensiones de la camioneta que íbamos a alquilar. A última hora, la universidad cambió el boleto de María, quien partió 40 minutos más tarde (aunque llegamos al mismo tiempo a Piura). Un inicio un poco accidentado. Al llegar a la ciudad, Maria se desplazó rápido para poder irnos al hotel al cual ella asiste todas las semanas para sus clases los viernes y los sábados en la UPAO sede Piura. Ya en el hotel instalados, nos dimos con la sorpresa de que el baño tenía pequeñas dimensiones por lo que se hizo la gestión para el cambio. Sin embargo, pudimos ver varias ardillas que caminan y saltan por los numerosos cables aéreos y algunos jardines de las avenidas de la ciudad. Ya duchados, nos fuimos a la plaza de armas de la ciudad para ir al restaurante El Chalán, el cual ha decaído lamentablemente. Felizmente llegamos temprano al lugar, el cual se iba llenando rápidamente pues en la catedral había una ceremonia de comunión por lo que iban llegando jovencitos y sus familias, y entraban todos a tomar desayuno. El lugar se llenó rápidamente de gente, el servicio se hizo lento y la calidad de lo servido no estaba bueno, fuera de la cantidad de moscas que pululan entre los platos y las personas. César y su amigo se tardaron por lo que nos tuvimos que ir a otro lugar a tomar desayuno más cerca: restaurante El Parcero, más grande y limpio que El Chalán. Una vez terminados los desayunos, nos fuimos caminando primero a hacer una rápida visita al antiguo puente San Miguel (antes Puente Viejo), restaurado e inaugurado en el 2014. (https://www.perutoptours.com/index19pi_puente_san_miguel.html). Este puente se derrumbó en 1981 cuando un chofer de camión trató de hacer pasar su unidad haciendo colapsar su estructura, y luego en el fenómeno de El Niño de 1998, cuando las aguas rebasaron su altura. (https://www.udep.edu.pe/hoy/2014/02/nuevo-puente-san-miguel/). Tras la visita, nos fuimos  a recoger la camioneta separada. El primer día iba a ser un recorrido por las costas centrales del departamento: Cangrejos, Yacila, Paita, Colán para retornar a Piura. Al día siguiente íbamos a tentar el Sur, pero habría cambios rigurosos. 



Recogimos la camioneta y salimos a nuestros destinos. Íbamos a hacer una verdadera odisea. Una de las cosas impresionantes de Piura es la de contar con una red vial de calidad. La autopista de Piura a Paita causa envidia frente al miserable sistema vial liberteño. Los nuevos intercambios viales de las entradas/salidas de la ciudad hacia el Oeste o al Norte, o el mantenimiento de las calles y la nueva avenida Sánchez Cerro dejan a Trujillo como una simple ciudad de segundo nivel. Hay dos cosas que entorpecen a esta impresionante red vial: las mototaxis, vehículos con choferes temerarios e irresponsables; y la basura plástica, esa plaga que ensucia las bermas y el paisaje costeño (también lo tiene La Libertad). La falta de una política clara y drástica con el mal uso de este material nocivo y la carencia de un verdadero sistema de reciclaje en nuestras ciudades hacen que la basura de todo tipo sea parte de nuestro paisaje urbano e, incluso, fuera de las ciudades; ya es de rigor identificar la proximidad de una ciudad (grande o pequeña) por la presencia de bolsas de plástico flotando u otro tipo de residuos que pueblan las bermas de las carreteras. ¡Cuánto nos falta en este proceso de educación de todo tipo: ecológica, urbana, cívica, histórica, salud...! Sigamos con nuestro itinerario. Tomamos la autopista a Paita. Por una razón, equivocamos el acceso de Cangrejos. Ese acceso correspondía a otro lugar al que luego iríamos, pero a través de otro acceso, un lugar totalmente nuevo para nosotros. Salimos de este acceso y retomamos la autopista; poco antes de llegar a la entrada a Paita hay un desvío a Yacila y Cangrejos. El acceso que habíamos tomado en 2015 cuando vinimos con Orietta estaba despoblado; ahora está lleno de casas construidas de manera desordenada que rodean la carretera (como pasa en todo el país). Luego de dejar el desorden de mototaxis y combis, de reparaciones y desvíos, llegamos a la entrada de Cangrejos. Es un desvío en la ruta a Yacila, un balneario al cual fuimos en el 2015 también. Cangrejos se está poblando paulatinamente, pero las construcciones iniciales están casi abandonadas, pues estas sufren el embate del viento y la arena; muchas de las casas están casi cubiertas de arena; las nuevas construcciones y el pueblo que están creciendo aprovechan el abrigo de una colina de rocas sobre la cual se están asentando. Ingresamos al pequeño pueblo y dejamos la camioneta cerca de las casas semiabandonadas; esa playa es una abierta ensenada en cuyas “puntas” se encuentran las construcciones; por eso, tras esos bloques (cuadras) de casas semicubiertas vemos otro conjunto de edificaciones entre el cual hay un hotel. Maria se quedó a tomar fotos de las casas, mientras nosotros decidimos caminar por el litoral. Cangrejos es una pequeña playa bonita, con un azul extraordinario. Aquí hay datos para esta simpática visita: https://turismoi.pe/playas/playas-del-norte/cangrejos.htm.  La caminata fue relajante, pero teníamos que seguir nuestro periplo. El siguiente objetivo: Yacila. 




Una vez en la camioneta, nos dirigimos a Yacila. Es un balneario más grande y desde la última visita que hicimos, este ha crecido y se ha poblado de más casas y edificios residenciales. Es un balneario por el cual te das cuenta que en el mar la vida sí es más sabrosa. A diferencia de Cangrejos, Yacila tiene un puerto para la pesca artesanal. Ya el calor iba apretando. En esta oportunidad, nos adentramos por las estrechas calles que han crecido de manera desordenada en este balneario. Hay un lugar amplio de estacionamiento cerca de una de las grandes rocas que forman parte del paisaje de este lugar. Esta roca es visitada por los veraneantes y parejas que buscan un lugar para ellos. Forma una playa de piedras y frente a esta se ven pequeñas islas y los inmensos paredones que van hacia Paita. Caminamos por estos senderos y, luego, decidí ascender a una pequeña colina desde la cual se veía toda la pequeña bahía; esta colina estaba coronada por una cruz. Una buena vista del lugar: https://viasatelital.com/mapas/yacila.htm (https://www.somosperu.org.pe/viaja-y-conoce-playa-yacila-en-piura/

Al descender decidimos partir hacia Paita. Ya sentados en la camioneta, de pronto César iba en su Google Map buscando otras opciones de visita. Encuentra uno que nos llama la atención: La Islilla. La ruta para este lugar sí fue toda una odisea. Buscamos la entrada para este lugar y eso sí que fue bastante adrenalínico. La ruta estaba cerrada por diversos tramos y teníamos que salir de la carretera (que la están asfaltando) para buscar otra forma de ingresar nuevamente a la vía. Hubo tramos en los que se van a construir puentes, pero tuvimos que cruzar estos desvíos saltando montículos de tierra o arena. Alucinante. Pasamos algo más de 15 minutos sin ver persona alguna hasta que nos topamos con maquinaria y personas encargadas en la construcción de la ruta: nos volvió el alma al cuerpo. Al llegar a la pequeña ciudad, comenzamos a ver motos, combis, autos que iban y venían de este lugar; eso me causó sorpresa, pues vimos un tráfico fluido. Obviamente habíamos tomado una ruta que se está edificando. Sin embargo, todo apunta a que esta carretera va a ser una más del buen sistema vial que tiene esta región. Volvamos a la zona: La Islilla. Esta es una caleta de pescadores que tiene cerca de sus playas a una pequeña isla que le da el nombre a la zona. Un detalle relevante es que en esta zona aún se usan naves balsas para la pesca y que los jóvenes también lo usan como diversión (https://seturismo.pe/piura-islilla/) Hicimos una breve caminata; quisimos dar una vuelta por la isla, pero la cantidad que nos querían cobrar un suma exorbitante. Había una agencia de turismo, pero se veía muy informal. La zona puede ofrecer varias ofertas interesantes (https://eltiempo.pe/la-islilla-cuna-tradiciones-ancestrales-de-pesca-ac/). Grave problema de la región y del país. Íbamos a ver en otros casos esa crisis en la que hay que trabajar. 




Regresamos a la camioneta para ir a almorzar a Paita, pues ya casi eran las 2 de la tarde. Llegamos a Paita y buscamos el restaurante del Club Liberal. Aquí fuimos con Orietta y Maria en el 2015. 7 años después vimos la decadencia de este lugar. Una pena que este espacio que tiene tan interesante edificio haya caído en la desgracia. Recuerdo cuando fui a comer en los 90 con varios amigos, la carta era mil veces mejor y la calidad de la comida era notable. La comida es copiosa, pero ya no ofrece algo de calidad, fuera de la cantidad de moscas que pululan por nuestros platos. Ahora hay que sacarlo, pues, de la lista de visitas obligadas. De ahí, hicimos una pequeña caminata hacia la antigua iglesia La Merced y ver el bonito, pero derruido, edificio de la Aduana. Paita tiene joyas arquitectónicas que muestran su esplendoroso pasado. Ni modo. Voluntad política y cívica. 


Regresamos a la camioneta para partir hacia Colán para ver su antigua iglesia. Aquí en Paita hay una iglesia muy interesante, la Basílica de la Virgen de las Mercedes, (reemplaza a la anterior que se ubica al costado de la Aduana y que Maria había fotografiado) que hay que visitar por los interesantes vitrales de Winternitz, artista que fue docente en la PUCP (https://www.arzobispadodepiura.org/nuestra-senora-de-las-mercedes-de-paita-patrona-de-la-arquidiocesis-de-piura/). En la próxima estancia a Piura debo incluir una visita de rigor a este lugar. Salimos de Paita un poco decepcionados y nos enrumbamos a Colán. 

Colán es siempre un lugar atractivo. El balneario por excelencia de los piuranos, tiene un monumento histórico de alta relevancia en nuestra historia: la iglesia de San Lucas. Es la primera iglesia edificada en el Pacífico sur. Edificado sobre una huaca o templo tallán, es una construcción hecha por los dominicos en su proceso de cristianización y extirpación de idolatrías en nuestro continente. Es pequeña, pero cargada de mucha historia (https://www.turismoreligioso.travel/patrimonio/iglesia-san-lucas-de-colan-historia/). La iglesia ha sido reconstruida, pero se ve abigarrada por tener una serie de imágenes y andas que se encuentran en el interior de la iglesia por lo que se ve un poco desordenada. La iglesia estaba abierta y había acceso libre para ver sus altares (el principal en pan de oro) e imaginería en las que se mezclan estatuas antiguas con recientes, así como un decorado floral variopinto. Aquí un artículo especializado sobre la historia y arquitectura de la misma. Una buena visita de todas maneras.  (https://revistas.pucp.edu.pe/index.php/boletindearqueologia/article/view/19336/19459).



Hacía tiempo que tenía planeado visitar Amotape. Es un pequeño poblado cargado de historia, pues aquí se encontraba la tumba de Simón Rodríguez, maestro y benefactor de Simón Bolívar. Piura tiene dos personajes relevantes en la historia de nuestra independencia: Manuelita Sáenz, compañera sentimental de Simón Bolívar, y Simón Rodríguez. No sé si todos los piuranos saben estos datos. La Sáenz vivió un buen tiempo en Paita, tuvo visitas como las de Melville (Moby Dick) y el patriota italiano Garibaldi (tuvo la nacionalidad peruana); murió a causa de una epidemia de difteria y enterrada en fosa común (https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/saenz_de_thorne.htm) (https://fundacionbbva.pe/opinion/manuela-saenz-la-silenciosa-libertadora/). Y el otro personaje es Simón Rodríguez, venerado en Venezuela y Colombia. Murió en Amotape (https://www.biografiasyvidas.com/biografia/r/rodriguez_simon.htm). La historia es un buen móvil que te invita a buscar esos rincones donde pasaron o quedaron personas que construyeron nuestro pasado. Una vez, caminando por las calles de Paita en 2014, estaba hablando con unas amigas sobre estos dos personajes y un transeúnte, desconocido, se detuvo y me comenzó a hablar de ellos. Me causó sorpresa y esperanza de que reconozcamos ese patrimonio humano que está en nuestro país. Esta experiencia quedó impregnada en mí hasta que en este viaje me saqué el clavo de conocer Amotape. No hay que confundir con un parque ecológico: Cerros de Amotape que se encuentran cerca de Máncora y en Tumbes. Este es un pequeño pueblo (también integra este parque) al cual se llega también por ruta asfaltada; sin embargo, no fue fácil acceder. Primero nos dirigimos hacia el Pueblo Nuevo de Colán y desde ahí empezó  la aventura que nos hizo ir por canales que en algún momento se interrumpieron y tuvimos que dar marcha atrás. Ya iba haciéndose tarde. Llegamos a Amotape cerca de las 6 pm. Vimos su iglesia por fuera, aquí estuvo enterrado Simón Rodríguez (https://www.iperu.org/distrito-de-amotape-provincia-de-paita). 



Terminada nuestra excursión, decidimos regresar y esto se iba a poner peliagudo. Teníamos que regresar por el pueblo de Tamarindo y la carretera estaba en construcción. De noche todos los gatos son pardos y los huecos, escondidos. Decidimos seguir a una combi que la vimos subir por un muro; así de loco era este trayecto. Cruzamos una planta de etanol, Caña Brava, la cual tiene numerosas quejas por contaminación. Por fin salimos hacia la Panamericana, pero esta solo tiene una vía por cada sentido por lo que el retorno se volvió un poco penoso hasta llegar a la excelente autopista que conecta Sullana y Piura. Una cosa sí es de cuidar: los mototaxis que van por la autopista. Total imprudencia y también la torpe conducción de muchos camioneros que prefieren ir a la izquierda, entorpeciendo la fluidez vial. Llegamos a Piura cerca de las 8 pm. Nos fuimos a pegar un duchazo y de ahí a cenar al hotel Casa Andina, cerca de nuestro hotel. Para el día siguiente iríamos a un patio de comidas que sería la envidia de Trujillo. Genial. (https://infomercado.pe/tao-restobar-abre-sus-puertas-es-posible-mantener-un-restaurante-en-azul-con-aforo-reducido/). De ahí nos fuimos a dormir. Fin de primer día.



lunes, 29 de diciembre de 2014

CRÓNICAS PIURANAS VII: EN LA LUNA DE PAITA

29 de julio, nuestro último día en Piura. Ahora nos enrumbamos hacia Paita para ver esta ciudad portuaria de día. La visita de mayo nos permitió ver algo de ella, pero las visitas nocturnas son muy engañosas. “De noche, todos los gatos son pardos”, además la visita fue breve por la premura de retorna a Piura.
Tomamos la carretera a este puerto, extraordinariamente pavimentada y señalizada. En el trayecto vimos varias plantas industriales y de energía. Piura es una región con un desarrollo extraordinario en todos lo campos.
Antes de entrar a Paita, nos desviamos hacia la izquierda para ir a dos balnearios, cuyos nombres había oído con frecuencia: Yacila y Cangrejos. Entramos a este último inicialmente. La pequeña bahía se veía desde las altas dunas de la carretera: un mar azul y brillante y el pequeño balneario. Cangrejos tiene toda la pinta de un pueblo fantasma. Muchas casas están derruidas y parcialmente cubiertas de arena. No es temporada alta (julio), pero se ve el abandono del lugar. Sin embargo contrasta con la belleza de la playa en sí. Y como comentó una amiga al ver las fotos, en cierta manera es mejor que quede así para tener este remanso de paz cerca de las bulliciosas ciudades en las que se han convertido Piura, Paita, Sullana. Estuvimos no más de una hora y luego nos dirigimos hacia Yacila. Es un balneario que tiene más vida y cuenta con un pequeño puerto para lanchas. Esto atraía muchas aves guaneras.
Dejamos el auto en una zona cercana al muelle, pero nos dimos cuenta que había una zona residencial y que tenía movimiento. Retornamos al auto y nos metimos entre las estrechas callejas del balneario. Nos encontramos con una zona pequeña de restaurantes y amplias residencias de veraniego. Atractivo lugar para una caminata y eso hicimos. Vimos unas formaciones rocosas por las que nos escabullimos y pasamos por un breve túnel. Aquí nos dimos una sorpresa: mientras conversábamos y teníamos nuestras impresiones de tan simpático lugar, escuché la voz de una persona que me llamaba, era Pedro Mendoza. Pedro había sido Rector de mi Universidad hace varios años. Un hombre simpático y jovial, quien estaba acompañado de Marta, su esposa, y su hijo, quien estudia Ingeniería Marina en Italia. Un grato, gratísimo encuentro. No lo pensé. Luego de compartir nuestras experiencias, partieron para almorzar y nosotros proseguimos nuestra inspección del lugar. La zona es muy simpática, pero tiene ya los rastros de la “amable” civilización: basura plástica. Sería bueno que vayan tomando medidas y alertar a la población para no perder tan agradable lugar.


Culminada nuestra sesión fotográfica, nos dirigimos a Paita, nuestro objetivo principal y lugar de nuestro almuerzo. Fuimos hasta las instalaciones del Club Liberal. Subimos por unas escaleras que nos mostraban el esplendor que tuvo este Club y que tuvo entre sus miembros, dicen, a Don Miguel Grau. Los muebles, ya deteriorados, nos dicen lo bello que hubo sido con la vista hacia el mar. Ojalá alguien tome las riendas para tomar este edificio, el de aduanas y el de la vieja iglesia de madera para rescatarlos. Son bellas construcciones que nos hablan de una Paita esplendorosa.
Ahora hay una voluntad de hacer renacer económicamente este sector, pero ojalá no demuelan este bello patrimonio. Con la Compañía de Bomberos de Paita se hace un bello conjunto de inicios del siglo XX.  Caminamos por el muelle. Aquí fuimos, María y yo, bastante imprudentes. Hubo incluso un policía de turismo que nos acompañó por ciertas calles a cierta distancia para evitar ser atacados por ladrones. Es una ciudad portuaria. Orietta se reía de nuestra inconsciencia, pero seguimos adelante.
Creo que Orietta fue nuestro ángel de la guarda. Desde el muelle puedes ver un conjunto amplio de casas de madera que podrían ser tomadas por un patronato y darles vida. Algunas ciudades portuarias que reciben cruceros han estado trabajando en la restauración de sus centros históricos. Según la información de una amiga que opera en estas actividades, me contó que algunos de estos grandes barcos podrían acoderar en nuestras costas si tuviéramos la voluntad de convertir estas instalaciones en lugares atractivos que ameriten la escala. Todos estos son conceptos que se arman y que nuestro país, más rico en patrimonio, lo deja pasar para permitir el acceso a una modernidad mal concebida y a la larga dañina. Lugares hay, personas con ideas faltan.







Salimos de Paita e hicimos un alto para ver el puerto desde las alturas. Fue acción riesgosa. Incluso María fue a ver una barriada que estaba ubicada en una zona peligrosa, zona de deslizamiento. Me temo que las próximas lluvias de un Niño harán estragos en el lugar. Sin embargo, muchos incluso han construido casas de material noble al borde de un precipicio con poca tierra estable. Espero que no suceda nada grave. Quisimos ir a ver la iglesia de la virgen de las Mercedes, construcción moderna en la que se hallan los famosos vitrales de Adolfo Winternitz, abierta en 1974 y que es el actual santuario que reemplaza al que vimos frente a aduanas. Sin embargo, nos aconsejaron ya no ir por la hora. Una lástima.


Regresamos a Piura ya para arreglar nuestros últimos asuntos: dejar el auto, cancelar las deudas de hotel y cenar rico por última vez en esta cálida ciudad. Así cerramos el segundo periplo piurano.   



martes, 23 de diciembre de 2014

CRÓNICAS PIURANAS II: EL ETERNO SOL


























03 de mayo sábado. Tomamos la ruta playera norte. Lorena, una de las compañeras de viaje nos había comentado sobre algunas playas paradisíacas con buenas instalaciones cerca de Máncora. Allí fui hace 5 años aproximadamente. En realidad, no me gustan mucho las zonas bulliciosas, llena de todo tipo de servicios para gente de alta rotación. Los residentes, como pasa en otros lugares como Huanchaco, prefieren ir a playas aledañas para evitar la muchedumbre que puede convertir tu día de solaz esparcimiento en un pesadilla inolvidable. Luego de premunirnos de todas las vituallas necesarias para no detenernos a almorzar, nos enrumbamos hacia Máncora como “frontera” de nuestro viaje y de ahí retornar deteniéndonos para disfrutar diversos atractivos. El sistema vial piurano, recalco, no es nada malo y espero sobreviva al siguiente año que amenaza la llegada de un Niño. La autopista que une Piura con Sullana es un ejemplo de lo que será la ansiada Autopista del Sol. Pero la construcción es lenta. Espero viva el día de su inauguración. Otra de las ideas es la un tren rápido que una Lima con Sullana. Eso sí sería ideal, viajar en tren sin cortes ni demoras por el absurdo tráfico que uno haya en la Panamericana. Sueños que espero alcanzar a ver.
Cruzamos Sullana y nos dirigimos al norte. En Marcavelica se hizo la primera pausa obligada: compramos pipas de coco con su jugo helado. Delicia norteña. María compró bastante pulpa de coco y jugo por separado, puesto que iba a preparar posteriormente al viaje (como lo hizo) comida a base de coco y mariscos, oriunda de su tierra, Portugal. De ahí nos dirigimos a Máncora. Esta zona estaba, como siempre, muy movida. Es una suerte que hasta la fecha no haya habido accidentes, puesto que varios hoteles, restaurantes y otros servicios están en la misma Panamericana por la que transitan camiones, buses y todo tipo de vehículos. Este lugar, por ejemplo, está prohibida como visita privada por parte de instituciones de intercambio estudiantil. Se ha ganado mala fama. Para iniciar el retorno tomamos previamente un café y vimos algo de sus playas como sus puestos de ventas de todo tipo de artesanías u objetos playeros (lentes, ropas de baño, sandalias, pareos, etc.); otra cosa que intrigó a María (es arquitecta) las formas riesgosas de construcción de algunas viviendas. Se han construido bonitas viviendas en zonas de deslizamientos e incluso vimos una al borde de un cerro. Como vista panorámica es interesante, pero pareciera que no se respetara medidas de seguridad en la construcción sobre estos tipos de terrenos. Una fuerte lluvia comprometería los cimientos de varias de estas edificaciones.  Y lo peor de todo es que son hoteles. Nos fuimos de Máncora, con cierta desazón, para dirigirnos a Los Órganos, gracias a las recomendaciones de un buen amigo, Raúl Silva, su asiduo visitante.
Nos fuimos a Punta Veleros, lugar que ofrece  diversas atracciones y que sería digno de gozar si hubiéramos decidido quedarnos más días en la zona. Las casas y hoteles presentan más medidas de seguridad, hay una franja arenera más amplia y cuenta con instalaciones más espaciosas y menos “invadidas”. Pero éramos “aves de paso”. Previamente, habíamos ingresado a un cerro llamado El Encanto, el cual ya está todo lotizado y tiene ya varias edificaciones de todo tipo. Muchas tratan de preservar el paisaje. Pero todos estos terrenos ya tienen un propietario, no solo entre peruanos, sino ecuatorianos quienes han visto esta zona con un potencial turístico por hacer.

Terminada nuestra visita, nos dirigimos hacia el sur para ir a Colán, nuestro siguiente objetivo. Las demás zonas costeras las íbamos a recorrer en julio, como así lo hicimos. El camino de retorno fue tranquilo, hicimos una nueva pausa en Mallares. Llegados al óvalo de Sullana, volteamos hacia la derecha para tomar el camino hacia Sojo, La Huaca, Colán y Paita. En la ruta hacia este balneario, nos topamos con la casa Sojo. La casa hacienda derruida se ve a lo lejos; perteneció a la familia Checa, familia que tuvo muchos intelectuales ligados al derecho y al periodismo, como el caso Genaro Carnero Checa. Recuerdo que algunos estudiantes piuranos de arquitectura de la Universidad en la que trabajo presentaban esta inmensa construcción como una propuesta de hotel-hacienda. Pero hay varios problemas que hay que sanear. Cuando colgué la foto de este en Facebook hubo una gran cantidad de personas que querían movilizar planes de rescate y darle el valor que merece. Ojalá. Nos acercamos María y yo lo más que pudimos. El estado de la misma es deplorable y espero que pronto los herederos tomen una sana decisión para sacarla del olvido. Cruzamos diversos caseríos de la zona, recuerdo cuando recorrí estos lugares en 1999.
La pista está bien tenida, es una ruta que va en paralelo al cauce del río Chira. Entramos por “accidente” al Pueblo Nuevo de Colán, pequeño caserío que tiene el cementerio con la vista más bella que haya visto: el estuario del Chira.  Dejamos el pueblo y nos fuimos al viejo Colán. Tuvimos gran suerte, puesto que la antigua iglesia, la más vieja del Perú, estaba abierta para un matrimonio. Los cuatro tuvimos el tiempo necesario para visitarla, disfrutarla, verla en sus detalles. Bien. Dejamos la iglesia para llevar a las chicas a ver las construcciones de palafito de las casas que están a orillas del mar. Como era mayo, la temporada había acabado por lo que todo se hallaba cerrado. Nos las ingeniamos para ver algo de su litoral, ver su mar, la puesta del sol y distinguir a lo lejos Paita, nuestro siguiente y último objetivo.

A Paita llegamos ya con la noche, les dejé el “gusanito” de la curiosidad por este centenario puerto. Aquí murió Manuela Sáenz, la amante ecuatoriana de Simón Bolívar; además, cerca de este lugar y siempre ligado a Bolívar, en Amotape está enterrado el que fue su gran maestro e ideólogo, Simón Rodríguez. Lo poco que pudimos ver de noche nos permitió entender que Paita tuvo su época de gloria y que promete volver a tenerla (siempre y cuando arregle su caótica organización), vimos la fachada del Club Liberal, antaño bello e imponente, ahora deslucido. Y nos dirigimos a su Plaza de Armas para ver su iglesia matriz. Estaban en misa.


Salimos, pues, ya tarde de Paita para ir a cenar a Piura y cerrar nuestra última noche en la ciudad del sol. Nos fuimos a la Santitos a zambullirnos en sabores norteños.