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Trujillo, La Libertad, Peru
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martes, 26 de septiembre de 2023

CAJAMARCA, CAJABAMBA, NAMORA... DULZURA E HISTORIA (CRÓNICA DE VIAJE)

 



03 de agosto. Nos íbamos de periplo hacia el sur, hacia Cajabamba. He estado en esta ciudad dos veces. La primera vez fue en 1983, luego de El Niño del 82-83. En ese entonces el viaje desde Trujillo a Cajabamba era complicado. Salías en un pequeño ómnibus para 40 personas y terminaron viajando casi 100 ¡Hasta en el techo! Una real locura, con peripecias peligrosas como los retrocesos ante la presencia de camiones u otras unidades más grandes que el bus en el que íbamos. De locura. Aquí comparto mis impresiones de ese viaje más el que hice en el 2010 (https://elrincondeschultz.blogspot.com/2010/08/reencuentro-con-cajabamba-1.html). Salimos temprano de Cajamarca. César había ido a tomar desayuno con nosotros para agilizar la salida. Hay una carretera asfaltada hasta el lugar, por lo que el viaje no iba a ser tan tedioso (aunque después nos daríamos cuenta de que sí, en cierta manera). Antes de salir de la ciudad, echamos un poco más de diésel. Por si acaso. La camioneta alquilada era una Toyota Hilux totalmente nueva (2023). El dueño ofrece servicio a las compañías mineras del lugar. Una camioneta prácticamente estrenada por nosotros y que con la que íbamos a pasar una peripecia al día siguiente. Este trayecto lo hice, de manera inversa, en 1984. El viaje fue largo, la carretera era de trocha y terminamos la ruta llenos de polvo de toda la tierra levantada en el trayecto de entonces. Ahora hacíamos la ruta en sentido contrario. En la segunda visita sólo la hicimos desde Trujillo a Cajabamba. Era, pues, toda una ruta nueva para mí. César me iba indicando la ruta. Fui conduciendo todo el trayecto y parábamos en ciertos lugares. Veíamos cómo se iban construyendo conjuntos habitacionales o nuevas urbanizaciones en terrenos fértiles; esta errada situación va a pasarle factura con el tiempo a la sostenibilidad alimenticia de la zona. Además, César nos contaba todo el problema que hubo y hay con el manejo de comunidades campesinas con las tierras y zonas agrícolas que generan todo un tráfico de corrupción. Sin ir muy lejos, lo vemos también con ciertas comunidades campesinas como las de Huanchaco que se acogen a una ley otorgada durante el Fujimorato y ha desembocado en el caos que vivimos tanto en la ciudad como los procesos de urbanización que no están bien regulados. Basta ver lo que sucedió en Piura con las recientes lluvias e inundaciones, las cuales terminaron dañando e inundando tierras que se vendían como seguras. Sin embargo, hay algunas interesantes propuestas de zonas urbanizadas a modo de retiro de la ciudad y su caos; recuerdo que, en Israel, ya en los 80 mucha gente no vivía en las ciudades; iban a pequeñas aldeas (no en el sentido infraestructural de servicios, pues tienen todo) con buenas de comunicación que permite a la gente vivir cómodamente e ir rápidamente a sus zonas de trabajo por buenas autopistas o buen sistema de transporte masivo, cosa de las que nuestro país adolece. Miguel, en Buenos Aires, no vive en la ciudad, sino lejos de ella. Se pensaba que con lo del COVID 19 iba a generar esa tendencia, pero la costumbre gregaria al extremo y el mal diseño de nuestro país con el terrible centralismo limeño hace que esa tendencia no prospere en nuestra sociedad. Veamos un caso colombiano (https://www.semana.com/hablan-las-marcas/articulo/migracion-por-la-pandemia-en-que-tipo-de-ciudades-prefiere-vivir-la-gente-y-que-espacios-quiere-habitar/202100/). Otro caso:  https://blogs.iadb.org/ciudades-sostenibles/es/mudarse-a-los-suburbios-una-tendencia-transitoria-generada-por-la-pandemia/. El centralismo y la gran concentración económica son otros de los males que nos tomarán mucho tiempo de erradicar en la sociedad y su imaginario (https://www.wikiwand.com/es/Centralismo_en_Per%C3%BA) (https://www.youtube.com/watch?v=KNkgWcsnDEs).




La carretera, aunque asfaltada, está plagada de curvas (muchas) y rompemuelles que ralentizan demasiado el viaje. Como la carretera ha sido hecha vinculando las poblaciones, generalmente los nuevos pobladores tienen la mala costumbre de construir, de instalarse al lado de la carretera. Esa es la pesadilla de la Autopista del Sol que tiene ¡Rompemuelles! Una autopista con rompemuelles. Alucinante. Entre curvas y rompemuelles, llega a ser una tediosa visita. Sé que hay viajeros locos y lo ves en las combis que cruzan intempestivamente; pero a estos locos del volante los rompemuelles no les hacen la menor mella. Así llegamos a Namora, lugar que visitaremos con más calma al retorno. En el trayecto de Namora a San Marcos, María se sintió mal; llegamos a San Marcos y nos detuvimos temporalmente en un grifo en las afueras de la ciudad. Como teníamos que ir a una farmacia, nos fuimos a la plaza principal de la ciudad. Ahí estuvimos un poco más de una hora y nos dio tiempo de visitar su iglesia principal, pequeña y en proceso de restauración. Aquí su historia: https://munisanmarcos.gob.pe/web/index.php/provincia/historia-de-la-provincia. A la salida cruzamos un puente sobre el río Cascasen donde empieza un tramo de trocha. Este río, como muchos de nuestro país, se había convertido en un verdadero botadero de todo tipo de residuos. El año pasado lo limpiaron (https://www.regioncajamarca.gob.pe/portal/noticias/det/5130). ¿Cuánto durará? Hicimos un alto, pues César quería recoger tara, la cual es muy buena para la garganta, fuera de ser empleado antiguamente como tinte (https://www.amazon-andes.com/es/tara-usos-beneficios-propiedades/). Nos falta mucho por aprender de la medicina natural, esa que fue parte del folklore y que muchos investigadores extranjeros han sabido robar para ser patentados y luego limitar su uso libre como ha pasado con la Uña de Gato, por ejemplo. Leamos este artículo, por ejemplo: https://www.aldia.unah.edu.pe/la-tara-una-planta-de-importancia-economica-en-el-peru/. Un mendigo sentado en un banco de oro, Raimondi dixit. Seguimos nuestra ruta. Llegamos a Aguas Calientes, sobre el río Crisnejas (https://www.asiescajabamba.com/2009/10/rio-crisnejas-limite-entre-cajabamba-y.html). Este lugar fue de grata recordación de ese primer viaje, pues nos quedamos “varados”, luego de una visita a La Grama. Un señor conocido de mi padre nos invitó a ir a recoger zanahoria y otros vegetales para llevar a Cajamarca. Como no podíamos regresar a Cajamarca tan tarde por ser los tiempos de Sendero Luminoso y el toque de queda, nos fuimos hasta Aguas Calientes. En el trayecto vimos el cielo estrellado más limpio que uno pueda imaginar. Nos alquilaron un cuarto con colchón de paja: experiencia de viajeros. Al día siguiente, queríamos lavarnos y la señora nos dijo que fuéramos al río para tener agua caliente, pues es zona de aguas termales. En ese entonces, no estaba ordenado; ahora es otro paisaje. Y para poner la cereza a la crema de la experiencia, aquel julio de 1983, la zona estaba en emergencia por epidemia de paludismo. Ahora es otra cosa: https://consultasenlinea.mincetur.gob.pe/fichaInventario/index.aspx?cod_Ficha=672. (https://rpp.pe/peru/actualidad/cajamarca-aguas-calientes-destino-turistico-de-san-marcos-noticia-593787). 40 años no han pasado en vano. En la ruta habíamos captado una buena emisora de radio con música de rock del recuerdo. Este encuentro también me traería un grato momento. Comenzamos el ascenso a Cajabamba. Un poco antes de llegar hay un serpenteo que hay que ir con cuidado. Hay, además, muchos locos de volante que hacen colectivo Cajamarca – Cajabamba diario. De pensarlo. Así llegamos a Cajabamba, la “Gloriabamba” de Simón Bolívar. 






Dejamos la camioneta en la plaza de armas, la cual está bien conservada y no tiene feas construcciones como veríamos en Chota o Bambamarca. Cajabamba sigue siendo una ciudad atractiva (https://rpp.pe/peru/actualidad/conozca-la-siempre-fiel-ciudad-de-cajabamba-noticia-595883). Tomamos el Jirón Grau, ahora peatonal, para tener información de la zona y ver otros atractivos; en mi anterior visita fui a las cataratas de Cochecorral, una visita muy accidentada que cuento en esta crónica: https://elrincondeschultz.blogspot.com/2010/08/cajabamba-hasta-una-proxima-vez.html. También fuimos a Cauday, como narro en esta otra crónica (https://elrincondeschultz.blogspot.com/2010/08/cajabamba-hasta-una-proxima-vez.html). En realidad, íbamos a estar un par de horas en la ciudad, por lo que fuimos a caminar un buen rato y de ahí a almorzar al restaurante Sabor Cajabambino. María sólo podía tomar una buena dieta de pollo y le agregó arroz. Nosotros atacamos otras truchas fritas. Al salir nos fuimos hacia el Mercado Municipal por el Jr. Grau. Allí me encontré con la farmacia que me curó las llagas que me hice en la visita accidentada a las cataratas de Cochecorral. Recuerdos. En la misma calle procedí a comprarme una gorra con visera y unas sandalias para baño, las que había dejado en uno de los viajes. Teníamos intenciones de ir a los Baños del Inca el último día de nuestra estancia en Cajamarca. Llegamos al Mercado, no encontramos nada atractivo, así que les sugerí visitar las calles aledañas a la plaza para ver con tristeza que muchas casonas antiguas estaban a la venta y con la certeza de que muchas iban a ser demolidas para ser horrorosos edificios como los que vemos ahora por todas partes como símbolo de poder económico y mal gusto. Antes de retornar a Cajamarca, fuimos a ver la casa de José Sabogal, la que espera alguna vez ser restaurada. Es lo mínimo que puede hacer la ciudad a un hombre que dio fama a la ciudad y se convocaba un concurso nacional e internacional a su nombre (como lo vi en el 2010). La casa está parcialmente intacta, pero falta mucho más para un hombre clave para la pintura nacional y promotor del movimiento indigenista (https://noticia.educacionenred.pe/2014/03/biografia-quien-fue-jose-sabogal-jose-arnaldo-sabogal-dieguez-wikipedia-org-050652.html) (https://hal.science/hal-01846780/document). La historia en cuanto a la relación entre Bolívar y Cajabamba es bastante complicada, aquí tenemos una interesante versión de este complicado periodo histórico: https://www.youtube.com/watch?v=T-vZn-ytR4k. Hay algunas explicaciones que merecen mayor investigación; también está la observación sobre una lucha de independencia incruenta, ¿sería posible o no? Sobre todo, en una sociedad tan acostumbrada al sistema del cual sacaban mucho provecho. Complicada la situación.




Iniciamos nuestro retorno. Al salir de Cajabamba en dirección a Cajamarca hay un mirador interesante que nos da una vista del valle: el Mirador Virgen del Rosario. En el camino pasamos por Ichocán, la tierra de la cantante Yma Súmac (https://andina.pe/agencia/noticia-yma-sumac-quien-fue-esta-prodigiosa-artista-peruana-y-como-logro-conquistar-mundo-909261.aspx). Esta cantante fue todo un prodigio (https://www.youtube.com/watch?v=7JWxNqyIRtk) (https://andina.pe/agencia/noticia-yma-sumac-quien-fue-esta-prodigiosa-artista-peruana-y-como-logro-conquistar-mundo-909261.aspx). Nuevamente pasamos por Aguas Calientes y en el trayecto, de pronto, en la radio comenzó a difundirse la canción Wish you were here de Pink Floyd (https://www.youtube.com/watch?v=IXdNnw99-Ic). Esa canción la escuchaba en mi primera visita en 1983: la escuchaba cuarenta años después. Una ola de recuerdos me vino a la memoria y las compartí con todos mis compañeros de viaje. Pasamos de largo San Marcos para irnos a Namora. Nos estaba esperando. Namora es un pueblo simpático, de postres y músicos. Luthier de guitarras y deliciosos alfajores de gran variedad y otros bocaditos (https://andina.pe/agencia/noticia-cajamarca-conoce-namora-ciudad-las-guitarras-hermosos-paisajes-y-deliciosa-comida-860087.aspx). Dejamos la camioneta en la pequeña plaza y nos fuimos a ver la iglesia que estaba siendo refaccionada. Al salir nos dirigimos a una tienda a ver guitarras, pero decidimos ir por alfajores; así nos dirigimos a La Casa del Alfajor Namorino. Entramos al lugar y nos dieron a degustar diversos tipos de alfajores (de maicena, de yema, etc.…) (https://www.youtube.com/watch?v=jDQ4Iq77v2w). El alfajor es siempre una delicia. En Argentina compré y me regalaron varios de estos; aquí también los hay deliciosos (https://www.directoalpaladar.com/cultura-gastronomica/que-alfajores-cual-su-origen-que-se-diferencian-cada-pais). Al salir de Namora nos fuimos a una formación de rocas en las que se distinguen formas de animales ayudados, obviamente, por la imaginación (https://seturismo.pe/cajamarca-bosque-de-piedra-los-sapitos/). En el lugar había algunos niños que vieron el lente zoom de mi cámara y se acercaron a ver con más detalles. Los chicos estaban fascinados. Ya se hacía tarde y queríamos regresar a una buena hora a Cajamarca. 





En la ruta, César nos sugiere regresar por Llacanora y de ahí a Baños del Inca. En Llacanora estuvimos en el 2018. Aquí la crónica de ese viaje: https://elrincondeschultz.blogspot.com/2018/06/san-nicolas-y-llacanora-cajamarca-vieja.html. Al llegar, nos fuimos al Real Plaza, pues María estaba buscando unos pantalones que había comprado en la visita que tuvimos en el 2015. En ese centro comercial hay varias tiendas que venden ropa especial para viajes. Ella no pudo encontrar lo suyo, pero yo compré unos calzados silenciosos. Nos fuimos a dejar las cosas y busqué un espacio para estacionar la camioneta. Eso nos dio tiempo para poder ir al Querubín. Una buena cena para cerrar el día.

Al día siguiente nos íbamos a Chota.







jueves, 5 de agosto de 2010

CAJABAMBA, HASTA UNA PRÓXIMA VEZ

Al día siguiente de tan extenuante jornada, nos levantamos con muchos bríos y mucha hambre. Nuestros músculos aún sufrían los embates del día anterior y una sed de caballo nos movilizó temprano de nuestras camas. Aunque estábamos en la sierra, a unos 2,850 metros de altura, Gloriabamba (así dicen que la nombró Bolívar en su estancia en esta pequeña pero linda ciudad) tiene un clima benigno y una geografía no tan tortuosa como muchas de las ciudades de la sierra tienen. Con el sol radiante serrano, salimos a tomar desayuno. La principal falencia de la ciudad está en los servicios de cualquier tipo. Fuimos a un restaurante cercano y estuvo cerrado. Nos fuimos al que el día anterior habíamos tomado desayuno, cerrado; preguntamos a varias personas por jugos, todos indicaban al mercado. Nosotros teníamos nuestras objeciones y prejuicios. De pronto pasamos por una farmacia y pedí ser curado de mis ampollas, la ceremonia se hizo y procedieron a limpiarlas. Gajes del oficio. Mientras me curaban, afuera en la vía peatonal se llevaba a cabo el concurso de pintura para niños. Este concurso, que va en su segunda versión, tiene jugoso premios y ha hecho que diversos pintores del país hayan llegado desde lugares como Cuzco, Arequipa, Puno y otros más. Vi algunas caras conocidas, todos cargando sus caballetes para ir buscando los mejores ángulos de la ciudad. En cierta manera, Cajabamba es una ciudad fotogénica y pictóricamente "retratable". Lo que sí me dio pena fue el hecho que este concurso es un velado homenaje a José Sabogal y su casa que se encuentra no lejos de la plaza de armas está muy mal tenida.
Luego de la cura, fuimos al mercado. Habíamos descubierto una tienda de quesos y una ricas y vigorizantes barritas de ajonjolí. A pelo. Compramos buena fruta en el mercado, a un precio increíble (manzanas, limas, mandarinas). Es una pena que nuestro país tenga un índice tan pobre de consumo de frutas, sobre todo en la sierra, siendo una zona tan rica y variada de producción de la misma.
Nos habíamos encontrado con Claudia Morales, una ex alumna mía en las calles (ya habíamos hablado por teléfono) y le preguntamos por un restaurante "decente". Por fin hallamos uno, Mixturas, creado por una pareja de jóvenes que habían vivido en diversos lugares y que han querido hacer un lugar simpático. Y lo han logrado. Pedimos otros jugos más y algo para reponer las fuerzas perdidas el día anterior. Íbamos de caminata otra vez.
Claudia había hecho contacto con una simpática señora, Cila, con la cual hicimos un arreglo de ir a Ponte (lago y cascadas) y Cauday. Además íbamos a parar en un mirador en el camino.  La caminata fue menos complicada que la del día anterior. El lugar es muy bonito y es el lugar de esparcimiento de los cajabambinos (que por cierto recibía varias visitas). Las cataratas son pequeñas y en esta parte del año no son tan impresionantes como lo suelen ser en temporadas de lluvia. Pero el problema en esos meses es la accesibilidad. Trepamos la catarata, como gatos o reptiles, le sacamos "garras" a nuestros zapatos. Genial.
Al momento de retirarnos, iba llegando más gente, entre ella ya había un pequeño grupo de personas que parecían chamanes. En nuestra ruta a Cauday vimos, desde un parador, la belleza de este valle, el de Condebamba, el que deslumbró a Bolívar. Se ven varios pisos ecológicos y es la razón por la cual había decidido regresar años después.

























Cauday es una pequeña ciudad ya cerca de Cajabamba. Ganadera y agrícola, concentra un puñado de casas silenciosas en torno a una amplia plaza de armas con gallardetes (como el de Huamachuco, es usanza de la zona), portando una inmensa bandera con franjas horizontales (no verticales) en algunas de las cuales tiene como escudo a una virgen patrona de la ciudad o región. En realidad, esta zona tiene una fuerte identidad que muy pocas veces nos hemos acercado para entenderla. La conexión con Huamachuco es clara, ya que eran pueblos prehispánicos de una misma etnia, pero guerreros entre sí. Cajabamba tiene más ricos valles por ser más baja que Huamachuco, lo que le permite mayor diversidad agrícola.

El paseo concluyó con un almuerzo en el Mixtura y luego para "asentar" el almuerzo nos fuimos a conocer el rincón de los suicidas o algo así, que es una suerte de peñón del cual se tiene una bella vista de quebradas y a lo lejos el valle de Condebamba. Estábamos cansados, así que fuimos a hacer una larga siesta hasta la noche. Nos perdimos charlas sobre la pintura, pero preferí oír a mi almohada.
La última noche decidimos comer rico y brindar con vino. Fue una amena charla y en cierta manera un resumen de lo vivido en las dos jornadas.
El último día, viernes 30, salíamos a Trujillo a la 1 p.m. Un buen desayuno - almuerzo. Gustavo se fue a una cabina internet a solucionar un problema de trabajo; por mi parte fui a tomar fotos a la ciudad, a sus calles, sus casas (algunas bellas), a la ciudad de clases que se ven bastante marcadas; de la plaza "hacia arriba", se ve una ciudad con casas grandes, de escudos. Hacia abajo, un barrio más pobre. En la actualidad esto ha ido cambiando y hay un poco más de dinamismo. Pero algo queda.
Fue un grato descubrimiento, pese a las vicisitudes pasadas, a los problemas que sus servicios generan, a los respetos por los tiempos pactados, a una serie de detalles que quedan por mejorar; pese a todo, la visita fue toda una rica experiencia, un buen baño de aventura y un recargue emocional para continuar con el trabajo y zambullirte en la fría ciudad de Trujillo.

miércoles, 4 de agosto de 2010

CAJABAMBA (2)

Una vez terminado nuestro almuerzo en el Fonseca cajabambino, y premunidos por la extensa información que el dueño del lugar nos dio de su ciudad y región, nos fuimos a un terminal cercano al restaurante a negociar con taxista para que nos lleve a algunos de los sitios propuestos. Al final de la negociación, quedamos en ir a las cascadas de Cochecorral. Partimos hacia el lugar que no muy cercano que digamos, no por la distancia, sino por la subida que tuvo que emprender el taxi. Habíamos llegado a las 5 de la mañana y a las 3 y media de la tarde estábamos ascendiendo hasta una altura de 3,300 metros. El paisaje es una belleza y hay un bosque, el cual atravesamos. Pero el bosque sufre una tala permanente, espero que haya una permanente reforestación. Llegamos a una suerte de recodo en la ruta y el taxista decidió no acompañarnos aduciendo cuidar su auto. Desde ahí empezaron los problemas. Atravesamos el ralo bosque y un par de carteles nos indicaba la ruta (?) a las cascadas. El descenso fue un poco penoso, ya que era una trocha cubierta con vegetación y más de una vez nos extraviamos y teníamos que regresar por el camino andado para ver otro sendero. Así, un poco errantes, llegamos al camino real, camino que habíamos divisado desde la altura y por el cual habíamos visto a varios campesinos caminando. Ya por el camino real comenzó una penosa escalada para llegar a dichas cascadas; el tiempo discurría y yo sentía mi corazón batir cada vez más intensamente a causa de la altura. Casi una hora y cuarto después llegamos al sitio con un agotamiento infinito. Allí hicimos una buena pausa de un cuarto de hora para iniciar el retorno. Sugerí ir por el Camino Real para tener una ruta más llana y menos accidentada. Caía la noche. El Camino Real seguía su propia ruta y ésta no se topaba con la carretera. Perdimos a nuestro taxi y entramos en un poco de ansiedad, puesto que la noche caía rápidamente. Pronto vimos luciérnagas en la penumbra y éstas surgían de todas partes. Algunos perros aullaban y divisábamos a lo lejos a la ciudad de Cajabamba. Pero la ruta se tornó tortuosa, empedrada de guijarros de todo tamaño que comenzaron a molestar a mis pies. La soledad era nuestra compañera, ya que no divisábamos a nadie en la ruta; algunas chozas parecían abandonadas, llamábamos a sus ocupantes para tener información y el silencio o un perro nos respondían. De pronto, nos encontramos con un campesino a quien le preguntamos sobre la carretera, él nos dijo que se hallaba muy cerca; cierto era, veinte pasos más y ahí estaba. Como había luna llena se podía distinguir algo. de repente un grito en la oscuridad: otro campesino borracho salía de una casa con su esposa cargándolo y sus pequeños hijos; al ver Gustavo a los niños, éste pensó en duendes; a esas alturas del camino, nuestro pensamiento mágico brotaba por doquier. Ya casi llegando a la ciudad, en los suburbios ya algunos postes de alumbrado nos indicaban algo el camino. Pero aún faltaba llegar a la ciudad en sí y varios tramos aún permanecían oscuros. 
En realidad, más temor sentía yo de las cercanías de la ciudad que del bosque en sí: los vivos son peores que los muertos a no dudar. Y así lentamente nos fuimos acercando más a la ciudad. Si antes no nos habíamos percatado de nuestro cansancio, ya en Cajabamba las caminata de cuatro horas y media nos pasó la factura: yo tenía dos grandes ampollas en la planta de mis pies y ambos estábamos tan cansados que cuando llegamos a nuestro hotel (Premier) sólo decidimos dormir y postegar la cena para el día siguiente.
La irresponsabilidad de todos (nosotros y el taxista) pudo haber llegado a situaciones mayores; felizmente no fue así y llegamos a buen recaudo.
Cajabamba siempre tiene sus riesgos, pese a los años transcurridos.

REENCUENTRO CON CAJABAMBA (1)

Luego de 27 años, vuelvo a una de las zonas que más me impresionó en mi primera visita, no sólo por la belleza de lugar que hallamos Miguel Jaramillo y yo un julio de 1983, sino por la serie de peripecias que nos tocó vivir en ese entonces. Pensé que muchas cosas habían cambiado, pero cada viaje es siempre una caja de sorpresas que nunca dejan de estallarte en la cara para alegría muchas veces, para preocupación otras tantas.
El primer viaje fue hecho con nuestro gran espíritu aventurero y una gran dosis de flexibilidad, habida cuenta que los servicios a la sierra eran (y en la actualidad, en muchas ocasiones, sigue siendo) de pésima calidad. La atención es bastante mala y la vida de uno está permanentemente expuesta al peligro, fuera de la calidad de servicios, como los higiénicos, que te hacen abstenerte de usarlos: no comes, no bebes, no usas los baños; una larga implosión corporal hasta llegar a algún baño decente. Además, en 1983, para julio se habían calmado los duros embates de lo que fue ese terrible fenómeno del Niño que agarró a todos los peruanos desprevenidos, haciendo colapsar casi toda la infraestructura vial norteña, así como la economía de ciudades y hogares de miles de peruanos ante la incapacidad del gobierno de entonces. Sabíamos que la carretera estaba afectada; pero nuestra terquedad aventurera pudo más y salimos en un bus, cuyo terminal se hallaba en la calle Unión, cerca del negocio de mi padre. Premunidos de un maletín comenzamos este periplo que nos llevaría a Cajabamba y, luego, a Cajamarca.
























   Subidos al bus, empezó la aventura. Citados a las 2 de la tarde, el bus salió a las 3. El bus era para unas 30 personas. Cuando llegamos a Huamachuco, en el bus iban unas cien  aproximadamente. Había personas paradas en el pasadizo, apretujadas unas contra otras y esto les permitía dormir con confianza, ya que no iban a caer durante su sueño. Iban varias personas más en el techo y, a pesar del cerrado frío serrano, vi a por lo menos un par de señoras campesinas bajar con hijos en brazos de las alturas. En la ruta de retorno que hicimos esta vez por la tarde vi varios camiones cargando a personas y entre ellas a mujeres con bebes de pecho exponiéndose a todo riesgo. La vida en nuestra sociedad no vale nada; eres equiparable a una cabeza de ganado, o bultos de maíz o papas.

Nuestro actual bus era más grande (un bus-camión) con ciertas comodidades: un bus cama. Nuestros asientos daban a una ventana cuyo picaporte estaba roto: menudo problema. Decidimos cambiarnos de sitio a los asientos laterales. Una vez ahí, a la controladora le increpamos la calidad de bus en el que íbamos; esta reacción nos permitió ir en nuestros nuevos asientos. Atrás de nuestros asientos iba una señora con dos pequeños hijos, uno de ellos terminó defecando, puesto que no había baño alguno y el niño no exigió atención previa alguna. Bueno, nos fuimos con hedores hasta Cajabamba. Ni modo. Tras un par de horas, con nuestro olfato ya saturado, tenté dormir y lo logré. Desperté un par de horas más tarde, casi llegando a la ciudad de Huamachuco, donde el bus hace una de las paradas de rigor. Había una luna llena espledorosa y eso me permitía ver ciertas siluetas del paisaje.
Dejamos atrás Huamachuco y salimos rumbo a Cajabamba, iba con ciertas expectativas y no con algunos temores que a la larga se fueron convirtiendo en realidad. Días previos había buscado en internet información sobre Cajambamba y sus instalaciones hoteleras. Cuando hice la búsqueda, obtuve pocos datos y los que obtuve estaban totalmente desfasados. Recurrí a la Telefónica y fue peor, algunos datos telefónicos eran errados o no existían. Gracias al apoyo de amigos como Gilberth y César Alva, obtuvimos varios datos de hoteles, direcciones y teléfonos. Llamé a varios y los hoteles estaban llenos, había un evento del cual me iba a enterar después.

Llegamos allí a las 5 de la mañana y quedamos en la estación  del mercado; preguntamos por la plaza de armas y la gente, muy amable, nos indicó que quedaba a sólo 3 cuadras del lugar. Nuestro hotel escogido, La Posada, quedaba en plena plaza, así que nos pusimos en camino. Llevaba un morral que había comprado en Israel hace varios años (1988) y aún lo uso por práctico y resistente; puse sus asas entre los brazos y eso me da maniobrabilidad que no te la dan las maletas de mano y de ruedas. Así marchamos hacia la plaza, era 28 de julio, día patrio. La ciudad tenía varios cambios que la hicieron irreconocible de aquella que vi en mi primera visita. La plaza de armas tiene para mí un especial recuerdo: tras el largo de viaje que hicimos con Miguel Jaramillo en ese entonces (salimos a las 3 de la tarde y llegamos a las 11 de la mañana), decidimos comprar un par de botellas de vino para celebrar esa noche. Sentados en la plaza más o menos a las 9 de la noche, sin un alma, se nos acercó un policía y luego otro, nos pidieron nuestros documentos; luego de revisarlos, el primer policía nos indicó que como era zona roja, zona de Sendero Luminoso, lo que solían hacer era primero disparar y luego preguntar quién era o quiénes éramos. Decidimos irnos raudos a nuestro hotel. Ahora era diferente, había ya vivanderas de anticuchos y de desayunos al paso listas para el trajín del 28. Una de ellas nos indicó dónde estaba el hotel. Llegamos a él, tocamos la puerta y nos permitieron usar dos cuartos individuales hasta las 10 de la mañana que iban a desalojar nuestro cuarto doble. Cajabamba estaba celebrando el segundo Encuentro de Pintores en homenaje a José Sabogal, gran pintor indigenista y habían llegado más de 250 pintores de todo el país. Esa situación creó todo un desequilibrio que no habíamos previsto. Había llamado cuatro (4) veces a la administración del hotel dos días antes para asegurar nuestro cuarto y se nos dio una respuesta afirmativa. Una vez levantados, nos fuimos a tomar desayuno, una rica trucha rosada frita con papas sancochadas. Delicioso. Terminado este, nos fuimos a ver el asunto del hotel para ver qué íbamos a hacer, queríamos dejar nuestas cosas instaladas. Pero ¡Sorpresa!, como unos inquilinos previos no querían partir, nos dijeron que ya no teníamos cuarto. En el colmo de la desorganización, nos dijeron frescamente que teníamos que quedarnos en unos cuartos simples que costaban 15 soles a precio de 40 soles. Eso es lo que se llama el puro libre mercado. Felizmente hallamos otro hotel más amplio, con mejor vista, mejores instalaciones y nos mudamos ahí. 

Una vez instalados en el nuevo hotel, nos pegamos una ducha con agua caliente y nos fuimos a comer. El lugar era Fonseca, lugar en el que íbamos a hallar la información pertinente para empezar nuestras aventuras por la ciudad.
Estas aventuras sí que nos iban a traer algunos problemas que teníamos que resolver imaginativamente. Cajabamba, 27 años después.