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Trujillo, La Libertad, Peru
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lunes, 23 de febrero de 2015

UNA VISITA A LA DAMA DE CAO Y A LA IGLESIA DOMINICA DE CHICAMA

El 29 de marzo del año pasado (2014), gracias a la iniciativa de Gilberth García, operador turístico, y en coordinación con la Fundación Wiese y el proyecto arqueológico el Brujo, dirigido por el arqueólogo Régulo Franco (http://www.fundacionwiese.com/patrimonio-cultural/el-brujo-huaca-cao/la-senora-de-cao.html), un grupo de personas ligadas al mundo de la educación trujillana hizo un viaje de todo el día a las instalaciones del conjunto monumental  (huaca, restos hispánicos) y el museo de sitio; además tuvimos la oportunidad de ver el trabajo en conjunto que se hace con la población de Magdalena de Cao para poder ofrecer servicios de calidad al turista nacional e internacional que llega al sitio arqueológico y que atraviesa esta pequeña ciudad. Anteriormente los visitantes iban al destino y retornaban sin percatarse de la historia y vida de esta población, la cual se ha trabajado por año con gente del grupo MINKA. En algunas visitas que hemos hecho sucesivamente al conjunto arqueológico CARAL, había visto los cambios notables que se hacen, pero que demandan diversas formas de inclusión social con los pobladores (un problema que se está abordando en Moche y las huacas de la zona) así como cambios de actitud de los pobladores que quieren solucionar sus vidas con la famosa costumbre paternalista que confunde a muchas entidades con la mal entendida Responsabilidad Social y las acciones de asistencialismo que se suelen ejecutar, equivocando limosna, dádivas o regalos con trabajo de RS. La población afectada debe experimentar un cambio que conduzca a cambiar ciertos hábitos en el desarrollo de sus actividades para mejorar la producción de objetos o mejora de servicios que pueden ofrecer a un público distinto al que solían tener. Así pues, nosotros, el grupo de casi 30 personas, íbamos a hacer los catalizadores de las diversas actividades que se han ido desarrollando en torno a este patrimonio arqueológico: arqueología, historia, sociedad, turismo, artesanía, gastronomía, hotelería; diversas ramas de la ciencia y del bienestar se han conjugado para ofrecer un producto y, como dicen ahora, una marca. Salimos en un bus en el cual nos acomodamos todos los asistentes, más personas ligadas al proyecto arqueológico. Nos acompañaba en este viaje, Iván La Riva, incansable viajero y narrador muy entretenido de nuestra historia regional. En el camino pudimos recibir una clase sobre la importancia del Cerro Campana, el cual se encuentra bastante amenazado por los intereses de Chavimochic. Justo por la fecha, el tema del Cerro había salido a la luz a raíz de una venta de terrenos en zonas que estaban en discusión su intangibilidad. Me parece que a la fecha este asunto no está del todo claro sobre el futuro de este lugar no solo de importancia ecológica, sino arqueológica e histórica. Lastimosamente, y como me lo comentaron algunas personas que están trabajando en esto, se han hallado algunas vetas de oro y eso puede significar su final como santuario.



Sigamos con nuestro viaje. Iván nos señaló los lugares que significaron la caída del imperio Chimú, ya que con esos sucesos, la ciudadela Chan Chan fue ocupada por la expansión inca.  La zona se llama Chiquitoy viejo o Chiqtoy. Las ruinas las recuerdo cuando íbamos a la playa en los 80 por esta ruta de entrada desde la Panamericana. Anteriormente, en una visita que hicimos con estudiantes de la universidad en la que laboro, habíamos tomado una ruta que bordeaba el mar desde Huanchaco. Esta vía es mucho más corta y atraviesa Santiago de Cao. Reduces los casi 60 kilómetros de distancia y la hora que te toma en llegar a este destino. Lastimosamente y por razones de preservación de los huachaques y totorales, no se ha asfaltado la misma. Pero sería una buena alternativa si la carretera se hiciera, en ese tramo, sobre el tablazo. Hay proyectos y proyectos. Así que tomamos la Panamericana, la cual están en proceso de ampliación. Espero que estos cambios atenúen el pesado tráfico que hay hacia el valle (también cargado de permanentes accidentes, varios fatales). La entrada, desde Chocope, hacia Magdalena ha mejorado considerablemente. Hay una mejora en la señalización de la que solía tener y ahora ya estás seguro de tu camino. Años pasados accedíamos al lugar por “acción divina”. Las veces que veníamos por el mar, al cruzar los cañaverales no tenías mucha certeza de tu destino. Pero ahora ya hay una mejor señalética y todo se halla, desde Chocope, asfaltado.
Nos dirigimos hacia nuestros objetivos iniciales: huaca y museo. Como el grupo era relativamente grande, teníamos que ir a cierto ritmo. Hubo una presentación inicial a cargo de Régulo y luego nos dirigimos hacia el conjunto arqueológico. Recibimos las primeras indicaciones en la plaza principal o ceremonial y luego visitamos algunos pasadizos que suelen permanecer cerrado a las visitas regulares. Se puede apreciar las técnicas de construcción y el carácter religioso del inmueble. Pudimos ver más de cerca el nivel que representa un desfile de los sacrificados, quienes desnudos son llevados al sacrificio; y en el segundo nivel, a los danzantes. Hay además todo un mural en alto relieve cromático muy parecido al de la Huaca de la Luna, cerca de Trujillo.




Hay algunas galerías que no han sido del todo abiertas y que son más fascinante de lo que solemos visitar. El cuidado de los muros es vital para evitar que la erosión del viento marítimo vaya deteriorando las paredes recientemente restauradas. Igual está pasando con el gran techo metálico cuya lona ya está muy deteriorada. El coste de la restauración es alto y se puede lograr si el monumento tiene una vida turística activa.  Ya se estaban empezando las restauraciones de las ruinas hispánicas que, en contraste con las precolombinas, se hallan más dañadas. Aquí hubo un pequeño poblado de origen español y una iglesia, también dominica, cuyas ruinas ahora están restaurando. La iglesia, como parte del proceso de extirpación de idolatrías, se construyó en una zona de adoración prehispánica. Desde la parte superior de la huaca, ves el valle, el mar y los otros complejos arqueológicos, algunos lamentablemente dañados como Huaca Rajada o Cortada (el nombre lo dice todo). Además puedes contemplar uno de los sitios más antiguos del Perú: Huaca Prieta. Todo apunta a que esta zona ha sufrido serios embates de los efectos de los Niños de los siglos pasados (y una seria advertencia si amenazase otro igual como del 25 o del 82-83, e incluso el del 97-98). Hay que reforzar y proteger lo hallado, sino acabaría como otra ruina más. El museo es pequeño, pero su contenido es notable, fuera del trabajo museístico hecho con una profusa y amena información, recursos tecnológicos bien empleados y los tesoros que son presentados en su colección. Hay toda una discusión entre paisajistas, arquitectos, restauradores e historiadores sobre el uso de materiales para su construcción, así como su locación. Sin embargo, el interior es bastante ventilado, aunque es recomendable no tener mucha gente en tu visita. Un contraste irónico. El plato de fondo es la dama de Cao, una sacerdotisa que murió muy joven por fiebres puerperales, posiblemente. Murió, según datos, hace 1800 años, casi siglo II o III de nuestra era y pertenece a la cultura moche. Fue una autoridad religiosa, casi divinizada, y con ella se rompió el mito de una sociedad teocrática gobernada solo por hombres. Lo interesante es ver sus brazos que aún muestran las pinturas que se hallaban en su piel. La sequedad del clima ha permitido que estas características se hayan preservado por siglos. La cámara  en la que descansan sus restos está climatizada. Además la luz es tenue para que no dañe las pigmentaciones que han sobrevivido a siglos.






Una vez concluida la visita al sitio arqueológico y el museo, hay una nueva propuesta que se quiere incluir como un producto más para visitar: turismo mágico. Para esto, se ha acondicionado espacios y un camino que conducen a un pozo de agua de excavación prehispánica. Aquí todo apunta que se realizaban ritos sobre en una zona identificada con la chamanería y la brujería. No en vano se llama huaca El brujo. Los ritos del agua son muy importantes para una sociedad que dependió mucho de ella y que padeció por ella. El Niño es un conjunto de fenómenos climáticos que afectan la distribución del agua; en algunas partes caen lluvias torrenciales incontrolables, en otras las sequías causan hambrunas. Se ha adecuado un descanso para aquellos que esperan su turno para el rito, acompañado de un sanador chamán.





Una vez culminada la extensa visita y con un hambre de lobos, nos dirigimos hacia Magdalena. Ahí nos distribuimos para almorzar. Hicimos un alto en su simpática plaza principal, la cual luce muy cuidada y restaurada en algunas de sus calles con empedrado. Hay muchas cosas pendientes por mejorar, incrementar la calidad de los servicios y estar listos para poder atender a grandes grupos e incrementar su oferta en el menú. Igual como suelen presentar las botellas para la chicha “mellicera” como la llaman. Por lo  menos estandarizar el tamaño. Por el tiempo, no pudimos quedarnos a ver la artesanía, la cual ha mejorado considerablemente.
Ya ajustado nuestro horario, salimos con retorno a Trujillo, pero a la altura y ante la sugerencia de varias personas, entramos a  ver la pequeña iglesia de Santo Domingo en el poblado de Chicama. Es una iglesia pequeña, que fue administrada por los dominicos (obvio) y, pese a ser reconocido como un monumento histórico en 1974, poco se ha hecho para impedir su acentuado deterioro. En 2010, cayó parte de su pared y no vemos techo en la actualidad.






El interior del convento está vacío. Imagino que igual ha de estar el claustro. Lo que sí sigue activo es el cementerio que se ubica a la izquierda de la entrada del convento. Chicama es un poblado que data del siglo XVI y fue fundado por Diego de Mora. Era una suerte de pascana para los viajeros. Esta iglesia era para adoctrinar en una zona tan poblada como lo era este valle, el de CHACMA. Interesante datos hallados en el ensayo de Susan Ramírez (http://www.ifeanet.org/publicaciones/boletines/24%282%29/245.pdf) para complementar la lectura; en el texto se habla de que este lugar ya estaba dominado por Diego de Mora desde antes de 1558 y creó el primer ingenio azucarero del Perú, el cual fue dirigido por su viuda, Ana de Pizarro.

Luego de la breve visita, regresamos a Trujillo, llegando a las 5 de la tarde. Intensa jornada.