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Trujillo, La Libertad, Peru
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jueves, 20 de enero de 2011

LUIS JAIME CISNEROS, UN GRAN MAESTRO

En la vida, uno va teniendo diversos padres; el biológico que te acompaña desde nacer y te acompaña, la más de las veces, en tus primeros pasos. Tienes padres espirituales, quienes te dan un sentido a la vida muy especial y que quedan en tu memoria para evocarlos en los momentos de encuentro con ella. Pero tienes padres que trazan tu vida, porque ayudaron a encontrar tu vocación. Ese fue para mí, Luis Jaime Cisneros. Fui su alumno desde el año 1978 reiteradas veces durante mi paso por las aulas de la Católica. En muchos sentidos, la Católica era él. Sus clases magistrales en las cuales usaba poco el pizarrón y más la palabra, el discurso, eran clases en las que él, como docente, apelaba de ti tu calidad humana, tu sentido del humor, tu amplia comprensión del mundo y tu amor al lenguaje que habías adquirido a lo largo de tu vida hasta que recalabas en sus aulas. De pronto, nos hacía ver lo maravilloso que era el lenguaje y más maravilloso aún saber que éste era el orden del universo, lenguaje que me servía como la medida de todas las cosas. En sus clases, las que recuerdo por la presencia masiva de alumnos no sólo inscritos en su sección, sino de otros visitantes, Luis Jaime nos iba abriendo la mente al mundo universitario, a lo que se nos venía por delante, al hecho de pensar que eres un ciudadano de este mundo, de esta sociedad y tu lugar en la misma. Luis Jaime no quería que memorizáramos, quería que pensáramos. Nuestros cuadernos se llenaban de apuntes de reflexión, por lo que eran extensos; extensa era también la bibliografía que teníamos que abordar, libros de consulta, libros elementales, libros complementarios. Nos invitó a leer a Saussure, a Martinet, a Benveniste, a Jakobson, a Chomsky. Su parte intelectual era esplendorosa, rigurosa, con sus estudios de la literatura peruana de la colonia y un curso maravilloso del Quijote, que llevé durante 4 meses para leerlo en todos los planos posibles. Su acompañamiento pedagógico como intelectual aún quedan en mi mente por las brillantes clases en las cuales las frases de Cervantes eran desmenuzadas para entrar de lleno a la España barroca que se venía en ciernes. Sus reflexiones eran acompañadas de una amplia fuente intelectual a la cual nos volcábamos en la época en que la Internet no era aún imaginada. Y leíamos, discutíamos, indágabamos por los temas que nos iba presentando en sus clases. Recuerdo sus clases de Gramática Generativa y la pasión que prendió en mí por el planteamiento chomskyano en discusión.
Pero el plano más interesante y que marcó mi vida fue el humano, el del profesor de carne, sangre y hueso que hallas tras el conocimiento, la persona que te habla de la vida cuando ésta no te es comprensible y necesitas alguien que te dé una luz para seguir adelante. Et Lux in tenebris lucet. Por eso él era, en cierta manera, la Católica. Trabajé con él casi un año y medio en las prácticas que dictábamos a los cachimbos, hasta que un día, con su parsimonia, me invitó a hacer docencia en un colegio de Lima. Habló con otro docente, León Trahtemberg, para que sea entrevistado. Luis Jaime me dijo: "tienes pasta de docente" Fue un 1983.
Años después, en 1999, cuando ya estaba instalado en Trujillo, llamé a Luis Jaime luego de muchos años de "haberme perdido" de su camino. Al teléfono, con extraordinaria memoria, Luis Jaime me dijo: "Gerardo, hola, hombre ¿qué ha sido de tu vida?" Acercarme a él luego de prolongada ausencia no fue nada difícil, nunca fue inalcanzable para sus alumnos, ni divo, ni caprichoso. Un ser humano que dialogaba con otro. Lección de vida que aprendí de sus acciones. Todos eran recibidos con cordialidad y respeto. Para su visita a Trujillo, le pedí que hiciera una conferencia magistral llamada "La Importancia de las Humanidades en el Siglo XXI". Su conferencia, tal como me lo comentó un buen número de los asistentes , fue de un alto nivel intelectual; muchos docentes que venían de otros espacios universitarios lo reconocieron. Pero tal como es el mundo ahora, un partido de fútbol fue más importante para mucha gente (profesores incluidos) que escuchar la brillante explicación que bien hubiera servido para mucha gente que ahora ve en la educación una fábrica de hacer robots y dinero. Sólo basta ver los planes de estudio de las Universidades para tener una idea del rumbo que han tomado estas y lo que Luis Jaime, en cierta manera, advertía durante su ponencia.
Luis Jaime ha partido. En cierta manera, mejor para él; para no sentir el dolor de ver la estupidización de la educación en todos los niveles, para que no sea testigo avergonzado de este deplorable panorama social donde prima el facilismo, la rapidez, la copia y el culto al éxito. Quizá se haya sentido incómodo, en vida, de haber sido maestro de personas conocidas en la actualidad que deshonran sus enseñanzas. Estoy seguro que sí.
Espero que el sitio donde se halle ahora, si es que existe, se lo escuche en sus enseñanzas. Gran hombre.