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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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jueves, 11 de noviembre de 2010

LA BELLEZA DE LA CONTEMPLACIÓN: SONIDOS DEL JAPÓN

El día lunes 8 de noviembre en el Teatro Municipal de Trujillo tuvimos la suerte de ver y oír a un quinteto de música japonesa moderna, la cual ha tenido, como todas las formas musicales mundiales, una serie de fusiones de ritmos, elementos armónicos y tonalidades que han occidentalizado el sutil espíritu de la cultural musical japonesa. Debemos recordar que el Japón se aisló como país por más de 200 años desde el periodo Tokugawa (algo de esto se ve en el film Kagemusha de Akira Kurosawa), periodo que les permitió (a los japoneses) crear su propia cultural; su misma situación insular les permitió acentuar este aislacionismo hasta que en el siglo XIX, el famoso Comodoro Matthew Perry rompió este aislamiento (por cierto, a la fuerza) en 1833. Esta nueva atracción para los occidentales hizo que el Japón se pusiera de moda y su cultura fue occidentalizada a través de la pintura (Utamaro fue muy apreciado en Francia por los impresionistas), su moda y alguno que otro detalle de la cultura nipona. Su música les fue extraña y las versiones en las que aparecen personajes japoneses como la famosa ópera Madama Butterfly de Puccini estaba escrita en cánones integramente europeos. La tradicional música culta japonesa o gagaku era muy difícil (y lo es) al oído nuestro. Pero la migración japonesa del siglo XIX hacia occidente nos ha permitido acercarnos un poco más a este fascinante y algunas veces agresivo país. Digo esto, pues la triste participación de las huestes japonesas en muchas naciones del Lejano Oriente han dejado su huella.
La migración de japoneses a nuestro país fue frecuente hasta antes de la segunda guerra mundial. La colonia nipona afincada en muchas ciudades de la costa peruana fue próspera e hizo labor en nuestro país. Por muchos años, nos hemos acercado poco a su cultura; recientemente su culinaria ya se ve con más frecuencia en nuestras ciudades,  en las cuales extrañamente no había restaurantes japoneses como sí los hay chino cantoneses. La irrupción de los manga y anime de los 70 en adelante también es otro hito para conocerlos más. Pero su música ha "tardado" un poco.
Japón no es solo música tradicional: he sido testigo de una banda de jazz excelente que vi en el Teatro Raimondi en 1991. Fuera de sus creaciones, liderados por su eximio bajista, interpretaron una sorprendente versión de El Cóndor Pasa con un swing fenomenal. El comentario de mis amigos era: "no parecen japoneses". Mucho más sorprendente fue la llegada al Perú de la famosa Orquesta de la Luz, cuyas voces principales eran chicas japonesas que no hablaban español pero que cantaban con una dicción perfecta.
La presentación del día 05 ha sido todo un regalo a la vista y al oído. Tan preocupados por detalles, el escenario tenía arreglos florales (hana) para hacer más placentero el espacio. Las 3 artistas mujeres vestían sendos kimonos y eran las intérpretes de las cuerdas: Koto y Shamisen; dos varones tocaban Shakuhachi, una especie de flauta, de diversos tamaños y timbres. Y el director Akira Inoue daba el toque de modernidad con su teclado.
Durante una hora y media, y soportando a algunas personas poco respetuosas de lo que significa ir a un concierto de esta naturaleza, fueron interpretando varias obras y arreglos del Director. Interesante fue la adaptación de obras clásicas y populares japonesas con un movimiento de Vivaldi de sus Cuatro Estaciones. El arreglo de Imagine fue muy interesante, ya que incluía cajón peruano, como una muestra de internacionalización de la música, única y diversa. Y el encore fue un regalo peruano: Vírgenes del Sol, de Jorge Bravo de Rueda. Oír el ensamble entre Shakuhachi soprano y una quena, o zampoñas, fue toda una experiencia.
Hay que agradecer a la Asociación Okinawense de La Libertad el haber hecho esta gestión. Hay mucho por escuchar aún, así seremos más "globalizados" de manera positiva, en buen sentido del término.

domingo, 4 de octubre de 2009

MERCEDES SOSA. PENA



Pena. Eso es lo que uno siente en un momento como este cuando sabes que una voz que te acompañaba en tus momentos se ha apagado.

Se ha ido silenciosamente, pero su voz ha quedado marcada en cada uno de los que la oímos por sus discos o conciertos. Mercedes Sosa fue una revelación cuando alguna vez traje un disco suyo en mi casa. La había oído por los años 60, llegó con poca pantalla; llegaba mucha gente del folclor argentino y Mercedes Sosa ya era una voz. No tuve la suerte de oírla como soprano, pero la prefiero (y quiero recordarla así) como una bella contralto, una voz llena, cálida, inmensa como sus letras. Volver a los 17, La Carta, Gracias a la Vida eran temas que iba oyendo con una fruición por saber que había música así. Luego, ya creciendo, fui descubriendo a través de su selección cosas tan bellas como Ginastera. Cuando obtuve un disco de ella con sus conciertos luego del exilio en Europa, entré en un limbo hermoso de lo que era oír La Cigarra, Sólo le pido a Dios, Soy Pan, soy Paz; era la música que debería haber oído siempre. Derrumbo a muchos su Canción de las simples cosas, precisamente por simple, por sencilla, por humana.

No la veremos más en escenarios, pero tenemos un patrimonio inmenso que nos acompaña en la memoria personal y colectiva de cada uno de nosotros. Que cada lágrima que caiga en su honor sean bellas canciones que lleguen a todos, sobre todo a los jóvenes. Ellos tienen una misión, quizá ella les dé muchas luces para hallar esos caminos.