Datos personales

Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
Mostrando entradas con la etiqueta Pacasmayo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Pacasmayo. Mostrar todas las entradas

domingo, 11 de febrero de 2018

CAÑONCILLO Y SAN PEDRO DE LLOC, EL NORTE CHICO DE LA LIBERTAD






Sábado 03 de febrero. Luego de un reparador sueño, nuestros pasos iban a ir hacia el sur, hacia el Bosque de Cañoncillo y San Pedro de Lloc. La mañana iba a ser una visita a estos lugares y la tarde íbamos a peinar Pacasmayo. Estuve preguntando por Pacatnamú y la gente no suele tener mucha información al respecto. Esta zona se halla en la desembocadura del río Jequetepeque y su visita no es muy segura. Una lástima. También ese día, por la tarde, nos dieron información sobre la Huaca Dos Cabezas, la cual se podía ver desde el hotel. Frente a la huaca, se halla Pacatnamú, separados por el delta del río en mención. Es un pendiente.
Tomamos nuestro desayuno, yo un poco ligero (el estómago me estaba jugando pasadas); el día se presentaba nublado y eso iba a ser una bendición, pues recorrer un bosque de algarrobos cargando una mochila iba a ser una experiencia “interesante”. Salimos con nuestras cosas rumbo hacia el Norte, pues íbamos a ingresar por el acceso a San José, un desvío antes de llegar al puente sobre el río Jequetepeque. De ahí ingresamos al camino de trocha (por esta zona) hasta llegar al pueblo de San José, lugar en el que vimos los restos de un cine. Estos han muerto de pie. De ahí nos dirigimos a Tecapa. El acceso está en reparación. Una mujer amable nos indicó el camino que deberíamos de tomar. Espero que para la próxima visita ya esté disponible, pues el que tomamos era bastante estrecho y de haber venido otro auto en sentido contrario nos íbamos a ver en un aprieto. Llegamos hasta la entrada del mismo. Luego del pago de dos soles, nos fuimos a la búsqueda de las tres lagunas, todas en dirección hacia el sur: Cañoncillo, La Larga y Gallinazo. Sería bueno que colocasen los carteles que se ven en la entrada en la misma locación de las lagunas. En algunos casos se ha talado los algarrobos (algunos troncos) con el fin de establecer un camino a seguir. El ecosistema creado por estas emanaciones acuíferas en medio del desierto la convirtieron en un verdadero oasis. La primera vez que fui no había tanto cultivo como el que hay ahora. Indudablemente eso ha de impactar en el bosque a la larga, pues los árboles están acostumbrados a la sequedad. Ahora ves arrozales en las cercanías y, sin duda, los cambios se vienen. ¿Cómo ha de impactar esto en el ecosistema? Ya hemos visto cómo Chavimochic ha impactado en nuestra sociedad desde el punto de visa climático: más humedad, presencia pluvial en verano, más neblinas, napa freática más alta (sobre todo en las zonas más cercanas al litoral), contrastes más marcados entre la estación de calor y la fría. Pese a todo, la caminata fue saludable; pese a que había otras personas, el sonido más persistente era el silencio, solo se oía el crujir de la arena, hojas o restos de ramas que pisábamos en nuestro andar. En nuestra caminata nos topamos con un grupo de caminantes liderados por un señor setentón que suele ir con frecuencia al lugar desde que era niño. Se conoce todos los senderos. Al llegar a la última laguna, decidimos regresar, pero confundimos el sendero. Pronto distinguimos la ruta original, a la cual regresamos. En el camino nos topamos con numerosos cañanes, algunos de ellos multicolores y de buen tamaño. Nos detuvimos a ver el comportamiento de los mismos, pues comenzaron a mover hojas secas; en un principio pensé que estaban haciendo un nido, pero estaban a la cacería de insectos. La zona está llena de aves, mariposas y peligrosos mosquitos. También hallamos un extraño hongo que parecía un percebe; es extraño, pues la parte exterior es totalmente blanca, pero si lo frotas todo el interior es negro. Vimos algunos en nuestro retorno y pensábamos que los habían quemado. El retorno se hizo un poco pesado, la arena ingresaba en nuestras zapatillas, más en las de María. Al llegar a la camioneta, tomamos toda el agua que quedaba. 






Así emprendimos nuestro camino de retorno. María conducía y le pedí parar un rato en San José para tomar algunas fotos de la pequeña iglesia en su plaza y lo que quedaba del cine teatro del pueblo. 



De ahí tomamos el camino por Mazanca y Chocofán que estaba asfaltado y que nos acercaba a San Pedro de Lloc. Ya en San Pedro fuimos a ver su bella iglesia, la iglesia matriz, restaurada de una manera caprichosa, con tensores que cruzan de cabo a rabo toda la iglesia en su ancho. La vez pasada que la visitamos estaba llena de gente por la misa; ahora estaba totalmente libre para nosotros. Pudimos ver con calma sus altares y también algunas peligrosas grietas que exigen ser reparadas pronto. Es un monumento histórico en riesgo. Las calles de San Pedro hacen recordar a Lambayeque; hay bellas casas, algunas ya condenadas a la demolición. Muchas de estas familias ya no viven en esta ciudad. Quisimos visitar el Museo Raimondi, pero está en refacción. El hambre apretaba y con María decidimos no comer el atún y fruta, sino comer un delicioso pescado frito, pedimos datos a una señora y nos indicó el Boulevard; hacia allí nos dirigimos. El lugar es muy simpático; fue de lo más anecdótico. Cuando estábamos ingresando a la carretera Panamericana, vimos a un grupo de personas que iban al cementerio de la ciudad. Ese grupo lo volvimos a encontrar en el restaurante, que tiene un pequeño zoológico, una alberca pequeña para niños y un amplio patio. Pedimos deliciosas chitas fritas y una cerveza. Buen momento.








Terminado nuestro almuerzo, nos fuimos a Pacasmayo a visitarlo, ver sus casas, sus mercados, sus edificios ruinosos, los que ya van muriendo con el “progreso” de mal gusto, chillón y estridente. Vimos los restos del cine del pueblo, cine Gloria, y varias casas más ya derruidas, queriendo reemplazar el adobe por el ladrillo y dejando todas las casas a medio hacer como lo es todo el Perú. Luego de recorrer las calles centrales, nos fuimos al hotel a esperar la puesta de sol en la terraza bebiendo un jugo helado. La puesta de sol arregló todo. Por la noche salimos a cenar nuevamente pescado (estamos en un puerto) que no fue del todo exitoso.








Nos fuimos a dormir temprano, puesto que teníamos que salir temprano de Pacasmayo para llegar antes de las 11 de la mañana al aeropuerto para dejar la camioneta e íbamos a detenernos en el camino para comprar algo de fruta y atravesar las pesadillas que son Paiján y Chocope. Fue un buen viaje corto.










miércoles, 7 de febrero de 2018

EL NORTE CHICO LIBERTEÑO (VIAJE A PACASMAYO Y ALREDEDORES)




Escapar a lugares cercanos de vez en cuando no es una mala idea, tanto para cambiar de aires, así como para descubrir tesoros que uno nunca deja de hallar en nuestra Región. Con María decidimos hacer una breve pausa desde el viernes 02 de febrero. Alquilamos una camioneta para desplazarnos con mayor comodidad y poder ingresar a zonas a las cuales no accederías tan fácilmente con tu auto. Fuimos temprano ese día para recoger el vehículo en el aeropuerto. De ahí tomamos la frustrante carretera Panamericana, tan cargada de tráfico y que cruza dos zonas que urge enmendar: Chocope y Paiján. Para nadie es desconocido, creo, que la carretera está aún a retazos. Además, las zonas dañadas por el último Niño costero permanecen en un estado lamentable, por lo que un tramo tan corto de 108 kilómetros puede tomar mínimo una hora y media. Pasar por Chocope o Paiján es una experiencia que te pone a prueba los nervios, ya que vas con microbuses que no respetan el tránsito ni qué decir de los mototaxis arriesgados que se cruzan en tu camino sin tener el más mínimo cuidado poniendo en riesgo la vida de los conductores, la de sus pasajeros y las nuestras. Espero que la autopista haga un desvío notable con el fin de no cruzarse con esas pesadillas de tres llantas. No sé por qué, al igual que México, no levantan muros en las zonas de tránsito rápido para evitar esos accidentes causados por la invasión de imprevistos peatones o vehículos menores que aparecen de manera intempestiva.










Pese a esos momentos, decidimos ir con la calma y paciencia necesarias. Antes de llegar a San Pedro de Lloc, decidí ingresar a Poémape para enseñar esta playa que ha tenido una interesante evolución. Hacía una buena cantidad de tiempo que no visitaba este balneario preferido por sampedranos y pacasmayinos. La visite hace muchos años en los 80, con un ingreso lleno de arena, dunas y basura. Ahora ya hay una pista relativamente bien asfaltada; lo que sí ha incrementado es la basura, que está por todas partes en el cruce con la Panamericana; pareciera que ese es el vertedero oficial o el relleno (¿?) sanitario. Ahora se ve más vegetación y se puede distinguir el parque eólico Cupisnique que se ha instalado en la meseta que da hacia este balneario y desde el cual se distinguen las torres con hélices claramente. No sé si este balneario recibe electricidad del complejo estando tan a la mano. La ruta atraviesa dunas, pero también campos de cultivo y granjas avícolas. La última vez que estuve en el 2003 no recuerdo haber visto todas estas instalaciones. Hay un tramo dañado de la pista, pero es salvable; además íbamos en una gran camioneta que nos permitía desplazarnos sin tantos problemas. Ahora el pueblo tiene algunas zonas asfaltadas y se ve con más orden. Nos fuimos hacia la playa en sí para deja el vehículo y poder tomar algunas fotos. Poémape tiene un gran sector rocosos, sobre el cual se ubica la parte “central” (por así decir) del balneario; se ve gente caminando por las peñas en las que se forman algunas pozas de agua que se van calentando poco a poco. Sin embargo, se ve un poco de suciedad e, incluso, hallé un trozo de vidrio (una botella rota), el cual recogí y eché en el tacho de basura. Un poco alarmante la situación, pues muchas personas caminan descalzas por el lugar. En nuestra caminata vimos a un pescador limpiando las escamas de una chita; el problema es que dejaba la basura en el mismo mar; no alcanzamos a ver si evisceraba al animal y botaba los restos en la misma playa. Imagino que sí. Pese a todo, la vista del lugar es bonita, tiene una pronunciación que forma una amplia ensenada. Antes de dirigirnos a su pequeña capilla y luego de ahí, hacia Pacasmayo. Antes de hacerlo, husmeamos por los restaurantes de la zona y fuimos a otra pequeña playa del mismo balneario. Nos dirigimos a su pequeña capilla, sencilla, con algunos elementos festivos aún colgados. Fue una visita relámpago, pues teníamos que ir a Pacasmayo para dejar nuestras cosas y seguir con nuestro periplo.
Tomamos nuevamente nuestra ruta para dirigirnos a Pacasmayo. Habíamos separado habitación en el Hotel La Estación que da sobre el malecón. Al llegar, bajamos nuestras cosas para instalarnos momentáneamente en la habitación, pues queríamos salir a almorzar. El hambre apretaba. Así pues, luego de algunas cosas pendientes, volvimos a la carretera Panamericana con destino a Ciudad de Dios a buscar los famosos camarones. Cuando íbamos la gente de la UPN a Cajamarca, ese lugar era el espacio que tomábamos para hacer un alto y almorzar o picar unos camaroncitos del lugar (río Jequetepeque, nombre que le parece muy gracioso a María). Fuimos al mismo restaurante de siempre (ahora un poco descuidado) y pedimos un sudado de chita (fabuloso) y camarones. Una verdadera orgía gastronómica.








Hacíamos fuerza, pues nos faltaba ir a Chérrepe y Guadalupe. Una vez concluida el opíparo almuerzo, nos pusimos en marcha nuevamente. Chérrepe está en el límite regional entre La Libertad y Lambayeque, es una pugna antigua. Pagamos un segundo peaje y pocos metros después estaba el desvío para este balneario. Pedimos ayuda a un señor, quien nos dijo que había otras entradas para la zona (por ejemplo, una más segura y más rápida por Guadalupe); en fin. Entramos y nos hallamos con un camino arenoso; felizmente la camioneta era de doble tracción por lo que el camino, pese a ser pesado, no era peligroso; pero un auto por estos lares, hubiera terminado atascado más de una vez. Lo malo que la señalización es pobre; un solo cartel indica el camino para nuestro destino. Pero es un albur. Gracias a la información que nos proporcionaron dos chiquillos campesinos logramos hallar la ruta. Les dimos un empujón y al momento de bajar nos indicaron el resto del camino. Pasamos por arrozales y luego una zona de pequeñas colinas con tierra y piedra de diferentes colores y, de pronto, el mar y el balneario. Hay dos pequeños carteles que no te dan mucha información. Quizá por esta disputa departamental, la zona no ha tenido trabajos notables para poder “incorporar” el lugar a la civilización. No existen calles, ni señalética alguna; hay casas de todo tipo, lujosas y grandes, pequeñas y en estado calamitoso. Se ve gente reparando las instalaciones, pero no hay orden alguno, las rutas están trazadas por el espacio creado entre casas o algo así de bloques o manzanas. La playa de piedras muestra suciedad; estuve hablando con una persona, un pescador que ha vivido toda su vida ahí, el Sr. Ysla, quien nos contó los desencuentros que tiene Chérrepe con la autoridad. Un dato sorprendente es que la zona tiene solo 10 personas residentes. Hay alcaldes que se turnan el poder (uno liberteño, otro lambayecano si entendí su explicación) que han sido un poco irregulares en conseguir logros para este lugar. Puede ser un bonito lugar de descanso, pero amerita tener la playa limpia mejorar las rutas de acceso y darle un orden en ese desorden; el Sr. Ysla explicaba que habían llegado invasores a instalarse en las playas para venta de comida y licor con los consiguientes problemas: violencia y basura. En realidad, se da esta situación al no existir un plan urbano del mismo; cada uno hace lo que mejor le parece. De seguir así, y como es la costumbre en nuestra idiosincrasia, va a tugurizarse pronto. Ya debe de haber algún lío de terrenos por ahí. Imaginar que Chérrepe fue un puerto muy importante en el periodo prehispánico y en la colonia. Fue zona moche y fue sometida por los Inca. Túpac Yupanqui la visitó. En la colonia era la comunicación marítima natural de la suntuosa ciudad de Saña. Era su punto comercial, incluido el de los esclavos. Sacando datos del libro El Perú a toda Costa de Ricardo Espinosa Reyes (1997), dice lo siguiente: “En 1564, al fundarse la villa de Santiago de Miraflores de Saña se le asignó Chérrepe como puerto. Esta villa, que se encuentra hacia el interior, fue fundada en 1563 por el virrey Diego López de Zúñiga, conde de Nieva. Saqueada el 4 de marzo de 1686 por el pirata Edward Davies, en 1720 fue arrasada por las aguas del río Saña, motivando su abandono definitivo”. Parece que la maldición de Saña (o Zaña) también lo fue para Chérrepe. Aquí tienen más datos del blog de Iván La Riva (http://ivanlariva.blogspot.pe/2009/05/cherrepe-historica-playa-nortena.html)










Así, terminada nuestra breve visita al lugar y gracias a las amables indicaciones del Sr. Ysla, nos fuimos a través de un camino más breve y en mejor estado a Guadalupe para ver la iglesia y claustro de los agustinos. Chepén y Guadalupe son las capitales del arroz en el Perú. Guadalupe debe ese nombre a uno de los milagros que hizo esta virgen (no la de México, sino la de España) quien salvó a Francisco Pérez de Lezcano, su casual fundador, de una muerte por haber difundido libelos contra las autoridades de la conquista. Trajo una réplica de la virgen española y la instaló en una venta. Posteriormente Pérez de Lezcano donará la imagen y parte de sus propiedades y riquezas a los agustinos. Ellos primero edificaron un primer santuario en una zona llamada Anlape; luego se mudarían al actual Guadalupe tras un fuerte terremoto. La iglesia ha sido restaurada en parte, no así su claustro que se deteriora cada vez más. La iglesia estaba abierta y pudimos visitarla con comodidad a pesar de que había una breve ceremonia. Según leí, la construcción estuvo muy influenciada por sus pares de Saña, ciudad más boyante y rica. Los exteriores están retocados. Lo interesante es su torre, la que es de madera. No creo que eso se haya contemplado en la reconstrucción. Los altares están bien preservados (en la medida de lo posible en una zona que sufrió hurtos como la bella pinacoteca que tenían). Se ven partes de lo que fueron los muros pintados y bellos azulejos a modo de zócalos de la iglesia. Una vez concluida nuestra visita a la iglesia intentamos el claustro, logramos ver algo desde la Secretaría. La Municipalidad tiene un pequeño museo, pero ya estaba cerrado. El guardián nos indicó que había otro museo no muy lejos de ahí, la de 3 artesanos que murieron heroicamente durante la guerra con Chile: los hermanos Albújar y Manuel Guarniz. (https://www.deperu.com/cultural/museos/casa-museo-albujar-y-guarniz-4326) Fuimos al museo, pero ya estaba por cerrar. Así que nos fuimos a tomar una gaseosa, pues estábamos con mucha sed, pero no hambre. La zona es conocida por sus famosos sánguches de pavo. Terminada nuestra visita a Guadalupe, nos dirigimos a Pacasmayo. Allí nos fuimos de compras (fruta y atún) para nuestro paseo del día siguiente. Por la noche fuimos a cenar a una pizzería, la Piettra, en Pacasmayo. Una última caminata y luego a la cama: un largo y agotador, pero buen día.