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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal

miércoles, 20 de enero de 2010

LAS PIRÁMIDES DE EGIPTO: MI ENCUENTRO CON LA HISTORIA

En mi vida me he topado dos veces con las inmensas pirámides egipcias, mejor dicho con varias de ellas. Digo esto, ya que en mis dos estancias en esta enigmática tierra he logrado visitar Saqqara, donde vi las típicas mastabas y luego las famosas pirámides de Gizah.
Es cierto eso de ir a un lugar dos veces o más veces (ojalá el tiempo y el dinero sobraren para poder hacer realidad esta afirmación), puesto que en el segundo viaje pude ver con más detenimiento y placer la visita a estos majestuosos monumentos.
La primera visita fue en abril de 1988. Estaba trabajando en Israel y aproveché unas cortas vacaciones para poder ir a este fascinante país. El viaje desde Israel es barato y tenías a tu disposición buenos hoteles, el tren que te lleva a Luxor y otras gollerías más. En la primera visita iba conmigo Irene, una amiga de Costa Rica, y una pareja conformado por una chica israelí y un norteamericano. Nuestro tour nos llevó a este impresionante lugar, pero hubo algunas situaciones que me desencantaron. Una de ellas fue el entorno a este bello complejo monumental, el cual es rodeado paulatinamente por la ciudad, por El Cairo. La ciudad es un monstruo que iba envolviendo con sus construcciones, algunas vetustas, otras modernas. Lo primero que se me vino a la mente fue la frase "Todo le teme al tiempo, pero el tiempo le teme a las pirámides". A lo lejos, desde algunas avenidas del sector occidental de la ciudad vas viendo las siluetas de las mismas. Al llegar a ellas, bajé a toda velocidad, puesto que el monumento iba a cerrar. Nos habíamos atrasado por culpa de algunos turistas que se dedicaban más a comprar cosas que a disfrutar de lo que tenían delante de sus ojos. Además, había tanta gente que eso nos impidió entrar a la de Keops. Sólo podíamos disfrutar el entorno. Ni modo. Para la alegría de los compradores compulsivos, fuimos a unas perfumerías que quedaban cerca del complejo; entramos a una de ellas (la que tenía arreglo con el guía del tour) y pronto nos saturamos con la cantidad de olores que salían de todas partes. Para no decepcionar compré un frasquito de esencia de loto que traje a mi madre; duró casi 10 años. Así terminó mi primera visita: tiempo robado, apiñamiento de turistas y un fuerte dolor de cabeza por el exceso de perfumes.
En 1990, en febrero, otra oportunidad más de trabajo en Israel me hizo volver a Egipto. Como es invierno, el flujo baja; peor aún, un día antes de nuestra llegada, un bus de turistas había sido atacado en la frontera Israel - Egipto. 14 muertos. Los turistas huían en bandadas. Nosotros decidimos seguir. Éramos todos sudamericanos: dos argentinos, una chilena, dos mexicanos, una costarricense y dos peruanos. Nuestro grupo era muy divertido y éramos bastante ruidosos. Ese grupo fue a Gizah; antes habíamos estado en Tell- Amarna y el día anterior habíamos estado en el Museo Egipcio; estábamos cargados de historia.
La llegada fue tranquila y no había mucha gente por lo que comentaba anteriormente. Pudimos ver con más tranquilidad el sitio y ver nuevamente a mi amiga, la esfinge. Estaba aún en restauración y nunca entré a verla. Pero Keops sí estaba abierta y el guía nos invitó. Algunos que sufrían problemas de presión o claustrofobia se abstuvieron. Ya organizados, entramos luego de un grupo de señoras japonesas. Hacía frío afuera y hubo conato de lluvia; por eso, teníamos casacas gruesas (los famosos dubonim, gruesas casacas del ejército israelí). Al ingresar a través de una portada que estaba a una altura de una construcción de piso y medio, comenzamos una suerte de ascenso; esta subida por una suerte de túnel con barandas desanimó a varias señoras y emprendieron retirada. De pronto, observamos algunos agujeros profundos ahora iluminados. Eran las trampas para los saqueadores de tumbas. No había uno solo, cada cierto espacio surgía uno nuevo, así como galerías cual laberinto con el fin de despistar y extraviar al huésped no deseado. Algunas de las galerías se estrechaban, pero otras tenían un techo bastante alto. El calor se iba acentuando, pero no se enrarecía el aire, puesto que hay una serie de miniconductos para la circulación del mismo. De repente, llegamos a la habitación real, a la cámara inicial y luego una más pequeña en el que se encotraba el supuesto ataúd; según nos explicó el guía que, pese a todo el mecanismo de seguridad que habíamos visto, esta tumba sí fue saqueada y los restos jamás fueron ubicados. La habitación  inicial es en granito pulido, pero se ve el paso del tiempo. La habitación más pequeña es como la anterior y teóricamente es donde depositaban la momia y sus restos como sus valiosos tesoros. Vi cómo pudo haber sido cuando estuvimos en el Valle de los Reyes, más precisamente, en la tumba de Tut Ank Amon.
Cada inmenso bloque de las pirámides no hace sino hacerte sentir como un insecto frente a descomunal construcción. Los reyes querían inmortalizarse. En realidad, nunca los olvidaremos.

miércoles, 13 de enero de 2010

HUACA DEL DRAGÓN, ¿VERGÜENZA NACIONAL?

En los últimos días hemos sido testigos de una reacción colectiva a un incidente tardíamente conocido contra un monumento arqueológico correspondiente a la cultura chimú. La Huaca del Dragón, también llamada Arcoiris, se encuentra ubicada en el distrito de La Esperanza, y es un monumento poco conocido por los trujillanos (en realidad, el que lo hayan oído mencionar no quiere decir que hayan ido a visitarlo) y, de pronto, lanzado a la fama por este show mediático que la gente suele hacer por los diferentes medios de comunicación. En Trujillo contamos con muchos monumentos arqueológicos que son a duras penas preservados, sea por el escaso presupuesto que los organismos públicos reciben para los cuidados pertinentes, sea por el poco interés que la misma población le da a su patrimonio histórico. Hay varias huacas que revisten cierta importancia, pero muchas han ido desapareciendo por el voraz apetito de las empresas inmobiliarias (como parece sucede en la ruta Chiclayo-Lambayeque) o por las diferentes invasiones muchas veces promovidas por traficantes de terrenos.
En los años 30, Trujillo acababa en la actual avenida España; en lo que es la avenida 28 de Julio, más conocida por los famosos caldos Fonseca, "levantamuertos" para la resaca, dicha avenida era un gran conjunto de huacas grandes y pequeñas que han ido desapareciendo a lo largo del tiempo por obra y gracia de la expansión urbana, los huaqueros y, desde la época de la colonia, los latifundistas de tierras cultivables, propietarios por imposición real de pueblos indígenas, encomiendas y obviamente patrimonio arqueológico. Para ver nuestra historia y lo que muchos arqueólogos aficionados de épocas pasadas hicieron con las huacas se puede ver en museos como Larco en Lima o Cassinelli en Trujillo, cuyas fuentes de provisiones de huacos y otros objetos se pierden en la oscuridad de la ilegitimidad. El caso más patético y absurdamente promovido como atractivos turísticos son el Museo de Oro (con el consabido contrabando de piezas de oro, actualmente en el olvido colectivo de las buenas y malas mentes- dicho sea de paso, ¿quién tendrá todas esas valiosas piezas?) y el museo de Enrico Polli. Quizá alguna vez en la búsqueda de un trabajo más sostenido por crear un verdadera conciencia social, estos datos que también son parte de lo que es la historia de nuestro pueblo, lleguemos a conocer las oscuras fuentes que proveían de material arqueológico y de patrimonio colonial a museos particulares, colecciones privadas y galerías del extranjero.
Volvamos a lo sucedido en el mes de noviembre. Mes de noviembre del año pasado. Si no hubiera habido este show exhibicionista de esos 4 imberbes, quizá la población en general, todos los peruanos no nos hubiéramos enterado de lo que solemos hacer. Sí, sus hijos, sobrinos, uno mismo suele hacer: cuando uno viaja a un lugar uno puede ver cómo ha sido educada una persona en cuanto a su entorno. He visto, hace muchos años, en la sierra de Lima, precisamente en Chiuchín el comportamiento salvaje de una familia promovido por el padre: él, dueño de una inmensa camioneta, entró y rompió la calma de ese pequeño poblado con su equipo de sonido a todo volumen, vociferando a voz en cuello con su familia (no se podían oír entre ellos) y cuadrándose en el lugar donde le apuntase la nariz. Jamás preguntó a algún vecino del lugar si podía hacer eso. Sus menores hijos hacían lo que sus padres realizaban con su entorno.
El trato que todos nosotros tenemos con nuestro espacio, sea histórico, sea ecológico, sea social, es el que nuestros hijos van a imitar. Así como daño un monumento arqueológico, es como yo uso mi espacio inmediato: botar basura en la calle (la vez pasada vi cómo de una camioneta abrían la ventana y arrojaban basura a la calle desde el auto en movimiento; tal como hizo el padre, lo hicieron los restantes miembros de su pequeña familia, felizmente pequeña); hacer ruido infernal perturbando a los demás (constate esto no sólo con los taxistas, sino con las empresas que venden artefactos eléctricos, las sectas religiosas o el Corpus Christi de la plaza de armas, la propaganda política, los ambulantes y su libre competencia); pintar o dañar los espacios públicos (ya se viene la campaña electoral, pobres paredes); ocupar el espacio público como privado (los propietarios de tiendas de artefactos eléctricos o de vehículos usan la vía pública como su vitrina de exhibición). Si los adultos hacen esto, ¿qué le puedo pedir a un mozalbete que actúe cívicamente si los demás hacemos lo que nos da la gana? Si pido ser respetuoso de valores como autoridad, ¿qué puede opinar un joven que lo quieren  mandar a prisión por haber dañado un monumento y el gobierno deja suelto a un tipejo como Crousillat o dejará libre a Químper y Rómulo quienes han dañado profundamente la moral pública? Sí, hemos creado jóvenes esquizofrénicos que oyen un doble lenguaje difundido en medios y el sistema educativo, pero en la realidad todo funciona al revés.
Queremos hace escarnio de esos chicos, culpables sí; pero viene una pregunta a todos nosotros, ¿ellos son los únicos culpables? Algunas veces he oído cosas tan necias como demoler Chan Chan. Una amiga estuvo luchando denodadamente para lograr expulsar a varias personas, grandes y pequeños propietarios de tierras aledañas a este sitio arqueológico. Cuando recién se vio rentable la cosa (el turismo es un negocio rentable aunque en Trujillo todo aún ande patas arriba al respecto), la gente vio con otros ojos al patrimonio arqueológico; bueno, cierta gente
Es una buena oportunidad para comenzar a desnudar nuestros propios demonios, ya que así como estos mocosos dañaron en noviembre el mencionado monumento, pregunto a mis muchos conciudadanos, ¿qué hago con una playa como Huanchaco que después de un domingo veraniego queda como un inmenso muladar? ¿qué hice con el río Moche muerto hace años no sólo por la basura vertida en su lecho, sino por los relaves mineros? ¿qué hago con las ya pocas casas coloniales que se caen a pedazos de nuestro voceado centro histórico? ¿por qué algunas instituciones poderosas no quieren que se haga inventario público de su patrimonio aduciendo que es de potestad de la institución y se habla de un turbio y bastante conocido tráfico de objetos de arte colonial?
Quedan muchas preguntas, lo de esos mocosos es sólo una pequeña arista de un inmenso problema nacional.

domingo, 10 de enero de 2010

TRUJILLO, LA CIUDAD EN LA QUE QUEREMOS VIVIR

Una semana interesante se nos viene por delante. El día de ayer sábado veía con mucho interés una exposición didáctica de Bernardo Toro a un grupo de "elites" sociales de Asunción, Paraguay. La conferencia versó en su experiecia del rescate que se hizo de Bogotá como ciudad. Y es una experiencia que tiende a replicarse por toda América Latina, por ser Colombia un país que tiene muchas similitudes con  los demás de la región, esto es aquejado de los mismos problemas y que presenta las mismas potencialidades como las que tenemos en nuestros países. Su proyecto (con todo su grupo de trabajo) es exitoso y comenzó en 1995, cuando las fuerzas sociales de la ciudad se sentaron para ver qué podían hacer para salvar a Bogotá y convertirla en un lugar digno para sus habitantes y para vivir.
El proyecto demás está repetirlo, ya que es bastante difundido entre las autoridades y políticos de nuestros países. Estuve en Bogotá en 1992 y la ciudad era famosa por su violencia. Tuve dos percances que acentuaron ese temor; uno en el aeropuerto, que me salvé de ser asaltado gracias a la intervención de un policía, y el otro cuando fui a comprar libros luego de haber estado en el teatro; un grupo de amigos que bebía aguardiente me sugirió no salir de la tienda; sospechamente luego de mi ingreso, ingresó un grupo conformado por una mujer y dos hombres; compraron textos escogidos al azar y pagaron. Cuando me acerqué a pagar mis libros (uno de ellos La Gramática de Rufino Cuervo) el que hacía de cajero me advirtió de no salir. Eran, según él, de seguridad del estado. El grupo me invitó a tomar unas cuantas copas de aguardiente. Un momento después, uno de ellos salió y me dijo que me podía ir. Era un 06 de febrero de 1992.
Ayer en la reunión de casa de Marcela, hubo comentarios positivos de Bogotá. Ahora es una ciudad segura y agradable para vivir. Ahora, parece ser que nuestras ciudades, Lima, Trujillo, se han vuelto las ciudades violentas en las que hay mucho por hacer.
Las reflexiones que hizo Toro en su exposición son muy interesantes y que implican, sobre todo, un cambio de actitud de todos los agentes sociales de la sociedad latinoamericana. El ver la ciudad como un bien común implica no sólo un cambio de abajo, sino y, sobre todo, de arriba. En realidad, es una suerte de revolución copernicana de las relaciones sociales en Latinoamérica.
Una de las frases más contundentes que escuché en dicha exposición es la que enuncia que si creamos formas de exclusión la violencia es una respuesta segura. Es una verdad dicha y demostrada; el problema es que no la extrapolamos en nuestra sociedad. Cosas tan absurdas como no integrar a todas las fuerzas vivas de una sociedad como ambulantes, prostitutas y personas marginales (pandillas) en la construcción de nuestra ciudad, ya vamos por mal camino. Las estamos excluyendo de un espacio el cual comparten y tienen derechos, como deberes, con la ciudad en la que vivimos.
La narración descriptiva de las experiencias iniciales de Bernardo Toro fue bastante aleccionadora del camino que tenemos por delante. Temas como violencia, infraestructura, salud y educación son temas álgidos que exigen de nosotros como ciudadanos una revalorización del sentido comunal público de los mismos, los cuales han sido irresponsablemente dejados de lado y "tercerizados" (graciosa palabra empleada para cuando quieres deshacerte de un  tema espinoso) a la actividad privada. La pregunta es si la actividad privada ha hecho algún bien con el caótico transporte público de nuestra ciudad. ¿Lo ha hecho? La actividad pública fue postergando su responsabilidad y los ciudadanos otorgaron su complacencia a algo que nunca debió salir del patrimonio de todos los ciudadanos de una ciudad. La aceptación de este fenómeno adosado al hecho del rechazo de lo público ha acentuado esta brecha que va a tomar tiempo subsanar. Pero no va a ser difícil.
La educación es otro tema bastante álgido que se ha tocado en esta gran problemática. El pago de los contribuyentes origina el sueldo de los servicios públicos de la ciudad; entonces la ciudadanía debe aprender a organizarse para "aprender" a exigir con coherencia este nuevo proceso. La ciudadanía no debe exigir derechos, también debe asumir responsabilidades y ésa es una de ellas: no debemos actuar relegando nuestras responsabilidades y derivando a otros acciones que nos competen. El plan es un trabajo colectivo que apunta a un bien común: la ciudad.

MOYOBAMBA, NUEVO AÑO (2)

El día 31, tras la visita a Tingana, decidimos esperar el año nuevo con tranquilidad, puesto que al día siguiente íbamos a ir a Tarapoto a visitar una catarata que nos habían mencionado como bacán: Guacamaíyo.
Luego de una comelona para recibir el año, esperamos la llegada del año nuevo y a pegar pestaña. Habíamos tomado 3 botellas de vino con la carne (que dicho sea de paso es buena y barata) y, a causa del vino, nos íbamos "trazando círculos especiales" hasta nuestro hotel que, felizmente, se hallaba al frente del restaurante. Las calles se veían bulliciosas, sacaban sus prendas amarillas, muñecones para quemar y toda suerte de luces de bengalas. La gente en Moyobamba ocupaba las calles y me hacía recordar un poco a Huanchaco, la fiesta es en la calle, es colectiva, masiva; esto es algo que se ha perdido en las ciudades grandes, salvo en los barrios que aún mantienen el espíritu del buen vecino.
Habíamos coordinado con las amables señoritas de la recepción del hotel, quienes nos apoyaron en todo. Nos dieron las pautas de lo que deberíamos hacer: hora de salida, distancia, transporte y qué hacer para poder movilizarnos a Tarapoto, la ciudad a la cual nos dirigimos el 01 de enero.


























Primer día del 2010. Nos levantamos temprano, sin resaca. Luego de un  desayuno regional, la señorita llamó a un auto que hace ese tramo (Moyobamba - Tarapoto) con 4 pasajeros, cada uno debería pagar 25 soles (aunque se suele pagar 20, las fiestas). Felizmente ya había una pasajera y, una vez recogidos del hotel, nos fuimos al terminal, donde ya nos esperaba otro pasajero. El día anterior habíamos  preparado las mochilas con ropas de baño, toallas (no las usamos en realidad), repelentes, agua, sandalias (nos iban a ser de gran utilidad) y mi cámara (ya premunida). Era casi un caracol con todas las indumentarias pertinentes.
En la recepción del hotel había algunos comentarios que nos pusieron nerviosos: el día anterior (31) había habido una serie de robos en la carretera que íbamos a transitar. Una suerte de temor corrió por mi cabeza, pero había que seguir adelante. En la terminal, el comentario sobre el incidente no se hizo esperar y me volvió a inquietar. Salimos más o menos a las 9 y 15 de la mañana y teníamos por delante casi dos horas de carretera. Nuestro piloto apretó el acelerador y comenzó a soñar llegar a su destino en tiempo récord. La carretera está en bastante buen estado, pese a los notorios hundimientos por ser un terreno bastante inestable (o por la deficiente construcción;  más me inclino por lo segundo conociendo la transparencia de este gobierno). En el asiento de adelante iba una chica, la cual se mareó por la incontable cantidad de curvas, meandros terrestres, que la hicieron vomitar con frecuencia. La pobre trataba de hacerlo lo más discretamente posible, pero las evidencias eran cada vez mayores. En la ruta subió un amigo del conductor, chofer él también, y allí nos enteramos que existe una marcada competencia entre las empresas de transporte que unen las ciudades de esta zona en auto (no en bus, ni combi) y se desatan carreras de auto en plena carretera. Alucinante y descerebrado, como los choferes.
Al inicio del viaje cruzamos una hidroeléctrica recientemente construida. Habíamos hablado al respecto sobre la misma, ya que su construcción significó la extinción de una de las cataratas más bellas que había tenido el Perú: la catarata de Gera. Una lástima.
Llegamos a Tarapoto alrededor de las 11 y media. Ya en la agencia había mototaxistas que ofrecen sus servicios para ir a la ciudad. El calor en Tarapoto es más abrasador que en Moyobamba (está más alto). Hablamos con un mototaxista a quien le preguntamos sobre una agencia de viaje y el lugar que queríamos ir. Se ofrece llevarnos por 60 soles, incluido guiado. El tiempo nos apremiaba, así que acordamos con él las condiciones y nos fuimos a nuestro objetivo. Era relativamente alejado de la ciudad y teníamos que ascender una suerte de colina desde la cual veíamos a la ciudad de Tarapoto y uno de sus distritos: Morales. El descenso fue un poco accidentado, temíamos que el mototaxi iba a colapsar en cualquier momento. Cruzamos un puesto de rondas campesinas. Wilmer, nuestro guía, nos contaba que gracias a ellos la incidencia de robos, sobre todo a turistas, había considerablemente disminuido. El sendero era simpático y cruzábamos con frecuencia el río Cumbaza, donde íbamos a ver estas cataratas. Luego de casi una hora y con un sol ardiente, llegamos a un pequeño pueblo donde dejamos el mototaxi. De ahí se iniciaba la caminata: el promedio una hora y media. Con mi casa a cuesta comenzamos a bajar y cruzamos senderos variados. Un bello paisaje. Llegamos al primer cruce (hubo cuatro) y comenzaron algunos problemas. Luego de haberme sacado los zapatos, crucé el río, pero al llegar a la otra orilla, resbalé en una piedra jabonosa y caí en las aguas del refrescante río. Consuelo en la desgracia. Allí decidimos ir con truzas y sandalias. Íbamos un poco temerosos, porque en Tingana habíamos sido agredidos por plantas cortantes o con púas. Felizmente en este sendero no las había.
Una hora después, luego de algunos incidentes, resbaladas y otras situaciones, llegamos a nuestro objetivo. Llevaba en mi espalda la casi casa que había llevado y mi par de botas de caminante colgaban de la parte delantera. Menudo peso para una subida un poco accidentada con el calor del mediodía (la temperatura es de 35 grados). Al llegar al lugar vimos el entorno a la catarata. Bonito. El lugar es alto y crea una refrescante sombra que además te humedece con las gotas dispersas de la catarata. Gustavo y el guía se metieron sendo chapuzón; yo, me dediqué a tomar fotos.
Una de las cosas que nos desagradó era la presencia de muchas botellas, sea de vidrio, o las peores, de plástico. El día anterior una chica nos había comentado que en Tarapoto había una consciencia más evidente y marcada de la protección de sus recursos naturales, más que en Moyobamba. Lo que vimos nos daba una muestra que contradecía lo afirmado. Por otro lado, la zona carece de un basurero en el cual echar las botellas vacías. Una lástima. Cargamos algo de 10 botellas vacías para echarlas en la basura del restaurante en el que luego tomaríamos una gaseosa. Pero en el camino de retorno vimos muchas más y la gente que iba hacia las cataratas u otros lugares iba premunida de varios botellones.. ¿las habrán retornado?
Luego de media hora, iniciamos el retorno. Ahora nos tocaba un camino de descenso y ya conocido; pese a eso, hubo un tramo que equivocamos. Pero ya más confiados y una vez atravesado el último pase de río, usamos nuestras botas nuevamente. Ya en el último tramo nos encontramos con una serpiente que parecía coralillo, el guía le dio otro nombre y comentó que no era venenosa. En fin.
El último tramo de ascenso nos agotó, pero ya estábamos cerca de algo líquido bebible.
Al retornar con el mototaxi nos percatamos que casi todo el camino de regreso se había infestado (como plaga) de gente. Cuando íbamos en el camino de ida, todo parecía desolado; al retorno, mirábamos sorprendidos la cantidad de gente. Iban a pasar la resaca del año nuevo.
Al llegar a Tarapoto, quise tomar un buen jugo y algo de frutas; pero eso iba a ser algo contraproducente: no había mucha movilidad de retorno a Moyobamba. Los dichosos autos no salían, así que fuimos al terminal de Móviltours. Felizmente hallamos cupo en el bus que iba hacia Chiclayo. Con nuestras ropas de baño y grandes mochilas regresábamos a Moyo. Eran las 3: 30 de la tarde, intensa mañana.
El viaje fue bastante lento y tedioso (se había malogrado el aire condicionado y era el bus que nos había traído a Moyobamba desde Trujillo, el que se malogró). Pese a todo, el bus llegó promediando las 6.
En cuanto llegamos, verificamos el retorno al día siguiente. Correcto.
Tomamos otro mototaxi y fuimos al vivero de orquídeas. Buena suerte, estaba abierto. Pese al paulatino oscurecimiento, pudimos ver, embelesados, las diversas flores de la zona. Escogimos cada uno una buena cantidad (me traje 7) y esperemos que crezcan en Trujillo. La propietaria nos dio una lección de botánica en poco tiempo.
Tras este largo día, una buena ducha y una buena cena, a descansar.
02 de enero. Nuestro último día: Rioja era esta vez el destino.
Tras el desayuno y haber dejado todo listo para el viaje, hicimos lo del día anterior: la recepcionista llamó un taxi para ir a Rioja. El precio por cabeza es de 6 soles. Una vez en el taxi le comentamos nuestro plan y nos dice que nos puede llevar a Tioyacu, nuestro destino, por 30 soles. Acordamos que sí y nos fuimos. Pero Tioyacu no queda cerca de Tarapoto sino más cerca de Nueva Cajamarca que está a.. 20 kilómetros de distancia de Rioja. Entonces hicimos un arreglo final: nos llevaría a este lugar, Yacumama, Chuchu center y Rioja por 50 soles en total. Asunto arreglado, teníamos el auto para nosotros y nos podíamos desplazar por donde queríamos. Tioyacu es muy simpático, pero mucho mejor resultó ser Yacumama, un centro de esparcimiento que te da una visión general del lugar. Es una zona con un potencial increíble, pues tiene selva virgen (han hecho un sendero ecológico), tiene un recodo de río (que han convertido en playa) y tiene además un granja de piscicultura (tilapias), esto último es un problema, ya que las aguas quietas atraen muchos mosquitos y estos desgraciados hicieron pasto con nosotros, pese a los litros de repelente encima.
Yacumama es un lugar que fascinaría a turistas del todo el mundo, pero tiene un defecto: es un lugar de esparcimiento familiar y por lo tanto tiene espectáculos para ella. Cuando ingresábamos, vimos los inmensos parlantes que estaban instalando para la tarde "familiar". Pobre, tal como les gusta hacer con las fiestas, debe ser una bulla a todo meter que rompe la calma del lugar; en ese sentido, pobre selva, pobres animales que están en esta suerte de pseudo reserva. No nos quedamos para "ver" la bulla.
El siguiente punto fue Chuchu Center, gracioso lugar donde te sirven tragos especiales a base de chuchuhuasi. El que nos tocó, Tentación, lo era y sin nada en el estómago (era casi las 12) nos "trepó" algo. El propietario tiene una buena colección de aves y las instalaciones están bien tenidas. Interesante lugar. Había un grupo de personas (que también estaba en nuestro hotel en Moyo) que ya estaba empinando bien el codo. Su mesa tenía ya varias muestras de su espíritu jocundo.
Gustavo había visto una fruta que lo tenía obsesionado: la pomarrosa. Quería obtener una muestra a como dé lugar. Pero el tiempo apremiaba.
Dimos una pequeña vuelta por Rioja y no distinguimos nada notable. Retornamos a Moyo.
La gente del hotel, amablemente, nos permitió darnos un duchazo. Merecido y reconfortante.
Cerramos maletas y nos fuimos a almorzar. Fuimos a un lugar típico y comimos como los dioses. Comí un pescado regional envuelto en hoja de parra, cual juane. Además nos sirvieron diversos jugos de frutas de la zona. Fascinante.
Con la barriga llena y para facilitar la digestión nos fuimos a caminar: fuimos al bello malecón que han hecho en la ciudad cerca al mejor hotel que tienen. La primera vez que vine el lugar estaba desierto y las instalaciones del hotel semiabandonadas. Ahora la cosa ha cambiado. Bien.
Desde el mirador se ve el río Mayo y sus meandros. Luego de estar ahí, decidimos descender al embarcadero. Ahí tomamos un pequepeque y dimos la vuelta por media hora en el lugar; corría un viento fresco pese a ser 3 de la tarde.
Al retorno, no había mototaxi, así que iniciamos el ascenso hasta el otro mirador. El ascenso me hizo recordar cuando subí en la isla Taquile en Puno. Mientras en Taquile, la altura te mataba y humillaba, en Moyobamba es el calor quien te deja fuera del camino. Mis respetos.
Llegada a la cima, hicimos un pequeño descanso para recuperar el ritmo. Ya teníamos que regresar al hotel por nuestras cosas. Se había cerrado el ciclo de Moyo.
Tomamos nuestras cosas y nos dirigimos a la agencia. El bus llegó casi 5 y media.
Fue un buen viaje.

miércoles, 6 de enero de 2010

MUÑEQUITA DE LUJO: AUDREY HEPBURN

“..Audrey pudo ser huidiza o cercana, impertinente o medida,

Desaliñada o deslúmbrate, pero en todos los casos, divertida y encantadora,
Definitivamente entrañable.


ISAAC LEÓN FRÍAS, LA PARTIDA DE AUDREY, LA GRAN ILUSIÓN, No 1


A Claude y Anne
Uno de los rostros más bellos del ecran fue el de Audrey Hepburn, la actriz rutilante de origen belga. No era la mujer que podríamos denominar como vampiresa, sino la de una mujer de apariencia frágil y elegante como pocas otras lo han logrado en el mundo de la pantalla. Las apariciones de esta actriz casi rayaban con lo angelical; pero esto no impidió que realizase una serie de papeles que la inmortalizaron.

Nació el 04 de mayo de 1929 en uno de los municipios de Bruselas, Bélgica: Iselles o Elsene (francés o flamenco, lenguas oficiales del reino belga). Sus orígenes muestran ese carácter internacional que caracteriza a los belgas: el padre era británico y la madre, una aristócrata holandesa, la familia Van Haemstra. Al apellido del padre, Ruston, éste iba a agregar el apellido de su querida abuela materna: Hepburn. Las raíces de Audrey se hunden en un linaje real que la vincula con el Rey Eduardo III de Inglaterra.

El trabajo del padre (en la banca y los seguros) la hace viajar entre Inglaterra, Bélgica y Holanda hasta establecerse, en cierta forma, en 1935 en Kent como alumna de una academia privada. Eran los albores de la segunda guerra mundial. Este evento transformó la vida de los europeos, a lo que no escapa Audrey, habida cuenta que sus padres eran simpatizantes de Adolfo Hitler y ambos pertenecieron a la Unión Británica de Fascistas. Este evento será bastante traumático para la actriz. Además sufrió en Holanda los rigores de la invasión nazi, primero teniendo que cambiar de apellido (eliminar todo lo británico por razones obvias), hablar sólo holandés y tener que dejar su futura carrera de bailarina, tanto por la alimentación como las enfermedades extendidas en la ocupación de los Países Bajos, como la anemia. Varios miembros de su familia fueron fusilados. La guerra la marcó para siempre. Para compensar esta terrible experiencia que vivió como niña y púber, ya adulta se “enroló” a la UNICEF.

Después de la guerra, la carrera de bailarina se vio cada vez más afectada por la estrechez económica familiar. Aunque tenía un esbelto cuerpo (producto, además, de la desnutrición), su altura y su bello cuello de cisne, lo económico fue determinante para dejar un posible brillante futuro en el ballet. Y se dedicó a las tablas.

El salto a la fama vino con ROMAN HOLLIDAY, film que catapultó a la fama; Wyler, el director, vio el tremendo potencial de ella como actriz y desplazó a Elizabeth Taylor, quien era la favorita de los productores del film. Su carrera al estrellato había empezado.

Muchos la han identificado como una mujer frívola, que llenaba los pasquines de chismes de la farándula, la modelo exclusiva de revistas de modas (por su figura y garbo). Pero Audrey fue una mujer muy sensible, que nunca olvidó las escenas de fusilamientos por las calles de Amhem, ciudad en la que pasó prácticamente toda la guerra, que se horrorizó con el fusilamiento de su tío y el primo de su madre por haber apoyado la resistencia holandesa, que tuvo que comer de todo para poder sobrevivir. El estrellato no le hizo perder las perspectivas de la vida. Por eso, su rostro bello siempre demostraba franqueza y transparencia, y, pese a todo, nos daba alegría y quietud. Sus filmes no son los extremos de la desgracia, sino el lado amable de la vida que cada uno de nosotros nos gustaría vivir. El patrimonio fílmico de esta inolvidable actriz nos lo demuestra. Hacia el final de sus días, parafraseando a Isaac León Frías, Audrey se iba despidiendo del mundo de cine y de la vida en general. En el último film que hizo, ella encarna a un ángel; ella ya estaba en el cielo.

Nos dejó un 20 de enero de 1993. Gloria Mundi.
VACACIONES EN ROMA (ROMAN HOLLIDAYS) WILLIAM WYLER 1953 La película que lanzó a la fama a Audrey en el rutilante mundo del cine. El sueño de un hombre de la calle es encontrarse con una bella mujer y además princesa. Esta suerte de cuento de hadas reunió a Audrey, con su porte de princesa, y Gregory Peck, quien encarna a un periodista norteamericano de medio pelo destacado en Roma como corresponsal extranjero. Su trabajo como periodista es bastante irregular y, al punto de perder su trabajo, un incidente lo vuelve a la vida; la princesa se ha aburrido de la vida protocolar de su corte y quiere ver la calle; así idea fugarse por las calles de Roma, la ciudad eterna. Todo esto provoca un escándalo en la seguridad y el grupo que la acompañaba. El periodista cae en la cuenta de la persona que rescató una noche accidentada. Quiere vender la noticia, pero el amor puede más. El sueño dura poco. Una comedia con final triste.

HISTORIA DE UNA MONJA (NUN´S STORY) FRED ZINNEMANN 1959 Aunque filmada en Bélgica, la mayoría de los integrantes del elenco principal era inglés. Está basada en una historia verdadera, la de la Hermana Marie-Louise Habets, una biografía dura de una mujer que decide colgar los hábitos y el rechazo que recibe de la congregación a la que perteneció. Hija de un médico famoso, decide abrazar la fe religiosa y ansía ser enviada al Congo belga para colaborar con los médicos de las colonias. La vida dura y abstinente de las monjas, la verticalidad eclesiástica, son tocados de una manera sutil (aunque evidente), así como las escenas amorosas que tiene la monja con un médico destacado en la colonia (Peter Finch). Este es el rol más dramático que encarnó a lo largo de su carrera cinematográfica y le interesó el tema por dos cosas: ser mujer y ser belga.

DESAYUNO CON DIAMANTES (BREAKFAST AT TIFFANY´S) BLAKE EDWARDS 1961 simpática película con nuestra bella actriz y George Peppard; una propuesta suave de la escabrosa novela de Truman Capote que lleva el mismo nombre, aunque en castellano es conocida como DIAMANTES PARA EL DESAYUNO. Aunque la visión del filme es mucho más bondadosa, no deja de ser una ácida crítica a todo ese mundillo intelectual bohemio urbano neoyorquino, que vive el día a día, sin una moral que los limite, ni una culpa que los detenga. Nuestros dos actores principales son un par de vividores en la gran ciudad, que sobreviven y tratan de solucionar sus soledades; ella se enreda con cuanto millonario le pueda permitir su fantasía; él es un gigoló mantenido por una ricachona mayor (Patricia Neal). Su vecino vive secretamente enamorado de ella. La canción compuesta por Henry Mancini, Moon River, popularizó más este filme

ROBIN Y MARIAN RICHARD LESTER 1976 Este es un nostálgico film de Lester que reúne una pareja luego de años de haber estado separados y hace una bella narración del amor maduro. Tras 20 años de separación, Robin Hood (Sean Connery), el famoso héroe medieval, retorna de las cruzadas, luego de la muerte de Ricardo Corazón de León, hombre en un inicio cabal que se va convirtiendo en un tirano. Robin, hastiado, quiere ver otra vez a su amada Marian, quien se ha convertido en monja para mantener la fidelidad a su amado Robin. Pero, ella, a pesar de los hábitos, no ha perdido su espíritu indolente y está en permanente rebeldía contra un sheriff de Nottingham, encarnado por Robert Shaw. El film destila nostalgia pero nunca cae en la sensiblería. Muchos críticos sostienen que los elementos mostrados en el film son totalmente anacrónicos, pero la real intención del director era mostrar una de las bellas películas románticas de los últimos tiempos. Luego de este film, sólo subió a la pantalla 3 veces más hasta antes de su muerte.

lunes, 4 de enero de 2010

DE MOYOBAMBA, SU CORAZÓN (1)

La selva de San Martín, tanto la alta como la baja. ha sido arduamente visitada por mi persona este año. En abril, fuimos a Bagua Grande y Chica, lugares que en el mes de junio se harían tristemente célebres por los conflictos irresueltos de marcado carácter socio-racial y económico. En el mes de junio redescubrí luego de varios años a Chachapoyas, un lugar que promete convertirse en el Cuzco del Norte peruano gracias a la variada riqueza arquelógica y paisajística de la zona. Pero el Dpto. de San Martín tiene mucho más que ofrece; y así se hizo el nuevo viaje.
La antesala del viaje era toda una serie de expectativas y rumores, algunos de ellos, nefastos. Para todo el mundo es conocido que nuestro verano es el tiempo en que los cielos serranos y algunos selváticos desatan su furia pluvial y, en algunos y graves casos, se convierte en un terrible huayco. Alguno que otro amigo me soltó alguna frase en la que iban incluidas las palabras "deslizamiento", "huayco", "cortes de carretera", "trasbordo". Estas palabritas iban sembrando cierta duda de la elección hecha para pasar año nuevo por esos lares.
El otro asunto es que estas fiestas son bastante estresantes en cuanto al número de actividades y compromisos que uno se ve en la necesidad de cumplir para quedar tranquilo con tu conciencia amical. Compañeros de trabajo, los parientes lejanos que llegan a visitarte, los amigos que retornan de años. Tu peso, tu hígado, tus nervios y tus remordimientos se alteran por estas fiestas. Navidad es ineludible por la naturaleza de esta fiesta. Pero Año Nuevo es una fiesta de renovación, de mucha limpieza (aunque no todos sigan esa suerte de rito) y de novedades. Con el discurso de un par de amigos, y venciendo los temores injustificados o no, decidimos comprar nuestros pasajes de ida y vuelta y separar nuestras habitaciones en el Hotel Marco Antonio de Moyobamba.
Día de salida: 29 de diciembre. Hora: 3 p.m. El bus de Móvil Tour comenzó a rodar minutos pasados las 3. Primer destino: Chiclayo. Esta ciudad era la primera escala de varias hasta nuestro destino final. Nos habían dicho que llegaríamos a Moyobamba a las 8 de la mañana. Dos días previos al viaje, la compañía con la que había contactado para hacer nuestros paquetes turísticos estaba en receso hasta el 12 de enero por lo que no podían atendernos . Felizmente.
En el ascenso por la carretera que va desde Olmos hasta Yurimaguas, sentimos que algunas cosas no iban bien con el bus. Dicho y hecho, tuvimos una súbita parada en medio de la carretera y en el oscuro de la noche. Un pasajerito que iba cerca de nosotros, locuaz él, se asustó, ya que podíamos ser víctima de un asalto. Felizmente, llegó un auxilio mecánico con el que, luego de casi una hora, volvimos a rodar.
El aire acondicionado no marchaba bien y hubo momentos en que el calor apretaba, sobre todo en zonas como Bagua, que es conocida como una de las más calurosas del Perú.
El tramo entre Bagua y Pedro Ruiz se ha deteriorado muchísimo, hay zonas en la carretera ha literalmente desaparecido, y el viaje se hace lento y penoso. Felizmente lo cruzamos de noche, más fresco, que si lo hubiéramos hecho de día con un  calor sofocante y sin aire acondicionado.
Un poco antes de llegar a Pedro Ruiz, un pueblo nudo de comunicaciones (aquí se bifurca la carretera para Chachapoyas y para Moyobamba-Tarapoto) hubo un percance en la carretera. Temía que hubiera habido un deslizamiento o huayco. En realidad era un camión atravesado que se había deslizado a causa de las luvias, pero era posible el paso ordenado. Pero, nosotros no avanzábamos; lo que no hizo el huayco, lo hizo el error humano: una de las zapatas de las llantas traseras se había pegado peligrosamente a una de las llantas causando una fricción que podía devenir en un estallido. En una zona de curvas y precipicios, eso no era nada bueno. En un principio, la gente esperó estoicamente; luego la gente comenzó a alterarse. Ya se había perdido casi una hora con la primera parada y otra hora más entre diversas paradas para ir verificando la marcha del vehículo. Había malestar en el ambiente. Esto sacó de quicio a muchos. Además, el grave problema era la falta de comunicación de los empleados del bus con los pasajeros. Si hubieran pedido una menor intromisión de nosotros en el proceso de reparación, hubiéramos respondido positivamente. En fin.
Luego de casi cuatro horas de varados, el bus volvió en ruta con una zapata menos, lo que hacía el viaje un poco más lento y sin aire acondicionado, el calor iba en aumento.
Pero una cosa trae otra. Como ya era casi mediodía y estábamos sentados en los primeros asientos panorámicos, la vista del paisaje era impresionante. La llegada a Pedro Ruiz fue un poco desconcertante, ya que hablaban de un desayuno, otros de partir lo más pronto. El desayuno se sirvió a bordo.
El camino de ahí en adelante fue de una belleza paisajística impresionante. El verdor de la selva se hace extrañar cuando viajas en lo árido que es nuestra costa. Algunas esporádicas lluvias nos sorprendieron en el camino, pero nada notable.
Ya fueron apareciendo pueblos y pequeñas ciudades que iban brotando con más frecuencia en mis mapas, más lo que decían nuestros compañeros de viajes, residentes de la zona, nos daba el ánimo de arribar pronto a nuestro destino. El bus comenzó a despoblarse en Nueva Cajamarca. En Moyobamba, bajamos varios pasajeros. Tomamos un mototaxi para llegar a nuestro hotel. Eran las 4 de la tarde aproximadamente. Habíamos estado más de un día en el bus. El humor de nuestros cuerpos y ánimo era insoportable. Una buena ducha era lo que más buscábamos y eso hicimos.
Había estado en Moyobamba en 1997. En ese entonces, era una pequeño pueblo con escasos servicios y grandes espacios abiertos. Ahora la ciudad ofrece más servicios y tiene más ofertas de hoteles, restaurantes y otras instalaciones. Pero aún están en pañales para poder ofrecer cosas de calidad. Felizmente la agencia a la que había previamente contactado estaba con sus servicios suspendidos haste el 12 de enero. Había intentado reservar un tour para el primer día en Moyo. La idea era haber llegado ahí a las 8 de la mañana. Pero todo cambió y hubiéramos perdido nuestro primer paquete.
Salimos a comer algo. El probar las frutas de la zona implica tener cierto espíritu aventurero. No todos soportan ciertos sabores desconocidos. Pero, como en Lima había vivido por años en una pensión de gente de la selva, me había habituado al rico sabor del pijuayo, el cual vendían en bolsitas de un sol. Antes de cenar, me comí toda una bolsa que contenía varios. Me trajo recuerdos de mi vida universitaria.
En la comida probamos diversos jugos de la zona. Es grande la variedad y bastante refrescantes. Estábamos a más de 30 grados y los líquidos eran vitales. Previamente antes de salir del hotel, las chicas que trabajan allí se ofrecieron gustosas a buscar servicios de tour para nosotros. Sin el apoyo de ellas, muchos de nuestros planes no se hubieran concretado. Así pues, el 31 nos íbamos a una reserva, a una área de conservación llamada Tinganá.
El 31 nos levantamos a las 4 y media de la mañana. Nos iban a venir a recoger a las 5. Previo duchazo y premunidos de todo lo necesario (protectores, repelentes, ropa extra, gorro, cámaras) nos fuimos a la zona, ubicada en el río Avisado, un afluente del río Mayo.  Tomamos una lancha (La Boca), luego de una marcha en combi de por lo menos una hora desde Moyo. El amanecer en la selva es espectacular.
Ya surcando el río Mayo caí en la triste cuenta que mi máquina se había quedado prendida toda la noche y la batería de la misma se descargó por completo. Piña. Pero quedaban mis ojos para ver la maravilla que se iba abriendo lentamente entre el río- canal Avisado.
Al llegar al albergue, nos dieron un desayuno a los 6 pasajeros que éramos. Una vez bien alimentados, nos fuimos a las barcazas a buscar una adecuada; la primera no permitía una distribución de equilibrios por lo que hacía un poco de agua; se buscó otra más adecuada y así fue. Nuestro guía Fernando (son pobladores de la zona que han apostado a hacer turismo ecológico) se encargó de guiarnos por los meandros de este pequeño río, con una densa vegetación en la que había todo tipo de aves, insectos y sabe dios qué cosas más que no logramos ver. Hay grupos de turistas que vienen por la noche para ver otro tipo de aves y batracios, sobre todo, sapos.
El sendero nos iba acercando cada vez a zonas más "vírgenes"; vimos muchas aves de todas las formas y colores.
Luego se hizo un juego con un  grupo de lianas; una de ellas se rompió y casi causa un accidente, felizmente la chica supo reaccionar y logró salir airosa, con un buen susto obviamente.
Un poco más adentro subimos a un observador desde el cual vimos monos frailecillos que estaban atacando un árbol; los monos saltaban y aullaban a sus anchas. Fue un buen espectáculo.
La decisión de regresar en barcaza o a pie se discutió, y decidimos caminata en pleno monte. Experiencia extrema en cierta manera.
El calor, los bichos y algunas plantas agresivas fastidiaban nuestro trayecto; pero era una experiencia genial el poder caminar en medio de la selva. Fernando caminaba descalzo; nosotros, con nuestros zapatos especiales, a veces hacíamos el ridículo. Personas de ciudad.
Luego de una hora, sorteando árboles caídos, riachuelos, pozos, plantas cortantes, llegamos al albergue nuevamente, sedientos y hambrientos. Una gallina preparada a la usanza de la zona calmó parcialmente nuestra hambre.
Al emprender el retorno, éste era más fácil y menos accidentado. Habíamos sobrevivido a nuestra primera gran experiencia selvática. Era el inicio de otros dos intensos días.