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Trujillo, La Libertad, Peru
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sábado, 7 de octubre de 2023

BAMBAMARCA, CHOTA Y EL MUNDO MINERO (CRÓNICA DE VIAJE)

 




04 de agosto. Nos toca ahora hacer un periplo hacia el norte, hacia Chota. Un viaje que tenía pendiente a esta parte de la Región Cajamarca. He ido con mucha frecuencia a esta Región desde que la visité por primera vez en 1984 en mi viaje Cajabamba y Cajamarca. Luego he ido con cierta regularidad sobre todo a la ciudad de Cajamarca, cuando trabajaba para una universidad trujillana que tiene una sede allí. Y muchas vacaciones las tomaba en esta ciudad y eso me permitió conocer más allá del entorno citadino y sus joyitas. Chota ha adquirido mucha fama, buena o mala, en los últimos tiempos por diversos personajes políticos que actúan en nuestra realidad. Además, algunos dichos populares como el de “al chotano, ni la mano”, son parte de refrenaría popular. Este dicho surge (no lo sabía) durante la Guerra con Chile (https://todosloshechos.es/que-significa-al-chotano-ni-la-mano). Además, la Región Cajamarca ha tenido estrechos vínculos con Chiclayo y toda su región, una zona de la cual vienen ambos padres míos y, por lo tanto, hay mucha sangre cajamarquina que recorre por todos sus habitantes; basta ver en Chiclayo el número de vehículos (buses, camiones, camionetas) que sale hacia esta región (Jaén, San Ignacio, Chota, Cajamarca, Cutervo) para ver la fuerte migración que ha habido recíprocamente. También lo mismo con Pacasmayo. Recuerdo en la propuesta de regionalización que hubo en el primer gobierno aprista, Pacasmayo se identificaba más con Cajamarca que con Trujillo. Lazos comerciales unen a estas ciudades y la migración ha reforzado esos vínculos. Con todos estos antecedentes salimos, pues, en dirección a Chota, nuestra meta final de ese día. Tomamos nuestro buen desayuno para irnos a esta nueva ruta. César se iba esa noche hacia Tembladera y luego a Trujillo, donde nos encontraríamos el domingo para almorzar en casa. Tomamos el camino hacia Porcón. La granja Porcón la he visitado numerosas veces, por lo que en este viaje no la incluimos. Pero la ruta era esa. Es más, teníamos que pasar por el desvío del lugar hasta llegar a Porcón alto y de ahí hacia la ruta que lleva a Hualgayoc. Al día siguiente tomaríamos la misma ruta para ir a San Pablo y Kuntur Wasi. En el camino vimos la intervención en una gran porción del bosque de pinos que ha sido removido por la empresa minera Yanacocha. Ahora hay grandes montículos de relaves donde hubo bosques extensos de coníferas. Porcón, pese a todos los problemas de liderazgo, es un modelo de cooperativa, sistema socioeconómico que podría ser exitoso en algunas comunidades (https://turismoalperu.com/granja-porcon-el-paraiso-de-cajamarca/). Precisamente fue este extenso bosque de pinos que generaron todo un movimiento turístico que generó (y genera) buenos ingresos a esta cooperativa. El pino es un árbol que genera una serie de actividades (https://agrotendencia.tv/agropedia/forestales/cultivo-de-pino/) y es mucho mejor que el eucalipto, árbol muy bueno para lo medicinal, pero  que genera más deterioro al campo y problemas con la solidez y los recursos hídricos de la tierra (https://ecocosas.com/plantas-medicinales/eucalipto/). Aquí una interesante lectura al respecto, que habla de sus bondades y leyendas negras de su existencia: https://ecoinventos.com/eucalipto-los-mitos-de-un-arbol-maldito/. Por lo contrario, este video tiene un contenido nada positivo para el eucalipto: https://www.youtube.com/watch?v=o5_8oHE3ZJU. Pasamos, como ya indiqué, por la entrada de la Cooperativa y seguimos la ruta a Hualgayoc. Pasada la bifurcación de la ruta hacia San Pablo, entramos a la zona en la que actúa la minera Yanacocha. La carretera está en muy buen estado, pero fuimos testigos de grandes cerros de relaves donde antes hubo una extensión del bosque de pinos. No sé si esto se recuperará, pues este espacio lo pasamos en el 2018 y vemos un crecimiento de la zona intervenida. Son cerros muertos, tal como lo podíamos distinguir. Esta zona tiene muchas empresas mineras, algunas de las cuales (creo que todas) han tenido conflictos con las comunidades campesinas de la región. Hay un tramo de unos cuatro kilómetros que está sin pavimentar, pues hay un conflicto que raya con lo absurdo. Cajamarca y toda la región ha vivido fuertes conflictos entre el mundo campesino y compañías mineras (https://conflictosmineros.org.pe/noticias/) (https://conflictosmineros.org.pe/wp-content/uploads/2021/12/Revista-Informe-de-Conflictos-Mineros-29-3-1.pdf) (https://www.revistamineria.com.pe/actualidad/diseccionando-los-conflictos-mineros-en-el-peru:-breve-analisis,-deficiencias,-problemas-de-gestion,-propuestas-de-mejora). Esta ruta hacia Chota conecta algunas mineras grandes. 






En el camino llegamos a las Lagunas del Alto Perú, una zona interesante, pero en riesgo de que estos ojos de agua sean explotados por una empresa minera que está instalada muy cerca de estas. Este espacio tiene casi 300 lagunas, pequeñas y grandes, y bofedales. La visión es impresionante (https://siar.regioncajamarca.gob.pe/sites/default/files/archivos/public/docs/alto_peru_.pdf) (https://www.youtube.com/watch?v=kbkuj8SvnR8). A pesar de ser aún temprano (no era ni mediodía), corría un viento helado (estamos casi a 4 mil metros). Estamos en plena zona Jalca o Suni (http://infoandina.org/infoandina/sites/default/files/publication/files/La_Jalca_Peruana.pdf). De ahí seguimos nuestro camino primero hacia Bambamarca. El camino es bastante sinuoso hasta llegar cerca de Hualgayoc, ciudad minera por excelencia. La carretera es penosa por este espacio. Se estrecha peligrosamente y está demasiado deteriorada. Había autos pequeños que iban por esta vía; imagino que estos vehículos acaban destrozados muy pronto. Y es una zona por la que pasan muchos camiones de diversas empresas que laboran en la zona. No ingresamos la ciudad, pues queríamos ir rápido a Bambamarca y Chota. Pasamos por una suerte de vía de evitamiento espeluznante, tan estrecha que sólo podía pasar un vehículo. La carretera estaba bajo reparación y había que parar cada tanto para permitir el paso de vehículos en doble dirección. 




Así llegamos a Bambamarca, que está en las faldas de cerros por lo que sus calles tenían buenas inclinaciones. Estacionamos en la plaza de armas para averiguar más sobre el lugar y nos dimos con la triste realidad que la bella plaza antigua ha sido prácticamente destrozada con moles de varios pisos llenas de vidrios de colores y las paredes laterales de esos edificios sin enlucir. Como habíamos visto la plaza de Cajabamba el día anterior, comenzamos a comentar el peligro que esta ciudad pueda terminar como Bambamarca o, peor, como Chota como lo comprobaríamos luego. Estuvimos no más de una hora; fuimos a la municipalidad para tener información turística y hacer uso de los baños. En una oficina municipal nos comentaron de una necrópolis como Otuzco o Combayo: Ventanillas de Bellavista. Estas las visitaríamos al retorno. 




Subimos nuevamente en la camioneta y nos enrumbamos hacia Chota. La ruta estaba mejor, pero plagada de rompemuelles. Llegamos a Chota pasado mediodía y nos fuimos a buscar un lugar para dejar la camioneta y ver el lugar. Al entrar al centro en sí, nos sorprendió el gran coso que tiene esta ciudad, el cual es visitado por diversos toreros de diversas partes del mundo a realizar faenas (https://www.portaltaurino.net/enciclopedia/doku.php/plaza_de_chota) (https://www.youtube.com/watch?v=pUliC42LhAE). Logramos dejar la camioneta cerca de la plaza principal para ir a ver la plaza y la iglesia mayor. Como ya habíamos advertido, la hermosa plaza que se veía en fotos antiguas, se ha plagado de verdaderas moles antiestéticas. Aquí una idea de cómo era el lugar: https://gentedechota.com/chota/historia-chota/. La iglesia se ve nueva y estaba en proceso de restauración (https://seve126.wordpress.com/2010/12/06/datos-sobre-la-iglesia-de-chota/). Ya estábamos hambrientos, así que preguntamos sobre algún restaurante simpático para ir a almorzar. Un chico nos dio el dato: Chicharronería El sabor chotano RZ. Fuimos al lugar y pedimos el plato de rigor. Fue un error para Maria, quien aún no estaba del todo recuperada del primer día. Una vez concluido nuestro almuerzo iniciamos el camino de retorno. Cuando salíamos de la ciudad de un más de cincuenta mil personas, de aire rural, vimos un restaurante que tenía muchos autos: ese, creo, era el lugar para almorzar. Chicharronería La Curva. El camino ya era más conocido y pudimos llegar con comodidad a Bambamarca. A la salida de este, nos fuimos a un mirador en el que había también un parque de diversiones: Cruz Verde y Juegos Extremos. Luego descubrí este video que nos da a conocer de más espacios atractivos del lugar: https://www.youtube.com/watch?v=MLd1hgJ6LIo.






De ahí seguimos nuestra ruta hacia las ventanillas de Bellavista. Hay una cantera de cal cerca y eso hace un poco riesgosa la entrada. Pero la vista es impresionante (https://www.bambamarca.pe/turismo/2022/11/06/ventanillas-apan-bajo-bellavista-arascorgue-chulipampa-maraypampa-y-llaucan/) (https://www.youtube.com/watch?v=74V-cRWJuZU). Indudablemente que Cajamarca tiene muchos tesoros prehispánicos por mostrar, pero que debe integrarlos a circuitos más extensos y crear instalaciones para facilitar su acceso y atraer a los turistas que aman espacios; fuera de Combayo y Otuzco, hay más sitios como Bellavista. No muy lejos de este sitio arqueológico, hay otro: Ventanillas de Arascorgue (https://www.youtube.com/watch?v=vpsCaRjPDkg). Una riqueza que espero pronto sea mejor difundida; pero hay que mejorar hoteles, infraestructura vial, servicios (restaurantes, posta médicas u hospitales, guías preparados, información simpática, sensibilización en la comunidad, un etcétera que hay que comenzar a trabajar ya. Por ejemplo, el acceso a las Ventanillas carece de señalización y sólo puedes llegar con una buena camioneta; ya identificamos dos falencias. Y luego la carretera, llena de rompemuelles, la única que se conoce aquí para controlar la velocidad. Y peor aún, grandes tramos donde el asfalto es aún un sueño y sectores, como el cercano a Hualgayoc, plagado de huecos en el que un pequeño auto puede desaparecer de la faz de la tierra. Tanto por hacer. Así llegamos a Hualgayoc, esquivando huecos. Decidimos entrar a la ciudad para evitar la carretera de evitamiento que es de terror. Hualgayoc es un pequeño pueblo minero que tuvo su esplendor tal como se ve en el libro Hualgayoc, riqueza y tradición de William Guillén y Pepe Chávez Tejada. En este vemos toda la historia de este lugar, desde tiempos prehispánicos hasta poco antes de su edición en 2019. En el texto, encuentro el nombre de ingenieros italianos apellidados Zas Friz, apellido de un amigo de mis tiempos universitarios. También leí este texto que da otra visión de este pueblo: https://cajamarcaaldia.com/hualgayoc-la-tragedia-de-un-pueblo-minero/. Pasamos rápidamente por el lugar, pues ya se estaba haciendo un poco tarde y queríamos regresar con la luz solar todavía. Los tramos cercanos a Hualgayoc son penosos y peligrosos con tramos asfaltados y de trocha. Ya la llegar a las Lagunas de Alto Perú hasta Porcón la ruta fue más tranquila. El descenso desde Porcón Alto sí puede ser lento, pues la ruta de entrada/ salida de Cajamarca y sólo hay un canal para cada dirección. Llegamos casi a las 7 pm. César iba a viajar ese día, fue a ver sus cosas. Fuimos a cenar al restaurante del hotel Costa del Sol en plena plaza de armas. César nos iba a dar el alcance. Primero fui a guardar la camioneta y luego nos encontraríamos con César para despedirlo yéndonos al Fri.to restaurante también en plena plaza (https://es.restaurantguru.com/Frito-restaurante-Cajamarca). 







La pasamos muy bien, pues había una banda en vivo que se llamaba Los Banana. Buena música cover, tan buenos que me parece que pueden estar en la próxima Fiesta de la Música de la Alianza Francesa de Trujillo. Genial y el lugar es simpático.

Fin de nuestro tercer día. Al día siguiente nos íbamos a Kuntur Wasi.

domingo, 11 de julio de 2021

CHICLAYO, PAMPA GRANDE, LA PUNTA: UN NUEVO RESPIRO

Viernes 02 de julio. Luego de estar casi un año y medio inmovilizado por la pandemia, César me dice para hacer un viaje a Chiclayo para despejar la mente y volver a vivir luego del enclaustramiento obligatorio. Luego de haber dejado todo el trabajo previo (tiempos de asambleas y cerrando trimestre escolar) nos fuimos en un bus a las 3:30 pm. Previamente había contactado con la agencia de alquileres de vehículos para rentar uno durante todo el sábado, pues el domingo era día de restricción vehicular para autos particulares. Un sábado para sacarle el jugo. Y lo íbamos a hacer. El bus llegó tarde, pues el tránsito desde Reque hasta la ciudad misma de Chiclayo es insufrible: no entiendo cómo aún no hacen una buena autopista de entrada a la ciudad teniendo ese tráfico y contando con un mantenimiento de calles mucho mejor que en Trujillo donde los numerosos huecos tienen un pedazo de calle. En ese sentido, Chiclayo tiene menos problemas en sus calles y, además, existe una mejor interconectividad entre los numerosos pueblos de su valle. Habíamos quedado con la gente de la Alianza Francesa de Trujillo en participar en una actividad en la cual tenía que hablar y pensaba que no iba a tener problema alguno, pues indican que el bus suele llegar un poco más allá de la 7 pm. Pero eran las 7:30 y aún no estábamos en la ciudad. Llegamos a toda prisa al hotel y solo pude participar en el evento hacia finales de la conferencia pactada. Una vez concluida esta, salimos con César a cenar algo ligero y comprar unas sandalias, pues las mías habían muerto por uso. Luego de una comida ligera, nos fuimos a nuestro hotel a descansar y levantarnos temprano.

Sábado 04 de julio. Nuestro hotel, por cuestiones de protocolo sanitario, servía un desayuno muy triste. Así que decidimos ir a un restaurante para tomar algo consistente. Fuimos a un café restaurante, Café España, lugar que ofrecía sánguches prodigiosos y un buen café. Una cosa inaudita que vi en esta ciudad es la proliferación de varios lugares de venta de café, una bebida que no era tan popular en su consumo por la población salvo del hecho en casa (café pasado). Esto es muy simpático, pues el día anterior habíamos visto un local listo para inaugurarse y, sin quererlo, íbamos a usarlo este sábado. Comimos un buen sánguche y nos llevamos otro para el camino. De ahí nos fuimos al aeropuerto para alquilar la camioneta con la que nos íbamos a desplazar ese día. Cosas de la vida: una confusión hizo que alquilemos una camioneta que nos iba a ser mucho más útil para nuestro periplo.

Nos fuimos en dirección a Pomalca. Recogimos a un amigo y de ahí nos dirigimos hacia Pampa Grande. En la visita de 2019 con Carmen y su hermana, habíamos llegado a este lugar luego del periplo sureño (Zaña, Huaca Rajada) por lo que llegamos ya un poco tarde. Este es un lugar de origen moche, aunque hay vestigios de mucha más antigüedad. He aquí más información: “[..] Los misterios que guarda el complejo arqueológico Pampa Grande conocida como la última capital del reino Mochica vienen poco a poco develándose. El equipo de investigadores del Proyecto arqueológico Pampa Grande que trabajan en un área aproximada de 600 hectáreas ha reportado importantes hallazgos arquitectónicos en este centro urbano que alojó a los señores de Sipán en los años 700 d.C. En la plataforma norte se ha registrado un muro principal que divide la excavación en dos espacios diferenciados. Al este del muro principal se observa la presencia de una rampa de más de 10 metros de longitud, asociada a dos frentes y un piso finamente elaborado. Mientras que al oeste a más de 3 metros de profundidad se registra parte de estructura arquitectónica conformada por amplios ambientes, con rampas y asociaciones arquitectónicas directas a la última plataforma ubicada al sur del edificio. En la plataforma menor, al sureste de la Huaca Principal (Huaca Fortaleza) en el sector Piedemonte norte, se ha reportado similares contextos a los de la zona norte, con la única diferencia que la rampa de más de 10 metros de longitud se encuentra orientada al sur. La evidencia de sellos rituales de la arquitectura ha sido ampliamente corroborada en esta unidad, recuperándose la osamenta de un niño y 3 camélidos completos, en el relleno de tierra suelta. [..]” (http://www.naylamp.gob.pe/noticias/NOTA%20DE%20PRENSA%20N%C2%BA%2056-%202013%20UEN005.pdf). Una pena que haya habido personal en el lugar; la visita la hicimos solos, pero el paisaje es impresionante y con una geografía interesante, un valle encerrado por estribaciones andinas que ubican a esta fortaleza como entrada o salida de este valle. Aquí hay más datos: http://ponce.sdsu.edu/resena_historica_del_centro_poblado_pampa_grande.html.









Después de esta visita de casi dos horas, nos fuimos a buscar una iglesia de la cual había leído escasamente en algunas fuentes; los datos indicaban Saltur, nos fuimos a este lugar. Al llegar a Saltur, una amable señora nos dijo que no era esa, sino otro espacio no muy alejado de ahí, La Punta. En este lugar hay una pequeña capilla ya ruinosa, construida a inicios del siglo XX. Espero que haya una buena voluntad para evitar que este pequeño monumento desaparezca. 




De ahí nos enrumbamos a almorzar a Lambayeque. Para evitar la ciudad, fuimos por una avenida, Av. Chiclayo, que estaba sí en un estado calamitoso no por la pista, sino por la cantidad ingente de basura de todo tipo que se acumula en todo lado: era una travesía penosa, decepcionante. No sé si hay algunos viajeros que toman esa ruta, pero uno de los problemas de nuestras ciudades es utilizar las veredas o los senderos de los caminos y carreteras como vertedero de basura de todo tipo. Es increíble, es parte del paisaje y estamos tan acostumbrados que no nos llama la atención; no solo es un problema de las autoridades, sino de la población misma: colchones, basura orgánica, cajas y cartones, miles de bolsas de plástico, cadáveres de perros o gatos, restos de lavaderos, escombros de construcción: es todo un abanico humillante de nuestra sociedad. Pese a todo, logramos cruzar evitando el centro de Chiclayo y salimos ya cerca de Lambayeque. Nuestra primera intención era un buen almuerzo en el Restaurante Descalzi, pero había una boda. Nos dirigimos, entonces, a El rincón del pato, donde me encontré con mi exalumno de la universidad. Conversamos un rato, mientras venían nuestros platos y nos dieron de obsequio una fuente de tamalitos verdes: comer en Chiclayo no tiene pierde. Una vez concluida nuestro opíparo almuerzo, nos fuimos a San José a respirar un poco de aire marino. 



Hay ahora un bonito bulevar desde el cual la caminata a la orilla no era muy distante. Vimos una buena cantidad de bolicheras en la arena y pocas personas en la mar. Hacía un poco de frío. Estuvimos un rato, pues la idea era hacer un periplo costero: Pimentel y Eten, cruzando Monsefú. Así lo hicimos una breve entrada a Pimentel, fuimos paralelo al mar y retomamos la carretera a Eten y decidimos ir al muelle (he ido un par de veces más), pero uno de los amigos de César nos dijo subir al faro: extraordinaria decisión. Subimos hasta cierto lugar prudente, pues queríamos entregar la camioneta a las 7 pm; fuimos hacia el faro y tuvimos un espectáculo impresionante: el gran muelle de Eten y su inmensa playa hacia la derecha del faro (viendo hacia el mar) y hacia la izquierda la bonita playa Media Luna. Había mucha gente que iba al faro en sí, ciclistas y gente que iba a acampar, fuera de pescadores con cordel. El frío arreciaba. Decidimos retornar por la carretera Panamericana Sur. Un tránsito penoso. Llegamos a tiempo, luego de pasar el endemoniado óvalo de ingreso a la ciudad: manejar en Chiclayo puede ser una de las experiencias más frustrantes y desafiantes de la vida. Llegamos al punto de encuentro con la persona a la que íbamos a devolver la camioneta. Una vez entregada, nos fuimos caminando por la avenida Balta hasta llegar a ese Café que el día anterior estaban preparando para inaugurarlo ese sábado. Entramos, tomamos un buen café y un postre para levantar las energías. Nos despedimos y fuimos al hotel a dormir un día largo, pero bien aprovechado.




Domingo 05 de julio. Último día. Nos fuimos a tomar un buen desayuno: el tradicional frito chiclayano. De ahí un taxi a Lambayeque, queríamos ir al Museo Brüning, pero ese día no se abría por los protocolos de rigor. Así que nos fuimos a la simpática plaza de armas. La iglesia matriz estaba abierta por una ceremonia de confirmación. No sé si ya se permiten esas ceremonias, pero nos permitió visitar el lugar con calma para ver cómo ha quedado la restauración de sus altares. Al salir, vimos un accidente absurdo: una moto contra un auto. 






Tratamos de almorzar algo, pero el tiempo nos apremiaba. Vimos algunas estatuas en esta pequeña ciudad en la que hay varias, pues es una de las cunas de la independencia de nuestro país. Nos fuimos a Chiclayo; almorzamos algo ligero y de ahí a la agencia.

Un viaje breve pero revitalizante.

domingo, 16 de septiembre de 2018

CERRO CAMPANA, ¿HACIA UN TRISTE FINAL? (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO DOMINGO 16 DE SETIEMBRE)

Sábado 08 de setiembre, con un grupo de amigos se hizo una primera visita a este bello e imponente espacio que vela al valle de Moche y resguarda a la ciudad de Trujillo y su balneario ancestral, Huanchaco. Esta visita es la primera de las que planeo hacer de manera personal, pues he descubierto de manera directa todo el acervo material natural y humano que nosotros, los trujillanos, tenemos a nuestro alcance. Además, y de primera mano, también pudimos constatar una situación amenazante a este potencial ecológico, histórico y turístico que podría perderse por indolencia de personas que lo hacen por motivos de lucro personal (tráfico de terrenos, uno de ellos y que se ve por las delimitaciones trazadas bajo una legitimidad desconocida) o por la ignorancia intencional de una población, como la nuestra, que podría perder un ingente recurso económico inagotable.
La lista de potenciales patrimonios y los ya existentes se han visto amenazados por diversos desastres que los pueden dañar o hacerlos desaparecer para siempre. Incendios, derrumbes u otros siniestros, accidentales o provocados, han destruido nuestro ingente patrimonio nacional, regional o local. Cuando nosotros estábamos culminando nuestra visita a tan interesante lugar, se estaba reportando un incendio en el conjunto arqueológico de Marcahuamachuco, zona afectada varias veces por incendios provocados intencionalmente por agricultores que desean eliminar la maleza de los terrenos en torno. La indiferencia o complicidad permitieron, por ejemplo, que el 12 de noviembre del 2017 las instalaciones que resguardaban la huaca Ventarrón en la Región Lambayeque se destruyese a causa de un extraño accidental incendio que redujo a cenizas murales y restos arqueológicos de más de dos mil años. O que el 15 de setiembre del 2016 la bella iglesia de San Sebastián en el Cuzco quedase destruida en un casi un 80 % por un siniestro, el cual destruyó su bello altar mayor que había sido recientemente restaurado, fuera de algunas pinturas del maestro del barroco indígena peruano, Diego Quispe Tito.
Nuestro país, nuestra Región y nuestra ciudad cuentan con numerosos lugares interesantes y valiosos que podrían convertirse en santuarios naturales o culturales, como los totorales de Huanchaco y el interesante Cerro Campana (o cerro Sipón). Espero que este potencial no sea visto como un impedimento para intereses económicos que no ven en estos nada de rentabilidad, sino un estorbo para sus propósitos. Pero peor aún es la ignorancia intencional construida con malévolos y oscuros propósitos que prefieren una visión vacía y sin compromiso de la vida y sus manifestaciones. Bajo esta perspectiva, se puede entender claramente por qué jóvenes vacuos y frívolos estén ganando casi quince mil dólares mensuales en programas basura, mientras que un intelectual de la talla como lo fue Marco Aurelio Denegri haya percibido un magro sueldo de 950 soles al mes. Cabe preguntarse, entonces, qué fin tendrá el Cerro Campana.  

lunes, 1 de enero de 2018

LIMA: VIAJE PREHISPÁNICO




Luego de un año cargado de trabajo y tensiones en nuestros centros de labores, María tuvo la idea de que acompañáramos a Orietta en el inicio de sus vacaciones a Lima. En principio Orietta se iba por casi dos meses, pero una lamentable circunstancia hará que ella retorne más rápido de lo que había pensado. Pese a todo, seguimos con el proyecto de viajar a Lima. También era una buena ocasión para encontrarme con mis entrañables amigos de la Universidad Católica. Además siempre que he estado por Lima por una u otra razón, me he quedado en las puertas del MALI y esta vez me pensaba sacar el clavo.
Así salimos por tierra vía Cruz del Sur a Lima el viernes 15 de diciembre. En nuestros planes para el sábado 16 era ir a Pachacamac, lugar que visité en 1985. Llegar a Lima y acceder al terminal tomó casi una hora. El tráfico es insufrible. Una vez en la agencia, Orietta llamó a Alonso en cuya casa nos quedaríamos. Nos acomodamos y tomamos un buen desayuno para la jornada. Peque, amiga común de nosotros, se iba a unir más tarde con nosotros. Tomamos un taxi para que nos lleve a Pachacamac, a los cuatro jinetes del apocalipsis. El tránsito es insoportable en Lima. Felizmente había un día nublado que ayudaba. Dejé esta ciudad en 1991 y cada vez que retorno veo mejoras, pero también un marcado deterioro en la calidad de vida del limeño promedio sin auto: pasas mucho tiempo de tu vida diaria en uno, dos o hasta tres vehículos públicos. Y la cantidad de vehículos particulares es otro de los grandes problemas. Las avenidas paran abarrotadas de todo tipo de auto, sobre todo muchas 4X4 que ocupan mucho espacio vital para llevar, muchas veces, a una sola persona. Casi media hora después (La Molina donde estábamos está relativamente cerca de Pachacamac) llegamos a nuestro punto de interés. Recordaba esta carretera cuando en la época universitaria nos íbamos un buen grupo en uno o dos autos a las playas del sur. Divertidos. Pachacamac fue un centro de peregrinaje milenario; me contaba María que cuando vino a Perú la primera vez fue a visitar el lugar y el museo de sitio se hallaba en construcción; ahora ya está concluido.  La visita al museo es necesaria, pues sintetiza la visita del lugar, además que da una serie de datos cronológicos importantes para poder ubicarse en este sitio ocupado por diversas culturas (http://pachacamac.cultura.pe/museo-de-sitio/historia). Antes de hacer ingreso al lugar arqueológico se ve la construcción de un museo grande, el Museo Nacional de Arqueología,  (https://gestion.pe/economia/empresas/ohl-aldesa-construiran-futuro-museo-nacional-arqueologia-146569). Algunos han protestado por su construcción, pero depende de nosotros. Parece ser que en 2016 se levantaron una serie de observaciones, Unesco incluida. Espero que dichas salvedades ya estén corregidas. En ese sentido, México siempre tuvo muy clara las ideas de su patrimonio. Quien ha ido al bello Museo Nacional de Antropología lo entenderá. Ver a Coatlicue, Xochipili, los atlantes, una tumba maya, Xochimilco, el calendario solar, Tlaloc juntos… es demasiado y la visita es corta siempre (http://www.mna.inah.gob.mx/) Entorno a Tlaloc hay una historia que casi parece leyenda si no fuera por todos los registros audiovisuales que hay, vale la pena conocerla (https://www.youtube.com/watch?v=55Kj0V1p-Bs). Volviendo a nuestra realidad, en el Norte hay un sueño de hacer el megamuseo Moche para recopilar los datos de esta gran cultura que abarca desde Ancash hasta la zona sur de Piura. Un amigo arqueólogo proponía el valle de Chicama para ello; pero hay muchas cosas y detalles para tomar en cuenta. El museo de Pachacamac es bastante didáctico, parecido en la museografía al de Túcume: amable, didáctico, información precisa. Y como dije, obligada visita antes de ir por el espacio arqueológico. 





Para visitar el complejo monumental puedes ir en bicicleta. Ese concepto demora en ser aplicado en otros lugares arqueológicos como Chan Chan; hice este lugar con mis alumnos de colegio hace años. Si estuviera organizado sería un gancho. Hicimos el recorrido a pie. Una vez fuera del Museo, nos dirigimos al complejo de adobes Lima para ver técnicas de construcción. De ahí pasamos al Acllawasi, construcción inca que era el espacio más conocido y que ha sufrido daños por los últimos desastres naturales. Sin embargo, por las explicaciones del guía (no sabía eso) este espacios ha sido casi en su totalidad reconstruido (no restaurado) y lo que vemos es una reconstrucción hipotética de este espacio. Por esa razón, este espacio ha pasado, en cierta forma, a un segundo plano. De ahí nos dirigimos a ver una pirámide, la 1, con una rampa. Estas pirámides fueron construidas por los Ychma, cultura posterior a los Wari. Pero, interesante es ver la conformación de los senderos comunicantes entre sí; como dijo el guía, se parecía a lo que uno ve en Pikillacta en Cuzco: construcción Wari, pues esa zona de Cuzco fue planificación Wari. Luego nos dirigimos a la Plaza de los Peregrinos la cual, según contaba nuestro guía, era un sitio de preparación y purificación para los viajeros que llegaban a visitar a este poderoso dios de la tierra (Señor de los Temblores cuzqueño o Señor de los Milagros en el sincretismo cristiano) a su santuario y cuyo ídolo de madera con incrustaciones se halla en el Museo. Desde ahí nos íbamos a dirigir a la cima. En cierta forma, el paisaje asemeja a la Fortaleza de Paramonga, que se halla casi a orillas del río Fortaleza. Volviendo a nuestra ubicación, desde esta plaza se ve el Cementerio Max Uhle, de origen Wari, estudiado por este científico alemán. También se puede ver el armazón que protege al Templo Pintado, el cual se vio bastante deteriorado por la erosión y el clima, sus colores originales se han ido perdiendo por lo que se hace necesario una intervención (lo mismo pasa con los frisos cromáticos de las huacas del Norte, una vez descubiertas son bellas y brillante, luego se “destiñen”). Luego iniciamos nuestro ascenso. Orietta y el enamorado de Peque decidieron quedarse en la Plaza a esperar nuestra locura turística. Pero la visita bien valió la pena. La vista desde el Templo del Sol es bella: Mamacona, las islas, el océano, el sitio arqueológico en su grandeza, la fea ciudad que ya invade sus espacios y las industrias de cemento que no se hallan lejos de ahí. Las islas que se ven frente a Pachacamac fueron la fuente de una leyenda de Cuniyara y Cuvillaqa. He aquí un video (https://www.youtube.com/watch?v=MXeMfJKrmbU). Aquí otra versión de tradición oral (https://www.youtube.com/watch?v=s6KfiWBwG1s). Esta zona fue construcción Ychma, pero fue sometida por los Inca en 1470 aprox. Hay varias paredes reconstruidas del monumento, aunque aún se observan rastros de pintura mural roja. Nuestro guía nos acompañó hasta la zona de las hornacinas que dan frente al mar. Dimos vuelta al edificio y nos fuimos a recoger a Orietta y amigo.







La idea de ir a almorzar al restaurante Tierra Santa en Miraflores fue aceptada por todos. Después de un largo periplo que me permitía recordar lugares como Villa y Chorrillos, llegamos a Miraflores. Dejamos el auto y nos fuimos al almorzar. Como siempre, todo fue generoso con comida que me hace recordar mis meses en Israel: humus, falafel, hina, baclaba, ummm. Una vez concluida nuestro opíparo almuerzo, nos fuimos a ver libros: quería comprar el libro Viaje al fin de la noche de Céline. El libro no fue encontrado, pero encontré otros dos que me simpatizaron: Libro del desasosiego de Fernando Pessoa y El móvil de Javier Cercas. En el camino de regreso a buscar el auto en el Parque Kennedy nos encontramos con un buen amigo, el rabino Bronstein. Como de costumbre, hablamos de ópera y comentaron al respecto Orietta y Maria. Una buena despedida para ir en busca del auto. Habíamos quedado con un buen grupo de amigos de la PUCP vernos en La Noche de Barranco a las 8 pm. Había olvidado las distancias y el tráfico. Regresar a casa nos tomó casi una hora. Era ducharse, cambiarse de ropa y salir casi después de nuestra llegada para ir a Barranco. El encuentro fue genial. Había sido cumpleaños de Laura Moscol el día anterior y lo celebrábamos el sábado 16. Gran reunión. Llegamos a casi las 3 de la mañana a casa. Ya domingo 17.