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Trujillo, La Libertad, Peru
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domingo, 1 de enero de 2023

LA CIUDAD DE PIURA, 2022 (CRÓNICA DE VIAJE)

  


Sábado 10: último día en Piura. María tenía clases en la universidad, por lo que César, su amigo y yo íbamos a dar una vuelta por la ciudad en sí y Catacaos. Generalmente, muchas veces usamos a la ciudad como una especie de dormitorio para ir a conocer sus alrededores sin conocer mucho de los secretos que la ciudad encierra en sí. Eso pasa con Cusco (o Cuzco), ciudad que visitas de manera relámpago y que, por acuerdo con mis amigos de la PUCP, a inicios de este año que muere recorrimos con calma la ciudad con sus bellas calles, casas e iglesias. Y aún así fue insuficiente. Bueno, eso decidimos hacer con Piura en este día; pero también iba a tener momentos de decepción y frustración como pasaremos a detallar.

María se fue temprano a trabajar. Un taxi de confianza la lleva y recoge como lo solía hacer durante las semanas que ha ido a trabajar a Piura. Coordiné con César para que arreglen sus cosas y pueda dejarlas luego en nuestro cuarto antes de viajar. Por razones de coordinación, César ya no iba a retornar a Tumbes sino tenía que viajar a Trujillo. Cosas del raro azar. Nos fuimos a tomar desayuno a otro lugar cercano de una playa de estacionamiento donde dejamos la camioneta: Don Parce en la calle Arequipa (calle donde viví mi niñez y de la que recuerdo poco). Este Don Parce era de la cadena de El Parcelero y parece que tuvieron desavenencias económicas y cada uno por su lado. El restaurante está en pleno corazón de la ciudad, al frente del centro comercial Plaza del Sol. El desayuno estuvo bastante bueno. Piura es una ciudad que tiene una oferta gastronómica relevante; estos tres días lo demostraron. Luego de pagar la cuenta, nos fuimos a nuestro primer objetivo: la casa de Don Miguel Grau.

Miguel Grau es uno de los principales héroes de nuestra nación (https://www.biografiasyvidas.com/biografia/g/grau_miguel.htm). La Marina de Guerra se ha hecho responsable de la restauración y cuidado de esta casa museo, que es un verdadero santuario (https://www.marina.mil.pe/es/cultura/museos/casa-grau-piura/). La visité hace un par de décadas y cada vez que iba, retornaba a visitarla. Entró en una etapa de restauración tras el terremoto de 1912 (hay una buena profusión fotográfica de cómo quedó la casa) y ahora se la ve con una mejor museografía, infografía amable y didáctica, y bastante primor para su cuidado. Esta casa en realidad no perteneció a Grau, sino a su abuelo materno. Grau radicó en Lima por lo que la información personal también se encuentra en la casa que residió hasta el último año de vida (https://www.marina.mil.pe/es/cultura/museos/casa-grau-lima/). La casa de Piura tiene una serie de fotos muy íntimas como la del héroe y sus hijos (8 en total); la casa muestra cómo era un hogar piurano a fines del siglo XIX. Su pequeño patio tiene una estatua de Don Miguel; algunos turistas se sientan para tomarse fotos como uno lo puede hacer también en la casa de César Vallejo en Santiago de Chuco. Momentos simpáticos para reforzar la memoria de una nación que necesita a gritos patrones o modelos de conducta. Un detalle que sí me entristeció era ver en el patio que está rodeado de algunos edificios que no tienen enlucido (como en todo en nuestro país); eso desmejora la estética de tan simpático rincón. 




De ahí en adelante iba a tener una cadena de desilusiones en la ciudad. Nos fuimos hacia la Plaza de Armas a tomar unas cuantas fotos. 




En el 2014, estuvimos en el Museo BCRP que tiene una colección muy buena de huacos Vicús, además de pinturas de Ignacio Merino (https://www.deperu.com/cultural/museos/museo-del-bcr-piura-2149); sin embargo, por ser sábado estaba cerrado. Igualmente, los días anteriores por ser días feriados. Una forma de desalentar un turismo externo que llega, muchas veces, a la ciudad no precisamente en días laborables. Me quedaré con el recuerdo de aquella visita. Luego nos fuimos caminando a la pequeña iglesia de San Francisco. Entre los jirones Callao y Lima, tiene un pequeño atrio y frente a su entrada principal una bella casa que se va arruinando lentamente. Esta pequeña iglesia está ligada a la independencia de Piura en el contexto de la independencia de la Intendencia de Trujillo que el 2020 celebró el Bicentenario. Los planos de la iglesia pertenecieron a Don Martínez de Compagnon. (https://www.arzobispadodepiura.org/templos-de-piura-y-tumbes/iglesia-san-francisco/). Esta iglesia fue declarada monumento histórico en 1969 durante el gobierno de Velasco. Aquí tenemos un video bastante explicativo: https://www.youtube.com/watch?v=l-3LUoHehk0. Las personas que estaban en la iglesia fueron muy amables, incluso me dijeron para prender la luz y tener mejor visibilidad, pero les pedí que no se molestaran. Iba a ser todo diferente a la siguiente experiencia. 




Había pedido información a un policía sobre el Museo de Arte Religioso de la iglesia del Carmen; además, visitar la Plaza Merino. El policía no ubicaba el museo, pero sí la plaza; pensé que no estaba informado. Sin embargo, seguí adelante con mi plan. Fuimos a la simpática plaza en la que está la estatua de don Ignacio Merino, gran pintor peruano del siglo XIX (https://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/merino_ignacio.htm). Algunas de sus pinturas están en el Museo del BCRP (que estaba cerrado) y en el MALI. Además tiene un retrato de Santa Rosa muy interesante (https://www.afapperu.org/noticias-afap/blog-post-title-one-ehzjg). Aquí más datos: https://publicacioneslima.pe/wp-content/uploads/2018/10/munilibro-9.pdf. Merino con Luis Montero son los más grandes pintores piuranos del siglo XIX y de los mejores peruanos con Carlos Baca- Flor y Daniel Hernández. De Montero en el MALI está la impresionante pintura Los funerales de Atahualpa; de Merino, La lectura de Don Quijote. Ambas pinturas de gran factura.




La plaza es muy bonita, pero estaba llena de toldos con cierto orden y un lugar asignado por el MINSA para vacunación. Imagino que esto será provisional, pues las fiestas navideñas estaban próximas. En la plaza está ubicada la bella iglesia del Carmen y frente a la plaza está la iglesia María Auxiliadora. En la primera década de este siglo, había visitado El Carmen y anunciaban la apertura de un museo. Es una bella iglesia con altares en pan de oro y un bonito púlpito (https://www.arzobispadodepiura.org/templos-de-piura-y-tumbes/iglesia-del-carmen/). Había una misa, por lo que decidimos esperar un rato, mientras íbamos a buscar el dichoso museo para ver sus tesoros tal como lo promocionaban algunas páginas turísticas. ( https://www.raptravel.org/informacion-piura10-departamento-piura-atractivos-turisticos-piura-iglesia-el-carmen.php). No existe museo alguno, así que decidimos salir a comprar unas botellas de agua para controlar el calor (que ya arreciaba). Cuando terminó la misa, tomé algunas fotos y se acercó un señor al cual le pregunté sobre el Museo; en vez de responderme a mi pregunta, me increpó el hecho de haber tomado fotos y, después de eso, me dijo que el museo no existía, pues todo había sido devuelto a la iglesia como institución; le pregunté nuevamente, pues en varias páginas de internet informan sobre este atractivo turístico, pero me siguió diciendo que no se debería tomar fotos, que era patrimonio religioso y que no era espacio para turismo. Bastante decepcionante la situación. Me da pena por la actitud hacia el visitante y la sensación de información engañosa que puedes tener de la internet. Aquí alcanzo dos páginas que ofrecen información sobre este museo que, según esa persona, no existe: https://www.deperu.com/cultural/museos/museo-de-arte-religioso-de-piura-2148; https://ilamdir.org/recurso/4966/iglesia-de-nuestra-se%C3%B1ora-del-carmen-de-piura-y-museo-de-arte-religioso. No sé con qué criterio se trabaja la información turística de una ciudad que podría dar mucho a los visitantes, pero no con actitudes como la que nos tocó vivir. 




Y para cerrar la visita de la decepción nos fuimos caminando por la Av. Sánchez Cerro y luego la Loreto hasta el Museo Vicús, el cual había visitado también en la primera década de este siglo. (https://www.deperu.com/cultural/museos/museo-municipal-vicus-1812). Este museo acoge a la famosa estatuita de oro, la Venus de Frías, de cabeza movible. (https://portadasarquitectonicasgamarra.org.pe/el-idolillo-de-oro-y-la-diosa-de-frias/).    Esta joya estaba antes en el Museo Brüning de Lambayeque. Íbamos con mucho interés para poder reencontrarme con este tesoro casi dos décadas después. Al llegar nos encontramos con el museo cerrado, con un candado y sin ninguna explicación o advertencia. Habían anunciado que estos museos estaban activos y sólo resultaba información falsa. No sólo los actos vandálicos como los acaecidos en Cusco ahuyentan a los turistas; estas dos formas son otras para alejar a cualquier visitante. Decepcionante.


Fastidiados, nos fuimos a recoger la camioneta: ya en vías de ir al hotel a recoger las cosas para dejar el cuarto de César y colocar sus cosas en el mío, decidimos hacer un alto en el cementerio San Teodoro, el más antiguo de la ciudad, el cual es patrimonio cultural de la nación. En este hay pabellones de instituciones religiosas, como mausoleos familiares con dignas muestras de arte funerario (lápidas, estatuas, vasijas) (https://www.udep.edu.pe/hoy/2014/07/el-cementerio-san-teodoro-176-anos-de-historia-de-piura/). La gente no suele visitar los cementerios por una u otra razón; sin embargo, estos espacios congregan la historia de una ciudad; es la residencia final de sus ciudadanos. Hay pabellones de los párvulos, muchos datan de finales del siglo XIX, incluso durante la guerra del Pacífico. El cementerio está bien tenido en líneas generales; pero, de haber una buena restauración de sus monumentos, se podría incorporar este espacio como una actividad turística más, incluso para los mismos piuranos que desconocen su historia (http://www.sbpiura.gob.pe/pagina/centros-productivos/cementerio-san-teodoro). 






Una vez culminada la visita, fuimos al hotel a hacer los cambios necesarios y llevar al amigo de César a la estación de buses, pues tenía urgencia de viajar. De ahí nos decidimos hacer una visita a Narihualá, sitio arqueológico que César aún no conocía. Para eso se toma la ruta hacia Catacaos, pues se encuentra muy cerca. Esta era mi tercera visita; el año pasado había ido con Maria, Laura y la directora de la Alianza Francesa de Chiclayo. Narihualá, sitio tallán, tiene un pequeño museo de sitio que se vio un poco afectado con el sismo del año pasado. Sobre la huaca están los restos de una iglesia en estado ruinoso. He aquí un video para información general: https://www.youtube.com/watch?v=JfElgFDit80. La primera vez que visité este lugar carecía de muchas cosas y la investigación era incipiente. Ahora ya todo esto ha cambiado (https://arqa.com/actualidad/colaboraciones/narihuala-principal-asentamiento-arquitectonico-de-la-cultura-tallan.html#:~:text=Narihuala%20fue%20el%20principal%20centro,de%20la%20provincia%20de%20Piura.) La visita fue simpática, poca gente. Muchas personas aún no conocen este lugar. Un circuito o más información de la sociedad tallán se hacen necesarios. Una amiga ha estado trabajando con las personas para trabajar en el desarrollo de artesanía y la mejora de servicios; ahora falta que vaya más gente al lugar, captar otro tipo de turista o enganchar al turista que busca playa para integrarlo a este circuito.




Ya estábamos con hambre. Con la intención de hacer compras para nuestras familias y amigos (estaba en varios juegos colectivos de Amigo Secreto), nos fuimos a Catacaos. Dejamos la camioneta cerca de la plaza de armas y nos fuimos a deambular por la calle Comercio, la arteria plagada de tiendas de artesanía, platería, etc. En viajes anteriores había hecho diversas compras de plata o pedrería. Hay que buscar, pues muchas cosas se repiten y ves lo mismo en muchas tiendas que venden las mismas cosas. Una vez concluidas nuestras compras fuimos a almorzar; pedimos consejos de las personas de la tienda donde compramos y nos recomendaron uno nuevo que se ubica en un segundo piso. Lastimosamente, no aparece este en el mundo virtual. Queda sobre la calle Comercio a una cuadra de la plaza principal. Los tamalitos verdes estuvieron precisos. Lo mismo que sus carnes aliñadas. Buena elección. Salimos con dirección a la plaza y vimos la iglesia principal abierta: la iglesia de San Juan Bautista. (https://turismoi.pe/iglesias/iglesia/iglesia-de-san-juan-bautista--4.htm). Esta iglesia la he visitado muchas veces en las numerosas visitas que hice a Piura durante los 90 e inicios de este siglo; en 1998 estuve en una celebración de Semana Santa. En esta oportunidad, había una ceremonia de confirmación de algunos jóvenes. Hice algunas fotos y luego nos fuimos a recoger la camioneta con nuestros bultos y compras. La vía entre Catacaos y el acceso al nuevo intercambio vial (de los numerosos que ahora Piura tiene – sana envidia-) para ir a Piura el tránsito es un poco pesado por existir sólo una vía por dirección. Esperemos que pronto esto se convierta en autopista, pues es también el camino para conectar con otra zona que ha crecido poblacionalmente: Sechura.




Nos fuimos a dejar la camioneta. Fuimos por la Av. Progreso (larga), estábamos en Castilla; teníamos que cruzar el río y lo hicimos por el puente Bolognesi. Viéndolo bien, pocas veces hemos cruzado el Piura, pues todo lo hicimos en el margen norte (en cierta manera). Desde ahí, ya era fácil ubicarse. Al llegar al grifo donde se encuentra la empresa de alquiler de autos San José, cargamos de combustible para entregarlo. Todo Ok. Hicimos el pago y luego César me invitó a tomar una buena raspadilla en la tienda del grifo. Ahí nos enteramos que Francia y Marruecos habían pasado a la semifinal. Locura. Todavía no habíamos avisado a Maria que Portugal había perdido, pero imagino que, con sus alumnos, estos le habrían comentado. Como había problemas para hallar un taxi (de locura) decidimos caminar al hotel: una buena caminata para reposar el tardío almuerzo. Fuimos en dirección al centro comercial Plaza de la Luna (bonita arquitectura) que tiene a su costado el hotel Holiday Inn. Caminamos toda la Av. Guillermo Gulman, donde vimos varias ardillas corriendo por el jardín central. Llegamos a la Av. Sánchez Cerro hasta llegar a la calle Los Naranjos y luego tomar la Av. Sullana. Es una zona comercial, pues se halla cerca del mercado por lo que hay que ir muy atento para evitar robos. De ahí doblamos a la Av. Country y nos encontramos con un espacio interesante: la Plazuela Mártires de Uchuraccay, la cual tenía los bustos de los periodistas asesinados en esa masacre (https://lum.cultura.pe/noticias/%C2%BFqu%C3%A9-ocurri%C3%B3-en-uchuraccay). Nos detuvimos un rato a ver los mismos y vimos con pena que algunos habían sido vandalizados y tenían pintas. En nuestra caminata al hotel le contaba a César sobre la proyección del documental de Hernán Rivera Mejía, director cinematográfico franco peruano que estuvo con nosotros en la Alianza Francesa para presentar su obra (https://lum.cultura.pe/noticias/%C2%BFqu%C3%A9-ocurri%C3%B3-en-uchuraccay).




Al llegar al hotel, tomé una buena ducha; Maria llegó y nos preparamos para ir a cenar ya con nuestras cosas listas para partir. Antes de salir, se hicieron los pagos necesarios y nos fuimos al otro patio de comida que queda vecino al que habíamos ido el día anterior en la Av. Andrés Avelino Cáceres. Escogimos un buen restaurante: Festa. El único problema (y creo que pasa en muchos restaurantes de nuestro país) es la música a todo volumen y bailable. Una rara combinación de ir a comer y bailar al mismo tiempo. Personalmente me disgusta estar sentado para comer rico y que te revienten el oído (no puedes ni hablar) con música chillona. Creo que es un hábito que haría mucho bien por nuestra salud mental, calmarnos para disfrutar lo que vas comiendo con placer: las carnes buenas y el postre, mucho mejor; fue tan bueno que decidimos repetir este último. De ahí nos fuimos al hotel a sacar nuestras cosas e ir a la agencia. Fin de nuestra visita piurana.





lunes, 4 de agosto de 2008

VISITA A PIURA (2)


La visita a Piura fue con toda una buena búsqueda cultural y gastronómica. La llegada a una ciudad costera de nuestro país es siempre decepcionante, un espectro que abarca desde lo social hasta lo estético. La entrada a nuestras ciudades son lugares donde por razones obvias se asientan los cinturones de pobreza socioeconómica; y estos crecen sin ningún orden urbano, con un sentido de precariedad que alimenta nuestra sensación de soledad como viajero: estamos entrando al espacio del qué pasará. Como peruanos que somos, domeñamos esos códigos urbanos, pero, viéndolo bien, es una muestra de nuestro actuar cotidiano, centrado en la improvisación y en hacer las cosas a medias (como recordando en paráfrasis visuales arquitectónicas, la frase del expresidente Prado Ugarteche: "en el Perú hay dos tipos de problemas: los que arreglan solos y los que nunca se arreglan") Y esa es la sensación de cualquier ciudad de nuestro país: todo está a medio hacer, no hay cosas concluidas. Quizá en viajes por la selva, con la feraz vegetación (eso percibí en Iquitos); o en la sierra, con los apus tutelares, esta sensación se diluya un poco, puesto que el contexto geográfico hace, en cierta manera, más "tolerable" esa vesánica costumbre de lo medio hacer; pero es en la costa, la zona en que se desnuda con mayor facilidad esa muestra de lo medio pelo de nuestra ciudad, forma de pensar y vida además.

Piura no escapa a ese molde costeño. La ciudad antigua, la de calles estrechas, la de veredas altas, la de plazas simpáticas está sucumbiendo a la acción de la "modernidad", gran eufemismo que permite a cualquier individuo tomar acciones sobre diversos espacios arquitectónicos y demolerlo; peor aún, dejan caer las casas por la acción del tiempo y la desidia de todos (los peruanos debemos competir en el Guiness de actitudes, quizá ganemos en ese rubro). La última vez que estuve por Piura, ya más de 3 años, vi casas en deterioro; mi reciente visita me ha mostrado una ciudad que tiene la mayor parte de sus manzanas centrales derruida o en el piso. De seguir así, la Piura que conocí hasta los 4 años y la que fui recondando en los frecuentes viajes que hice desde 1993, no será nada más que imágenes de una ciudad que quedará en las fotos antiguas o en las páginas de la extraordinaria novela LA CASA VERDE de MVLL. Barrios como la Mangachería o la Gallinacería serán nombres evocados ahí, en la novela. Piura me da pena, cae sin piedad ni orden y su centro viejo ha sido objeto de toda la rapiña posible. En fin.