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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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jueves, 24 de septiembre de 2009

GLOBALIZACIÓN O NEOCOLONIALISMO: PANDILLAS, LENGUA. ¿IDENTIDAD?



La reciente visita de Jesús Valero a nuestra Universidad y a la Alianza Francesa de Trujillo ha abierto una serie de interrogantes. El conversatorio ha invitado a la reflexión sobre este tema, el cual queda mucho por definir, sea por actitudes, sea por perspectivas. Convertido en debate, las reflexiones sobre la globalización y las incidencias en la migración interna y externa, y en la conformación de la cultura y la identidad de dichos grupos humanos demandan aclarar definiciones sobre lo que entendemos por globalización y neocolonialismo.

Creo que los ejemplos cotidianos pueden ayudar a entender (o a enredar más) estas dos palabras.
El primero que me viene a mente es el de los jóvenes: estuve leyendo diversos artículos sobre las pandillas y las maras. El primer movimiento social (lo es) se da por una serie de causas que concurren en nuestras sociedades. Una de ellas es la presencia de familias disfuncionales a causa de la migración de uno de los miembros cabezas de una familia: generalmente era el padre, pero recientemente, es la madre quien se ha visto en la necesidad de migrar para contribuir con el ingreso familiar. La ausencia de autoridad y el abandono han hecho que muchos adolescentes, en nuestro instinto gregario, hallen en una pandilla la familia que no tiene: pertenencia, identidad, seguridad. La migración forzada de tantas personas a países que les ofrecen oportunidades ha cambiado la fisonomía de pueblos enteros en América Central (sobre todo en El Salvador y Guatemala) y en Ecuador. Muchas familias peruanas han visto partir a la madre para trabajar en ciertos servicios que generalmente los oriundos no suelen hacer: servicios domésticos, niñeras, servicios de poca exigencia formativa. La pandilla otorga al nuevo "huérfano" una suerte de estabilidad y pertenencia que ya no halla en su familia. Algunas personas tienen la suerte de reunir a sus familias, pero algunas de estas reuniones en el extranjero han sido poco satisfactorias, puesto que muchos de los adolescentes reubicados en sus nuevos lugares de residencia enfrentan una serie de problemas de adaptación, tanto personal como social. La nueva sociedad que los acoge no es del todo permeable, situación que se ha agravado con la reciente crisis de los países ricos, en desmedro tanto de los países pobres como los residentes de los mismo en sus espacios geográficos. El desplazamiento humano (la transhumación de miles de personas por varias naciones europeas) ha generado graves problemas sociales, políticos y económicos. Uno de estos graves problemas en sociedades como la norteamericana fue la creación de pandillas en sus territorios, que luego fueron "reexportadas" a sus lugares de origen; tal es el penoso caso de El Salvador, donde han surgido sólidas pandillas o maras, de jóvenes de origen salvadoreño-americano, y han creado una sociedad con reglas estrictas de convivencia y violencia. De las guerillas, surgen ahora las sofisticadas maras.

Pero el origen de estas pandillas obedece también a la poca capacidad que tuvieron los países receptores de migrantes, muchos de ellos explotados o forzados a radicar en estos países (recuerdo la película Gran Torino y el grave problema de las minorías vietnamitas viviendo en USA).

En la discusión se habló de la posición y perspectiva que se tiene con los migrantes. Es interesante ver el grave problema que ha estallado en los países ricos que no tuvieron capacidad de respuesta o, si la hubo, no fue la acertada. Algunas leyes francamente racistas fueron muchas veces las provocadoras directas de la forzosa aglutinación de estos grupos humanos tratados como subciudadanos, si cabe el término.

La quimérica globalización habla de la aldea global; simpático eufemismo que no concuerda con lo que esta declaración presenta: ciudadanos del mundo. De serlo, implicaría un trato de igualdad a todos, libre movilidad, equidad en el trabajo y oportunidades: esto implicaría, como un ejemplo, que una persona que trabaja en Singapur, Nueva York o Trujillo de una transnacional perciba el mismo sueldo. Lo último será rebatido, obviamente, por cualquier economista. No son criterios de igualdad, son otros. Ese punto de partida lo dice todo. Las desigualdades priman para pesar de muchos y benéplacito de otros.

Sigo pensando en el neocolonialismo.

jueves, 20 de agosto de 2009

HABLA JUGADOR, JULIO HEVIA


"Al borde de la poza, un chiquillo de rojo observaba las acciones parado en su bicicleta. Me acerqué a él y le pregunté si podía hacerle una pregunta. Me miró con recelo. Proseguí, antes que su desconfianza creciera. "estoy haciendo una encuesta". Su mirada seguía inexpresiva. Señalé su bicicleta y le dije. "¿Qué entiendes si te digo que en "En dos, es la voz"?" Su inexpresividad se mantuvo un rato. Hasta que por fin habló. "¿La voz? No manyo, ah.." Tan solo esas cinco palabras me envejecieron cinco años. Le volví a preguntar: "¿Y qué palabra usas para decir que algo es "lo máximo"?". Me respondió que "chévere". Aferrado a un lejano vocablo de mi adolescencia le pregunté tímidamente "¿Y... paja?. Me miró, y juro que en sus ojos había condescendencia: "Sí..., humm.. paja tambíén". Repetí este ejercicio con ocho chiquillos más, todos de barrios diferentes, y la conclusión es triste para mi generación: "la voz" ya no es la voz".

Con este fragmento de HASTA "PAJA" TE ATRACO del libro TRADUCCIONES PERUANAS de Gustavo Rodríguez, empecé mi moderación el día que presenté el libro HABLA, JUGADOR de Julio Hevia. Empecé con este simpático fragmento dicha presentación, ya que la lectura del libro me movilizó en muchos planes afectivos y generacionales como pasaré luego a explicar; y, creo, este fragmento sintetiza lo que sentí una vez leído todo con mucha fruición.

Luis Eduardo García, mi compañero de trabajo y colaborador ladrillo de la última Feria del Libro de Trujillo (en enero de este año) me sorprendió las primeras semanas de enero con un pedido muy especial: presentar este libro. Conociendo a Luis Eduardo, sabía que no estaba encomendando labor de fácil hacer, o mejor dicho de ligero leer. El texto que yacía delante de mí, me exigió diversos planos como lector.

Cuando uno hace una crítica de un texto se halla en dos planos: uno objetivo, ligado en cierta manera a lo que el texto es, casi diría yo una lectura denotativa del mismo para obtener un panorama de él. Y a uno subjetivo, el plano que me moviliza como lector, el personaje actante que se desplaza a lo largo del texto mismo para hacerlo mío, darle un valor personal. En el primer plano, el texto depende de sí mismo y ha de tener otras perspectivas que enriquezcan su esencia, que añadan muchas cosas a su hermenéutica. En cambio, en el segundo plano, mi YO entra a tallar y mis facetas de docente, de lector compulsivo, de lingüista, de amante del idioma, entran en acción recreándolo. Hago estas atingencias con el fin de comunicar que estas reflexiones las haré primero desde un plano descriptivo, y luego desde un plano apreciativo, bastante personal. Este último trataré de no hacerlo con tanta carga subjetiva, viciada por perspectivas profesionales u otras personales que pueden terminar por tergiversar, distorsionar un texto en su intención.
Este libro es un vasto compendio de expresiones coloquiales tan arraigadas como populares. Julio Hevia, formado en Psicología, utiliza la libre asociación de ideas como técnica aplicada en el vasto corpus recopilado y seleccionado, y, me atrevo a decir, bajo la influencia de Jacques Lacan. Lacan veía al lenguaje como una suerte de muro, un encorsetador (si cabe el término). Pero éste no es rígido; muy por el contrario, como lo demostró Freud, es un campo rico que muestra al individuo en sus profundidades. No quiero meterme en honduras psicológicas, no es mi campo; pero sí apasiona saber que como ciencia humana, al igual que la lingüística, se preocupa de la humanidad en su entendimiento a través del discurrir de su vida social e individual. Con esta atrevida licencia que me concedo, puedo decir que Julio Hevia identifica una suerte de campos motivadores subyacentes, de leit motiv de la psiquis colectiva peruana: tales como el medio hacer las cosas, cuestión de actitudes, nuestra represión sexual, entre otras. Y sirven estos como grandes campos léxicos o hiperónimos, palabras abarcadoras, que ayudan a hilvanar todo esa gran corpus sea por sucesión o por oposición, por metonimia, por metáfora, por metátesis, por calambur, etc.
El libro, además, logra extraer, estudiar, explicar y hacer sentir al lector la profundidad emotiva de las jergas, que como el propio autor dice, resultan ser una suerte de documento de identidad, el DNI de una comunidad comunicante. Pero reconoce su carácter pasajero, efímero, el ya fue de ella misma; como acto de habla tiene esa gran carga de afectividad, intimidad, emotividad, espontaneidad, naturalidad, vivacidad (fuera de la subjetividad); pero también la fugacidad de la misma; la jerga no espera convertirse en una regla, en una norma; sería romper su esencia trasgresora.
La jerga nos aglutina como hablantes, nos integra; pero explota además de manera consciente o inconsciente el carácter segregacionista que ésta tiene y la vive, la sufre un advenedizo cualquiera en una reunión informal (un riesgo que puede manejarse desde el plano consciente o incosciente, peor el primero)
El libro enumera una infinidad de jergas de nuestro colectivo nacional, aquella que está “vigente”; que pese a su movediza naturaleza, es efectiva aún y no nos moviliza mucho en nuestra capacidad de hablantes plurilingües que somos. Así pues ¡Habla jugador! es también una suerte de diccionario de ayuda, pues permite que alguien ajeno a este fascinante mundo del “entre líneas”, pueda culturizarse, haciéndose uno más del grupo y ya no ser aquel que rompe la mística de una conversación informal simplemente porque no la manya, no la para o no computa. Personalmente he revisado el extenso glosario de la página 289 a la 344 y me he encontrado con varias sorpresas y con muchas situaciones apremiantes. Algunas veces en clases con alumnos de primeros ciclos de pregrado en la Universidad que enseño, solían responderme ante el pedido de un trabajo por entregar con un “fácil” con cierta entonación; durante las primeras oportunidades entendía este enunciado con un sentido muy sencillo, muy denotativo; mas, luego caí en la cuenta que no era así; para los jóvenes ese “fácil” con el tono y arrastre final significaba “quizá no”. En la página 41 del texto encontré más detalles de este uso.

El libro invita al lector a reflexionar en el manejo de los diversos niveles del habla. Muchos investigadores le dan gran validez a esta creación anónima y colectiva de los hablantes. Alguien eficientemente culto y actualizado en el manejo de la jerga, hace que tome conciencia de lo que dice cuando habla. Sirve para comprender que la jerga es una suerte de medida, cuyo uso, abuso o ausencia, marca las pautas del tipo de relación que alguien busca con determinado interlocutor (nuestro plurilingüismo situacional)

La forma como Julio Hevia aborda el tema resulta bastante atractiva para el estudiante común. Genera no pocas situaciones graciosas; pero, créanlo o no, algunas veces ha dificultado mi lectura por estar pasando entre dos niveles de lengua escrita, comentario que luego explicaré. En realidad, algunos comentarios o ejemplos leídos que he hecho a diversas personas del texto han tenido por respuesta una sonora carcajada para entrar, luego, en una reflexión sobre lo dicho. Por eso, desde una óptica más académica, el exceso de retórica popular dificulta un análisis metalingüístico estricto o profundo para el que urge el lenguaje aséptico que requiere toda investigación científica.

Quiero cerrar mi apreciación desde la visión subjetiva de la que había hablado en un principio en mi posición de docente de lengua; el texto es una excelente oportunidad para conocer más el rico uso de la lengua castellana y entender más el imaginario de nuestros jóvenes; este texto nos desnuda en nuestras creencias, dudas, tabúes, metas, decepciones y expectativas (por ejemplo, en la ya manida figura del fútbol) y ponernos al día: es nuestra tarea, homework pendiente.

Finalizo agradeciendo a las personas que me dieron más ideas o centraron con sus valiosos aportes estas reflexiones (muchas de ellas muy graciosas, el caso no era para menos): mis profesores de lengua, sobre todo Hugo Vergara Lau y mis amigos como Gustavo Mantilla, Víctor Caballero y Javier Rodas.