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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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domingo, 6 de abril de 2014

SIRESA EN EL ROMÁNICO ARAGONÉS

Al culminar nuestra visita a San Juan de la Peña, todo el grupo de AEPE se dirigió a almorzar a la campiña aragonesa, cerca de Ansó. Un almuerzo simpático en una fonda al pie del camino, cerca de un riachuelo y rodeado por montes y colinas cubiertas de vegetación. El calor sí era fastidioso, pero la buena conversación y los platillos supieron hacernos pasar bien el momento.  Tras el almuerzo y buena sobremesa, nos fuimos hacia Ansó, un pequeño pueblo que ha visto con el pasar de los años cómo desciende el número de sus habitantes. Actualmente este pequeño poblado no pasa de mil, pero hay también una población rural, ya que las principales actividades son la ganadería, la agricultura y, últimamente, el turismo. Gracias a este, el pueblo ha recuperado su original encanto de poblado campesino, con sus estrechas calles, una pequeña plaza central en la que se alza su principal iglesia. Esta reconstrucción y la inclusión de todos sus habitantes en las actividades turísticas son todo un modelo que podría aplicarse en algunas ciudades de nuestra sierra. He visto intentos en Cascas; pero Lucma, en la sierra liberteña, podría ser un modelo que podría implementarse, paso a paso, con el apoyo decidido de autoridades, gobiernos (central y regional), empresas y ciudadanos. Hay que hacer muchas cosas, que sí vimos en Ansó: una buena infraestructura vial, servicios básicos de calidad, pequeña infraestructura hotelera, reconstrucción de la zona mejorando la calidad de vida de los habitantes (no desalojarlos, sino incorporarlos en todas las actividades) y una información precisa para los visitantes (historia, geografía, arte, cultura, entretenimiento). Y ese pequeño poblado nos ofreció todo en el par de horas que estuvimos en sus espacios.
Las autoridades nos tenían un pequeño obsequio musical. Para tal caso, nos invitaron a su iglesia mayor, la iglesia de San Pedro, del siglo XVI. Es una inmensa mole de piedra, sobrio edificio que se ve imponente en la pequeña plaza en la que se ubica. La construcción es alta y uno lo percibe al ingresar. Pese a ser una construcción barroca, hay mucha sobriedad en su interior. Presenta varias tallas de santos, imágenes religiosas. Pero su altar mayor sí es destacar, todo en pan de oro, alto (me hacía recordar al de La Compañía de Arequipa). Siempre me han gustado las esculturas. Aunque en el barroco, muchas de estas eran tenebristas, la belleza y sobriedad de grandes maestros españoles atenuaban un poco ese carácter fúnebre o hasta macabro de algunas de estas estatuas. Esta iglesia tiene buenas muestras. Pero la siguiente visita me iba a dar más belleza. La sorpresa que nos tenía el alcalde era musical. Un pequeño coro, acompañado de un organista, nos deleitó por casi media hora; pero también contaban con una solista femenina, cuya voz nos iba envolviendo en ese marco barroco. ¡Qué más pedir! Lastimosamente, hubo varias personas del grupo que no fueron advertidos de esta actividad. Una lástima, puesto que perdieron un bello espectáculo. Salimos de la iglesia, luego de ver con más detalles los retablos (uno con una pintura, los otros con imágenes) para irnos a nuestros buses. En el camino hicimos un breve alto para ver el pequeño museo temático que tienen. Muestran la vida campesina del poblado. Es, pues, una pequeña sociedad agrícola y ganadera.
De ahí, ya en nuestros buses nos dirigimos a Siresa para ver el monasterio de San Pedro. Una maravilla escondida y sorprendente.  Siresa, como poblado, es aún más pequeña. Su población no pasa de 300 habitantes. Todo apunta que esta zona, que pertenece al valle de Hecho, es, desde el punto de vista histórico, la cuna de la sociedad, cultura y corona aragonesas. Imaginar que el reino de Aragón fue uno de los más importantes del mundo europeo tanto el medioevo como el renacimiento. Esta visita me estaba abriendo los ojos. El monumento más importante por el cual la historia incluye a este poblado en sus anales es el impresionante monasterio de San Pedro. Todo se inicia el 25 de noviembre de 833 cuando Galindo Aznárez, conde carolingio de Aragón, y su esposa donan estas tierras para hacer una iglesia, luego vendrá el monasterio, bajo la orden de San Crodegango, quien regularizó las reglas para un clero menos mundano y más comprometido con los evangelios. Algunos historiadores piensan que hubo una edificación anterior visigótica, que se usaba como hospedaje además, puesto que cerca de ahí hay restos de caminos romanos, muy usados en esa época. La nueva iglesia, recibió diversos honores y prebendas desde su creación. Conservó una espléndida biblioteca para su época. Tuvo dos periodos oscuros: cuando en el año 999 hubo una fuerte campaña de Almanzor que amenazó al monasterio y fue casi abandonado; y el otro, cuando pasó a la jurisdicción de Jaca en 1145. Lo que no pudo la guerra, lo pudo la administración. Como sucede en la actualidad. Nada nuevo bajo el sol. El edificio presenta diversas construcciones. Según nuestra experta guía, nos mostraba restos prerrománicos y la edificación posterior obedece a principios carolingios. Pura historia. Lo que una vez de chiquillo en el colegio oía fascinado, de pronto lo tenía delante de mí; conceptos carolingios, de Carlomagno, ¡qué viejos espacios! Las paredes, grandes moles, no tienen imágenes o tallados. Limpia edificación. Tiene, eso sí, bellas esculturas talladas en madera (un Cristo alucinante, una talla de un Cristo crucificado en madera nogal policramada, también del siglo XIII) y unos retablos posteriores al edificio. Hay una talla de la virgen María, llamada Virgen de Siresa del siglo XIII con el niño Jesús muy sencilla y bella, es una belleza de siglos.  


Una vez culminada nuestra visita, retornamos a Jaca a través de la ruta que bordea el bonito valle de Hecho. Una gira impresionante cargada de historia, ¡tanta impresionante historia!



viernes, 18 de febrero de 2011

FORÇA, BARÇA

Debo confesar que Barcelona no estaba en mis planes. Una llamada telefónica de Chicho Velásquez, mi ex vecino aquí en Trujillo y ahora residente allí ya más de 8 años, me hizo una llamada los últimos días de diciembre. Y me planteó ir a visitarlo, ya que iba a ir al sur de Francia a visitar a varios amigos míos. “Date un salto, estás a un paso, te regresas a París en tren o en avión, es muy barato, te quedas en casa”. Esa conversación fue decisiva para incluir a Barcelona en esta breve visita al viejo continente. Chicho, viajero empedernido, se dio “un salto” hasta la casa de Melissa, en el sur de Francia. Hicimos algunas visitas previas por la zona (que luego narraré en otra oportunidad, lugar de Templarios) y tomamos su auto para irnos hacia el sur. Las excelentes carreteras y autopistas francesas y españolas nos permitieron hacer un viaje cómodo, deteniéndonos brevemente en una ciudad muy simpática, Béziers; aunque un ex alumno me había invitado a visitarlo, el tiempo nos apremiaba, así que sólo estuvimos casi un par de horas en la ciudad y seguimos ruta. El sistema de peaje se ha modernizado en España, sólo mostrando tu tarjeta de descuento a un sensor instalado en la parte superior de cada caseta para poder agilizar el paso (imagino instalado en nuestras carreteras para ver que lo evadan o se lo roben). La idea era llegar lo más pronto posible a Figueres y Cadaqués a conocer el museo Dalí y su lugar de residencia. Pero una cosa es la voluntad y otra la realidad. La llegada a Figueres fue un poco accidentada: mi cámara sufrió un percance y el museo ya estaba listo a cerrar. El gran museo Dalí tomaba dos horas de visita y nos quedaba sólo media hora para hacer el recorrido. Para otra vez será. Nos olvidamos de Cadaqués también. La cercanía a Francia hace ver carteles en esa lengua, así como catalán, la lengua oficial de Cataluña (Catalunya). El espacio catalán acogió una sociedad y cultura muy poderosa, acompañada de una lengua que tuvo su esplendor en el Medioevo, al igual que su “prima” cultural, la occitana. El famoso conde de Tolosa tuvo fuertes vínculos con el conde de Barcelona y crearon una suerte de unidad económica que fue la fuerte tentación de un gobierno central como lo fue París, por un lado; y por otro lado, una fuerte rivalidad social, política, económica y cultural entre Barcelona y Madrid. Esta última situación se acentuó gravemente con el triunfo de la dictadura de la falange franquista y opacaron el mundo catalán desde los años 30 hasta la muerte del dictador Franco en 1975. La era del deshielo permitió crear las autonomías y, con ello, el rescate de la cultura e identidad catalana. Y esto se ve en todo lado: la identidad lingüística se da desde el aula de los colegios, en televisión, en la internet, publicidad, diarios, información de parlantes, carteles de información. Pero en las calles, a decir verdad, escuché poco catalán. Leía más que oía, salvo en la televisión.


Me quedé 3 días y un poco más en Barcelona; llegué el martes por la noche, y lo primero que hicimos fue ir a una tienda FNAC a ver si se podía arreglar mi cámara; el golpe sufrido no había afectado al lente, sólo se había roto el filtro y, felizmente, no afectaba el hecho de tomar fotografías. Compré varias películas en dvd y el filtro respectivo. Pero no se arriesgaban a sacar el filtro roto. Antes de ir a instalarnos en su departamento, pasamos por un edificio emblemático de la ciudad: la Torre Abgar de los servicios de agua potable de la ciudad, la cual se ilumina de manera diferente cada noche. Y es todo un espectáculo. Pero otro espectáculo fue ir a cuadrar su auto en la calle. Barcelona es, sin lugar a duda, uno de los lugares más densamente poblados de Europa y sus espacios son al milímetro aprovechados. Y tienen esos milímetros un alto costo. Vivir en Barcelona en tu departamento con un auto es tener la mitad de tus ganancias en pagar los espacios habitados por ti y tu auto. Pagas una fortuna.



Al día siguiente, miércoles había de encontrarme con mis amigos de la universidad, Quique y Milka, a quienes no veía en años. Milka estuvo aquí hace 4 años; Quique no lo veía desde los 80. Iba a ser un reencuentro emotivo, el punto de reunión fue en puertas del FNAC de la Plaza Catalunya cerca a Universitat. Gracias al metro (ya Trujillo debe ir pensando en uno, es una solución genial) puntuales, llegamos Chicho y yo al encuentro. Fue un buen abrazo para ambos, un abrazo que quiere sintetizar el buen recuerdo y todas las esperanzas soñadas desde nuestras aulas universitarias. Antes de empezar la visita “oficial”, pedí a mis amigos ir a ver alguna casa fotográfica para arreglar mi lente; fuimos a una que me pedía dejar mi cámara por dos días y con el posible costo de 150 euros (imaginar que la arreglé aquí por 50 soles); como podía seguir tomando fotos con relativa facilidad, desistí de mi empresa y me zambullí en la ciudad. Iba a ser guiado por la calles de Barcelona por 3 peruanos que han hecho su vida en España. Milka, cual mujer dominadora, tomó las riendas de la situación y nos llevó a conocer “su” Barcelona (cada uno en su momento me enseñó su Barcelona). Milka nos arrastró a ver la Barcelona modernista. Y todos la vinculan con Gaudí. Arrastrando por las ramblas y las calles de la antigua ciudad medioeval, una ciudad que nos muestra todo su pasado esplendoroso y que fue acallado por décadas, hasta que la ciudad fue propuesta como sede de los juegos olímpicos de 1992. Esa ocasión el rostro de la ciudad cambió y nos dejó la actual Barcelona con sus agudos y bemoles.


En nuestro paseo, bajando por el Paseo de las Gracias (P. de Gràcia), la primera casa en visitar fue la casa Battló, un bello edificio de viviendas que muestra de este arte complejo que imita a la naturaleza y que tuvo una serie de seguidores en esta ciudad (no sólo Gaudí, sino Puig, Domènech, Vilaseca, entre otros más). Esta casa está inspirada en las formas naturales de las hojas, cráneos y antifaces para lo cual ha utilizado hierro, mosaico. Al costado de ésta, está la casa Amatller del arquitecto Josep Puig, un bello edificio que era de viviendas, actualmente sede de un instituto. Ambas construcciones hacen un conjunto armónico, equilibrado, nada estridente como lo que hallamos en nuestra arquitectura urbana. Chicho me contaba lo difícil y selectivo que es edificar en esta ciudad; en cierta manera, esas reglas la hacen mantener bella y ordenada. Si Trujillo tuviera autoridades rectas, otra sería la cara de nuestra ciudad. Un detalle que no observamos es el hecho de que no ves cableado que afea a la ciudad, ni de luz, ni de teléfono. Esas marañas que afean tu vista y que se convierten a veces en foco de riesgo no los vemos por la ciudad. Para cerrar esta visita por el modernismo barcelonés, fuimos a una bella construcción llamada Casa Milà, en la misma Gràcia. Esta casa es todo un símbolo social, dependiendo del punto en que se la vea. El edificio ha sido adquirido por la Caja y está decidida (la Caja) a sacar a todos los residentes. El ingreso era libre, ahora ya no lo es; y los vecinos de las plantas superiores se resisten a desalojarlos. Es la lucha silenciosa de los ciudadanos por sus espacios versus las grandes corporaciones. El problema es que muy pocos atienden estas situaciones por el problema de la crisis. Barcelona es una ciudad fuertemente golpeada por la crisis. De eso, hablaremos en otro momento. Así pues, La Pedrera, como se conoce a este edificio, fuera de su belleza, se ha vuelto en una suerte de símbolo subterráneo. Cerramos parcialmente la visita a lo modernista con el palacio Güell (lo vimos por la tarde), el cual no pude ver por estar en refacción. Pena. Pero los detalles de su fachada eran impresionantes y, pese al cansancio de la caminata bajo un tenue sol, le pudimos arrancar destellos de su belleza que en otro momento la lucirá mejor. Espero verla.

Todo el grupo se dirigió hacia la zona vieja a almorzar.

sábado, 17 de abril de 2010

LA ISLA DE LOS MUSEOS: BERLÍN

11 de febrero. Penúltimo día en Berlín. Había estado en la zona sur de Alemania y había arribado a Berlín el día anterior desde Halle. Un frío duro, calador. Simone tenía que ir a trabajar y, por mi parte, había decidido ir nuevamente al centro de la ciudad para ver la catedral y los museos que se hallan bastante cerca. La ventaja de Berlín es que es una ciudad de espacios manejables, accesibles, gracias a la red vial que tiene. Bajé en Alexanderplatz, cerca de la inmensa torre de televisión y me fui caminando hacia la catedral. Luego de visitar el panteón de los Hohenzollern, enrumbé hacia la Isla de los Museos, la cual se encuentra a unos 500 metros de la salida de la Catedral. Todo a la mano.
La primera vez que estuve en Berlín en el diciembre de 1994 la ciudad acusaba aún los problemas de la reunificación. En la actualidad muchos de esos rezagos quedan en la ciudad, sobre todo algunos conflictos sociales. Pero en el 94, la ciudad aún lucía divisiones. Una de ellas eran sus museos. Durante mi primera visita, tuve la oportunidad de ver la bella cabeza de la reina Nefertiti, que se hallaba en un pequeño edificio en la zona que correspondía al Berlín occidental, mientras lo más relevante de la colección egipcia se encontraba en la Isla, que se ubicaba en la zona oriental. Esta visita justificó mi estancia en esta fascinante ciudad. Había colmado mis expectativas. Pero quise ver más. Esa primera estancia me permitió también parte de dos de los museos de dicha Isla: el Pérgamo y algo del Bode.
Esta nueva visita me llevó, ahora sí, a conocer 3 de estos museos: Altes Museum (que da frente a la catedral), la bella Nationalgalerie y el Bodemuseum. Ir al  Pérgamo me iba a demandar mucho tiempo; además con las nuevas instalaciones que han permitido reubicar a Nefertiti lo han hecho muy atractivo y cada día recibe cientos de personas por lo que hay que registrarse un día antes. La locura.
El Altes Museum (Museo Antiguo) tiene una bella colección de piezas de la Grecia clásica, así como bellezas etruscas y romanas. Varias bellezas pueden hallarse en sus salas, posee una buena colección de estatuas griegas y romanas en las que se pueden distinguir los bustos de Pericles (reproducción romana) y la de Adriano, así como la estatua de cuerpo entero de su amado Antínoo. El museo posee una interesante colección de arte etrusco, cultura que fue opacada por los romanos (algo así como los moches o paracas con los inca). Además tiene un colección de estatuillas en terracota, traída por diversos arqueólogos que hicieron su trabajo, a veces no tan santo, en el siglo XIX en la península itálica. Italia también va a ver muchas de sus obras renacentistas en varios museos del mundo, por ejemplo, el Bode. No conozco otros grandes museos como los de Londres o Nueva York, pero este museo tiene una interesante colección de vasos, ánforas y estatuillas de origen griego, como sólo he visto en Louvre y sobre todo en el Museo Nacional de Atenas. Además tiene algunos kouros de buena talla y bastante preservados. Algunas ánforas preservan, gracias a la minuciosa restauración alemana, el brillo de sus colores e imágenes. En la parte central del edificio se construyó una suerte de vestíbulo circular el cual es empleado como una galería para mostrar diversas estatuas, sobre todo de origen romano, que muestran a deidades del panteón grecorromano; puedes distinguir a Demeter, Mercurio, Juno, al imponente Júpiter.
En este museo hice un alto, puesto que me iba a enrumbar a otros dos más, tal como lo había previsto. Comí ligeramente y luego me dirigí a la Galería Nacional.
En el nuevo orden de estos museos, esta galería se llama actualmente Alte Nationalgalerie (Antigua Galería Nacional) y reúne lo más relevante de la pintura y escultura del arte alemán del siglo XIX. Quizá para muchos Alemania era la tierra de los románticos (literatura y música) cediendo en algunas artes a otras culturas vecinas. Francia se lleva los honores en cuanto a la pintura y arquitectura. Pero no es así. Cierto es que las escuelas francesas del XIX apabullan a las otras (Realismo, Romanticismo, Impresionismo), pero Alemania también tuvo grandes maestros. Esta galería los reúne. Estos bellos edificios que fueron construidos durante el siglo XIX fueron hechos para albergar todo el arte posible. Es para agonizar de belleza, no sólo por las obras, sino, además, por el espacio que las acoge. Todo esto se lo debemos a un hombre que quiso hacer de Berlín una bella capital: Federico Guillermo IV. Empezó la obra, pero no le alcanzó la vida para verla finalizada en conjunto. Si volviera a la vida, se sentiría emocionado por ver su idea hecha realidad. Por lo menos su estatua ecuestre vigila la entrada.
El museo tiene colecciones de otras partes de Europa. Por ejemplo: tiene algunas obras de Delacroix y una impresionante pintura de Edouard Manet, En el Jardín de Invierno. Bella, simplemente bella.  Esta pintura está en una sala que reúne otras pinturas de él, de Degas, de Renoir, de Monet, de Cézanne y algunas esculturas de Rodin y de Maillol. En realidad, los maestros franceses dominaron todo el panorama europeo, pese a que en un principio varios críticos de arte los vapuleaban, hasta que un tonto de ellos les puso por sobrenombre "impresionistas" al ver un cuadro de Manet que denominó como "Impresiones", Cosas de la historia.


























Pero el espacio otorgado a la escultura en este museo como el Bode, o varios europeos como el Louvre o la Glyptotek de Copenhague, como el Nacional de Atenas o el Narodny de Praga, te causan envidia puesto que los museos de América no muestran mucha escultura precolombina, salvo el de Arqueología de México. Europa tiene una vasta tradición arquitectónica, tanto religiosa, como militar o política-civil. Así pues, este museo también posee una interesante colección de arte escultórico del siglo XIX, el cual fue rescatado de iglesias o palacios que fueron sumidos en ruinas en los muchos conflictos bélicos que enfrentó el pueblo alemán. El más impresionante de los escultores alemanes es Johann Schadow. Sus obras son sólidas, pulcras y totalmente románticas. Fue un hombre de su época. Lo mejor, el conjunto funerario para el joven conde Alejandro von der Mark. Otro genial es Daniel Rauch y su bella escultura funeraria de la reina Luisa de Prusia. Es un placer caminar ante la piedra viva.
Pero la pintura también tuvo sus maestros alemanes. El maestro romántico Caspar Friedrich está muy bien representado. Pero lo mejor está en los realistas: para los arquitectos es todo un placer ver las obras de Eduard Gaetner y sobre todo el genial Adoph Menzel, del cual hay una inmensa colección de cuadros, ensayos, bosquejos; como pintor histórico tiene una interesante obra llamada El Concierto de Flauta de Federico El Grande en Sanssouci, un emblema del museo. Menzel retrató a la burguesía alemana como la industrialización de su país. Y se llega a la escuela naturalista con un gran maestro: Max Liebermann. Como un fotógrafo, retrató la clase proletaria del campo y la ciudad, en su sencillez y también en los problemas de injusticia.
Ya se iba haciendo un poco tarde, me dirigí al tercer museo que iba a visitar: Bode. Este museo está un poco aislado en relación a los otros y su entrada da hacia el río Spree. Estuve ahí en mi primera visita, pero como había priorizado el Pérgamo y el de Arte Oriental, el tiempo que me restaba era poco. Esta vez sí lo pude disfrutar. La ventaja es que ahora el museo tiene todas las esculturas que iban dispersas por Berlín en este museo que lleva el nombre de su primer director: Wilhem von Bode. Aquí te sumerges en la belleza de la escultura, los volúmenes del arte, su tridimensionalidad que te cubre y te acerca. Tiene, este museo, una vasta colección de estatuas religiosas de iglesias que se han perdido en el tiempo y en las guerras de la Alemania medieval. Varios santos y Cristos crucificados han sido rescatados; hay un conjunto impresionante del cual quedan pedazos como la virgen María, el mismo Cristo y otros elementos, procedente de Sajonia del siglo XIII. También posee una interesante colección de arte gótico francés, pero es Italia la que más se luce en este museo. Tiene una buena yesería de Donatello y trabajos buenos de Luca della Robbia. También posee una pequeña colección de Holanda, Portugal y una interesante, aunque pequeña, muestra de barroco español.
Completas tu visita con una bella muestra de arte bizantino, mosaicos, pinturas y esculturas traídas desde Italia, sobre todo Rávena. 
Una próxima vez debo reencontrarme con Nefertiti. Iré a verla.

miércoles, 31 de marzo de 2010

GUIMET: EL CERCANO LEJANO ORIENTE

Hace muchos años, había visto en un libro de historia la figura del dios Shiva en su famosa danza de la creación y de la destrucción. Era una bella estatuilla que se encontraba en un museo parisino: el Museo Guimet. En cuanto me instalé en el hotel Ibis en París ya en el hall principal del hotel había un dispenser con muchos folletos de la oferta cultural y de espectáculos que te ofrece la ciudad. En un lejano rincón encontré un folleto de este museo. Cumple 120 años (en realidad, 121) y reza en el mismo folleto que el Guimet es el museo más grande de Europa de arte asiático. El último viernes de enero era mi último día de visita en París. Inicialmente había comentado a Olivier sobre esta belleza y se entusiasmó por ir a conocerlo. Nos encontramos por el Notre Dame para almorzar con dos amigas suyas y luego nos fuimos a esta aventura lejana, por el Asia de los Himalaya.
Este museo fue concebido por un empresario industrial llamado Émile Guimet. Parece ser que esta persona era muy aficionada a las religiones orientales, a las religiones asiáticas. En realidad, no nos debe causar ningún asombro, puesto que cualquiera de las religiones practicadas en la actualidad y de culto masivo, todas tiene sus orígenes en Asia. Budismo, Cristianismo (Jesús fue judío), Judaísmo, Islamismo, Brahmanismo, Shintoísmo. Cualesquiera de las religiones modernas en nuestros continentes, sea Europa, América, África u Oceanía, somos cultores de variaciones de las mismas. Entonces, valgan verdades, hemos ido al origen de los cultos modernos.
























El Guimet tiene cuatro pisos, tematizados por regiones religiosas del gran continente. En el primer piso (planta 0) se encuentra todo el esplendor del mundo brahmánico. Es impresionante la delicadeza de esta gran cultura tan difundida y tan poco comprendida. Cuando veía algunas de las figuras de los dioses de este alucinante panteón, recordé el gusto y pasión que tuvo George Harrison por ello. Creo que hizo hasta un Khumb Mela. Las bellas estatuas labradas de las diversas formas de Shiva, Visnu; las diversas formas faciales del Gautama Buda y su rostro de la paz perfecta, el nirvana, me evocó a Siddharta y ese gran  poeta narrador Hesse. La perfección de la quietud, algo que ya no se ve en tu entorno. Era un baño de quietud. El silencio rodea a estas figuras.
La segunda planta (primer piso) nos acerca a la antigua cultura china, tan vieja como la humanidad. Hay bellas estatuillas, algunas más allá de los dos mil años. Qué peso de la historia. En realidad, China ocupa los dos pisos restantes pues hay tanto para ver y meditar. Caminas entre jarrones de diversas dinastías, delicados trabajos de jade, las primeras monedas de cobre. Hay espacios también para otras dos bellas culturas: Corea y el reino Silla; y el siempre maravilloso Japón y sus hermosos biombos, sus sofisticados trabajos de Ukiyo-e y las bellas armaduras de los señores feudales. Hace años, en Amsterdam, pude ver también una interesante colección de arte asiático. Pero el Rijksmuseum se centra en preservar el rico patrimonio holandés, sobre todo a sus maestros pintores, y el espacio asignado a lo asiático (tiene una interesante muestra de Indonesia, puesto que fue su colonia) es bastante pequeño. El Guimet es un museo delicado.
La visita fue todo un espacio de calma como los dioses que veían nuestro discurrir.


jueves, 25 de marzo de 2010

EL MUSEO SOÑADO: ORSAY


























Siempre fue un sueño. Hacía muchos años en casa de una tía mía que pinta vi un libro de su colección de pinturas: una colección antigua de la Editorial Codex publicó un pequeño libro sobre el Museo de los Impresionistas, que en ese entonces se llamaba Jeu de Paume, la Sala del Juego de la Pelota. Posteriormente, en la ex-estación de trenes Orsay, la que iba a ser demolida, un proyecto de Pompidou, apoyado por Mitterand y Giscard, el sueño de convertir este bello lugar en el museo de los impresionistas se hizo realidad y abrió sus puertas en 1985.

En París, en la semana que estuve deambulando por sus calles, no podía faltar a esta cita: era impostergable. El servicio público (que es público y no el pandemónium de transporte privado que hay aquí) en Francia es excelente, pese a las quejas de los usuarios parisinos; el metro y los sistemas alternos te llevan a toda esta inmensa ciudad y mi destino estaba estratégicamente ubicada. No hay que olvidar que fue una estación de trenes y que casi todo el servicio de transporte está conectado (es el caso de casi toda Europa).
Al salir de la estación de metro me di directamente con la entrada principal al museo. Era un viernes, tranquilo, con un poco de lluvia. La estación está cerca al museo y había poca marcha por hacer. Al ingresar ya estás en otro ambiente. La antigua estación  es de por sí una belleza y muestra el gusto de finales del XIX e inicios del XX, una muestra de la Belle Epoque. Lo que era la zona de trenes, ahora es una galería de estatuas en las que puedes hallar varias de Rodin, Carpeaux, Daumier. Los andenes son ahora las galerías por las que discurres para ver a los maestros. Entre por el ala izquierda y vi la belleza de Millet; no logré entrar a la exposición visitante de Ensor, pero en Amberes vi una gran colección de él. En la primera planta o la 0 están los maestros impresionistas: fui a buscar mi preferido Degas. Pero no podías dejar de ver a Manet, Monet y Renoir.
Uno de los pintores que siempre me llamó la atención y pertenece a una escuela anterior (realismo) es Honoré Daumier; había visto unas pinturas de él del Quijote y algunas obras sorprendentes sobre la clase obrera parisina; era su retratista, una suerte de Doisnaeu de la pintura.


Cuando recorres las galerías te detienes a contemplar a Millet y su Angelus, el que inspiró al surrealista Buñuel. Al atrevido Courbet, demasiado para su época. Pero Manet y su odalisca, a Monet y sus impresiones de la catedral de Saint Romain, sus nenúfares (para llorar), a Degas y sus desnudos y bailarinas. A Cézanne y sus bañistas, Van Gogh y su autorretrato, a Toulouse Lautrec y sus bailarinas. A Rousseau el aduanero y su increíble Encantadora de Serpientes.Gauguin, Seurat, Morisot, Bonnard, Boldini, Derain,.. Las esculturas de Carpeaux, el genial Daumier y su carácter ácido de crítico social. Degas y sus bailarinas. La bella e impresionante colección de Art Nouveau, muebles y arte utilitario. Demasiado.

Para cerrar vi una de las exposiciones itinerantes: L´Art Nouveau revival. Esta mostraba cómo dicha arte influyó en los gustos y objetos de los hombres del siglo XX. De pronto, hacia el final de la exposición comencé a identificar una serie de objetos de mi niñez y adolescencia: el Pop Art, la psicodelia. Súbitamente un periodo vivido por mí ahora se halla en el museo: ropa (la minifalda, las camisas psicodélicas) carátulas de LP (grupo YES, Procol Harum). Ahora ya soy parte de la historia como todos los de mi generación. A mucha honra.

domingo, 7 de marzo de 2010

EL LOUVRE, LA LUZ CORPÓREA DE LA BELLEZA (2)

Luego de haber dejado las salas del Egipto faraónico, nos dirigimos hacia la zona de Levante (Cercano Oriente) e Irán. Atrás dejamos a Sejmet, Horus, las bellas estatuas del escriba o la del enigmático Amenofis IV para dirigirnos hacia otro lo de los rincones del mundo donde se inició la civilización: la Mesopotamia, el Cercano Oriente e Irán. Al ver las diversas piezas en los gabinetes, recordaba a muchas de estas vistas en mis libros de historia: ¡todas delante de mí! Hubo muchas piezas que rebuscaban en mi memoria su total significado, no verla ahí aislada de su entorno. Era todo un trabajo kantiano de situar el inmenso valor del objeto que tenías delante de ti para darle la verdadera dimensión de su importancia. Así tuve cinco bellezas por las cuales quedé absorto, mudo por el peso de la cultura: la Estela de la Victoria del Rey Naram- Sin (casi 4100 años de antigüedad), el Código de Hammurabi (impresionante, además de ver ese increíble principio del hombre por querer determinar su convinencia con entelequias que aún no son aprehendidas por nosotros para vivir en armonía),  la pequeña estatuilla de la diosa Ishtar (la cual va a ir evolucionando en variantes en las culturas vecinas), los impresionantes Toros Alados del palacio de Sargon II (impresionantes y, como leí alguna vez, aterradores vigías de la fe de ese entonces) y los inmensos Capiteles del palacio de Darío, que adornaban una sala de audiencias (apadana) en un número de 36. Había visto majestuosidad de columnas en los palacios egipcios, sobre todo en Luxor y el inmenso "bosque" de columnas en el Templo de Amón en Karnak; pero los detalles de estos capiteles son mucho más impresionantes y estéticamente mejores.

En nuestro discurrir, nos dirigimos hacia las salas de las esculturas francesas, allí me iba a encontrar con todo un bello mundo visual. Reconozco que no hemos tenido una cultura en nuestra ciudad hacia la escultura, hacia el concepto de monumento tanto del punto de vista cívico-político, como el estético. Tenía una velada intención de ir al cementerio Père - Lachaise para poder ver todos esos mausoleos cargados de historia y belleza. En el Museo Nacional de Atenas había visto, en 1988, la estatua de bronce de Poseidon (la hallada en Sounion), así como la bella estela funeraria de Hégeso, hijo de Próxenos, un niño montado sobre un caballo, todo en movimiento. Desde ese entonces, mi interés por la escultura la veía estimulada en visitas a museos, parques públicos, cementerios. En Lima fui al Presbítero Maestro y tuve muchas satisfacciones. Pero Europa es mucho más de lo que pides, anhelas o puedes ver. Lo vi en los museos daneses de Roskilde, el medioevo escandinavo en su catedral, o Lousianna, con mi primer acercamiento a Giacometti. Pero el Louvre es el colmo. Este placer también lo viví en el Museo Bode de Berlín, del cual hablaré en otro texto.
¿Qué puedes priorizar en estas salas de escultura francesa (sólo francesa, faltan las otras)? Deja que tus ojos se deslicen hasta que lo más bello te detenga; a mí me detuvo la Tumba de Felipe Pot, el gisant y su cortejo de plañideras; todo ese conjunto condensa el Louvre escultórico. Simplemente bello. La imaginería religiosa es otro punto interesante. Nuestros altares barrocos, sobre todo en Cuzco, Arequipa, El Carmen de Trujillo y Lima vieja tienen bellas estatuas de santos y santas, obras de anónimos o de artistas de la talla como Martínez Montañés, Juan y Alonso de Mesa o el gran maestro ecuatoriano Bernando de Legarda, cuyas bellas tallas las ves en el Convento de San Francisco de Quito o su bello Museo de Arte Colonial (hay que ir a verlo). Volvamos al festín Louvre; aquí me topé con bellas imágenes religiosas: la Virgen de los Dolores de Germain Pilon, del siglo XVI, cuya presentación se hace en un espacio de fondo anaranjado que resalta la vivacidad de tan bella talla; o su impresionante Cristo Descendido, un anónimo que se remite al siglo XII, proveniente de la Borgoña.
Luego de una merecida pausa, con Olivier nos dirigimos a ver otras bellezas, nos fuimos a ver las esculturas italianas. Luego de haber almorzado en el subsuelo, bajo la pirámide, retomamos fuerzas para ver estas maravillas; aquí nos íbamos a topar con Dos Esclavos de Miguel Ángel, estatuas destinadas al mausoleo del papa Julio II o la bella obra de Canova, Psique y Amor.
Tomanos una galería que atravesaba la Grecia preclásica para ver una bella estatua de un guerrero (Guerrero Borghese), ver el busto de Homero y dirigirte por las escaleras para ir a la primera planta para ver algo de pintura.
En la escalera nos encontramos la Victoria de Samotracia, que pese a los siglos, estragos y daños, es y será siempre la victoria de la civilización sobre la barbarie. Así dejé, fascinado, el mundo de las esculturas para ir a las pinturas.

jueves, 4 de marzo de 2010

UN OCÉANO DE BELLEZA: EL LOUVRE (1)

Para hablar del Louvre  es necesario pensar en medidas mayores.
Empecemos por decir que es el museo más grande del mundo y que contiene inmensas colecciones de arte muchas de las cuales aún no pueden ser expuestas. Que bajo el bello edificio que alberga las obras, hay casi toda una mini ciudad subterránea que alberga todos los servicios necesarios y sofisticados que discretamente se ocultan para que la belleza del lugar no se vea perturbada por algún elemento indiscreto que rompa nuestro embeleso contemplando las obras de arte del lugar. Que te debe tomar por lo menos un par de días para que la visita pueda abarcar todo el museo y hayas contemplado lo más relevante de su colección. En realidad, visitar el museo Louvre es algo abrumante, pero es El Museo.
El jueves 04 de febrero, luego de la visita a Notre Dame y buena caminata por el Quartier Latin, nos dirigimos, Olivier y yo, hacia el Louvre. El lunes 01 habíamos estado sólo para visitar la parte subterránea de los servicios y ver la pirámide diseñada por el arquitecto Ming Pei. Es una inteligente forma de solucionar el ingreso a este museo. Te internas en sus entrañas y en el mundo subterráneo ves tiendas, restaurantes, cafés, servicios, librerías y oficinas de información. Es un mundo aparte, pero que depende de la belleza que se halla en la parte superior.
Una vez adquiridos nuestros billetes, nos dirigimos desde la pirámide invertida por el acceso Sully a ver la historia del Louvre. La historia de este monumento arquitectónico es la historia de la ciudad. Su construcción medieval se ve  en los fosos y restos amurallados. El edificio tuvo muchas funciones, castillo, palacio, su origen noble fue, en cierta manera, su catástrofe, puesto que en la Revolución de 1789 sufrió terribles incendios y la parte que daba al Jardín de las Tullerías nunca fue reconstruido. Eso fue aprovechado por los arquitectos como Hausmann para hacer ampliaciones y desarrollos de perspectivas.
De el Louvre Medieval, nos dirigimos a las salas que albergan las antigüedades egipcias. Las piezas son bellas y tienen una interesante museografía, la distribución de las piezas y el trabajo de la luz es muy valioso. El interior del edificio presenta toda una estructura moderna y respeta lo esencial de lo que fue: un palacio. He visto buenas colecciones de arte egipcio en Viena, Berlín y, sobre todo, El Cairo.
Pero es impresionante ver la cantidad de piezas de todo tamaño que yacen en esta colección, creada por Champollion; el Egipto faraónico es impresionante: miniaturas, sarcófagos, joyería, estatuas, altorrelieves. Personalmente, el Museo Egipcio del Cairo tiene piezas más impresionantes; pero la museografía en el Louvre te hace aprovechar la máximo el pedazo de historia que tienes delante de ti. Creo que lo que tiene Berlín en sus museos de la Isla (como ahora los llaman) compite con lo que el Louvre te puede ofrecer. No he visto los museos de Londres ni el de Nueva York (menor en este aspecto).
Otra cosa que invita a reflexión es el sentido del pillaje legal que muchas expediciones tenían antaño (¿seguiremos así?). Aquí en el Perú, pugnamos por recuperar las piezas llevadas por la expedición Bingham luego del "descubrimiento" oficial de Machu Picchu y que están en las bóvedas de la Universidad de Yale. Cierto. Ya nuestro gobierno no gestiona el retorno; ¿será que así nos han calmado nombrando a Machu Picchu, maravilla moderna? El Gobierno Egipcio reclama a Berlín (¿lo hará con Francia?) varias cosas entre ellas el bello busto de Nefertiti..¿Qué pasará?