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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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domingo, 16 de agosto de 2020

LO MISMO (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO 16 DE AGOSTO)

Cuarentena. ¿Inesperada? No. ¿Injusta? Quizás para muchos que viven el día a día en la burbuja en la que hemos vivido por años y que nos estalló de pronto. El modelo de país apoyado por muchos se nos vino abajo. Las críticas hacia otros llueven para zafarnos de la responsabilidad política que tenemos como sociedad. Pese a los llamados de atención de diversas personas que reclamaban por los errores ahora desnudados descarnadamente y con una virulencia que han afectado a muchas personas cercanas a muchos ciudadanos, volteamos el dedo acusador a la cabeza máxima de un estado debilitado por nuestras propias decisiones. Veamos nuestra historia electoral y veamos la lista de autoridades que hemos puesto en alcaldías, gobiernos regionales y gobiernos centrales. La democracia nos exige también que asumamos nuestra responsabilidad histórica.

En marzo cuando se entró en la primera cuarentena, la reacción de todo el mundo era obvio: pánico. No solo por la pandemia, sino por el cáncer enquistado en nosotros. Es tan grande la informalidad que cualquier plan de ayuda de directa o indirecta será insuficiente para poder asistir a ciudadanos o familias. Otro factor: la actividad bancaria es un servicio caro y, como se ha visto ahora en muchos casos, ineficiente que deja secuelas lamentables. Los bonos no funcionarán no porque sea una mala intención del Gobierno actual, sino por la escasa bancarización de una sociedad que desconfía de cualquier banco por los costos de sus servicios. Y también está el gusto de la informalidad de muchas personas que prefieren estar fuera del sistema para evitar tributar, por ejemplo. Costo y evasión son variables de un mismo drama.

También están los negacionistas y anti reglas de toda índole que surgieron desde que empezó la pandemia. Recuerdo a aquellos comentaristas que se burlaban del COVID-19 y las medidas adoptadas; y que, al final, resultaron infectados quedando en el mayor de los ridículos. Pero, lejos de aprender esa lección, vemos una nueva oleada de comunicadores, líderes religiosos (abrir los templos para el culto, por ejemplo), políticos (“todo está bien en mi ciudad”), empresarios (la actividad minera es un foco infeccioso del que poco se está hablando) y muchas personas que con sus actitudes han permitido que la pandemia se haya expandido más en las últimas semanas. Haber levantado la cuarentena fue motivo para que mucha gente haya hecho locuras. Me comentó una amiga de Huanchaco que el primer domingo libre de las restricciones, el conocido balneario recibió una visita apabullante de gente tal que la distancia social no era para nada respetada. La celebración del aniversario de un equipo de fútbol con fuegos artificiales y marchas fue una muestra infeliz en momentos como estos. El desequilibrio emocional puede ser una causante, pero la irresponsabilidad es también un factor que nos indica cuán miserable ha sido nuestra formación social por velar nuestra persona y su entorno.

domingo, 11 de junio de 2017

SUTILEZAS SEMÁNTICAS (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO DOMINGO 11 DE JUNIO)

Leer a Foucault es una forma interesante de despellejar la realidad de todas sus envolturas y construcciones mentales que cualquier sociedad le crea a lo largo de la historia. La nuestra, como discurso histórico, no está exenta de ello. En su libro Las palabras y las cosas, Foucault presenta muchas teorías, ideas y referencias que nos permitirían entender mejor lo que sucediendo en estos días en nuestro país. Palabras más o palabras menos, los peruanos estamos viendo cómo grupos de poderes económicos o políticos tratan de justificar hechos y acciones que han merecido la censura y repudio del conjunto de la sociedad peruana. Veamos.
Varios capítulos de la primera parte del mencionado libro tienen ideas que nos permiten entender el accionar de los individuos de cualquier sociedad para crear una realidad. Tomemos dos ejemplos: el valor de la palabra se valida cuando hay una acción que la valide. Usa como modelo al Quijote, quien realiza numerosos actos “heroicos” con el fin de lograr su sueño de ser caballero. En su insania distorsiona muchas cosas al querer validar una palabra con una acción. Extrapolando, en la última semana, no han sido precisamente personajes quijotescos quienes han forzado algunas palabras para acercarlas a la realidad que nos quieren hacer entender al caballazo. Palabras como “leche” y “género” han adquirido ciertos valores antojadizos, los cuales reciben una carga semántica sesgada por criterios económicos, políticos o religiosos. Han estado tratando de persuadir a la opinión pública peruana, luego de haberse descubierto los oscuros móviles de un grupo económico que ha venido actuando por lustros contra la fe y la salud públicas; y móviles religiosos (o quizá otras motivaciones oscuras) de algunos políticos del Congreso que pretendían modificar, con mano benevolente, sanciones impuestas a los delincuentes por acto de violación.

Ahora veamos el segundo ejemplo referido al valor. La construcción de este es un proceso complicado y es externo al objeto en sí. Lo van construyendo los interesados al otorgar al referido objeto características que no le son propias. Se construyen justificaciones y argumentos, algunos de los cuales no pertenecen a la constitución de este. La sofisticación de las estructuras de valor ha ido incrementado con el tiempo; se han vuelto más sutiles. El límite entre la verdad y la falsedad se rompe para justificar un fin, así no sea el correcto para los demás. Es toda una discusión ética que involucra a la gente de comunicaciones, publicidad y marketing, así como a los políticos. Cuestionable. Lo alarmante es la actitud tomada por los protagonistas de los escándalos recientes; como la insania del Quijote, creen haber actuado correctamente. Recurriendo a la validez divina o a la fragilidad de la memoria colectiva de los peruanos, están prestos a volver a actuar impunemente ante la vista y paciencia de todos nosotros.
¿Lo permitiremos?