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Trujillo, La Libertad, Peru
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domingo, 10 de junio de 2018

SAN NICOLÁS Y LLACANORA, CAJAMARCA VIEJA (ÚLTIMO DÍAS EN CAJAMARCA)





Sábado, 31 de marzo. Cumpleaños de María. Último día para sacarle el jugo a la camioneta, pues el domingo, que solo íbamos a estar hasta un poco más allá del mediodía en Cajamarca de retorno a Trujillo. Fue un día con viajes cortos, pero no por ello menos interesantes. Ese día el periplo no iba a ser muy lejos de la ciudad. Habíamos decidido visitar una laguna de San Nicolás, gracias a las recomendaciones de César Alva. Así pues, con el fin de no llegar exhaustos por la noche para ir a una buena cena, decidimos hacer este corto periplo. Partimos por la misma ruta que habíamos tomado el día anterior para Celendín. A cierta altura de la carretera, mucho antes de llegar a Polloc, ingresamos a un desvío que nos tomó un largo trecho para llegar a la laguna. En realidad, fue errada la vía que habíamos tomado, pues la ruta indicada era la que llevaba a Llacanora y Namora. Felizmente, las distancias y el paisaje que íbamos viendo recompensaba nuestro extravío. Llegamos a San Nicolás, una laguna simpática con regular cantidad de junco y varios patos serranos que han hecho su hábitat regular. Los patos han aprendido a convivir con los humanos, pues este lugar es empleado como un lugar de esparcimientos por los cajamarquinos y los visitantes como nosotros. En realidad, el sitio se ha convertido en un parque recreacional lleno de juegos de adrenalina, como el que experimentamos en Iquitos. María y yo decidimos hacer una visita por la laguna con un kayak. Portando nuestras cámaras, nos subimos a uno y nos fuimos a tomar fotos a los patos y algunas atracciones acuáticas (raros insectos de largas patas que flotan y se desplazan por las aguas). Decidimos almorzar en la zona, había un simpático restaurante en el cual ordenamos trucha. Esperamos un rato aprovechando refrescarnos con una cerveza. La trucha frita estuvo buena. Una vez culminado nuestro almuerzo nos enrumbamos a Llacanora para ver las cataratas del lugar. La carretera está en buen estado; nos fuimos despacio para no extraviar el camino, pero esta vez las indicaciones eran correctas, fuera de que en la carretera hallamos la orientación adecuada. Un problema muy generalizado en nuestras ciudades y zonas de interés es la escasez de señalética: o no la hay, o de existir es inadecuada. Felizmente al llegar al lugar se nos dijo que se podía ingresar con la camioneta. Eso fue lo que hicimos, tomamos una estrecha senda por la cual previamente había pasado un camión; si tal vehículo pasaba sin problemas, el nuestro iba a pasar con comodidad. Llegamos al punto en el que dejamos la camioneta para ir a buscar las cataratas (son pequeñas) que tienen la denominación de hembra y macho. El lugar es simpático. Hace varios años fui al lugar y no había señalización alguna; ahora tienes información en diversos carteles, lastimosamente algunos han sido dañados o pintarrajeados, actos de incultura cívica. Pobres imbéciles.






Una vez culminada nuestra visita a ambos lugares, regresamos temprano con el fin de devolver la camioneta, no sin antes haber hecho algunas compras finales como ropa y artesanía que María quería llevar a Trujillo como ollas de barro y platos de igual material. La cosecha fue bastante buena, pues hicimos buenas compras finales. Llegamos temprano a nuestro hotel, previa llamada al dueño de la camioneta; ya habíamos cargado de combustible para dejarlo tal como se nos entregó. María se encargó de entregar el vehículo, pues me estaba duchando. Por la noche nos fuimos a cenar al Hotel Costal del Sol, el Páprika, para cenar riquísimo. Hay una buena carta que ofrece buenas fusiones de productos oriundos con comida internacional. Una vez terminada la cena, nos fuimos un rato al bar a tomar una última copa en nuestra última noche en Cajamarca por esta vez. Cerramos nuestra visita nocturna con la visita de algunas iglesias, siempre La Recoleta, preparándose para la misa de resurección y fuimos a algunos locales a ver artesanía.




Al día siguiente, 01 de junio, último día en Cajamarca, nos levantamos temprano para dejar todo ordenado; María tenía varias cosas por llevar. Una vez terminado nuestro opíparo desayuno, arreglamos las últimas cosas que faltaban embalar para poder hacer una caminata por la ciudad para fotografiar sus bellas casas antiguas. Además, por primera vez entré a la iglesia de San Pedro ubicado en una simpática plaza. También tuve oportunidad de detenerme a ver con más detalles el Arco del Triunfo de la Calle Comercio, detalle que nunca tuve el tiempo de observarlo y conocerlo más. Aquí más detalles de la calle (http://cronicascajamarca.blogspot.com/2010/06/jr-del-comercio-ayer-y-ahora.html). Como María buscaba aún algunas cosas, nos fuimos al mercado donde pude ver todo un  mundo que yace a veces oculto para muchos turistas.





Cajamarca tiene numerosas casas con bellas portadas, algunas de las cuales están muy descuidadas o ya en franco deterioro. Se ve, paulatinamente, el deterioro de la misma. Espero que haya la buena voluntad de preservar con más celo este bello centro. Recuerdo el segundo día a un mexicano que se coló con nosotros para sacar la camioneta. La portada de la casa es impresionante, pero es solo un cascarón. El mexicano había perdido la oportunidad de haber viajado con otros amigos a Cuzco, por lo que decidieron enrumbarse a Cajamarca y luego Chachapoyas. Para él, Cajamarca fue todo un hallazgo impresionante. Espero que sea siempre así. Ya depende de sus habitantes de seguir siendo el asombro para los demás.