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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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martes, 27 de diciembre de 2011

CAMBIOS DE PARADIGMAS: GRUPO BRIC

En este último viaje a Brasil he constatado que para uno es difícil destruir los “nuevos” patrones (llamamos a ellos, paradigmas) que se nos han estado imponiendo en los últimos 20 años a raíz de los cambios generados en nuestras sociedades desde el punto económico (es ahí donde más se han gestado), social y cultural (todo lo estructural). La liberalización de mercado, la globalización, el desarrollo de la individualización, la estandarización de patrones humanos como la cultura, la lengua, la educación; todo esto ha conllevado a que la sociedad actual tenga nuevos patrones aceptados a pie juntillas en reemplazo a los criticados paradigmas de los años 80. Recuerdo toda una campaña agresiva que hablaba de cambios de paradigmas y hasta la misma palabra de uso lingüístico (en sus orígenes) adquirió un valor peyorativo, puesto que todo aquello que era encasillado como paradigmático era visto como antiguo, inútil y hasta nocivo contra los intereses de una sociedad. Así teníamos economistas que asumían un cuestionado rol filosófico y aparecieron en torno a ellos, una serie de personas llamadas a crear justificaciones y paliativos a los nuevos modelos que llegaron para quedarse: nuevas relaciones laborales, nuevas exigencias y patrones de conductas, nuevos modelos productivos, nuevos modelos de aprendizaje; con ellos surgen nuevas necesidades, crisis y diversos problemas, por lo que todo esto viene acompañado por pseudo escritores y charlatanes llamados a calmar los nuevos estrés de nuestra sociedad: la angustia, la presión laboral, la alta movilidad social, la fuerte rotación laboral. Un largo etcétera al cual se le buscaba las justificaciones más variadas a través de charlatanes motivadores como Miguel Ángel Cornejo hasta escritores que te dan ciertas pastillas para relajar la tensión emocional como Paulo Coelho o el caso fusión de Deepak Chopra, quien gana millones dando recetas de cómo no atosigarse con tantas medicinas modernas y crea un raro vínculo entre la meditación oriental (¿sabrá lo que es un yogui?) y el duro avatar de la vida moderna. Y a todo esto ha ayudado el desarrollo de la tecnología, sobre todo internet, y la interesante globalización que ha comenzado a mostrar hondas rajaduras debido a los problemas generados por la crisis del 2008. Cabe notar que este último tema ha desaparecido de las discusiones y puntos críticos culturales desde entonces, quizá (quiero ensayar una respuesta)  por la aparición de naciones emergentes que son el tema de esta breve reflexión.

Vuelvo al tema de mi viaje; tomé una de las revistas institucionales de la línea aérea, la cual estaba dedicada especialmente a ofertar México como destino turístico. Uno de los breves artículos que leí y que provoca esta reflexión es de Sonia Racy, llamado Diferentes Prioridades. En éste la autora comenta algunas razones por las cuales México y su economía  que figuraba a los inicios de los 90 entre las 8 economías más grande del planeta ha caído a un puesto 11 (y con posibilidades de caer más, puesto que serán ocupados por las economías europeas que desciendan por el marcado ascenso de las del grupo BRIC). Las razones son por todos sabidos: la marcada y fatídica dependencia de su economía con la de USA. México recibió dos estocadas mortales: la primera en el 95 con la famosa y traumática devaluación de su peso (el famoso Efecto Tequila) y la peor fue el 2008 cuando la economía gringa entró en receso (del cual va a demorar mucho tiempo en salir). México destina el 80 % de su economía a Norteamérica, atada por ese raro convenio llamado NAFTA, que acarreó graves problemas sociales y de producción a la sociedad mexicana como es el caso del maíz. La articulista (TAM Nas Nuvens, año 4, No 47, noviembre 2011) hace, además, un comentario interesante sobre el ingreso per cápita, el cual sigue siendo aún mayor en México que en Brasil, pero que es una meta a superar en los años venideros. Brasil tiene claras sus metas e incluso sus tiempos; los próximos Juegos Olímpicos así como el Campeonato de Fútbol son las grandes pruebas de fuego que tiene este país para mostrarlo, como lo ha hecho China en las recientes Olimpiadas de Beijing.
Brasil, como los países integrantes del BRIC (Brasil, Rusia, India y China), ven sus economías apuntaladas por una serie de condiciones y perspectivas que no tienen marcha atrás, salvo una catástrofe natural sin precedentes. Países con inmenso mercado interno, ricos en materia prima y con fuerte inversión en la educación. Además, países, sobre todo China y Brasil, que tienen clara su desventaja cultural (llámese lingüística) frente a las paradigmáticas lenguas europeas, sobre todo el inglés. Pero el caso chino ya es toda una ráfaga que ha originado que varias naciones de Europa hayan reflexionado con  el futuro de nuestras lenguas, incluidas el inglés y el español que son lenguas de expansión, frente al avance del mandarín. Leí una vez un artículo en que se hablaba de generar una suerte de frente de nuestras lenguas (español, inglés, francés) para hacer frente al embate de las lenguas asiáticas. Nuestro paradigma nos ha hecho creer que el inglés es una lengua que nunca va a ser desplazada. Es más, se nos repite que la información se difunde en inglés. Por ahora. La historia de las lenguas no demuestra que las mismas tienen ciertos ciclos de esplendor y que va acompañada de situaciones especiales socioeconómicas, las cuales están experimentando China y Brasil. Y Brasil es un caso especial, sobre todo para nosotros, los latinoamericanos. Los economistas prevén que este país será la cuarta economía del mundo en dos décadas (quizá menos). China será la primera; segunda, la norteamericana; tercera, la hindú; y cuarta la brasileña. Nuestros paradigmas han fijado a la lengua inglesa como prioridad de nuestro aprendizaje y lo interesante e insólito es que para poder tener posibilidades de viajar a hacer un estudio superior a un país de habla inglesa los impedimentos migratorios son engorrosos y muchas veces indignantes. Lo veo con alumnos que quisieron seguir estudios en algunos de los países con los cuales nuestra Universidad tiene contactos, y muchos de ellos no fueron aceptados por problemas de visas. Pero el vínculo que se ha abierto con universidades brasileñas es interesante, comienza a ser fluido. El inconveniente es que los candidatos no saben portugués, puesto que no se les ha ofrecido la oportunidad. Nuestros paradigmas educativos no han pensado en esa posibilidad. Ese concepto de intercambio estudiantil, por ejemplo, refleja la concepción modélica de los patrones culturales globalizadores de los 80 y 90, y los países grandes saben que ese modelo no va mucho con sus intereses. Sí, por ahora estudio inglés como una suerte de lingua franca, pero además debo ver las otras posibilidades que no se circunscriben al inglés. Eso lo tienen claro las demás lenguas como el francés y el alemán.

Estas nuevas y ejemplares situaciones nos han mostrado algunos procesos históricos lamentables. Hemos vivido a espaldas a nuestros vecinos, alimentada esta realidad con posiciones nacionalistas chauvinistas y alarmistas. Además, esto ha sido alimentado por los diversos gobiernos militares que ocuparon las diversas sillas presidenciales desde el siglo XIX hasta casi los 90 en el XX, ayudados por una carrera armamentista. Algunos liderazgos de los 70 u 80 fueron desarticulados con el fin de evitar posibles potencias económicas que disputen a las ya conocidas. Pero nada es duradero. Algunos estadistas nuestros desatendieron propuestas para discutir el manejo y precio de nuestras principales riquezas (las materias primas) para favorecer un modelo que se instituyó en los 80 con el fin de socorrer a la estrangulada economía chilena de Pinochet. Los famosos TLC surgieron para justificar un apoyo a una paria económica y que le dio sus resultados. Era para salvar una propuesta económica ideada por los famosos Chicago Boys. Pero a inicios del XXI, esta receta ya no iba a funcionar tanto. La proliferación de estos raros convenios (que trataron de boicotear y desarticular el grupo de los 20) ha hecho perder la efectividad de los mismos. Desde la gestión del presidente Toledo hasta la firma del TLC con USA durante el gobierno de García, se hizo una campaña informativa agresiva que nos contaba sobre los beneficios del mismo y las proyectivas económicas una vez firmado el mismo. Este se firmó en el 2007 y este nuevo año, 2012, se cumple el primer lustro. Creo que es válido que los promotores del mismo hagan público cuál ha sido el crecimiento proyectivo para nuestra economía y cuántos millones de peruanos nos hemos visto favorecidos por el mismo. Brasil no ha promovido ni le ha interesado hacer este tipo de convenios que son poco simétricos para las economías pequeñas (como la nuestra) y que dada la actual situación económica mundial han ido perdiendo su verdadero sentido. La idea de negociar en bloque fue promovido por los grandes países ricos en recursos naturales (nuestro país es mediano, pero los tiene)  y que tuvo su culminación en la Ronda de Doha con los marcados liderazgos de países como Brasil. Se identifica como una potencia y tiene todos los medios para lograr sus metas. Aunque aún tiene poca población para tan inmenso espacio, lo importante es que tenga una población con todas las condiciones de calidad de vida satisfechas. Y está en plena expansión. El crecimiento anunciado de un poco más del 4 % para el año entrante para un país como éste es inmenso y valioso. El crecimiento de los países del llamado primer mundo para el año entrante no pasa del 2 %. Ni qué decir de países como China o la India, cuyas economías ahora arrastran a las del primer mundo y éstos tiemblan para que, sobre todo China, no enfríen sus economías. Ya en el cambio total de paradigmas de nuestra mente todavía subdesarrollada nos parece aún una alucinación que este grupo haya discutido entre sí para ver cómo ayuda a la Comunidad Europea y al Euro con el caso de Grecia y otras economías del grupo; y más obtusa y subdesarrollada fue la de aquellos que censuraron al grupo por no haber acudido al rescate de dichas economías. Nuestra debilidad histórica mental ya se ha olvidado de las recetas que nos tuvimos que soplar del famoso Banco Mundial o las de FMI. La vida da vueltas, los paradigmas sí tardan en girar.

Me parece interesante que las políticas de los gobiernos latinoamericanos estén un poco más centradas en los vecinos. Para la paradoja de todos nuestros modelos los países que van a experimentar más crecimiento fuera de Perú, Chile y Brasil son Argentina y Venezuela, los nombrados como los parias de Latinoamérica. Y el Mercosur, cuya condición exige no tener ningún TLC se va a convertir en uno de los mercados más dinámicos del mundo. Perú es un país con una posición estratégica, la cual debemos aprovechar pero no es desmedro de nuestra sociedad. Un claro ejemplo de posiciones absurdas es la de buscar energía hidroeléctrica generada por la construcciones de represas en nuestras selvas amazónicas, afectando a varios compatriotas y dañando nuestros propios recursos. Esa no es una política adecuada. Pero debe verse muchos rubros en conjunto desde económicos hasta culturales: su arte, su educación y sus investigaciones. Conocemos tan poco a Brasil como ellos a nosotros. Cada uno de nuestros países no se reduce a fútbol, samba, chicha, Concorvado o Machu Picchu. Son sociedades que tienen que conocerse más, promover más el intercambio. Brasil estudia más español que nosotros el portugués. Y no hay que olvidar que la influencia brasileña ha modelado muchas zonas del Perú como nuestra Amazonía (la tradicional cadencia charapa parece mucho a la línea de entonación del portugués brasileño) e, incluso para vergüenza del centralismo limeño, asumió responsabilidades en zona de frontera con compatriotas nuestros necesitados de salud y educación.

Ya es momento de voltear los ojos al vecino, quizá allí hallemos muchas soluciones a nuestros problemas. Hora de cambiar paradigmas.

domingo, 13 de febrero de 2011

VOZ DEL PUEBLO, VOZ DE DIOS

Lo de Egipto es el colofón y el principio de un momento histórico que tiene por principales protagonistas, un pueblo cansado de líderes ególatras y una falsa democracia que dice representar a un pueblo y lo que en realidad hace es entronar una casta de individuos que se dedican a expoliar a los ciudadanos que los eligieron a través del circo democrático en que se han convertido nuestros gobiernos.

La génesis de este conflicto se inició, como efecto “dominó”, con la revuelta en Túnez, país árabe también cansado de ver a una gavilla de ladrones gobernantes, apoyados por la complacencia de gobiernos occidentales con el fin de mantener una suerte de status quo para beneficio de sus economías, más que la del pueblo que tiene a estos políticos dirigentes. El concepto de “república bananera” puede acercarse a describir estos tipos de gobierno que han gobernado los países árabes en los últimos años, con ciertas variantes. El mundo árabe se vio varias veces fragmentado, sea por el temor de la unidad de esta gran nación, sea por el interés de mantener una fuente ingente de recursos naturales para el beneficio de las potencias occidentales, que es las más de las veces. La historia de estos países se ve jalonada por la creación y promoción prejuiciosa de diversas ideas divisionistas u odios entre los pueblos de habla árabe, que fueron unidos algún día por el profeta Mahoma. Algunas de estas situaciones se ven vistas de manera romántica y tergiversada por el casi mítico personaje Lawrence de Arabia, quien unió a los pueblos sometidos por el Imperio Otomano (los turcos) para pelear por el lado británico. Una vez concluida la primera guerra mundial, los países árabes no vieron la tan voceada libertad. Es más, se crearon algunas naciones como Kuwait para herir el orgullo árabe y para poder negociar con los nuevos gobiernos títeres la explotación del oro negro, tornando millonarias a las familias reales, y pobres a sus pueblos. En cierta manera, los árabes tienen toda la razón del mundo para dudar de la supuesta amistad de los países occidentales con toda su comunidad. Como ejemplo, es el rechazo de Estados Unidos y otras potencias contra el “díscolo” Nasser, líder que creó la República Árabe Unida (RAU) para recuperar lo que pertenecía a los egipcios, siendo un caso entre ellos, el Canal de Suez. A su muerte, los norteamericanos no dudaron en apoyar a líderes con Anwar Sadat, primero, luego Mubarak con el fin de velar sus intereses. Las movidas de fichas por parte de los gobiernos occidentales y las descaradas intromisiones en las políticas internas fueron generando un fuerte resentimiento de un pueblo que veía el ilícito enriquecimiento de sus autoridades y el empobrecimiento de los ciudadanos de a pie. Algunos países no árabes, pero muy cercanos a ellos como el caso de Irán es un claro ejemplo del descarado intervencionismo occidental para derrumbar al gobierno nacionalista de Mossadegh, y tras derrocarlo, colocar en el poder al famoso Sha Reza Pahlevi, quien gobernó con mano dura a su país. La errada política interna avalada por los ingleses y norteamericanos, sobre todo, terminaron de fomentar la caída del Sha y el ascenso incontenible de los Ayatolas. Esto es producto indirecto de la obtusa óptica de las petroleras que se escudaron en sus gobiernos para obtener recursos seguros y baratos (tiene mucha similitud con lo que pasa en nuestros países y las políticas neoliberales de Menem, Fujimori y sus seguidores, sólo que en nuestros casos, “legitimados”).

Egipto se había convertido en un país tapón, una vez muerto Nasser, el ascenso de Anwar Sadat permitió a la política norteamericana negociar con un hombre menos “duro”; así en 1977 se logró algo impensado: 10 años después de la guerra de los 7 días se firmaba el famoso tratado de paz de Camp David. Ambas partes se comprometían a un alto al fuego, la devolución de grandes extensiones de terreno a Egipto (la península de Sinaí) y un tratado comercial. Pero las castas militares no iban a perdonar esta paz endeble y van a asesinar a Sadat en 1981 durante un desfile militar en una masacre que fue asombrosamente vista por televisión por todo el mundo. Aún recuerdo un hombre sin un brazo que salía entre la humareda y los cuerpos destrozados. La turbulencia de entonces hizo temblar no sólo a políticos, sino a los mercados, que aún estaban nerviosos del fuerte boicot de los países árabes con el embargo petrolero de los años 1973 y 1974 (¿recuerdan el racionamiento de gasolina de esos años?). El ascenso de Mubarak se dio en ese marco de inestabilidad política que podría haber provocado una nueva guerra en Medio Oriente y con el consiguiente descalabro económico mundial. Mubarak se volvió en hombre de confianza de Estados Unidos, adalid de la lucha contra el comunismo y posteriormente contra el islamismo, el nuevo enemigo surgido para hacer que las cosas funcionen dentro de la dicotomía geopolítica de las naciones: amigo/enemigo. En cierta manera, la pérdida de algunos jerarcas pro occidentales como el Sha, o la “conversión” de otros como Hussein (inicialmente hombre de confianza de USA, Inglaterra y Francia), hizo que el rol de gendarme de la zona recayese en Mubarak. Y como jerarca “elegido”, se volvió candidato eterno (como lo era Somoza en Nicaragua o Stroessner en Paraguay) para lo cual se realizaban algunas elecciones como las del 2005 ó 2010 con el cantado triunfo y el apoyo férreo de la mayor potencia del mundo.

Un rol importante en estos eventos ha sido indudablemente el libre acceso a la información; la Internet bien usada es un campo de conocimiento impensado, sobre todo para buscar otras opciones fuera de las que se nos tienen acostumbrado los “lenguajes oficiales”. Es cierto lo que dicen varios analistas sobre la actual generación egipcia, una generación que ha crecido con la imagen omnipresente de Mubarak; pero también es una generación que ha crecido con el desarrollo de la comunicación en línea, la del día a día. Y vieron lo de Túnez, un hecho que prendió la mecha a esa carga de dinamita social que subyace en las sociedades árabes. Y vieron que era posible. La cólera tunecina era también la cólera social egipcia y la de otros países, como Argelia o Jordania.

Estuve dos veces en El Cairo, estuve en esa plaza inmensa que se ha vuelto un símbolo: plaza Tahrir. Una plaza frecuentada por cairotas yendo a laborar, a recibir un sueldo miserable, a callar la ignominia de cerca de 30 años. Y conmueve ver que la esperanza de luchar por un mundo mejor no está muerta, que es posible que el pueblo haga oír su voz y que derribe al gobernante que le ha dado la espalda a su nación; aquí en nuestro continente lo hicieron los ecuatorianos, quienes se pusieron sus pantalones y enfrentaron a dos gobiernos por haberles mentido, haberles dicho tantas promesas que nunca se cumplieron. Y que de pronto existe un poder del pueblo para reclamar la parte del contrato que firmó con sus ciudadanos, tal como lo plantea Rousseau en su Contrato Social. Sé que ahora Egipto tiene por delante un camino duro por recorrer por falta de experiencia como dicen los analistas políticos, tan paternalistas ellos con nuestros pueblos. Hay dos grandes riesgos entendidos: Israel y el desarrollo de fundamentalismos, así como, obviamente, el cuidado de sus recursos. Imagino cómo habrán estado las hermanas petroleras preocupadas con sus pozos en la movida zona del Medio Oriente. Quizá en unos meses nos pasen la factura con un alza del petróleo. Alguien tiene que pagar. Ya Estados Unidos habrá negociado bajo la manga con los militares para controlar “los pasos democráticos” (se puede leer esto en los diversos mensajes de la Casa Blanca). Personalmente espero que las cosas vayan a favor de este sufrido pueblo, que haya buenas y directas negociaciones con Israel, un país que tiene derecho a existir y coexistir con sus vecinos. Y que los ciudadanos apacigüen su euforia y planifiquen su sociedad y mantenga esa calidad de faro en el mundo árabe. El Cairo es la ciudad soñada en el mundo árabe. Largo camino.

¿Qué ejemplo debemos sacar de esto los ciudadanos peruanos? Todos deberíamos estar alertas con el próximo evento del 10 de abril. Nuestras pantallas, nuestros diarios, nuestros medios de comunicación se están llenando de discursos que hablan de un Perú mejor. Todos. Los anteriores prometieron lo mismo; muchos mintieron prometiendo una cosa, luego terminaron haciendo otras. Pero es el deber nuestro de hacer respetar nuestra voluntad otorgada para que el gobernante de turno haga el trabajo que le corresponde y velar por el pueblo que lo eligió. Tenemos que desarrollar nuestra conciencia cívica.

Quiero recordar un nombre que se volvió símbolo de este movimiento espontáneo en el mundo árabe, un tunecino de 26 años, Mohamed Bouaziz, quien desesperado por la burocracia y la corrupción que le impedían poder trabajar con su carreta, se prendió fuego en extrema desesperación. Veo a mucha gente pobre y sencilla, que va a un hospital y no tiene 5 soles para poder ser internada; el caso de una niña que murió por no ser atendida, ya que no tenía documentación. No hay que ir muy lejos para hallar cientos de casos como Bouaziz. Pero lo que leí en el diario El País y me impactó muchísimo fue la respuesta sencilla y bella de su hermano menor: ante la compra de la carreta de su hermano Mohamed por algunas personas para hacer de ésta algún tipo de símbolo, el jovencito prefirió quedarse con el recuerdo de su hermano mayor para preservarla en la memoria de todos los suyos. Creo que eso se llama dignidad.