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Trujillo, La Libertad, Peru
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lunes, 4 de enero de 2010

DE MOYOBAMBA, SU CORAZÓN (1)

La selva de San Martín, tanto la alta como la baja. ha sido arduamente visitada por mi persona este año. En abril, fuimos a Bagua Grande y Chica, lugares que en el mes de junio se harían tristemente célebres por los conflictos irresueltos de marcado carácter socio-racial y económico. En el mes de junio redescubrí luego de varios años a Chachapoyas, un lugar que promete convertirse en el Cuzco del Norte peruano gracias a la variada riqueza arquelógica y paisajística de la zona. Pero el Dpto. de San Martín tiene mucho más que ofrece; y así se hizo el nuevo viaje.
La antesala del viaje era toda una serie de expectativas y rumores, algunos de ellos, nefastos. Para todo el mundo es conocido que nuestro verano es el tiempo en que los cielos serranos y algunos selváticos desatan su furia pluvial y, en algunos y graves casos, se convierte en un terrible huayco. Alguno que otro amigo me soltó alguna frase en la que iban incluidas las palabras "deslizamiento", "huayco", "cortes de carretera", "trasbordo". Estas palabritas iban sembrando cierta duda de la elección hecha para pasar año nuevo por esos lares.
El otro asunto es que estas fiestas son bastante estresantes en cuanto al número de actividades y compromisos que uno se ve en la necesidad de cumplir para quedar tranquilo con tu conciencia amical. Compañeros de trabajo, los parientes lejanos que llegan a visitarte, los amigos que retornan de años. Tu peso, tu hígado, tus nervios y tus remordimientos se alteran por estas fiestas. Navidad es ineludible por la naturaleza de esta fiesta. Pero Año Nuevo es una fiesta de renovación, de mucha limpieza (aunque no todos sigan esa suerte de rito) y de novedades. Con el discurso de un par de amigos, y venciendo los temores injustificados o no, decidimos comprar nuestros pasajes de ida y vuelta y separar nuestras habitaciones en el Hotel Marco Antonio de Moyobamba.
Día de salida: 29 de diciembre. Hora: 3 p.m. El bus de Móvil Tour comenzó a rodar minutos pasados las 3. Primer destino: Chiclayo. Esta ciudad era la primera escala de varias hasta nuestro destino final. Nos habían dicho que llegaríamos a Moyobamba a las 8 de la mañana. Dos días previos al viaje, la compañía con la que había contactado para hacer nuestros paquetes turísticos estaba en receso hasta el 12 de enero por lo que no podían atendernos . Felizmente.
En el ascenso por la carretera que va desde Olmos hasta Yurimaguas, sentimos que algunas cosas no iban bien con el bus. Dicho y hecho, tuvimos una súbita parada en medio de la carretera y en el oscuro de la noche. Un pasajerito que iba cerca de nosotros, locuaz él, se asustó, ya que podíamos ser víctima de un asalto. Felizmente, llegó un auxilio mecánico con el que, luego de casi una hora, volvimos a rodar.
El aire acondicionado no marchaba bien y hubo momentos en que el calor apretaba, sobre todo en zonas como Bagua, que es conocida como una de las más calurosas del Perú.
El tramo entre Bagua y Pedro Ruiz se ha deteriorado muchísimo, hay zonas en la carretera ha literalmente desaparecido, y el viaje se hace lento y penoso. Felizmente lo cruzamos de noche, más fresco, que si lo hubiéramos hecho de día con un  calor sofocante y sin aire acondicionado.
Un poco antes de llegar a Pedro Ruiz, un pueblo nudo de comunicaciones (aquí se bifurca la carretera para Chachapoyas y para Moyobamba-Tarapoto) hubo un percance en la carretera. Temía que hubiera habido un deslizamiento o huayco. En realidad era un camión atravesado que se había deslizado a causa de las luvias, pero era posible el paso ordenado. Pero, nosotros no avanzábamos; lo que no hizo el huayco, lo hizo el error humano: una de las zapatas de las llantas traseras se había pegado peligrosamente a una de las llantas causando una fricción que podía devenir en un estallido. En una zona de curvas y precipicios, eso no era nada bueno. En un principio, la gente esperó estoicamente; luego la gente comenzó a alterarse. Ya se había perdido casi una hora con la primera parada y otra hora más entre diversas paradas para ir verificando la marcha del vehículo. Había malestar en el ambiente. Esto sacó de quicio a muchos. Además, el grave problema era la falta de comunicación de los empleados del bus con los pasajeros. Si hubieran pedido una menor intromisión de nosotros en el proceso de reparación, hubiéramos respondido positivamente. En fin.
Luego de casi cuatro horas de varados, el bus volvió en ruta con una zapata menos, lo que hacía el viaje un poco más lento y sin aire acondicionado, el calor iba en aumento.
Pero una cosa trae otra. Como ya era casi mediodía y estábamos sentados en los primeros asientos panorámicos, la vista del paisaje era impresionante. La llegada a Pedro Ruiz fue un poco desconcertante, ya que hablaban de un desayuno, otros de partir lo más pronto. El desayuno se sirvió a bordo.
El camino de ahí en adelante fue de una belleza paisajística impresionante. El verdor de la selva se hace extrañar cuando viajas en lo árido que es nuestra costa. Algunas esporádicas lluvias nos sorprendieron en el camino, pero nada notable.
Ya fueron apareciendo pueblos y pequeñas ciudades que iban brotando con más frecuencia en mis mapas, más lo que decían nuestros compañeros de viajes, residentes de la zona, nos daba el ánimo de arribar pronto a nuestro destino. El bus comenzó a despoblarse en Nueva Cajamarca. En Moyobamba, bajamos varios pasajeros. Tomamos un mototaxi para llegar a nuestro hotel. Eran las 4 de la tarde aproximadamente. Habíamos estado más de un día en el bus. El humor de nuestros cuerpos y ánimo era insoportable. Una buena ducha era lo que más buscábamos y eso hicimos.
Había estado en Moyobamba en 1997. En ese entonces, era una pequeño pueblo con escasos servicios y grandes espacios abiertos. Ahora la ciudad ofrece más servicios y tiene más ofertas de hoteles, restaurantes y otras instalaciones. Pero aún están en pañales para poder ofrecer cosas de calidad. Felizmente la agencia a la que había previamente contactado estaba con sus servicios suspendidos haste el 12 de enero. Había intentado reservar un tour para el primer día en Moyo. La idea era haber llegado ahí a las 8 de la mañana. Pero todo cambió y hubiéramos perdido nuestro primer paquete.
Salimos a comer algo. El probar las frutas de la zona implica tener cierto espíritu aventurero. No todos soportan ciertos sabores desconocidos. Pero, como en Lima había vivido por años en una pensión de gente de la selva, me había habituado al rico sabor del pijuayo, el cual vendían en bolsitas de un sol. Antes de cenar, me comí toda una bolsa que contenía varios. Me trajo recuerdos de mi vida universitaria.
En la comida probamos diversos jugos de la zona. Es grande la variedad y bastante refrescantes. Estábamos a más de 30 grados y los líquidos eran vitales. Previamente antes de salir del hotel, las chicas que trabajan allí se ofrecieron gustosas a buscar servicios de tour para nosotros. Sin el apoyo de ellas, muchos de nuestros planes no se hubieran concretado. Así pues, el 31 nos íbamos a una reserva, a una área de conservación llamada Tinganá.
El 31 nos levantamos a las 4 y media de la mañana. Nos iban a venir a recoger a las 5. Previo duchazo y premunidos de todo lo necesario (protectores, repelentes, ropa extra, gorro, cámaras) nos fuimos a la zona, ubicada en el río Avisado, un afluente del río Mayo.  Tomamos una lancha (La Boca), luego de una marcha en combi de por lo menos una hora desde Moyo. El amanecer en la selva es espectacular.
Ya surcando el río Mayo caí en la triste cuenta que mi máquina se había quedado prendida toda la noche y la batería de la misma se descargó por completo. Piña. Pero quedaban mis ojos para ver la maravilla que se iba abriendo lentamente entre el río- canal Avisado.
Al llegar al albergue, nos dieron un desayuno a los 6 pasajeros que éramos. Una vez bien alimentados, nos fuimos a las barcazas a buscar una adecuada; la primera no permitía una distribución de equilibrios por lo que hacía un poco de agua; se buscó otra más adecuada y así fue. Nuestro guía Fernando (son pobladores de la zona que han apostado a hacer turismo ecológico) se encargó de guiarnos por los meandros de este pequeño río, con una densa vegetación en la que había todo tipo de aves, insectos y sabe dios qué cosas más que no logramos ver. Hay grupos de turistas que vienen por la noche para ver otro tipo de aves y batracios, sobre todo, sapos.
El sendero nos iba acercando cada vez a zonas más "vírgenes"; vimos muchas aves de todas las formas y colores.
Luego se hizo un juego con un  grupo de lianas; una de ellas se rompió y casi causa un accidente, felizmente la chica supo reaccionar y logró salir airosa, con un buen susto obviamente.
Un poco más adentro subimos a un observador desde el cual vimos monos frailecillos que estaban atacando un árbol; los monos saltaban y aullaban a sus anchas. Fue un buen espectáculo.
La decisión de regresar en barcaza o a pie se discutió, y decidimos caminata en pleno monte. Experiencia extrema en cierta manera.
El calor, los bichos y algunas plantas agresivas fastidiaban nuestro trayecto; pero era una experiencia genial el poder caminar en medio de la selva. Fernando caminaba descalzo; nosotros, con nuestros zapatos especiales, a veces hacíamos el ridículo. Personas de ciudad.
Luego de una hora, sorteando árboles caídos, riachuelos, pozos, plantas cortantes, llegamos al albergue nuevamente, sedientos y hambrientos. Una gallina preparada a la usanza de la zona calmó parcialmente nuestra hambre.
Al emprender el retorno, éste era más fácil y menos accidentado. Habíamos sobrevivido a nuestra primera gran experiencia selvática. Era el inicio de otros dos intensos días.

viernes, 26 de diciembre de 2008

EL CALORCITO DE TARAPOTO




1998. En nuestro país, pese a todas las circusntancias, por ese entonces podías realizar viajes internos por avión sin necesidad de tocar Lima. Desde aquí, Trujillo, podías tomar un vuelo para Chiclayo, Piura, Cajamarca e incluso Tarapoto. Pero recuerdo que en 1985, habíamos podido viajar desde aquí hasta Iquitos, con escala en Yurimaguas. Eso ahora ya no existe. Con un grupo de amigos vimos la posibilidad de ir a la selva con este vuelo directo y no lo dudamos más.
Fiestas julias de ese año; todo el grupo de 6 personas subió al avión de AEROCONTINENTE que nos llevaría a nuestro destino. El vuelo salía a las 9 y media de la mañana y recuerdo que ese día hacía un buen clima, un sol radiante. La selva nos esperaba.


En el avión montados, vi a Canilla, uno de los viajeros, muy nervioso por el despegue del avión. El vuelo de casi una hora fue sin contratiempos. Llegamos a Tarapoto y no bien bajamos del avión, el calorcito pegajoso nos rodeaba, el trópico. Salimos a almorzar a una suerte de cabaña en una ruta que nos llevaba a las cataratas de Ahuashiyacu. El paisaje era bacán, feraz. La atmósfera era ardiente. La cabaña quedaba a un borde del camino colindando con un precipicio, había una suerte de zoológico muy divertido, con una buena cantidad de monos. Terminado nuestro almuezo, fuimos a ver las cataratas: algunos nos metimos al agua, pero no sabía que las aguas de esta cascada es friísima. El entorno alucinante, como alguna vez había soñado estar en un lugar así, rodeado de colinas suaves y cubiertos del sol (el sol, cuando quiere, puede masacrar).
Regresamos casi al atardecer en rumbo a Lamas. El paquete turístico estaba muy apretado. Ya llegamos con la penumbra y vimos poco. las casas de adobe casi rojizas y gente que nos trataba de vender artesanía. Esta gente es la heredera de los chancas, quienes fueron masacrados por los incas y luego los sobrevivientes fueron desarraigados de su tierra (valle Huanca en el Mantaro) y trasladados hasta aquí. La guerra originó un vocablo sólo usado por el castellano del Perú: el verbo "chancar". Sé que el año 2006 hubo un fuerte terremoto que dañó muchas casas ahí, una pena
Por la noche, hicimos algunas visitas a discotecas (había dos de regular calidad) y las chicas del grupo estaban decididas a ir. También es interesante ese periplo, el de la noche. En una de las discotecas sentimos un poco de tensión, es zona donde la droga corre a raudales y hay una fuerte presencia del narcotráfico. Tocache no está muy lejos que digamos.
Al día siguiente nos fuimos todo un día a la LAGUNA AZUL, paraíso en medio de la selva. Tomamos una camioneta y ella nos ubicamos. El camino estaba "encalaminado" por lo que nos la pasamos saltando de un lado a otro. Hicimos transbordo sobre el río Huallaga en una suerte de ferry que tenía poca seguridad. Alucinante. En el camino cruzamos un bello lugar llamado LIMONCOCHA (Cocha = laguna) Los hoteles de LAGUNA AZUL se veían deslucidos; unos años antes era un lugar de esplendor; esa fue su desgracia, ya que los del MRTA y Sendero atacaron algunas veces este balneario y comenzaron a irse los propietarios. Me dicen quen ahora ya está mejorado. Nos metimos en la laguna un rato, había muchas algas, no tengo mucho hábito de nadar; es más, son un pésimo nadador y el espacio no me hacía mucha gracia por eso. El lugar es bello, caminar por el pueblo con gente tan amable era muy simpático. Subimos a una colina para ver el paisaje de manera muy panorámica. Espléndido.
Nuestro retorno fue más tranquilo, vimos el atardecer y coincidió en el lugar de nuestro "ferry" al retorno. La noche fue para mí un lugar para dormir, tenía la piel quemada y estaba agotado. mi cama me esperaba.
Al día siguiente, penúltimo de nuestra estadía, decidí hacer mi propio viaje: todos querían hacer canotaje. No me cuadraba mucho eso, y había escuchado sobre MOYOBAMBA que estaba a 3 horas en combi desde Tarapoto. Truqué el tour y me fui solo a esta bella y pequeña ciudad. Moyobamba está más alto que Tarapoto (recordé a Moyobamba cuando estuve en Chachapoyas, el mismo paisaje y el clima especial de ceja de selva alta). Así que me fui a la ciudad de las orquídeas. El viaje fue tedioso (espero que hayan asfaltado esa pista), pero Moyobamba sí valió la jornada. Me fui al Hotel de Turistas y desde su gran balcón exterior se ve el río Mayo y sus meandros: bella vista, ufff como para quedarse un par de días en ese hotel. Ahí comí algo para recargar baterías y me dirigí a los viveros a buscar orquídeas. Hay varios viveros y consulté con un mototaxista, me llevó al mejor vivero de la ciudad -dijo él- y comencé la búsqueda. Es impresionante la cantidad de orquídeas que había, de todos los tamaños, formas y colores. Por un lado da pena ver cómo depredan estas bellas plantas, pero en los viveros las ves cuidadas y "alimentadas" como debe ser. Aprendí cómo debía "criar" una planta como estas, sin mucha agua, asi suspendidas y con un buen colchón de cenizas o virutas. Eso precisamente no hicieron con el par de plantas que había comprado y murieron. Pena.
Paseé por la plaza de armas y un mototaxista me contó que cerca de ahí había unos baños termales que quedan en un cerro con una vista como si fuese un balcón. Para ir me tomaba mucho tiempo, así que lo cambié por una visita a un minizoológico. Hay una granja para lagartos pequeños, pero me dio mucha pena ver cómo estaba el coatí.
Cargado con mis dos plantas, inicié el retorno a Tarapoto, llegué tarde (casi las 10 de la noche) y comí algo ligero.
Último día, al aeropuerto nos dirigimos a las 11 de la mañana. Nuestro último día en esta ciudad mereció una visita de compras, objetos de madera y algunas cosas típicas. Cuando subí al avión sabía que la fiesta había terminado.