Una semana para reflexionar.
Cuando ya estábamos cumpliendo cien días de nuestro aislamiento, varios sucesos
perturban la “normalidad” atroz a la que muchos nos hemos estado acostumbrando.
En lo económico, en lo político y en lo social, eventos varios han roto esa
suerte de monotonía mortal en la que estábamos cayendo los peruanos. La
reapertura de una serie de actividades comerciales formales se ha dado en el
marco de acontecimientos que han tirado contra la cuerda nuestros diversos
hábitos de consumo, la calidad de los materiales que compramos y que tienen un
periodo de vida programado, y los escandalosos costos draconianos de algunos
servicios, sobre todo los ligados a la salud; estos últimos han levantado una
polvareda que, espero en lo personal, se tomen en cuenta para acciones futuras
postpandemia.
En clínicas privadas, los
costos exorbitantes para el tratamiento de pacientes de COVID-19 se han vuelto
una verdadera pesadilla para familiares y posibles deudos que se ven en la
obligación de desembolsar cantidades de dinero que compromete no solo la salud
del paciente, sino la integridad de su familia. Conozco personas que han
quedado con una deuda pesada que arrastrarán y que irán cubriendo con sus
sueldos o la venta (lamentable) de propiedades diversas. En las leyes del
mercado, el costo es el producto de la oferta y la demanda en la que la vida no
es más que una mercancía más. La lógica fría de muchas personas seguidoras de
este modelo ahora se está topando con la cruda afrenta de tener un familiar
enfermo y no tener los medios para acceder al sistema privado en una sociedad
en la que su sistema público ya está totalmente colapsado. El Gobierno ha hecho
una serie de gestiones con estas empresas de salud para lograr tratos en un
momento en que entramos en las peores fases de la pandemia, sobre todo en el
Norte, región en la que se ve un incremento notable de infectados y de
fallecidos. Los argumentos de muchas personas e instituciones al modelo han
mostrado el verdadero rostro de la humanidad más vil y oscura. Se han dado
reglas de juego muy benevolentes y opcionales. Mala señal. Otros advierten la
posibilidad de que algunos funcionarios y trabajadores de clínicas privadas hagan
reglas sucias como crear listas de falsos pacientes supuestamente infectados
para de esa manera cobrar los 55 mil soles de subsidio por enfermedad. La corrupción
no solo se da en el sector público, pues ya hemos visto muchos casos de
personas y empresas que han actuado y actúan con deshonestidad. Hay oscuros intereses
por que no haya protocolos claros y rígidos para que, en situaciones como
estas, inescrupulosos obtengan ganancias y réditos a costa de una población
desesperada por su integridad.
Una vez concluida esta
terrible situación, tenemos que replantear los principios de diversos sectores
de la sociedad peruana que, por estúpidos prejuicios, hemos ido postergando hasta
llegar a la situación en la que nos hallamos.