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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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viernes, 11 de abril de 2014

LOS ÚLTIMOS DÍAS EN JACA

Luego de la interesante visita a la historia en varios de los puntos de la Jacetania, quedaron dos días más para vivir Jaca, tanto en lo académico como sus lugares de interés. Jaca es bastante pequeña como ciudad, pero acoge diversos eventos académicos gracias a su campus universitario. El evento nuestro organizado por AEPE era uno más  de los que estaban programados para ese verano. Durante el congreso asistí a diversas ponencias, muchas de ellas focalizadas en la problemática del mundo virtual en la enseñanza de nuestro idioma alrededor del mundo. Por eso, muchos hispanohablantes, entre españoles y latinoamericanos que residen en diversas partes, así como hispanistas o hispanófilos, nos reunimos durante una semana para ver diversos temas. Hubo temas, también, de los más diversos y me atrajeron dos: uno sobre Tristana y la versión contraste entre Benito Pérez Galdós, autor de la novela, y Luis Buñuel, autor de la película que tiene el mismo nombre, se inspira en ella y que tiene su propuesta subversiva y surrealista de la misma; la segunda y que dio pie a una larga conversación fue la presentación por parte de unos académicos taiwaneses de la obra El Zorro de arriba y el zorro de debajo de José María Arguedas. Ambas exposiciones terminaron en sendas conversaciones, como debe ser. Incluso la exposición de Arguedas dio pie a una buena conversación con estos profesores taiwaneses, quienes en todo momento hablamos solo en español. Había personas que lo hablaban impecablemente y serían la envidia de muchos personajes públicos que conocemos. Pero el mundo de la tecnología era lo que preocupaba más a los docentes, ya que, como yo, todos somos migrantes a este mundo virtual. Hay tantas posibilidades con estas herramientas para hacer más efectivo el aprendizaje significativo; pero también es una amenaza velada debido a la masificación de la enseñanza y la posibilidad de reducir costos y hacer más rentable este proceso, que es tomado como fabricar cerveza o jamones. Se fabrican alumnos también. Muchas de las cosas que se hablaban no me eran tan extrañas, puesto que las usamos permanentemente en nuestras aulas. Había ciertas conferencias y talleres que me parecían harto ingenuas, puesto que muchas las hemos visto y vivido hasta el hartazgo en mi casa de estudios. Lo que interesaba eran las discusiones en torno a este tema, puesto que hay puntos que no se van a agotar fácilmente.

El último día, viernes 26 de julio, hubo un último encuentro de talleres y luego una conferencia magistral centrada en el tema de las herramientas tecnológicas. Lo interesante fue el proceso de convertir los textos literarios en textos interactivos para el nuevo lector. Esto es cierto, el nuevo lector de hipertextos es un lector de ventanas; el proceso de convertir los textos literarios clásicos o actuales demanda a este conversor de textos una actitud empática para entenderlos y hacer una “traducción” eficaz y atractiva. Terminada la conferencia hubo una gran recepción para dar por clausurada con fin de fiesta el encuentro 2013. Por la tarde iba a haber una exposición por parte de Filipinas, país que invitaba a los asistentes para poder elegirla como sede en el 2014. Al final quedó Portugal. Antes de la presentación, y habiendo dejado a mis dos compañeras de viaje descansado (en calor sí aprieta), salí a conocer las últimas instancias de Jaca: la famosa ciudadela.  Esta es una gran fortificación pentagonal prácticamente del siglo XVII. Se edificó con fines militares ya bajo el concepto de una artillería que debería defender las instalaciones (por eso los muros son más bajos que los antiguos fuertes y castillos medievales en los que la altura era sinónimo de seguridad y defensa). Jaca está cerca de la frontera con Francia y es precisamente esta cercanía la que ha mantenida activa estas instalaciones. Ocupada por la Francia de Napoleón, es a su retiro que se ve la efectividad de sus murallas y defensas. Por ironías del destino, tal como nos explicó el guía, son los propios españoles quienes tienen que desalojar a los invasores de la fortificación. Ahora los franceses la invaden de turistas. El monumento es amplio, accedes a él a través de un puente, previamente uno debe comprar su boleto que le permite visitar las diversas instalaciones (sobre todo el museo de miniaturas). Cruzas un gran foso y llegas a un descanso para esperar al guía. Este nos pasea por sus anchos muros, algunos de los cuales tienen cañones de la época ya restaurados. El conjunto posee un amplio patio de armas que tiene en el centro el monumento a Felipe II de la casa Austria, quien mandó a construir este monumento de la actualidad. Visitas una pequeña capilla en la que se respira ambiente militar; incluso la imagen de la virgen de la Inmaculada porta armas en su calidad de patrona del ejército. Bastante singular. Y la visita concluye con un interesante museo temático: miniaturas que representan a ejércitos o momentos de la historia militar española y mundial.
Este Museo de Miniaturas Militares tiene más de 32 mil figuritas hechas en plomo, trabajadas primorosamente para representar húsares, aviadores, soldados, jinetes, paracaidistas, todo el mundo militar con sus uniformes y armas. Reproducen grandes batallas, desde el mundo egipcio hasta el siglo XX. Ver las campañas militares de los faraones o los choques de persas contra griegos (300 en miniatura), o ver el avance de elefantes con los cartaginenses a través de España en su camino a Roma; o las cruzadas en tierra santa y el poderío del reino aragonés en el siglo XV; o ver la conquista sangrienta del medio oeste norteamericano y la primera guerra mundial con sus aviones biplanos; o la lamentable guerra civil española y la segunda guerra mundial hasta culminar con la guerra del Kosovo. Bello, pero atrás de todo esto, es un recuerdo de la locura del hombre para mostrar su ingenio para la destrucción y muerte.

Al salir, me dirigí a ver las otras pequeñas iglesias de la ciudad. Fui a visitar la pequeña iglesia del Carmen y tuve bastante suerte, puesto que otros días que la intenté visitar se encontraba cerrada. La iglesia estaba poco iluminada. Bueno, nada iluminada. Con el flash me ayudé para ver algo de lo que este santuario podría mostrar. Lo interesante es que todas las iglesias y la antigua catedral están orientadas al camino de Santiago, algunas incluso marcan, con pasos diseñados en metal, el camino que el peregrino debe seguir. Y tienen muchos, como lo pudimos constatar cuando fuimos a un súper mercado y en el camino vimos la ruta señalizada con personas que comenzaba su peregrinaje. Lastimosamente, por esos días hubo un triste accidente que empañó la celebración: un tren se descarriló (24 de julio) con una triste cifra de 79 muertos.

Durante los cinco días de estancia en Jaca habíamos hallado un simpático bar administrado por un argentino y su joven esposa aragonesa. Algunas noches nos íbamos a hacer tertulia, conversar sobre las experiencias de viaje o el placer de estar reunidos en torno a un buen vino o un trago refrescante, luego de haber cenado. Era un rincón bohemio, librería abierta y cerca de nuestro hospedaje para no tener que preocuparse por las distancias largas. El último día pasé a despedirme y desearle buena suerte. Por la noche del viernes, hubo una cena para despedir a toda la gente de AEPE. Una buena cena, rociada de vino y una buena conversación con toda la simpática gente que vino de  todo el mundo por el amor a la lengua. Al día siguiente nos íbamos a Zaragoza por nuestro periplo aragonés.

sábado, 5 de abril de 2014

POR LAS PROFUNDIDADES DEL ROMÁNICO ARAGONÉS

Las actividades de AEPE de esa semana tuvieron sus momentos de esparcimiento con visitas a lugares destacados de Jaca y sus alrededores. Y este verano ayudaba para permanecer al aire libre más que estar recluido en nuestros aposentos. Luego de la visita del día lunes 22 a la antigua iglesia de Jaca y su Museo Diocesano, el miércoles 24 íbamos a hacer una extensa visita por la campiña y tres fueron los lugares escogidos: San Juan de la Peña, Ansó y el monasterio de San Pedro en la pequeña ciudad de Siresa. Se quería ir, inicialmente, hasta la selva de Oza, pero algunos contratiempos nos imposibilitaron llegar a este último destino.
La primera visita fue a San Juan de la Peña y Monte Oroel (es un conjunto). Este lugar es relevante para la historia aragonesa, fuera de contar con unas vistas de zonas montañosas en las cuales se halla ubicado. Nuestro primer destino fue el antiguo monasterio (o Real Monasterio) que se halla enclavado en una roca (peña) que data del siglo X. En este antiguo monasterio se enterraron reyes del linaje aragonés. Está muy ligado a leyendas y hazañas históricas relacionadas a las luchas seculares contra los musulmanes. En sus inicios era una cueva en la cual hallaron restos de un eremita que dedicó su soledad y meditación a San Juan (típico de la edad media que luego erigieron monasterio en medio del desierto como vi en Mar Saba en Israel). Los inicios de la construcción de este bello monumento datan por el 1,020 y luego se va a vincular a la vida política de la corona aragonesa, tanto así que se va a convertir en su panteón oficial. Hubo dos grandes incendios (1494 y sobre todo 1675) que causaron su decadencia como recinto habitable y se desplaza hacia monte Oroel, en el siglo XVII. El edificio antiguo es totalmente románico, las columnas de su claustro lo demuestran que muestran seres fantásticos o relatos de la Biblia, con unas imágenes bastante vivaces y con marcado movimiento. Pero hay otras cosas notables como la iglesia prerrománica que se halla en la planta inferior. Uno ingreso al monumento por la planta superior e inicia un recorrido hasta un gran espacio cubierto, la iglesia superior románica, bella. Hay muchos detalles que la ubican desde el punto de vista arquitectónico con la iglesia de Jaca. Luego de haber visto este espacio, el guía nos llevó a la planta inferior para ver el contraste con la iglesia prerrománica, llena de colores y restaurado con gusto y cuidado. Luego fuimos a ver la sala de concilios. Pese a hacer calor en los exteriores, el lugar era frío. Imagino cómo habrá sido vivir en ese lugar en invierno, cuando estas instalaciones eran usadas. Volvimos a ascender para ver con más detalles el panteón de los nobles (aquí se enterraba la nobleza aragonesa, como una suerte de peregrinaje final) y parcialmente el interesante panteón real. La iglesia fue adquiriendo gran relevancia, tanto así que la declararon cuna del reino de Aragón.  Además se convirtió en una parada obligatoria del camino de Santiago, de la ruta que partía de Arles, vía Toulouse.  Al ser el panteón de algunos reyes de Aragón, y pese a ser literalmente abandonado luego del último incendio (que duró tres días), el panteón fue restaurado y reformado en 1770. Luego pasamos a uno de los lugares más bellos del conjunto: el claustro. Según la historia, en el siglo XI se inicia una reforma benedictina (la orden que había recibido el convento) y esta reforma contemplaba un claustro. Guarecido por la gran peña, casi como un techo natural, se ven los restos de este notable patio, donde se yerguen varias columnas. Algunas de estas columnas  (las más dinámicas y reales, algunas sonriendo) fueron talladas por un artista desconocido al cual lo llaman el maestro de San Juan de la Peña o el maestro de Agüero, quien, parece ser, fue maestro en otros monumentos que muestran su calidad como escultor y arquitecto. Para cerrar la visita y luego pasar al museo del lugar, fuimos a ver una capilla, ya gótica, de San Victorián. Pero, el claustro bien “vale una misa”. Luego fuimos al museo de sitio para ver cómo era la vida en este monasterio. Una vez terminada nuestra visita, nos fuimos hacia el Monasterio Nuevo.

Este “nuevo” conjunto se edificó casi en la parte superior de la peña a partir de 1676 en la llanura de San Indalecio. Aparte de la grandiosidad del monumento, está la portada de la iglesia, labrada con innumerables detalles, típica muestra del barroco. El sitio fue abandonado la segunda década del siglo XIX. Posteriormente este lugar fue rehabilitado para convertirse en diversos centros de interpretación como el del Reino de Aragón y el del monasterio viejo de San Juan de la Peña. La visita sí vale la pena hacerla, con su tiempo para ir leyendo la profusa historia de este viejo espacio de la historia aragonesa, así como la historia del reino. Cuando vamos ahondando vemos también la historia de España y, con ello, la historia que nos va a tocar a nosotros, los latinoamericanos. No en vano, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, los reyes católicos, van a embarcarse en esa extraña empresa de ultramar. Y por ello, escribo estas memorias de viaje en su lengua. Más aún, cuando acababa de ver otra vez la serie Los Tudor y contemplo lo interesante que fue ese personaje que fue Catalina de Aragón, primera esposa de Enrique VIII e hija de estos reyes importantes para nuestra historia, muchas cosas de la vida pasada y actual se hilvanan para entender este mundo. Por eso me gusta ver estos lugares viejos, cargados de fantasmas y de recuerdos que se han extendido hasta nuestros días en nuestras memorias, en nuestras palabras.  


Terminada mi visita, regresé caminando hasta la estación en la que se habían quedado los buses en el convento viejo. Ver el paisaje jacetanio fue toda una recompensa. De ahí, todo el grupo se dirigió al almuerzo.




martes, 18 de febrero de 2014

JACA, EL ESPLENDOR MEDIEVAL ARAGONÉS


La rápida llegada al atardecer del 21 de julio a la pequeña ciudad de Jaca me permitió ver parcialmente esta joya del románico aragonés. Una vez instalados en nuestras habitaciones de la ciudad universitaria y luego de haber participado en un breve recibimiento, nos fuimos a
comer algo. Jaca había sido elegida por la AEPE para hacer su reunión anual que convoca por casi una semana a diversos docentes de español en el mundo no hispánico. Hubo gente que venía de Uzbekistán, Taiwán, Suecia u otros países. Éramos casi 200 personas. Las actividades empezaron el lunes 22 y hacia mediodía hicimos una visita a una de las joyas más bellas que hasta entonces había visto del mundo medieval románico: la Catedral de San Pedro del siglo XI y su extraordinario Museo Diocesano de Arte Románico. Entrar a esta iglesia es retroceder en el tiempo. Desde la portada ya nos iban dando datos importantes de este monumento integrante de la famosa ruta de Santiago. Al ingreso, en el pequeño depósito de piedra de agua bautismal, veíamos el desgaste de la misma por el constante uso de la misma para ungirse esta agua; pero más interesante era la piedra del arco de entrada que usaban para secarse esta agua, totalmente desgastada. Me hizo recordar la piedra (así dice la tradición) que se usó para embalsamar el cuerpo de Jesús, luego de bajarlo de la cruz, en la iglesia del Santo Sepulcro.

La iglesia es un muestrario de periodos históricos artísticos que mostraban su importancia para la corona aragonesa.  Hay manifestaciones góticas y renacentistas, sean en sus construcciones o en los altares que adornan diversas capillas. Pero luego de ingresar a la iglesia, hacia la mano izquierda, se puede visitar el museo que se halla en el claustro de este conjunto arquitectónico.  Al ingresar y recibir ayuda de los guías, pasas al claustro en sí. En sus alas laterales, hallas diversos capiteles que pertenecieron a la iglesia misma o de diversas iglesias de la región, ya perdidas para siempre.  Es una de las misiones de este museo: rescatar el patrimonio románico que se halla en diversas iglesias y capillas derruidas en pueblos y villorrios. Así tenemos la sala Bagüés, murales rescatados de la desaparecida iglesia de santos Julián y Basilisa, perteneciente a la región. Luego pasabas a las capillas claustrales, donde podías ver una extraordinaria muestra de escultura románica y gótica. Un Cristo mostraba un agujero, pensé que era producto de alguna bala o algún daño intencional. No, era una suerte de repositorio para “encargar” milagros a la imagen. Al momento de salir nos encontramos con un coro de la iglesia que ensayaba música sacra.. Es una visita obligada.



CAMINO A JACA POR LOS PIRINEOS

El verano europeo del 2013 tuvo para mí otro objetivo, fuera de la visita a la Alianza Francesa de París: ir al congreso de AEPE en la ciudad de Jaca en el norte de España. Isabelle, quien pertenece a esta Institución, me había comentado al respecto y habíamos organizado nuestro viaje a esta pequeña ciudad desde Rodez. Así, el domingo 21 de julio, provistos de todas las avituallas necesarias, partimos hacia los Pirineos, frontera natural entre Francia y nuestro país de destino. Partimos temprano para llegar a una buena hora a Jaca, haciendo algunas pausas en la ruta. En el auto de Isabelle salimos por las estupendas autopistas francesas en dirección de Toulouse y luego a Pau, lugar en el cual tomaríamos la ruta hacia el sur para ingresar a España. Hicimos un par de altos en el camino: en el primero compré un libro para lectura ligera y algunos caramelos típicos de la región que se hacen con las violetas, flores que abundan en la región; en nuestra segunda parada, almorzamos una buena merienda y luego un breve reposo antes de seguir camino hacia nuestro destino. Las autopistas estaban llenas de vehículos que iban en todas direcciones aprovechando la estación vacacional que es toda una ceremonia en Europa y la cual preparan con mucha prevención meses antes. Europa es muy ordenada; mas, pese a todo, en España íbamos a tener sorpresas positivas que nos salvarían de nuestro descuido preventivo para hacer reservas hoteleras, por ejemplo. El camino fue tranquilo hasta Pau; de ahí “torcimos” hacia el sur en dirección de los Pirineos. Recuerdo este nombre por mis clases de geografía escolar, por la historia (por ejemplo, Aníbal y su ejército con elefantes) y algunas películas que los nombraban, como El gran escape en la que uno de los fugados (James Coburn) llega a una zona pirenaica y pregunta si había llegado a España. Aún en territorio francés, comenzamos a marcar la altura. Años antes, la ruta era penosa, puesto que no había el túnel que se ha hecho para atravesar las montañas rápidamente. Sin embargo, el camino es estrecho y en algunas zonas se estrechaba mucho más, por lo que íbamos con mucho cuidado. El paisaje te permite evocar a nuestros Andes, en versión más pequeña. En la historia y el imaginario histórico que se desarrolló en los siglos XVIII hasta el XX, los Pirineos marcaban el fin de Europa y el inicio de ¿África? ¿El subdesarrollo? ¿Un mundo salvaje? Interesante, esa era la idea que se tenía de esta marca natural, que según la geología, pertenece a una cadena montañosa muy antigua y gastada. Ver algunas pequeñas montañas nevadas era agradable, viniendo yo de un país en el que los Andes marcan fuertemente nuestra identidad cultural.  Seguimos nuestro viaje entre montañas apenas cubiertas por nieve. Imagino cómo será esta zona en invierno. De repente comenzó a llover y esto hizo más accidentado el camino. No hay un tráfico denso, pero hay que ir con cuidado, puesto que puede aparecer algún camión en la ruta, como nos sucedió más de una vez. Al llegar al túnel, ya el clima había mejorado. El túnel Samport tiene sólo 10 años y mide más de 8 kilómetros, totalmente iluminado, con extremas medidas de seguridad y con una fuga cada 600 metros (aprovecha las antiguas instalaciones de un túnel ferroviario, ya en desuso). Europa tiene en su haber varios casos tristes (uno último en Suiza) de accidentes automovilísticos en el interior de algunos con su buena cantidad lamentable de muertos y heridos. De estos ocho kilómetros, hay más de 5 en territorio español, por lo que cuando sales de este (viniendo de Francia, claro) ya estás en España. De ahí a Jaca era cuestión de una hora más o menos dependiendo el tráfico y las exigentes leyes de tránsito que no te permiten manejar alocadamente, pese a que las autopistas españolas te invitan a correr. Así llegas a Canfrac, pequeño poblado aragonés que cuenta con una impresionante estación ferroviaria que tenía una intensa actividad conectiva con Francia. Su decadencia empezó en la  guerra civil, con el sellado del  túnel por parte de los franquistas para evitar la huida de los republicanos hacia Francia o, en su defecto, la posible invasión desde este país contra las tropas falangistas. No muy lejos de ahí sobre la ruta hacia Jaca, se encuentra una impresionante mole llamada Torre de Fusileros, edificio militar del siglo XIX (hubo otra más, ya desaparecida), de carácter defensivo que servía también como una suerte de marca de frontera. Ambos grandes monumentos puedes verlos desde la carretera. Promediando las 5 de la tarde llegamos a Jaca y nos dirigimos a las instalaciones universitarias de la ciudad, ya que en la residencia estudiantil nos íbamos a quedar. Jaca es una antigua ciudad aragonesa e iba a descubrir todo su encanto.