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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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domingo, 24 de diciembre de 2017

PASEANDO POR BELÉN AMAZÓNICO (VIAJE POR EL CORAZÓN DEL AMAZONAS)


Domingo 01 de octubre, nuestro último día en Iquitos. Antes de dormir, luego de la caminata por el corazón iquiteño, había arreglado la mayoría del equipaje y preparado la ropa que íbamos a usar para nuestro retorno. María y Soraia se quedaban un par de días en Lima, pero yo me embarcaba a Trujillo esa misma noche. La mala costumbre de dejar las cosas para después o último día nos pasó la factura. Ni el museo que nos interesaba estaba abierto, ni logré comprar el trabajo de madera tallada que vi la noche anterior: nos quedamos con los crespos hechos. Teníamos muchas cosas y lugares pendientes: Iquitos no es para quedarse solo tres días, amerita más tiempo. La ciudad no fue bien recorrida por nosotros, quise visitar el antiguo cementerio de la ciudad para ver el esplendor de la época del caucho en las tumbas de ese entonces. Además, hay un cementerio judío en el interior, como lo hay en Lima  y en Arequipa (dentro del Cementerio General, la Apacheta, en el Pabellón británico). No sé si otra ciudad peruana, fuera de las tres indicadas, tiene un cementerio identificado como tal. Además, hay tantas casas que ver de ese esplendor cauchero, así como visitar el convento  y seminario agustiniano. Hay muchos lugares.
Una vez arregladas cuentas y deudas, salimos a pasear. María estaba interesada en ver un espacio que le parecía interesante: la construcción con palafitos de las casas de Belén. Una vez percatados que las otras cosas iban a quedar para una segunda oportunidad, buscamos a un guía para entrar a Belén, que no se hallaba lejos de nuestro hotel. Fuimos al malecón para buscar a uno bueno; así contactamos con Elmer Ruiz, quien es residente del barrio de Belén. Vimos los restos de un barco que había pertenecido a un narcotraficante italiano, Nuestro guía nos dio una breve explicación antes de entrar en el mercado y luego bajar por sus calles aún no inundadas (hasta la estación de noviembre hasta marzo aproximadamente), lo que nos permitió ver esa suerte de Venecia peruana. Pero lo que íbamos a ver no fue tan agradable. Cuando estuve en 1985 con mi hermana, pudimos ver una Belén cubierta de agua, con todas las actividades comerciales haciéndose en las transitadas calles de este barrio llenas de lanchas y peque-peque. Lo que inunda a esta zona no es el Amazonas, sino el río Itaya. No hay que olvidar que el Amazonas como tal ya no baña las costas fluviales de Iquitos. Ahora Belén es mucho más grande que en aquella oportunidad. Lo que sí no ha cambiado es su dinámica comercial. Recuerdo que en aquella oportunidad varios comerciantes se acercaron a nuestras lanchas a vendernos sus productos, entre ellos una señora que vendía tortugas charapas pequeñas; recuerdo que en su manipulación descuidada de los animales, se le cayó una al piso de la canoa y le partió el cuello. Triste espectáculo. Había un tráfico de animales y plantas exóticos alucinante. En el avión que abordamos a Lima en ese entonces, un chico llevaba un pequeño perezoso escondido en su sombrero. Ahora hay una serie de carteles que penan ese tráfico. Pero cuánto de ellos será cumplido.


Pasamos, antes de entrar a Belén, por nuestro hotel (estaba en el camino) para indicar que ya teníamos guía (nos estaban buscando uno). Habíamos ido previamente a la Plaza de Armas y haber visto la Parada Militar. Nos fuimos, pues, a Belén ingresando por su mercado al que nos llevaba la misma calle del hotel (Jr. Ramírez Hurtado). En el mercado vimos ya la vida de la selva, pujante, caliente, dinámica. También vimos todo lo inimaginable de la dieta  charapa: trozos de tortugas, pequeños caimanes, huevos de charapa, pijuayos, frutas exóticas; vimos pócimas de amor y daño, mapacho y muchas más que son parte de las costumbres y el folclor de la selva. Luego de la visita fugaz al mercado (el cual teníamos que atravesar sí o sí) comenzamos a descender hacia el embarcadero. Aquí ya uno puede distinguir las marcas del nivel del agua en su temporada alta. A medida que descendíamos, veíamos más actividades comerciales provisionales así como las construcciones hechas para aguantar la subida de aguas. Por ahora caminábamos, pero en nuestro verano, las aguas suben y el transporte es por tablones o peque-peque. La zona tiene los servicios entorno a estos canales. Las casas “desmantelan” su primer piso y se mudan a los pisos superiores. Hay ciertas capillas e iglesias evangelistas que tienen esas características. Pero también veías cosas alarmantes: la ingente cantidad de basura que se acumula en la zona y que luego, cuando sube el agua, se la lleva hacia el río. Los servicios higiénicos se evacúan directamente hacia estas aguas y vemos gente cerca de ahí nadando o lavándose. Las condiciones de salubridad son mínimas. En realidad es un milagro que no haya epidemias en la zona. Es un espacio que, como veíamos con María, debería de ser intervenido para mejorar algunas condiciones de vida, como instalaciones sanitarias y el manejo de residuos que abundan por todas partes. Es pintoresco pero a costo de qué. Las casas flotantes tienen televisores de última generación y celulares, pero sus servicios higiénicos dejan mucho por desear. Al retornar vimos con más detalles los productos que se vendían, algunos un poco macabros como los pedazos de tortuga. En nuestra caminata vimos a unas personas integrantes de una tribu cercana a Iquitos que iban por apoyo de dinero: iban tocando sus instrumentos musicales y sus trajes típicos. Al tomarles unas fotos y haberles dejado un par de billetes, uno de ellos se acercó con tono un poco amenazador para que dé dinero, le respondí que ya había dado mi contribución y una de las chicas corroboró lo dicho por mí.



Fuimos a la Plaza de Armas pues nos quedaba aún tiempo y ya había acabado la ceremonia militar. Esta zona es muy sensible con la defensa del territorio, pese a que ha sido bastante abandonada por diversos gobiernos y siempre ha tenido una actitud rebelde. Recuerdo su animadversión contra AGP durante su último gobierno por haber permitido una serie de concesiones y gestiones comerciales que no fueron del agrado de la población de la zona. En la frontera que comparte Perú con Colombia y Brasil, los niños van a zonas colombianas o brasileñas para estudiar; lo complicado es que ellos aprenden la historia y la identidad geográfica bajo las perspectivas de aquellas naciones y debilitan la identidad peruana; pero ¿algo le importa al centralismo limeño? En este tema, el punto de vista de la gente de esta zona es muy sensible, incluso algunos hablaban de separarse de Lima por el abandono e indiferencia. En la Plaza de Armas, nos fuimos a conocer la catedral de San Juan de Iquitos. Es un edificio emblemático de la ciudad. Tiene una torre que lleva un reloj con números romanos. Sobre el altar hay 3 murales que relatan la evangelización de los agustinos en la zona. Muy diferentes a los que vimos en Nauta el día anterior. Terminado nuestra visita a la iglesia, nos fuimos al hotel para pegarnos un buen duchazo final y cambiarnos de ropa. 





Nos esperaba el taxi, movilidad del hotel. Así nos fuimos al aeropuerto para retornar a Lima. Hasta una nueva oportunidad.







jueves, 8 de diciembre de 2016

KUÉLAP Y EL MUNDO CHACHA

Aunque este año ha sido poco generoso con los viajes, la última semana de octubre fue una buena oportunidad para escapar nuevamente de Chachapoyas con María y su hija para repetir la experiencia de viajes interesantes por el país, aprovechando la llegada de Soraia por su corta estadía de dos semanas. Así que decidimos ir a tierras amazonenses por dos días (muy breve) para ir nuevamente a Kuélap y dos lugares que iban a ser todo un descubrimiento: La Jalca y Óllape.
El día jueves 27 de octubre nos embarcamos en MovilTours a las 4 PM. El bus se detiene por un cuarto de hora en Chiclayo por combustible y aprovechamos en visitar un restaurante cerca de su terminal que se llama El Uruguayo, un pequeño sitio de propiedad de un ciudadano de ese país que, según él, vino a Chiclayo por un mes y se quedó casi 30 años.  Comimos un delicioso sánguche de lechón cada uno “para el camino”. Son 14 horas de viaje. El bus no iba lleno y desaprovechamos la oportunidad de ubicarnos en cada fila para poder dormir más cómodamente.
Llegamos a Chachapoyas a las 7 AM. Nos dirigimos a nuestro hotel, Hostal del Arriero, cerca de la plaza de armas. Nuestro tour a Kuélap estaba listo a partir a las 9 de la mañana por lo que nos fuimos a tomar desayuno. En un restaurante y mini mercado que pertenece a los mismos dueños de nuestro hotel tomamos una buena merienda para el largo camino. Ahí nos apertrechamos de agua, galletas, frutas, chocolates y otras avituallas. Fuimos al hotel a lavarnos los dientes y esperar la llamada de la gente de la empresa que nos llevaría a nuestro destino de ese día. Kuélap ya la he visitado cuatro veces e iba por una quinta. No hay quinto malo, como dice el dicho; pues sí, vimos las instalaciones del nuevo gran funicular que entrará pronto a funcionar y que dará un movimiento inusual a la zona, pues reducirá el trayecto de cuatro horas a solo una. Además siempre el sitio arqueológico tiene nuevos descubrimientos expuestos al público. La ida fue tranquila y fuimos conociendo a varios de los viajeros que iban con nosotros. Nos detuvimos en Macro para ver los restos y luego nos enrumbamos hacia Kuélap. 




Ir a este lugar es subir, pues Chachapoyas está  a 2335 m.s.n.m. y Kuélap un poco más de los tres mil. Luego de Macro, fuimos a Tingo donde está el inicio del funicular; luego Lónguita y María. Llegamos un poco agotados al Parador Turístico del lugar para recoger los boletos de entrada. Se veía ya un cielo nublado. Se nos venía una lluvia y en cualquier se podía precipitar. Felizmente, la lluvia no descargó hasta un poco más de mitad de la visita. Ingresamos por la puerta 3, ya que la 1 estaba cerrada por reparaciones y la 2  norte y sur aún no están habilitadas. Había que ir con cuidado, ya que algunos tramos estaban enlodados. El sitio aún se le sigue llamando fortaleza, pues todavía hay varias personas que le adjudican el carácter militar; pero nuestro guía y muchas personas más nos aclararon que el lugar tiene más objeto de uso ceremonial religioso que militar. Una de las novedades (y va tener que ser una visita obligada) es la pronta habilitación del acceso 2 que tiene dos puertas (norte y sur) de carácter dual para uso de solo mujeres o varones. Es una zona escarpada y ya de por sí el entorno es increíble. El lugar, eso sí, va a tener que manejar una cantidad razonable de visitantes (como lo hace Machu Picchu), pues ese día había una buena cantidad de grupos numerosos.



El retorno a pie fue bajo la lluvia; fue más tranquilo (descenso) pero hubo algunas zonas resbalosas por el agua de lluvia o el lodo que estaba acumulando. Llegamos al Parador y me di una escapada para ver el sitio de interpretación. Es genial, informativo, bien presentado, pero lamentablemente poco visitado. Me dio un panorama más detallado de la ocupación de la zona, unas buenas líneas de tiempo y una pequeña muestra de objetos del lugar. Y una buena folletería a disposición de todos.





Así iniciamos nuestro retorno, ya estábamos soltando la lengua entre los viajeros (había de Lima, Alemania y España); bajamos a almorzar y pedimos una buena sopa revitalizadora. Las sopas serranas son una bendición. Ya por el cansancio o emoción, muchos pegábamos nuestros ojos para dormitar. Recién habíamos llegado ese día a Chacha.

Llegamos a eso de las 6 p.m. a nuestro hotel. Decidimos con varios de los chicos que conocimos en el viaje más nuestro guía ir a cenar juntos esa noche. Una buena velada y luego a dormir. Previamente, había hecho los arreglos para ir el sábado 29 a un lugar que no conocía y que se me había cruzado por la mente varias veces: La Jalca.  





martes, 31 de diciembre de 2013

CRÓNICAS DE VIAJE 2013: GOCTA

Se cierra un año más, un año fructífero. Pese a diversas las circunstancias que obligarían a uno mejor quedarse en casa, este 2013 fue un año que me permitió conocer bellos parajes, interesantes ciudades y muchas personas simpáticas dispuestas a compartir las bondades de sus ciudades o pueblos, y los secretos que estos encierran. Este año tuve la oportunidad de viajar a Tacna no sólo para encontrarme con viejos amigos, sino para visitar la sierra de esta zona, una sierra amable, poco agreste y con bellos tesoros que los turistas chilenos admiran más que los peruanos. Pero en el mes de marzo hice un viaje, con un grupo de amigas, mi harem, a la ciudad de Chachapoyas. Todas ellas, Lorena, María, Elsia e Isabel, iban por primera vez a esta ciudad. Para mí, era mi cuarta visita, pero es un lugar en el que siempre hay tanto para conocer. Y así iba a ser. Había contactado previamente, vía internet, los servicios de un hotel céntrico y desde el cual íbamos a hacer todas nuestras actividades. Esos dos únicos días tenían que ser exprimidos al máximo, pero las lluvias de verano iban a jugarnos malas pasadas. Habíamos salido un viernes por la tarde para estar a temprana hora en Chachapoyas y empezar nuestra visita a Kuélap, un sitio arqueológico que he visitado en todas las oportunidades previas. Ya prontos a llegar a la ciudad, un derrumbe había cubierto la carretera en un breve trecho, pero iba a tomar regular tiempo para ser reabierto. Llamé a nuestro hotel y la administración nos envió una movilidad (la misma que nos iba a llevar a Kuélap luego) para recogernos. Caminamos cierto trecho y llegamos al lugar en el que se había aparcado la camioneta; en realidad, estábamos muy cerca de la ciudad. Llegamos a nuestro hotel, tomamos un rápido desayuno y salimos rumbo al sitio arqueológico: el viaje fue bastante emocionante, habida cuenta que en temporada de lluvias se vuelve muy dificultoso. Un tramo bastante breve está asfaltado, el resto es trocha; el lodo se veía a lo largo del sendero. Nos detuvimos a contemplar la belleza e imponencia de Macro. Siempre hay algo que ver por ahí. No había muchas movilidades que iban en dirección a nuestro objetivo, así que hacer todos los contratos para el almuerzo no eran complicados. Recuerdo cuando fui para fiestas patrias y tanto la ruta como el lugar era un hormiguero. Hechas las gestiones, nos fuimos hacia el complejo.  Llegamos sin contratiempos a una buena hora. Recorrimos el lugar y nos dimos con la triste sorpresa que muchos muros están colapsando. María, como buena arquitecta, estaba sorprendida por el descuido que presentaba tan bello lugar. Ascendimos a las plataformas que albergaban, hipotéticamente, a las castas de esta cultura. Las explicaciones para obtener el agua siguen siendo bastante complicadas, pero todo parece que el agua era acarreada desde las partes inferiores. No hay evidencias de reservorios, ni fuentes de agua por las cercanías. Menudo trabajo. Esta vez sí me preocupó todo ese gran muro en peligro de caer, nos advertían no acercarnos a ciertas zonas por temor a derrumbe o desprendimiento de rocas. Aunque tarde esta crónica, el sitio permanece y los ciudadanos de Chachapoyas, el mundo arqueológico, entidades privadas del turismo y el Estado deben canalizar esfuerzos para el rescate de este soberbio lugar, como otros tantos que hacen de Amazonas un departamento tan rico como Cuzco. Es casi su equivalente en el Norte peruano. A las tres de la tarde comenzó nuestro retorno. Almorzamos con calma, una deliciosa sopa regional con quinua y luego trucha. Llegamos a Chacha a golpe de 6 y media. Luego de un buen duchazo salimos a cenar, no sin antes visitar la nueva iglesia que reemplaza a la caída en un terremoto y visitar las calles aledañas. Han hecho bonitos paseos por los que puedes caminar y ver cómo han restaurado varias casas, algunas ya convertidas en hospedajes simpáticos. Fuimos a un restaurante típico a cenar y para cerrar la noche, fuimos a otro a tomar un vino entre todos nosotros para celebrar nuestro primer día de aventuras. Antes de irnos a dormir, salimos a la plaza y cayó un corto chapuzón. Nuestro hotel no estaba muy lejos, así que nos dirigimos al mismo para preparar nuestras cosas para el día siguiente.
Temprano, ya domingo, fui al mercado a comprar pan; el pan de esta zona es muy rico y tienes muchas variedades; vino María conmigo y escogimos frutas diversas para llevar a nuestro nuevo objetivo: Gocta. Había quedado deslumbrado de todo lo que informaban al respecto y lo vi “con mis propios ojos”. Sin embargo, previamente, íbamos a experimentar ciertas situaciones que no teníamos la menor idea. El viaje se hace por la carretera que va a Pedro Ruiz, la que íbamos a tomar esa noche para retornar a Trujillo. Aún se veían los rastros del deslizamiento y veíamos el caudal del río Utcubamba bastante cargado. Hay muchos tramos en que la carretera va en paralelo al río, atravesando túneles y en zonas donde el caudal casi toca el pavimento. En el camino ves desprendimientos de rocas, algunas lo bastante grandes como para obstaculizar tu camino. Llegamos al poblado de Coca y doblamos hacia la derecha para ingresar hasta Cocachimba, por una estrecha trocha. Cocachimba es un lugar simpático y ya los habitantes se han organizado para poder ofrecer diversos servicios a los viajeros atraídos por las cataratas. Hay pequeños hoteles, pero ya un español ha construido un hotel de ensueño desde el cual ves las cataratas como si alimentaran las aguas de la piscina del mismo. Nuestra visita era por el día y fue una pena que no nos hayan advertido más para poder haberle sacado el jugo. La caminata toma más de dos horas y es una caminata que demanda resistencia física, tenacidad y paciencia. A lo largo de la ruta ves la catarata, pero demoras más de horas en llegar a ellas. El sendero está muy bien trazado, pero es accidentado e irregular. No va en ascenso o descenso. Vi a un par de viajeros que llevaban los bastones que te sirven para asegurar tu marcha. Si llevases esos bastones, harías el trayecto más rápido y menos esforzado. Todo el grupo decidió no tomar caballos, sino caminar. En realidad, no sabías lo que nos iba a pasar. Como uno es una persona sedentaria, pegada a su auto y a su mesa de trabajo, el caminar tantas horas nos iba a pasar la factura. Felizmente no había sol que nos retumbase sobre la cabeza, pero sí humedad que hacía más pegajoso nuestro sudor. Si no hubiéramos tenido la presión, además, de tener que retornar temprano a Chacha para nuestro bus a Trujillo, hubiéramos disfrutado más el lugar. Creo que el hospedarse en la zona sería lo ideal, ya que tus tiempos serían otros, podrías salir más temprano para evitar el calor, disfrutar más la catarata y regresar pausadamente, sin apuros. Para la próxima vez. Pronto, Isabel, una acompañante del grupo pidió un caballo. Nuestro guía, Don Telésforo, iba a acompañar más al grupo de Lorena, María y Elsia hasta la meta. En el camino vas viendo parajes bellos, todo cubierto por la vegetación. Hasta que llegamos a nuestro destino. Impresionante. Las cataratas centrales no están solas, hay otras pequeñas cerca de la mayor, tan altas como la principal y que es reconocida como la tercera catarata más alta del mundo. Su caída tiene “dos tiempos” y una vez que llegas a la parte final de esta, una gran garúa cubre el lugar; por esa razón, debes ir con un poncho de plástico para que no termines completamente mojado. Nos quedamos casi media hora en el lugar, disfrutando el paisaje. La gente llega al lugar y suelta sus emociones, todos juegan con las finas gotas y se quedan embelesados viendo la imponente caída. Don Telésforo, ya en un descanso, nos contó algunas leyendas que hay del lugar y, algo más triste, la amenaza de minería de oro hallado en el lecho del lago que se encuentra en la parte superior y que da sus aguas a la catarata. Si sigue
la ambición de grandes y chicos, esta belleza se extinguirá en poco tiempo.

El retorno fue también accidentado. Me había agenciado de un bastón que había tenido Isabel y que me lo obsequió. Hacia el final del camino, el pobre estaba casi quebrado. Había cumplido su noble misión. Devoramos nuestro delicioso almuerzo, la caminata nos había abierto el apetito. Ya en nuestro bus, y con la prisa de estar en Chacha para arreglar nuestras cosas, cancelar el hotel y cenar algo previamente, pedimos al chofer que regresáramos a la ciudad. Nuestros reclamos fueron oídos y llegamos a las 6:30 aproximadamente para hacer los últimos arreglos. Ya en el hotel, me encontré con un amigo de la PUCP que no veía en años Hugo Fukushima, quien ya tiene años trabajando en la zona. Grato encuentro. Arregladas nuestras cosas, salimos a buscar un chocolate caliente para el viaje. Nos levantó el espíritu, pagamos nuestro consumo y saliendo para ir al hotel, se desató un fuerte aguacero. Pensé, íntimamente, que el camino de retorno iba a estar bloqueado por deslizamientos u otra cosa así. No, nuestro retorno fue tranquilo y feliz. 

domingo, 21 de agosto de 2011

NUEVA VISITA AL MUNDO CHACHA

22 de julio. Por la tarde, 4:30 pm. Un grupo de personas se embarca en un bus con destino a la capital del Dpto. de Amazonas. Por tercera vez me dirijo a esta interesante zona en la que hay aún mucho por descubrir. Iba conmigo, Carmen Ortega, una buena amiga española a quien le quería enseñar otra parte del Perú, zona aún poco conocida por nosotros mismos, pero que se está volviendo una suerte de vedette en el mundo internacional del turismo. Y razones no le faltan.
Tras un largo viaje (ya hay zonas de la carretera que han ido deteriorándose o colapsando) llegamos a Chachapoyas temprano. Con hambre, nos íbamos instalando en diversos hoteles de la ciudad. Tuvimos un inconveniente, producto de la movilidad en la que fuimos: las calles céntricas de la ciudad no están previstas para unidades de transporte de gran calado. Al dejar a parte del grupo en un hotel, el bus hizo una maniobra que nos tomó casi media hora para salir del atolladero en el que nos habíamos metido. Lo recomendable es moverse en unidades más ligeras (tipo Custer) para poder desplazarnos mejor y evitar los bloqueos de calles que se provocaron más de una vez. Una vez instalados en nuestros hoteles (en un total de 4, ya que éramos 45 personas) y haber tomado el desayuno respectivo, empezamos nuestras actividades para recorrer los alrededores de la ciudad. E íbamos a tener buenas sorpresas. 
El primer lugar que visitamos es uno que fui hace exactamente 13 años, cuando Chachapoyas no era muy conocida. Era el cañón de Huancas, una miniversión del Colca, con vientos fuertes y un buen mirador. Se encuentra cerca a un poblado, el de Huancas, poblado que trabaja mucho la alfarería. Quisimos entrar a la pequeña iglesia del poblado a pedido mío, puesto que recordaba que tenía bellezas de la época colonial en sus altares. No había llave, pena. Del lugar nos enrumbamos a almorzar, ya que "hacía hambre". Así pues nos dirigimos a la ciudad a un restaurante a servirnos comida de la región. Carmen iba en este viaje descubriendo muchas cosas ocultas de nuestro vasto país, así como nuestras locuras en cuanto a la seguridad. El partido de fútbol con Venezuela generó una división en el grupo; varios prefirieron quedarse a ver el partido, otros más preferimos ir a ver un orquideario. En un principio habíamos decidido ir sólo 10 personas, pero luego varias personas (como siempre) decidieron cambiar de idea y se creó el caos. Nuestro grupo de cuatro personas fue enviado en un taxi al supuesto lugar, pero el chofer más atento al partido que a las indicaciones dadas de la dirección emprendió el camino y nos llevó al lugar equivocado. Nos fuimos a una zona perteneciente al tío de una exalumna; dicho tío ha hecho una interesante y bella inversión en ese terreno.Pero no era el orquideario. Gentilmente llamó un taxi y nos llevó al verdadero destino donde íbamos a hallar toda una explosión de color: bellas orquídeas, un regalo al ojo.
Terminamos el primer día con una serenata para todos nosotros con bailes típicos y un buen anisadito para la noche. De ahí a dormir para salir temprano a Kuélap, la joya del viaje.
Viajar con un grupo numeroso puede acarrear muchos problemas con el control de tiempos. Para ir a Kuélap, no puedes ir en un gran bus, debes ir máximo en una custer por lo que nos dividimos en tres movilidades. Algunos salieron más temprano que los otros, pese a que nuestra movilidad ya estaba lista a primera hora. No importa, nosotros sí hicimos una visita excepcional. Algunos pasajeros estuvieron un poco indispuestos, pero partimos todos. Kuélap puede ser tranquilamente el Machu Picchu del Norte. Asi de sencillo. Una suerte de peregrinaje del cual no se puede salir decepcionado. Varios a paso lento iban llegando hasta el lugar, el cual ya visito por tercera vez. La primera vez la visité con mis alumnos y el lugar estuvo desolado, sólo roto el silencio por nosotros. Pero cuando fui hace dos años y esta última vez, el lugar estaba repleto de gente. Para suerte nuestra, se han habilitado nuevos espacios y han limpiado muchos más. Se ha habilitado el torreón, pero hay que mantenerlo cerrado o con acceso restringido sea por seguridad como por mantenimiemto y preservación del lugar. El turismo trae sus malas secuelas también. Las últimas zonas limpias muestran el final de lo que fue este regio lugar: fue abandonado por la epidemia de la viruela, la enfermedad que vino antes de la llegada de los españoles. Incluso Huayna Cápac murió de esta enfermedad; el descubrimiento de varios esqueletos hallados de manera desordenada hace suponer que la gente fue cayendo en el lugar en lenta agonía de manera dispersa. Los sanos huyeron hacia otros poblados y Kuélap quedó abandonado hasta fines del siglo XIX. Kuélap está allá arriba y es toda una incógnita cómo llegaba el agua hasta ahí. Y la construcción en sí. Pero el lugar es impresionante y hay mucha gente que no sabe de él; en la vía vimos Macro. Los pueblitos que están en torno a la carretera han comenzado a hacer negocios con el turismo. El lugar está lleno de leyendas, se habla de una barra de oro difícil de lograr. Pero ver todo el paisaje e imaginarse cómo era el lugar es de por sí un buen viaje al pasado. Chachapoyas tiene ante sí un gran potencial. Regresamos tranquilos con una breve pascana para almorzar y comentar lo visitado. El problema es que el retorno toma algo de cuatro horas y llegamos bastante tarde a Chachapoyas. Comimos algo ligero y preparamos maletas para el día siguiente.
Ya lunes nos íbamos a Leimebamba para ver el museo del lugar, el famoso Museo de las Momias de la laguna de Los Cóndores. Habíamos dejado todo listo, pero como de costumbre hubo retrasos para poder salir puntualmente y salir presionados de retorno a Trujillo. En esta oportunidad iba a ser testigo de algunos gestos y acciones no dignas de docentes. El museo está bien tenido y hay ciertas reglas que hay que respetar, como por ejemplo no tomar fotos o filmar. Pero hubo varios profesores (incluso uno de Filosofía y Ética) quienes con el mayor descaro tomaban fotos o filmaban escondidamente. Esta fue una situación que me molestó mucho y desagradó a otros colegas; pero la mayoría se mostró indiferente y eso es bastante grave, puesto que hablamos de docentes quienes exigen reglas a los jóvenes y ellos llegaban tarde o trasgredían las instrucciones sin importarles su entorno. Fue la nota más negra del viaje por lo que esto significa en un mundo en que queremos cambiar a una juventud que quiere reglas claras y vemos que los encargados de hacerlo les importa un comino respetarlas.
Ya de regreso a Chachapoyas, con Carmen nos fuimos a buscar los últimos regalos y compras para retornar a Trujillo. Con Carmen nos hemos hecho la firme promesa de regresar, pero con más buenos colegas a ver Gocta, las bellas cataratas de la zona, Revash, Pueblo de los Muertos, y otros cientos de lugares más que quedan por descubrir. Estamos ante un cofre de maravillas.

sábado, 23 de abril de 2011

A LA MADRE TIERRA

22 de abril. Los seres humanos celebramos un día más a la tierra. Esta celebración, como decía Lipovetsky, es para recordar una acción o evento que queda como un acto memorial más que actitud que guíe nuestro quehacer cotidiano. Es cierto, la hipocresía humana conmemora a personas anónimas, héroes que encarnan ideales, o celebraciones simbólicas (religiosas, políticas, sociales, culturales, entre otras), cuyos contenidos han pasado a ser elementos de un museo figurado de voluntades humanas que no somos capaces de realizar. Admiramos a los héroes de la patria por su sacrificio a la colectividad, pero no somos capaces de contribuir con un aporte personal para hacer una mejor sociedad. Exaltamos las figuras religiosas por su compromiso con la humanidad, pero nuestros actos son permanente denigración de la misma. Y ahora venimos con la celebración de la tierra, que como la navidad, se está volviendo más en una actividad lucrativa para algunas instituciones que trabajan en esto (muchos organismos no gubernamentales, por ejemplo), más que liderar una marcha de concientización de la sociedad para generar el cambio. El panorama es claro y difícil, por lo tanto desmoralizador: el ser humano se ha vuelto un ser altamente depredador y destructor de espacios naturales. Es una especie basurera, perturbadora del medio ambiente, agresora de los seres que habitan cualquier espacio natural, incluidos otros congéneres. Es expansiva, exclusiva y no ha sido muy inteligente con el manejo de los recursos que dispone. Nuestro planeta tiene miles de lugares que muestran la acción perniciosa del ser humano en su expansión. Construimos entelequias mentales para asegurar el aprovechamiento de recursos naturales que no están en nuestro espacio natural inmediato para poder apoderarnos de él; la historia lo ha demostrado y la humanidad ha desarrollado su inteligencia para que en todo nivel sea validada esta posición del poseer a como dé lugar (desde el fisiológico - "razas superiores"- hasta el ético-religioso). El desarrollo del racismo encierra en sus raíces una justificación de la posesión de recursos que muchas veces no se hallaban “al alcance de la mano del hombre”. Interesante es la observación a la que se está llegando en nuestros días debido al abuso de los recursos naturales y la sobrepoblación humana; ya se habla de guerras más cruentas por la posesión de un recurso básico: el agua. En el desarrollo y crecimiento de las múltiples sociedades humanas, el orgullo de la especie se ha fundamentado desde las perspectivas religiosa, filosófica y artística: el hombre es el elegido de dios o de los dioses, o es la maravilla de la creación, o es la medida de todas las cosas. En el desarrollo judeocristiano y en la filosofía occidental, el hombre es la piedra de toque del universo. Quizá la expansión de la comunicación en lo que va del siglo XX y en el actual nos está abriendo un poco los ojos para darnos cuenta que hemos “metido la pata” muchas veces y que los daños son irreversibles, tenemos que cargar con ellos.

Pero, el mundo actual se reviste de hipocresía. La maquinaria de consumo no puede parar, ya que el sistema (como lo concebimos ahora) se ha vuelto la pesadilla necesaria; la humanidad ha caído en el hoyo de la estupidez para obstinarse en pensar que no tenemos otra opción. Nos hemos tornado unos alacranes bípedos inteligentes (?) que en su desesperación por salvarse pica con su aguijón a todo elemento que lo rodea, incluso a él mismo, casi un suicidio involuntario. Somos eso ahora, alacranes. Cuando los grupos de interés promueven estos llamados de consciencia no dejar de tener una carga fuerte de ironía y de conchudez, puesto que quieren lucrar a costa de personas que pueden tener la mejor voluntad, pero no encuentran las forma y/ o las acciones para apoyar esta causa. Así como hubo un Cioran para entender la desgracia humana y que su final inexorable es el suicidio (posición que no comparto), quizá haya necesidad de cierto Cioran para entender que nuestras causas pequeñas no servirán de nada, puesto que apagar una hora las luces del planeta no detendrá el deshielo de los polos, ni la acentuada escasez de agua, ni la desertificación de muchas zonas del planeta. Quizá sea necesario golpear directamente sobre la cabeza del alacrán bípedo para que reaccione. El hombre ha querido sentirse dueño del planeta y del universo (ahora ya lo quiere ser de la luna, pues tengo entendido que hay un tipo que ya declaró la luna como suya y que en caso de lotizarla, habría que hablar con él, algo así como lo que hicierion los conquistadores europeos con nuestras tierras sin preguntar a los dueños anteriores). Todas las ramas de la supra estructura nos dan la razón; el libro principal cristiano, la Biblia, permite al hombre adueñarse de la tierra, hacerla suya. Desde el siglo XV, el hombre comenzó a realizar varios cambios abruptos de su entorno. Cuando Felipe II mandó a tallar casi todos los bosques de España para construir la gran flota para derrotar a Isabel I de Inglaterra, dejó muchas partes de la península como territorio yermo. La explotación minera en América envenenó a miles de indígenas y extensas zonas como en Huancavelica (por la extracción del mercurio); así sucedió también en África y Asia. En nuestras selvas, la deforestación, sea por tala o por implantación de otro cultivo, ha arrasado bosques que contenía flora cuyas características medicinales nunca las llegaremos a conocer. Sea por la plantación de caucho o por construcción de carreteras, así como la extracción de madera, las selvas tropicales de Indonesia, África y América han sido el territorio de explotadores inhumanos que realizaron carnicerías hasta la fecha no del todo denunciadas (de esto se comenta en la novela “El Sueño del Celta” de MVLL, pero también en la obra extraordinaria "El Corazón de las Tinieblas" de Joseph Conrad). Algo de esto se retrata en el film Diamantes de Sangre, el cual lastimosamente se transforma en una intriga política con ribetes de un policial racista y que no llega a dar el mensaje necesario. Otro absurdo fue Avatar, que utilizó de excusa la consciencia ecológica para caer embobados en el 3D y el culto a las armas. Es mucho pedirle al sistema. Así pues, es una muestra del humano en toda su capacidad de "emprendimiento", como ahora se lo llama. Es un eufemismo para callar la vergüenza de la especie.

Recursos, recursos, recursos. A la búsqueda de ellos, así como Mr. Taylor, delicioso cuento de Augusto Monterroso, tiene que sacrificarse a sí mismo para satisfacer el sofisticado mercado de cabezas reducidas. Aquí nos toca a los peruanos un rol difícil que tendremos que jugar pronto. La cuenca costera adolece cada vez más de agua, pese a los grandes proyectos de irrigación que usan el líquido vital para regar plantas para ser consumidas fuera de nuestro ámbito geográfico. La población crece rápido, el agua se torna difícil de hallar y de pronto habrá que tomar decisiones políticas para ver quién la prioridad: el consumo humano (nosotros) o el consumo agrícola de exportación. Quizá seamos los nuevos Mr. Taylor.

¿Cuánto más nos dará la tierra o cuánto le podemos pedir? No hay equilibrio y esto genera graves problemas en los desequilibrados, o sea nosotros. Los ciclos de un espacio ecológico siguen sus procesos y se renuevan, ¿cuál o cuáles son los nuestros? ¿Estamos yendo bien o irremediablemente debemos ser arrasados del planeta? ¿Por qué demoramos en adoptar energías limpias en vez de las contaminantes? ¿O es que las hermanas petroleras todavía no encuentran la forma de adueñarse del sol? ¿Y si lo logran, qué nos pasará? Se habla de la cuenca del Amazonas como de zona estratégica de interés mundial, ¿quién les ha dado esa autoridad para declararlo así? ¿No deberían consultar a los dueños de esos territorios, o sea a nosotros?

Hay tantas preguntas que se me vienen a la cabeza por el día de la tierra. Tantas.


domingo, 12 de abril de 2009

UNA SEMANA SANTA NON TAN SANCTA, VIAJE AL EDÉN


Jaén. Este nombre lo había escuchado desde muy pequeño en frases lanzadas cada vez que las aguas ecuatorianas y peruanas se movían por problemas limítrofes. "Tumbes, Jaén y Maynas, ni de vainas", ésa era la frase que algunas veces se escuchaban cuando aparecían gritos patrioteros que los gobiernos de turno solían mover. Y era irónico, por lo menos en la parte peruana, porque le venía sus arrebatos de peruanidad y señoría cuando había situaciones como la nombrada; pero el resto del año o por lo general, era terreno olvidado. Si mal no recuerdo, muchos representantes de estas zonas no las conocían, pues radicaban en Lima. Así son los líderes actuales cuyos lugares de residencia figuran en el padrón sólo para cuestiones administrativo-políticas.

Ante tanto preámbulo y referencias, decidí tomar mis bultos y enrumbarme a esa ciudad.

Toda la gente, salvo contadas excepciones, incluso tendía a desanimarme, puesto que las lluvias habían hecho intransitable el camino. Había parte de verdad, no toda.

El jueves santo salí hacia Chiclayo, ciudad que tiene el mejor nudo de comunicaciones de todo el norte del país (era cierto, en las ciudades que estuve Trujillo es una mera referencia, la gravedad cae en Chiclayo). Salimos en un bus de Moviltour, casi puntual: 2 pm. Premunido de mis cámaras y libros, subí al bus no con cierto temor: lo que había escuchado había sembrado en mí cierto temor.

Enfilamos por la carretera hacia Olmos, futuro proyecto rival de Chavimochic. La ventaja de Olmos es que tienen vertientes de aguas diversas y ya es una zona agrícola rica. Desde ahí se inicia el ascenso a uno de los puntos más bajos de la Cordillera de los Andes: Abra de Porculla. La carretera fue concesionada hace un par de años y es bastante buena, diría asombroso lo que vi. Cierto es que habían caído huaicos (deslizamientos), pero rápidamente conos de seguridad, vías alternativas o reparadas y carteles anunciando el peligro aparecían por todo lado; además la carretera cuenta con postes de seguridad para llamar a auxilio mecánico o policial, no tuvimos necesidad de éste, no sé si funcionare, pero ahí está. La carretera, para haber tenido derrumbes, estaba mil veces mejor que la Panamericana en varios tramos y el viaje fue placentero.

Sin ningún contratiempo llegamos a la ciudad de Jaén a la hora prevista. Más puntual que los inefables buses a Tumbes.

Al llegar, la lluvia caía sobre la ciudad; un fuerte chapuzón me hizo temer que la íbamos a pasar en nuestro hotel. Para suerte nuestra, el hotel se hallaba a media cuadra del terminal de buses; en una ciudad pequeña, las diferencias sociogeográficas no son tan marcadas, por lo que el hotel era mil veces mejor de lo que pudo haber pasado por mi cabeza con los parámetros de un ciudadano costeño.

Con un buen pollo a la brasa, cerramos ese día, planificando la salida para el día siguiente y tratando de hallar algo de ropa adecuada para la lluvia. No íbamos a tener necesidad de ella.

Habíamos oído de San Ignacio y el paraíso que lo rodeaba. Hacia allá apuntamos. Cuando fuimos al terminal de buses y micros, la gente nos decía que para llegar a dicho lugar te tomaba 4 HORAS. Cambiamos de opinión, había hablado con Diego, un exalumno y él me había nombrado BELLAVISTA y su interesante vista del Marañón. Tomanos un colectivo e hicimos migas con el chofer. Nos dijo que podíamos cruzar dicho río con una suerte de balsa. Era la aventura.

Llegamos con un mototaxi y vimos el caudal: era impresionante. Veíamos el agua totalmente turbia con caudal violento y arrastrando troncos de árboles desgajados por su violencia. A lo lejos vimos la nave, delgada y pequeña frente la turbulencia: o regresábamos a Jaén con eso sólo conocido o seguíamos hacia Bagua Chica. No nos amedrentamos y nos lanzamos hacia la aventura. Reconozco que hubo momentos en que temí que la lancha se volteaba. Ya me habían dicho que en la selva la vida tiene otros valores. Los estaba experimentando.
Al llegar a la orilla, descendimos y fuimos a buscar otra mototaxi que nos llevara a Bagua Chica. Por 8 soles, subimos a dicha moto y comenzo un viaje alucinante: la trocha estaba más o menos bien tenida y, de repente, aparecen unos charcos y una suerte de río acequia cargado de agua. Cientos de pequeños insectos (milpiés) pugnaban por cruzan de una orilla de la carretera a la otra, los pobres animales era aplastados por las ruedas de los vehículos que transitaban por ahí, el desgraciado de nuestro chofer apuntaba sobre ellos; pero al ver el charco, temí que el viaje acababa ahí. Como buen ciudadano de tu urbe, eres el perfecto inútil para situaciones como ésta, aterrado me aferraba a la moto mientras ésta avanzaba entre el lodo y el agua. Pronto salimos a la carretera que iba a Bagua, alucinante. Con la motito pasabas desafiante frente a buses e inmensos camiones. Pero el tráfico era bastante regular, sobre todo motos como la nuestra.
Llegamos a Bagua, el calor se hacía infernal. Bagua Chica tuvo un momento de esplendor y era, irónicamente, más importante que Bagua Grande. Pero ahora la carretera la ha "aislado", ya que tiene una sola entrada (y salida). Esta Bagua sobrevive por el hecho de ser la capital de la zona, pero a ese paso se va a convertir en un pueblo fantasma (ya casi lo es)
Al llegar preguntamos qué era lo atractivo de la zona, un chico de 18 años nos ayudó en su mototaxi. Irónicamente, este muchacho, Ricardo, tenía un buen vocabulario y manejaba bien la información. Nos contaba que su curso preferido en el colegio era Geografía; le había rendido frutos. Nos llevó hasta un lugar que es el encuentro de tres ríos: Chinchipe (que viene desde Ecuador), Utcubamba (lo había visto en Chachapoyas) y el violento Marañón; al llegar al lugar éramos parte del grupo de curiosos que veíamos las ruinas de un reciente desastre por causas de huaycos: como decía el cartel, zona de inestabilidad geológica.
Dejamos atrás Bagua Chica y nos fuimos por una buena carretera a la Grande, ahora sí en mérito a su adjetivo, más comercial, con más servicios (aunque cerrados por fiesta). Aquí almorzamos (sólo pollo, les gusta el pescado y mariscos que traen de Chiclayo, me daba mala espina) y luego seguimos con nuestras visitas; previo arreglo con un mototaxista nos fuimos al pintoresco pueblo de Cajaruro y vimos el cerro la Torita, donde hacen una peregrinación por Viernes Santo. De este lugar nos fuimos a una laguna, Burlan, la cual es maltratada por sus habitantes. En realidad, el lugar es bello, pero la gente llega con todo su servicio y luego de comer dejan la basura abandonada e incluso la lanza a la laguna, increpé a unos señores y ellos respondieron que era culpa de la Municipalidad, pero le increpé diciéndoles que ellos habían llevado la basura y lo correcto era que se la llevara, hicieron oídos sordos. Fue una situación bastante decepcionante.
Retornamos a Jaén con este sinsabor. El retorno fue tranquilo.
Este viaje quedó muy corto para ver todo lo que ofrece la zona: ríos, lechos de dinosaurios, bosques feraces, grandes plantaciones de café y mucha amabilidad.

Hay que ir otra vez.