Joaquín Lavado, Quino, el padre de Mafalda, falleció el 30 de setiembre en su natal Mendoza, Argentina, a la edad de 88 años. Al leer la biografía de este hombre sencillo, bonachón y hasta un poco tímido, quizás no sea comprensible para muchos jóvenes de ahora el hecho de que su fallecimiento haya causado una suerte de conmoción a muchas generaciones de hombres y mujeres que somos el producto de la cultura e historia visual de nuestros países. Como sucedió con la muerte de Stan Lee para muchas personas que vivían pendientes de la televisión o de los cómics para ver fascinadas un capítulo más de El hombre araña o Los 4 fantásticos, había otro gran grupo de personas que estábamos atentos a las viñetas que salían en algunos diarios que llegaban a nuestras casas y que, a cierta hora del desayuno o durante la jornada, veíamos con fruición y alegría. La tira cómica, en su momento, apareció como una estrategia novísima de publicidad, luego se volvió educativa para terminar siendo una poderosa herramienta de comunicación y crítica mordaz del sistema en el cual determinado personaje había nacido de un tintero y de una coyuntura. Mafalda nace en 1963. Argentina vivía uno de sus numerosos golpes de estado de esa década y el mundo estaba sumido en la Guerra Fría. Esa pequeña niña de cabello rebelde y gran cabezota va a ir enunciado frases y reflexiones cada vez más agudas que destiemplan a cualquier lector: para el niño y el joven, ella ponía en nuestras mentes y bocas ideas que no nos atrevíamos a decir; a los adultos, dardos que no sabían responder. Salía a la calle y era testigo de dramas de la vida diaria; la televisión la frustraba. De Mafalda y sus amigos, jamás supimos sus apellidos ni nunca conocimos a los padres de alguno de ellos como Libertad. Mafalda solo necesitaba nada más que su nombre, pues lentamente se fue convirtiendo en nuestra conciencia, en la voz que plasmaba nuestras frustraciones e impotencias. Fue una activista del Mayo del 68 francés y amaba a los Beatles. Sus amigos, con los cuales nos íbamos identificando, solidarizando o burlando, eran soñadores, pragmáticos, luchadores, conformistas, ingenuos, hipócritas. Seres que forman el espectro social: dónde no hay un Manolito, una Susanita, un Guille. Quino los creó para que, a través de ellos, nos veamos en nuestro diario vivir. A pesar de ser una niña urbana, sus reflexiones eran sobre nuestra condición humana, atormentada por problemas sencillos como grandes (políticos, sociales, económicos y culturales). En 1973 deja de ser publicada en diarios y revistas. En 1976, Quino tuvo que exiliarse en Italia por el ascenso de una cruenta dictadura militar de derecha dirigida por Rafael Videla. Potentes, prepotentes e impotentes es un texto que permite entender ese periodo doloroso que tuvo que pasar el autor en tal difícil trance.
La cultura popular ha perdido
un artista, pero hemos ganado una niña que perdurará en la memoria colectiva.
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