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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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sábado, 12 de abril de 2014

ZARAGOZA, LA CIUDAD DE AUGUSTO

El sábado 27, nos levantamos temprano para poder desayunar en el restaurante de la Universidad. Pudimos compartir nuestras últimas conversaciones con las personas que habíamos vivido cenas, conferencias, talleres, visitas, viajes durante cinco días. Así nos fuimos despidiendo de varios de ellos, de Elena (una rusa de Kazajstán que habla un perfecto castellano), de Monika (una suiza que estuvo en Perú en los 90 y ahora radica en Suecia), varias personas con las cuales compartimos buenas experiencias. Pilar  Celma, Presidenta de AEPE, nos iba a acompañar y ella nos iba a ayudar mucho; previamente habíamos hecho la búsqueda de un hotel simpático y central en el cual nos deberíamos alojar por dos. Internet es una bendición, pero algunos detalles no son del todo satisfechos, así que cierta información era obtenida de buena fuente de forma directa. Ahora me tocaba conducir, iba a estrenar mi temple en Europa; antes había manejado en Israel; ahora me tocaba hacerlo en suelo español. En el apuro de salir, olvidé algunas cosas (ropa y sandalias) que felizmente al retorno pude recuperarlas, cuando hicimos una pascana en camino a Francia. Premunidos de todas nuestras maletas, iniciamos el viaje a Zaragoza. Las carreteras españolas han sido transformadas en excelentes autopistas, amplias y con todos los servicios que requieras para hacer tu viaje placentero y seguro. Salimos de Jaca y enrumbamos hacia el sur, camino a Huesca. La vía no es accidentada; llaman Autovía Mudéjar y en esta nos iríamos hasta Zaragoza misma. Hay un tramo por el que pasas por más de cinco túneles (al final serán siete) que se llama Monrepós. En este viaje sí que he pasado por túneles extensos, como el de la frontera franco-española (Somport).  Pero estos túneles sí que evitan largos tramos que significan muchas horas de tránsito. Llegar a Zaragoza nos tomó no más de dos horas. El enmarañado de las autopistas se alivia si uno va con una persona que frecuenta estos caminos. Pese a todo, nos internamos por un camino de las afueras de la ciudad, pero como era sábado y en vacaciones de estío, no había mucho tráfico. Rápidamente ingresamos al casco urbano antiguo, siempre cuidando de no cometer alguna infracción de tráfico. Las multas son fuertes y efectivas. Y no hay miramientos con el extranjero (hay tantos).  Ya estábamos en Zaragoza, Caesare Augusta, la antigua ciudad romana. Nuestro hotel, Zaragoza Royal, se halla ubicado a media cuadra del Paseo Gran Vía, muy cerca del casco antiguo.

La ciudad tenía una ola de calor y los termómetros marcaban los 40º. Una vez que dejamos el auto en el estacionamiento y pagamos nuestras habitaciones, nos dispusimos a salir a ver la ciudad. Convencí a mis amigas de ir caminando al centro y recorrerlo a pie. Craso error. En un principio no hubo problemas; caminamos por el amplio Paseo de la Independencia hasta llegar al monumento a los Mártires en una pequeña plaza en la que había restaurantes. Allí almorzamos contundentemente (los menús son opíparos) y así nos fuimos a una tienda FNAC para comprar libros, películas y música: compré varios films (lo mejor EL FESTÍN DE BABETTE y LA PIEL DEL MEMBRILLO), Rayuela de Cortázar en una edición muy cuidada de Editorial Cátedra (la vi ya en Perú) y música de Buika. De allí, salimos para ser literalmente aplastados por el sopor del atardecer; paramos un rato para beber una limonada heladísima y seguimos caminando hacia el corazón de la vieja Zaragoza: la Basílica del Pilar y el Ayuntamiento. Allí nos agenciamos de mapas, folletos y algunas postales para tener una mejor idea de lo que queríamos ver. El calor nos hacía estragos, así que decidimos ingresar a la Basílica para ver tamaña construcción. Es sorprendente, puesto que ante tal edificio, uno imagina una estatua o imagen religiosa de grandes dimensiones. No. La imagen es una pequeña talla de madera de 38 cm. de altura. El nombre viene de la leyenda que la virgen María en el siglo I se apareció en esta zona ante Santiago (¡?) y dejó una columna o pilar de jaspe. Posteriormente se hizo la talla de la virgen en el siglo XV y se la coloca en este pilar. De ahí la Virgen del Pilar. Además se dice que el pilar está ubicado en el mismo lugar en que la virgen se apareció a Santiago hace casi más de dos mil años. La iglesia que  uno visita es un edificio barroco que sufrió muchos cambios; el edificio tiene algunos restos románicos. Pero la devoción por la virgen y los reconocimientos que el papado le otorgó permitieron su mantenimiento y restauraciones. Una pena que no se puedan tomar fotos en el interior, pero te venden un paquete de fotos de los espacios internos más importantes. Negocio.

El cansancio nos hacía estragos. Vimos el Ayuntamiento, pero las fuerzas se nos iban. Iniciamos el retorno a nuestro hotel, pero antes fuimos a ver un museo que no nos lo íbamos a perder de ninguna manera: Museo Ibercaja con una amplia colección del pintor de la ciudad, Francisco de Goya y Lucientes. Antes nos habíamos tomado algunas fotos en el monumento que estaba en la plaza del Ayuntamiento y esto nos motivó más. Una bella casa renacentista del burgués Jerónimo Cósida, construida desde 1536, es el espacio en que se ha instalado este bello museo. Tiene cuatro plantas: la primera para exposiciones temporales (había una sobre fotografía con temática del agua); la segunda y tercera planta hay piezas renacentistas, barrocas y en esta planta (tercera) hay un gabinete de grabados del pintor que representan el mundo taurino, serie la Tauromaquia y otra, los desastres de la guerra, que muestran todas las veleidades y desgracias de las campañas napoleónicas contra la población de Zaragoza (por eso el Monumento a los Mártires); así como un gran colección de retratos goyescos que pertenecieron al intelectual José Camón. Envidiable colección.  

Regresamos caminando a nuestro hotel. Nuestro humor iba cambiando, el calor y la fatiga nos estaba volviendo irascibles; antes de ir al hotel, visitamos las instalaciones de El Corte Inglés, uno que quedaba a dos cuadras de nuestro hotel; ahí compré una bonita billetera que luego perdería en Trujillo a mi retorno. Rabia. Con un cansino caminar, nos acercamos a nuestro hotel; al llegar, Isabel vio al grupo y dijo unas palabras que resumía nuestro aspecto: “damos lástima”. Ya instalados en nuestra habitación y con aire acondicionado, una buena ducha y un buen descanso nos preparamos para salir a cenar; nos fuimos a un restaurante no lejos de ahí y cenamos no discretamente. Rociado con un vino, dimos una pequeña caminata y nos fuimos a dormir, leer o ver televisión. Nuestro primer día en Zaragoza había concluido.

viernes, 11 de abril de 2014

LOS ÚLTIMOS DÍAS EN JACA

Luego de la interesante visita a la historia en varios de los puntos de la Jacetania, quedaron dos días más para vivir Jaca, tanto en lo académico como sus lugares de interés. Jaca es bastante pequeña como ciudad, pero acoge diversos eventos académicos gracias a su campus universitario. El evento nuestro organizado por AEPE era uno más  de los que estaban programados para ese verano. Durante el congreso asistí a diversas ponencias, muchas de ellas focalizadas en la problemática del mundo virtual en la enseñanza de nuestro idioma alrededor del mundo. Por eso, muchos hispanohablantes, entre españoles y latinoamericanos que residen en diversas partes, así como hispanistas o hispanófilos, nos reunimos durante una semana para ver diversos temas. Hubo temas, también, de los más diversos y me atrajeron dos: uno sobre Tristana y la versión contraste entre Benito Pérez Galdós, autor de la novela, y Luis Buñuel, autor de la película que tiene el mismo nombre, se inspira en ella y que tiene su propuesta subversiva y surrealista de la misma; la segunda y que dio pie a una larga conversación fue la presentación por parte de unos académicos taiwaneses de la obra El Zorro de arriba y el zorro de debajo de José María Arguedas. Ambas exposiciones terminaron en sendas conversaciones, como debe ser. Incluso la exposición de Arguedas dio pie a una buena conversación con estos profesores taiwaneses, quienes en todo momento hablamos solo en español. Había personas que lo hablaban impecablemente y serían la envidia de muchos personajes públicos que conocemos. Pero el mundo de la tecnología era lo que preocupaba más a los docentes, ya que, como yo, todos somos migrantes a este mundo virtual. Hay tantas posibilidades con estas herramientas para hacer más efectivo el aprendizaje significativo; pero también es una amenaza velada debido a la masificación de la enseñanza y la posibilidad de reducir costos y hacer más rentable este proceso, que es tomado como fabricar cerveza o jamones. Se fabrican alumnos también. Muchas de las cosas que se hablaban no me eran tan extrañas, puesto que las usamos permanentemente en nuestras aulas. Había ciertas conferencias y talleres que me parecían harto ingenuas, puesto que muchas las hemos visto y vivido hasta el hartazgo en mi casa de estudios. Lo que interesaba eran las discusiones en torno a este tema, puesto que hay puntos que no se van a agotar fácilmente.

El último día, viernes 26 de julio, hubo un último encuentro de talleres y luego una conferencia magistral centrada en el tema de las herramientas tecnológicas. Lo interesante fue el proceso de convertir los textos literarios en textos interactivos para el nuevo lector. Esto es cierto, el nuevo lector de hipertextos es un lector de ventanas; el proceso de convertir los textos literarios clásicos o actuales demanda a este conversor de textos una actitud empática para entenderlos y hacer una “traducción” eficaz y atractiva. Terminada la conferencia hubo una gran recepción para dar por clausurada con fin de fiesta el encuentro 2013. Por la tarde iba a haber una exposición por parte de Filipinas, país que invitaba a los asistentes para poder elegirla como sede en el 2014. Al final quedó Portugal. Antes de la presentación, y habiendo dejado a mis dos compañeras de viaje descansado (en calor sí aprieta), salí a conocer las últimas instancias de Jaca: la famosa ciudadela.  Esta es una gran fortificación pentagonal prácticamente del siglo XVII. Se edificó con fines militares ya bajo el concepto de una artillería que debería defender las instalaciones (por eso los muros son más bajos que los antiguos fuertes y castillos medievales en los que la altura era sinónimo de seguridad y defensa). Jaca está cerca de la frontera con Francia y es precisamente esta cercanía la que ha mantenida activa estas instalaciones. Ocupada por la Francia de Napoleón, es a su retiro que se ve la efectividad de sus murallas y defensas. Por ironías del destino, tal como nos explicó el guía, son los propios españoles quienes tienen que desalojar a los invasores de la fortificación. Ahora los franceses la invaden de turistas. El monumento es amplio, accedes a él a través de un puente, previamente uno debe comprar su boleto que le permite visitar las diversas instalaciones (sobre todo el museo de miniaturas). Cruzas un gran foso y llegas a un descanso para esperar al guía. Este nos pasea por sus anchos muros, algunos de los cuales tienen cañones de la época ya restaurados. El conjunto posee un amplio patio de armas que tiene en el centro el monumento a Felipe II de la casa Austria, quien mandó a construir este monumento de la actualidad. Visitas una pequeña capilla en la que se respira ambiente militar; incluso la imagen de la virgen de la Inmaculada porta armas en su calidad de patrona del ejército. Bastante singular. Y la visita concluye con un interesante museo temático: miniaturas que representan a ejércitos o momentos de la historia militar española y mundial.
Este Museo de Miniaturas Militares tiene más de 32 mil figuritas hechas en plomo, trabajadas primorosamente para representar húsares, aviadores, soldados, jinetes, paracaidistas, todo el mundo militar con sus uniformes y armas. Reproducen grandes batallas, desde el mundo egipcio hasta el siglo XX. Ver las campañas militares de los faraones o los choques de persas contra griegos (300 en miniatura), o ver el avance de elefantes con los cartaginenses a través de España en su camino a Roma; o las cruzadas en tierra santa y el poderío del reino aragonés en el siglo XV; o ver la conquista sangrienta del medio oeste norteamericano y la primera guerra mundial con sus aviones biplanos; o la lamentable guerra civil española y la segunda guerra mundial hasta culminar con la guerra del Kosovo. Bello, pero atrás de todo esto, es un recuerdo de la locura del hombre para mostrar su ingenio para la destrucción y muerte.

Al salir, me dirigí a ver las otras pequeñas iglesias de la ciudad. Fui a visitar la pequeña iglesia del Carmen y tuve bastante suerte, puesto que otros días que la intenté visitar se encontraba cerrada. La iglesia estaba poco iluminada. Bueno, nada iluminada. Con el flash me ayudé para ver algo de lo que este santuario podría mostrar. Lo interesante es que todas las iglesias y la antigua catedral están orientadas al camino de Santiago, algunas incluso marcan, con pasos diseñados en metal, el camino que el peregrino debe seguir. Y tienen muchos, como lo pudimos constatar cuando fuimos a un súper mercado y en el camino vimos la ruta señalizada con personas que comenzaba su peregrinaje. Lastimosamente, por esos días hubo un triste accidente que empañó la celebración: un tren se descarriló (24 de julio) con una triste cifra de 79 muertos.

Durante los cinco días de estancia en Jaca habíamos hallado un simpático bar administrado por un argentino y su joven esposa aragonesa. Algunas noches nos íbamos a hacer tertulia, conversar sobre las experiencias de viaje o el placer de estar reunidos en torno a un buen vino o un trago refrescante, luego de haber cenado. Era un rincón bohemio, librería abierta y cerca de nuestro hospedaje para no tener que preocuparse por las distancias largas. El último día pasé a despedirme y desearle buena suerte. Por la noche del viernes, hubo una cena para despedir a toda la gente de AEPE. Una buena cena, rociada de vino y una buena conversación con toda la simpática gente que vino de  todo el mundo por el amor a la lengua. Al día siguiente nos íbamos a Zaragoza por nuestro periplo aragonés.

domingo, 6 de abril de 2014

SIRESA EN EL ROMÁNICO ARAGONÉS

Al culminar nuestra visita a San Juan de la Peña, todo el grupo de AEPE se dirigió a almorzar a la campiña aragonesa, cerca de Ansó. Un almuerzo simpático en una fonda al pie del camino, cerca de un riachuelo y rodeado por montes y colinas cubiertas de vegetación. El calor sí era fastidioso, pero la buena conversación y los platillos supieron hacernos pasar bien el momento.  Tras el almuerzo y buena sobremesa, nos fuimos hacia Ansó, un pequeño pueblo que ha visto con el pasar de los años cómo desciende el número de sus habitantes. Actualmente este pequeño poblado no pasa de mil, pero hay también una población rural, ya que las principales actividades son la ganadería, la agricultura y, últimamente, el turismo. Gracias a este, el pueblo ha recuperado su original encanto de poblado campesino, con sus estrechas calles, una pequeña plaza central en la que se alza su principal iglesia. Esta reconstrucción y la inclusión de todos sus habitantes en las actividades turísticas son todo un modelo que podría aplicarse en algunas ciudades de nuestra sierra. He visto intentos en Cascas; pero Lucma, en la sierra liberteña, podría ser un modelo que podría implementarse, paso a paso, con el apoyo decidido de autoridades, gobiernos (central y regional), empresas y ciudadanos. Hay que hacer muchas cosas, que sí vimos en Ansó: una buena infraestructura vial, servicios básicos de calidad, pequeña infraestructura hotelera, reconstrucción de la zona mejorando la calidad de vida de los habitantes (no desalojarlos, sino incorporarlos en todas las actividades) y una información precisa para los visitantes (historia, geografía, arte, cultura, entretenimiento). Y ese pequeño poblado nos ofreció todo en el par de horas que estuvimos en sus espacios.
Las autoridades nos tenían un pequeño obsequio musical. Para tal caso, nos invitaron a su iglesia mayor, la iglesia de San Pedro, del siglo XVI. Es una inmensa mole de piedra, sobrio edificio que se ve imponente en la pequeña plaza en la que se ubica. La construcción es alta y uno lo percibe al ingresar. Pese a ser una construcción barroca, hay mucha sobriedad en su interior. Presenta varias tallas de santos, imágenes religiosas. Pero su altar mayor sí es destacar, todo en pan de oro, alto (me hacía recordar al de La Compañía de Arequipa). Siempre me han gustado las esculturas. Aunque en el barroco, muchas de estas eran tenebristas, la belleza y sobriedad de grandes maestros españoles atenuaban un poco ese carácter fúnebre o hasta macabro de algunas de estas estatuas. Esta iglesia tiene buenas muestras. Pero la siguiente visita me iba a dar más belleza. La sorpresa que nos tenía el alcalde era musical. Un pequeño coro, acompañado de un organista, nos deleitó por casi media hora; pero también contaban con una solista femenina, cuya voz nos iba envolviendo en ese marco barroco. ¡Qué más pedir! Lastimosamente, hubo varias personas del grupo que no fueron advertidos de esta actividad. Una lástima, puesto que perdieron un bello espectáculo. Salimos de la iglesia, luego de ver con más detalles los retablos (uno con una pintura, los otros con imágenes) para irnos a nuestros buses. En el camino hicimos un breve alto para ver el pequeño museo temático que tienen. Muestran la vida campesina del poblado. Es, pues, una pequeña sociedad agrícola y ganadera.
De ahí, ya en nuestros buses nos dirigimos a Siresa para ver el monasterio de San Pedro. Una maravilla escondida y sorprendente.  Siresa, como poblado, es aún más pequeña. Su población no pasa de 300 habitantes. Todo apunta que esta zona, que pertenece al valle de Hecho, es, desde el punto de vista histórico, la cuna de la sociedad, cultura y corona aragonesas. Imaginar que el reino de Aragón fue uno de los más importantes del mundo europeo tanto el medioevo como el renacimiento. Esta visita me estaba abriendo los ojos. El monumento más importante por el cual la historia incluye a este poblado en sus anales es el impresionante monasterio de San Pedro. Todo se inicia el 25 de noviembre de 833 cuando Galindo Aznárez, conde carolingio de Aragón, y su esposa donan estas tierras para hacer una iglesia, luego vendrá el monasterio, bajo la orden de San Crodegango, quien regularizó las reglas para un clero menos mundano y más comprometido con los evangelios. Algunos historiadores piensan que hubo una edificación anterior visigótica, que se usaba como hospedaje además, puesto que cerca de ahí hay restos de caminos romanos, muy usados en esa época. La nueva iglesia, recibió diversos honores y prebendas desde su creación. Conservó una espléndida biblioteca para su época. Tuvo dos periodos oscuros: cuando en el año 999 hubo una fuerte campaña de Almanzor que amenazó al monasterio y fue casi abandonado; y el otro, cuando pasó a la jurisdicción de Jaca en 1145. Lo que no pudo la guerra, lo pudo la administración. Como sucede en la actualidad. Nada nuevo bajo el sol. El edificio presenta diversas construcciones. Según nuestra experta guía, nos mostraba restos prerrománicos y la edificación posterior obedece a principios carolingios. Pura historia. Lo que una vez de chiquillo en el colegio oía fascinado, de pronto lo tenía delante de mí; conceptos carolingios, de Carlomagno, ¡qué viejos espacios! Las paredes, grandes moles, no tienen imágenes o tallados. Limpia edificación. Tiene, eso sí, bellas esculturas talladas en madera (un Cristo alucinante, una talla de un Cristo crucificado en madera nogal policramada, también del siglo XIII) y unos retablos posteriores al edificio. Hay una talla de la virgen María, llamada Virgen de Siresa del siglo XIII con el niño Jesús muy sencilla y bella, es una belleza de siglos.  


Una vez culminada nuestra visita, retornamos a Jaca a través de la ruta que bordea el bonito valle de Hecho. Una gira impresionante cargada de historia, ¡tanta impresionante historia!



sábado, 5 de abril de 2014

POR LAS PROFUNDIDADES DEL ROMÁNICO ARAGONÉS

Las actividades de AEPE de esa semana tuvieron sus momentos de esparcimiento con visitas a lugares destacados de Jaca y sus alrededores. Y este verano ayudaba para permanecer al aire libre más que estar recluido en nuestros aposentos. Luego de la visita del día lunes 22 a la antigua iglesia de Jaca y su Museo Diocesano, el miércoles 24 íbamos a hacer una extensa visita por la campiña y tres fueron los lugares escogidos: San Juan de la Peña, Ansó y el monasterio de San Pedro en la pequeña ciudad de Siresa. Se quería ir, inicialmente, hasta la selva de Oza, pero algunos contratiempos nos imposibilitaron llegar a este último destino.
La primera visita fue a San Juan de la Peña y Monte Oroel (es un conjunto). Este lugar es relevante para la historia aragonesa, fuera de contar con unas vistas de zonas montañosas en las cuales se halla ubicado. Nuestro primer destino fue el antiguo monasterio (o Real Monasterio) que se halla enclavado en una roca (peña) que data del siglo X. En este antiguo monasterio se enterraron reyes del linaje aragonés. Está muy ligado a leyendas y hazañas históricas relacionadas a las luchas seculares contra los musulmanes. En sus inicios era una cueva en la cual hallaron restos de un eremita que dedicó su soledad y meditación a San Juan (típico de la edad media que luego erigieron monasterio en medio del desierto como vi en Mar Saba en Israel). Los inicios de la construcción de este bello monumento datan por el 1,020 y luego se va a vincular a la vida política de la corona aragonesa, tanto así que se va a convertir en su panteón oficial. Hubo dos grandes incendios (1494 y sobre todo 1675) que causaron su decadencia como recinto habitable y se desplaza hacia monte Oroel, en el siglo XVII. El edificio antiguo es totalmente románico, las columnas de su claustro lo demuestran que muestran seres fantásticos o relatos de la Biblia, con unas imágenes bastante vivaces y con marcado movimiento. Pero hay otras cosas notables como la iglesia prerrománica que se halla en la planta inferior. Uno ingreso al monumento por la planta superior e inicia un recorrido hasta un gran espacio cubierto, la iglesia superior románica, bella. Hay muchos detalles que la ubican desde el punto de vista arquitectónico con la iglesia de Jaca. Luego de haber visto este espacio, el guía nos llevó a la planta inferior para ver el contraste con la iglesia prerrománica, llena de colores y restaurado con gusto y cuidado. Luego fuimos a ver la sala de concilios. Pese a hacer calor en los exteriores, el lugar era frío. Imagino cómo habrá sido vivir en ese lugar en invierno, cuando estas instalaciones eran usadas. Volvimos a ascender para ver con más detalles el panteón de los nobles (aquí se enterraba la nobleza aragonesa, como una suerte de peregrinaje final) y parcialmente el interesante panteón real. La iglesia fue adquiriendo gran relevancia, tanto así que la declararon cuna del reino de Aragón.  Además se convirtió en una parada obligatoria del camino de Santiago, de la ruta que partía de Arles, vía Toulouse.  Al ser el panteón de algunos reyes de Aragón, y pese a ser literalmente abandonado luego del último incendio (que duró tres días), el panteón fue restaurado y reformado en 1770. Luego pasamos a uno de los lugares más bellos del conjunto: el claustro. Según la historia, en el siglo XI se inicia una reforma benedictina (la orden que había recibido el convento) y esta reforma contemplaba un claustro. Guarecido por la gran peña, casi como un techo natural, se ven los restos de este notable patio, donde se yerguen varias columnas. Algunas de estas columnas  (las más dinámicas y reales, algunas sonriendo) fueron talladas por un artista desconocido al cual lo llaman el maestro de San Juan de la Peña o el maestro de Agüero, quien, parece ser, fue maestro en otros monumentos que muestran su calidad como escultor y arquitecto. Para cerrar la visita y luego pasar al museo del lugar, fuimos a ver una capilla, ya gótica, de San Victorián. Pero, el claustro bien “vale una misa”. Luego fuimos al museo de sitio para ver cómo era la vida en este monasterio. Una vez terminada nuestra visita, nos fuimos hacia el Monasterio Nuevo.

Este “nuevo” conjunto se edificó casi en la parte superior de la peña a partir de 1676 en la llanura de San Indalecio. Aparte de la grandiosidad del monumento, está la portada de la iglesia, labrada con innumerables detalles, típica muestra del barroco. El sitio fue abandonado la segunda década del siglo XIX. Posteriormente este lugar fue rehabilitado para convertirse en diversos centros de interpretación como el del Reino de Aragón y el del monasterio viejo de San Juan de la Peña. La visita sí vale la pena hacerla, con su tiempo para ir leyendo la profusa historia de este viejo espacio de la historia aragonesa, así como la historia del reino. Cuando vamos ahondando vemos también la historia de España y, con ello, la historia que nos va a tocar a nosotros, los latinoamericanos. No en vano, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, los reyes católicos, van a embarcarse en esa extraña empresa de ultramar. Y por ello, escribo estas memorias de viaje en su lengua. Más aún, cuando acababa de ver otra vez la serie Los Tudor y contemplo lo interesante que fue ese personaje que fue Catalina de Aragón, primera esposa de Enrique VIII e hija de estos reyes importantes para nuestra historia, muchas cosas de la vida pasada y actual se hilvanan para entender este mundo. Por eso me gusta ver estos lugares viejos, cargados de fantasmas y de recuerdos que se han extendido hasta nuestros días en nuestras memorias, en nuestras palabras.  


Terminada mi visita, regresé caminando hasta la estación en la que se habían quedado los buses en el convento viejo. Ver el paisaje jacetanio fue toda una recompensa. De ahí, todo el grupo se dirigió al almuerzo.




martes, 18 de febrero de 2014

CAMINO A JACA POR LOS PIRINEOS

El verano europeo del 2013 tuvo para mí otro objetivo, fuera de la visita a la Alianza Francesa de París: ir al congreso de AEPE en la ciudad de Jaca en el norte de España. Isabelle, quien pertenece a esta Institución, me había comentado al respecto y habíamos organizado nuestro viaje a esta pequeña ciudad desde Rodez. Así, el domingo 21 de julio, provistos de todas las avituallas necesarias, partimos hacia los Pirineos, frontera natural entre Francia y nuestro país de destino. Partimos temprano para llegar a una buena hora a Jaca, haciendo algunas pausas en la ruta. En el auto de Isabelle salimos por las estupendas autopistas francesas en dirección de Toulouse y luego a Pau, lugar en el cual tomaríamos la ruta hacia el sur para ingresar a España. Hicimos un par de altos en el camino: en el primero compré un libro para lectura ligera y algunos caramelos típicos de la región que se hacen con las violetas, flores que abundan en la región; en nuestra segunda parada, almorzamos una buena merienda y luego un breve reposo antes de seguir camino hacia nuestro destino. Las autopistas estaban llenas de vehículos que iban en todas direcciones aprovechando la estación vacacional que es toda una ceremonia en Europa y la cual preparan con mucha prevención meses antes. Europa es muy ordenada; mas, pese a todo, en España íbamos a tener sorpresas positivas que nos salvarían de nuestro descuido preventivo para hacer reservas hoteleras, por ejemplo. El camino fue tranquilo hasta Pau; de ahí “torcimos” hacia el sur en dirección de los Pirineos. Recuerdo este nombre por mis clases de geografía escolar, por la historia (por ejemplo, Aníbal y su ejército con elefantes) y algunas películas que los nombraban, como El gran escape en la que uno de los fugados (James Coburn) llega a una zona pirenaica y pregunta si había llegado a España. Aún en territorio francés, comenzamos a marcar la altura. Años antes, la ruta era penosa, puesto que no había el túnel que se ha hecho para atravesar las montañas rápidamente. Sin embargo, el camino es estrecho y en algunas zonas se estrechaba mucho más, por lo que íbamos con mucho cuidado. El paisaje te permite evocar a nuestros Andes, en versión más pequeña. En la historia y el imaginario histórico que se desarrolló en los siglos XVIII hasta el XX, los Pirineos marcaban el fin de Europa y el inicio de ¿África? ¿El subdesarrollo? ¿Un mundo salvaje? Interesante, esa era la idea que se tenía de esta marca natural, que según la geología, pertenece a una cadena montañosa muy antigua y gastada. Ver algunas pequeñas montañas nevadas era agradable, viniendo yo de un país en el que los Andes marcan fuertemente nuestra identidad cultural.  Seguimos nuestro viaje entre montañas apenas cubiertas por nieve. Imagino cómo será esta zona en invierno. De repente comenzó a llover y esto hizo más accidentado el camino. No hay un tráfico denso, pero hay que ir con cuidado, puesto que puede aparecer algún camión en la ruta, como nos sucedió más de una vez. Al llegar al túnel, ya el clima había mejorado. El túnel Samport tiene sólo 10 años y mide más de 8 kilómetros, totalmente iluminado, con extremas medidas de seguridad y con una fuga cada 600 metros (aprovecha las antiguas instalaciones de un túnel ferroviario, ya en desuso). Europa tiene en su haber varios casos tristes (uno último en Suiza) de accidentes automovilísticos en el interior de algunos con su buena cantidad lamentable de muertos y heridos. De estos ocho kilómetros, hay más de 5 en territorio español, por lo que cuando sales de este (viniendo de Francia, claro) ya estás en España. De ahí a Jaca era cuestión de una hora más o menos dependiendo el tráfico y las exigentes leyes de tránsito que no te permiten manejar alocadamente, pese a que las autopistas españolas te invitan a correr. Así llegas a Canfrac, pequeño poblado aragonés que cuenta con una impresionante estación ferroviaria que tenía una intensa actividad conectiva con Francia. Su decadencia empezó en la  guerra civil, con el sellado del  túnel por parte de los franquistas para evitar la huida de los republicanos hacia Francia o, en su defecto, la posible invasión desde este país contra las tropas falangistas. No muy lejos de ahí sobre la ruta hacia Jaca, se encuentra una impresionante mole llamada Torre de Fusileros, edificio militar del siglo XIX (hubo otra más, ya desaparecida), de carácter defensivo que servía también como una suerte de marca de frontera. Ambos grandes monumentos puedes verlos desde la carretera. Promediando las 5 de la tarde llegamos a Jaca y nos dirigimos a las instalaciones universitarias de la ciudad, ya que en la residencia estudiantil nos íbamos a quedar. Jaca es una antigua ciudad aragonesa e iba a descubrir todo su encanto.