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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal

domingo, 25 de enero de 2015

CRÓNICAS SANMARTINESES II: JUANJUÍ O JUAN HUIDO

Viernes 02 de enero. Primer viernes del año. Luego de la alucinante visita a Yurimaguas el 01 de enero, esta vez nos enrumbamos al sur, hacia Bellavista y Juanjuí. César me había comentado sobre Bellavista y la construcción de un nuevo puente que conecta a este poblado con diversos poblados más pequeños. Y también lo que me había comentado una amiga que había vivido su niñez en Juanjuí. En realidad, el camino hacia el sur lo había transitado hace 21 años cuando fui con otros amigos a la famosa Laguna Azul en Sauce. En ese entonces, nos fuimos en una camioneta a través de un camino no pavimentado, “encalaminado” como le decían, y se tenía que cruzar el río Huallaga con una balsa. En esta oportunidad, ya toda la ruta al sur está pavimentada, aunque hay tramos dañados por deslizamientos (cuando escribo esto, leo en diarios y veo en noticias que la zona de Yurimaguas y Juanjuí han sido severamente afectadas por lluvias); había tramos que casi se hallan al nivel del río Huallaga y me temo que en una crecida de este, la ruta se ve damnificada.



Salimos relativamente temprano. La distancia a Bellavista desde Tarapoto es de casi 76 kilómetros. El paisaje es feraz, verdura. Casi a la mitad del camino a Picota, se halla el desvío a Sauce. A lo lejos se podía ver la hilera de vehículos que iban a subir a una balsa. Quizá con el tiempo se haga necesario construir un puente, puesto que toma su tiempo hacer el cruce en este medio, aunque sea simpático hacerlo. Hicimos una parada en Picota, ya que íbamos en colectivo. Lo simpático es que los choferes tienen el encargo de llevar cartas o pequeños paquetes a empresas o personas de los pueblos en los que el servicio se halla. A lo largo de la carretera cruzas camionetas que llevan pasajeros, tanto en la cabina como en la tolva. Es una forma frecuente, barata, pero peligrosa de transporte. La sensación de inestabilidad por tu vida es muy latente y forma parte de un concepto de resignación por las circunstancias de la vida: si sufriste un accidente, este no es producto de un grave descuido (seguridad, por ejemplo), sino porque el destino lo quiso así. Por esas razones, la gente no reclama seguridad en el transporte. Cruzamos varias camionetas abarrotadas de mujeres y hombres, e incluso niños aún en brazos. Me contaba César que hay una diferencia significativa entre viajar en la cabina o “colgado” en la tolva, con paquetes, cajas e incluso animales. 

Llegamos a Bellavista, promediando las 11 de la mañana. No hay mucho que ver, salvo el puente nuevo construido y la ciudad en su actividad de primer año (el 01 es feriado). Lo interesante de Bellavista es la presencia de pisos (como Lamas) y, en el último, tienes un mirador natural, el cual podría ser explotado para un mejor turismo en la zona. Para llegar, tomamos un mototaxi. Lo habíamos decidido antes de irnos a Juanjuí y fue una buena idea. Cuando estábamos ascendiendo, vimos un cortejo fúnebre, el cual se dirigía al cementerio, cuyo camino era el nuestro también. Gracias a un giro hábil del chofer, salimos de la silente procesión y nos enrumbamos a nuestro objetivo. Este se halla cerca de un cuartel. Misión cumplida. De ahí, nos fuimos al terminal de autos para ir a Juanjuí. Interesante, Bellavista es un poblado un poco más pequeño que Juanjuí, pero este último es capital de la provincia. Tomemos en cuenta que Bellavista tiene otras vías de comunicación y es un interesante nudo comercial y agrícola. Ahí me encontré con algunos estudiantes de la Universidad en la que trabajo y nos aconsejaron ir hasta Tocache. Para la próxima vez será.


De ahí nos dirigimos a esta simpática ciudad, la cual fue fundada por un español rebelde, Gaspar López Salcedo, que no quiso unirse a la causa independista y se refugió por Moyobamba, Lamas hasta recalar en este lugar. La ciudad no tiene, pues, más de 200 años (los va a cumplir en 2027). Es una ciudad dinámica y con interesante oferta ecológica y arqueológica; bajo su velada jurisdicción está en el Gran Pajatén, sueño de todo aventurero arqueológico. Pero tiene muchas cosas más que dar y creo que ameritaría una visita más larga y una camioneta a tu disposición. En realidad, en este viaje no visité catarata alguna, y estas regiones, tanto San Martín como Amazonas y la región selvática de Cajamarca las hay en cantidades y atractivas. Algunas han desaparecido como Gera, aunque aún se oferta. En el viaje que hice a Moyobamba en el 2010 nos contaron que por la construcción de una pequeña hidroeléctrica, algunas cataratas ya no existen. Pero yendo hacia el sur de Juanjuí hay varios tesoros que valdría la pena buscarlos. Llegamos a almorzar e hicimos el arreglo con una persona para que nos lleve a lugares de atracción. Nombraron algunos recreos de comida y diversión. Pero queríamos algo más agreste y natural que un paseo campestre (y encima ruidoso). Felizmente conocimos a un chico quien procuró darnos la mano e hizo diversos contactos para ir a un lugar de aguas termales casi paradisíaco: Sacanche, cerca del poblado del mismo nombre. Ir a este lugar fue toda una odisea previa y hasta llegar al lugar (y diría el retorno también).





Nos fuimos en un mototaxi hasta el lugar, que está a unos diez kilómetros por la carretera por la que habíamos venido. Felizmente no había mucho tráfico pesado, pero hay muchos colectivos que corren desenfrenadamente y un vehículo en el que íbamos no era nada seguro. Además en el viaje comentaba que había habido un reciente accidente en dicha carretera. Aunque el paisaje bonito, la sensación de inseguridad lo empañaba un poco. Al llegar a la zona, debes recorrer un camino de trocha por unos dos kilómetros. Aquí hubo momentos en los que el mototaxi no podía remontar la pequeña colina. Gracias a la ayuda de nuestro joven guía, logró hacer un contrapeso para poder subir sin tanto problema. El lugar es bastante sencillo y hay un pequeño puente para unir la zona de encuentro y estacionamiento con el ojo de agua caliente. Se puede ir más allá, el lugar donde han canalizado el agua para evitar desbordes. Un buen baño hubiera sido ideal, pero no tenía ropa de baño. Pena, puesto que después de la caminata, habíamos sudado un montón. Luego de un merecido descanso, iniciamos el retorno. Hay que ir con unas zapatillas que no te dejen deslizar, ya que debes saltar entre piedras que tienen musgo o están mojadas. En el camino de retorno nos encontramos con ganado que cruzaba nuestra ruta. Lo interesante era ver el lomo de muchos de estos toros o vacas (incluso novillos) que tiene las marcas de mordeduras de vampiros; aunque pequeños, sus mordeduras pueden causar hemorragias a estos animales e incluso pueden transmitirle rabia u otra enfermedad. Se han hecho campañas para que los ganaderos y campesinos no dejen pastando libremente al ganado, ya que así son fácil víctimas de estas pequeñas arpías. Incluso no solo es beneficioso para la salud del ganado, sino que así evitas una erosión no controlada del terreno y haces efectiva la producción láctea, ya que colocas las vacas en lugares más limpios, salubres y donde puede colocar cualquier tipo de remedio que sea necesario para tratamiento de los vacunos.



Nos fuimos a la Plaza de Armas a tomar un buen jugo, algún helado y gelatina para refrescar. De ahí nos fuimos a la estación de colectivos para retornar a Tarapoto; felizmente no hubo mucho que esperar. El camino fue más tranquilo y pausado. Llegamos casi a las 7 de la noche. Luego de un buen baño, habíamos quedado en ir a cenar al Chalet Venezia, manejado por descendientes de italianos. Incluso tiene una buena panadería al costado. Cenamos con Alfredo Bartra, amigo de César, quien nos contaba de sus peripecias en la construcción de esta zona. Aunque en la costa hay alguna recesión en este rubro, parece ser que aquí está de lo más boyante. Volviendo al restaurante, el lugar es muy simpático y, obviamente, bastante ventilado. Inevitable encontrarse con familias cargadas de hijos que hacían un ruido endemoniado; felizmente estos se quedaron a cenar fuera de la zona techada y nos permitió hablar con calma. La carta era variada, pero por esos días (imagino que por fiestas de fin de año) no había mucho pescado regional. Unos buenos vinos regaban la comida. Previamente, y pese al calor, comí un chupe de camarones a un precio increíble. Tarapoto tiene criaderos de estos crustáceos y de ahí el precio módico. Luego un salmón grillado. Fue una buena cena y buena conversación. Y para cerrar el día nos fuimos al Suchiche Bar, un lugar simpático para tomar unos tragos con la gente. Lástima que se queda solo hasta medianoche en servicio; pese a que tuvimos un malentendido, el lugar es simpático y los tragos son generosos. Además hay una serie de ambientes decorados con cuadros y algunos refranes en la pared  muy simpáticos. Esta fue, pues, mi última noche en Tarapoto, lugar que amerita regresar.



El día sábado regresaba solo, ya que César tenía otros asuntos que ver. El bus salía a las 3 de la tarde. Aproveché la mañana para leer bastante y disfrutar el aire acondicionado y dormitar algo. Me estaba preparando para el largo viaje de regreso.

Llegué el domingo 04 de enero a Trujillo; entramos al terminal terrestre y ahí nos demoramos una barbaridad. Falta mucho para que un servicio como este mejore. Imagino el día en que todas las empresas de transporte terrestre se instalen aquí, va a ser un caos total.

CRÓNICAS LORETANAS: YURIMAGUAS Y LA REGIÓN OMAGUA

01 de enero 2015. Primer día de un año que lo quiero bueno. Como habíamos decidido ir a dormir temprano, nos levantamos con buenos bríos para ir a Yurimaguas, ir hacia la región Loreto. Tras hacer algunas gestiones en el terminal de colectivos, nos embarcamos hacia este puerto fluvial. El camino es también usado para ir a las cataratas de Ahuashiyacu, la cual visité en el 1993. Ahora la carretera está muy bien asfaltada, aunque nos tocó la mala suerte de un derrumbe; pero ahora, como está una empresa brasileña a su cargo, esta tiene que responsabilizarse de su mantenimiento. La ruta sufre algunos derrumbes en temporadas de lluvia, pero el bloquea no debe pasar de más de una hora. Ya habíamos pasado este lugar, cuando unos cuantos kilómetros más allá nos detuvimos en caravana para esperar el paso. Casi una hora después. Era un tramo de unos 50 metros que estaban afectados. Proseguimos nuestro camino hasta llegar a una zona bastante tenebrosa: el cerro Paredón. El chofer nos contaba todas las historias que hay en torno a este lugar que fue empleado, parece, como lugar de ejecuciones por parte de los terroristas, narcotraficantes e, incluso, las fuerzas de orden. Lo que sí es cierto es que se hallaron en las profundidades cuando se estaba edificando la carretera una serie de cadáveres que eran lanzados al precipicio (pero tenían heridas de bala, es decía). Se halló incluso motos de los dueños ultimados sabe dios por qué decisión. Ahora luce como una pared pelada rodeada de una frondosa vegetación. Seguimos nuestro camino y a medida que nos acercábamos a la región Loreto iniciábamos un marcado descenso. Es la región Omagua. Veíamos muchos aguajales en el camino, además plantas de palma aceitera, producción que surgió como una alternativa a los cultivos de coca, pero que también depreda mucho la tierra en la que se cultiva. La amenaza de nuestras selvas no solo está en la explotación ilegal de la madera o la producción clandestina masiva de cocaína (el uso de elementos químicos contaminan tierra y vegetación), sino en la presencia de ciertos cultivos intensivos que debilitan la riqueza  de la tierra y la vuelven solo para monocultivo. Hay muchas amenazas tras esos bellos paisajes que cruzamos en el camino a nuestro destino final. Ya llegando a la zona de Shanusi, la carretera es más plana, pero pronto se vuelve sinuosa (antes de llegar a Yurimaguas) para aprovechar la suerte de islotes que se han formado entre los aguajales.




Llegamos cerca  de las 11 de la mañana. Estuvo lloviendo temprano. Se sentía la humedad en el ambiente. César había contactado un amigo quien nos iba a guiar en algunos lugares. Lo primero que hicimos fue dirigirnos al corazón de la ciudad, a la plaza de armas. Hay una bonita iglesia que está en restauración, pero interesante es ver las casas de los alrededores, ya que, como Iquitos y Pucallpa, Yurimaguas es un importante puerto fluvial. Según me comentaban, este puerto va a ser repotenciado puesto que Brasil quiere sacar todos sus productos hacia el Pacífico a través de este puerto y Paita. He ahí el interés de mantener estas instalaciones portuarias como de carreteras para tener arterias por las que fluyan todas sus mercaderías. Es una buena oportunidad para hacer crecer esta ciudad que se ha estancado un poco en el pasado. La carretera ha revitalizado también el comercio y las comunicaciones con las otras ciudades de la selva norte peruana. La distancia entre Tarapoto y Yurimaguas no es más de 140 kilómetros. Pero también va a ser necesario activar la vida aérea. Pasé por esta ciudad en 1986 con mi hermana, cuando fuimos a Iquitos desde Trujillo. Además, AeroContinente, una línea que se vino abajo por vínculos del narcotráfico, unía varias ciudades del Norte peruano (sobre todo, Chiclayo) con varias de la selva. La línea aérea que ofrecía vuelos con aviones de fuselaje mediano ya no tiene este servicio. Si se va a querer activar este comercio se debe ir pensando en vuelos que unan Tarapoto, Yurimaguas, Rioja con Piura o Chiclayo.



El atractivo de la vida fluvial es el viaje por barco de un puerto a otro a través de un río, en este caso el Huallaga, que luego se une con el Marañón (el que cruza La Libertad por Pataz y Bolívar) para que posteriormente, en Nauta, se una con el Ucayali para formar el Amazonas. Son ríos navegables. En el 2009 crucé el río Marañón por una ruta para alcanzar desde Jaén hasta Bagua. Muchos amigos me contaban sobre este alucinante viaje que es ir en estos barcos (precio, 40 soles más el alquiler de una hamaca por otros 40 soles) desde Yurimaguas hasta Iquitos.
El viaje toma dos días, ya que vas a favor de la corriente (viceversa te toma tres) y viajas con las personas de la selva que tienen una visión muy peculiar  de las cosas y de la vida. Hay una complementariedad con la naturaleza y sabes que con ella no te puedes enfrentar. Los barcos salen cada día y los hay de diversos tamaños y precios en cuanto a privacidad (hay camarotes). Pero vives con tus compañeros de viaje dos días intensos con noches estrelladas, así como amaneceres y atardeceres esplendorosos. En Iquitos vi atardeceres de otro mundo. La visita al muelle es clásica y ves la actividad de un puerto, así como sus cosas malas. El río sufre de fuerte contaminación y hay que ir pensando en planes de contención al respecto, habida cuenta que pronto se construirán espigones para acoderar barcos de transporte comercial. Alquilamos un bote para recorrer un breve tramo del río, cuando a lo lejos vimos nubes cargadas que se dirigían hacia la ciudad. Culminada nuestra visita en bote, nos fuimos caminando hacia la plaza cuando cayó un buen chapuzón. Refrescó el ambiente que estaba cargado de calor y humedad; fuimos a guarecernos en una tienda y aprovechamos para tomar algo fresco y matar la sed. Después de un rato, fuimos a ver una casa que tiene algunos azulejos simpáticos. Pero la ciudad tiene algunas construcciones interesantes que ameritarían una buena limpieza de fachada, como por ejemplo el edificio del Gobierno Regional, del siglo pasado. Nos fuimos a la estación y nos dimos con la sorpresa que, a diferencia de la mañana, ahora teníamos mucho más pasajeros que pugnaban por regresar a Tarapoto. Felizmente llegó una nueva unidad y así nos embarcamos para llegar más o menos temprano a nuestro hotel y salir a cenar algo. En este auto, venía toda una familia francesa que iba a viajar a Iquitos en los barcos mencionados. Así partimos. En el camino tuvimos que llevar a un policía de franco.









De noche salimos a cenar para armar nuestro viaje a Juanjuí al día siguiente. Un buen comienzo del 2015.







martes, 20 de enero de 2015

CRÓNICAS SANMARTINESES I: SANTA CRUZ DE LOS MOTILONES DE LAMAS

Para terminar mi racha de viajes, y gracias a la iniciativa de César Alva, decidí hacer un viaje de fin de año a la ciudad de Tarapoto, la principal ciudad de la Región San Martín, gran emporio comercial, ganadero y agrícola. Estuve en esa ciudad por primera vez en 1993. En esa oportunidad nos fuimos varias personas a una ciudad pequeña, mal comunicada por vía terrestre y con carencia de muchos servicios. Pero, pese a todo, había comunicación aérea desde Trujillo (este es un grave problema para una ciudad que se jacta de ser la segunda o tercera y tiene una pobre comunicación aérea). La segunda vez fue en el 2010, mas estuve por unas horas, ya que nuestro lugar de acción era Moyobamba, la capital de esta Región. En esa oportunidad, visitamos las cataratas de Huacamaíyo. Pero 21 años después iba a ver un Tarapoto diferente, grande y muy ruidoso (las mototaxis son útiles, pero a la vez una pesadilla por la bulla que hacen).
El viaje hasta Tarapoto por Movil Tours es largo y tedioso. Puede durar hasta 20 horas, más por las frecuentes paradas que hace el bus que por los problemas que pueda haber en la carretera. Esta forma parte de la Interoceánica que parte desde Paita y llega a Yurimaguas. Prácticamente, este año he recorrido toda su extensión, salvo el tramo Chulucanas-Olmos.  La carretera está en perfecto estado y amerita recorrerla lentamente para poder apreciar todos los paisajes que uno puede disfrutar desde Olmos hasta Tarapoto; pero, siempre y cuando, lo hagas con tu vehículo. La carretera la tiene un consorcio brasileño y la mantiene permanentemente. Salimos el día 30 de diciembre, desde el Terminal de Buses, una simpática construcción que puede dar más en cuanto a servicios y mejores vías de salida. Salimos casi a la hora, pero en Chiclayo se hace una larga parada. En fin. Llegamos el 31 a Tarapoto casi a las 11 de la mañana. Ya habíamos hecho reserva de nuestras habitaciones en un céntrico hotel (el Nilas, a media cuadra de la plaza de armas), así que nos enrumbamos para dejar cosas, hacer compras de algunas cosas que había olvidado y luego ir a almorzar. Tarapoto ha mejorado considerablemente en sus servicios, hay un restaurante, La Choza Náutica, en la plaza de armas que te sirven comida tanto típica como internacional de manera generosa.


Una vez terminado nuestro almuerzo, nos fuimos al paradero de colectivos para Lamas. En las cercanías están todos las demás estaciones de colectivos para diferentes ciudades o poblados de la zona. Así logramos averiguar que sí había servicios para Yurimaguas, que era nuestro objetivo el primer día del 2015. Como estábamos un poco apurados, arreglamos con el conductor para comprar los otros sitios vacantes del colectivo. (5 soles por persona); la ventaja es que nos dejó en el mismo lugar que queríamos ir. Volver a Lamas luego de 21 años es bastante interesante. El pueblo que dejé en ese entonces tenía asfaltadas pocas calles y con veredas construidas. Este ahora tiene mejores servicios, tiendas en las que puedes hallar artesanía de la zona, así como servicios que te hacen más placentera la visita.
El objetivo de la visita fue el famoso castillo, construido por un italiano, Nicola Felice Aquiliano, dedicado al cultivo del tabaco y que construyó este castillo en el que fusiona conceptos medievales con los renacentistas. En realidad es una feliz combinación de elementos oriundos con la imaginería europea, sobre todo viniendo de un italiano, cuyo país es rico en historia y fue cuna del renacimiento europeo. Ha logrado con artistas y edificadores elevar este castillo de cinco plantas. Las paredes están profusamente pintadas por el pintor autodidacta Archentti Flores. En la sala de entrada, en el techo se ha pintado una gran cantidad de aves autóctonas con bastante profusión y cuidado en detalles. Es un trabajo primoroso y paciente. Desde este patio puedes tomar el camino que desees; puedes descender y hallas un espacio en el cual se ven pintadas figuras báquicas, copias romanas o griegas, con el Baco encabezando el conato de orgía. En el salón principal, hay una serie de réplicas de pinturas europeas famosas del Giorgione, por ejemplo. Pero lo que más me llamó la atención fue una pintura de Edmund Blair Leighton, llamada The Accolade (el Espaldarazo), que fue usada como portada del libro Cordeluna de Elia Barceló, el cual usamos como material de lectura en la Universidad hace un par de años. Ha hecho una copia excelente de las dos figuras principales (la mujer es Leonor de Aquitania), pero los personajes que se ven en el fondo, perdidos en la sombra en el original, en la copia de Lamas hay otras personas, quizá personas del lugar.


Estuve tan gratamente impresionado que me tomé una foto con la pintura. Otro detalle en esta sala es el uso que se le ha dado al techo, como la antigua tradición de techos tachonados: en cada casilla está dibujado el escudo de cada ciudad importante del país. Según conversaba con César, anteriormente se podía visitar todas las instalaciones, incluso la torre superior. Pero parece que se están haciendo mejoras. Se ha preocupado por mantener todos los detalles de un antiguo castillo medieval prerrenacentista: almenaras, torres, relojes solares. Lo bonito es que, a medida que vas ascendiendo, tienes mejores vistas de Lamas y el río Mayo. La verdura es impresionante y sería un lugar ideal para descansar y pasar tu vejez con buen clima y tranquilidad. Solo la tranquilidad es perturbada por algunas oleadas de turistas y los famosos mototaxis (¿si les colocan un silenciador les iría mal?). En el lugar también puedes tomar un buen café; Tarapoto es una excelente tierra para el cultivo del café, además del tabaco y el cacao. Pese a todo, el narcotráfico sigue siendo un fenómeno socioeconómico que afecta a la zona. Por lo que escuchaba, la agricultura del cacao se había visto afectada por un hongo que había llegado de Colombia.



Espero que los logros hechos con los cultivos alternativos no se vean desplazados para recaer en el cultivo de coca, más barato y más rentable, lastimosamente.

Antes de retornar a Tarapoto, dimos una vuelta por el simpático pueblo con tiendas limpias, simpáticas, con algunas personas sentadas con sus sillas en las veredas para amainar el calor sofocante. Nos fuimos a su simpática plaza de armas. Había varios turistas, reconocimos algunos de ellos que habían venido con nosotros en el bus desde Trujillo.  Mientras los guías hacían las respectivas explicaciones: origen chanca de Lamas, desplazados desde la sierra central hasta esta zona por Pachacútec y Wiracocha; se instalaron ahí en su huida y aprovecharon la estructura geológico para darle un sentido militar y de defensa frente a la amenaza inca. Por eso está ubicada en una zona en cierta forma difícil de ser ocupada. Es capital de la provincia que tiene el mismo nombre. En esta oportunidad, no vi a las personas, sobre todo mujeres, ir vestidas a su usanza; ahora solo vi un par de niñas en una fiesta que estaban preparando en el restaurante El Mirador, lugar que fuimos para tomar mejores tomas de la ciudad.  Entre las estatuas del monumento en la plaza de armas, unos graciosos habían colocado una botella de cerveza vacía en una mano del conquistador que está estrechando con la otra a un líder de la etnia chanca. Según la historia, las relaciones entre españoles y aborígenes no fueron nada tranquilas, e incluso tuvieron que construir un fuerte para aislarse de las tribus. Interesante historia.



Antes de irnos de Lamas fuimos por un barrio en el que preparaban la Yunza y además decorado todo el lugar con globos amarillos para un mejor año. Tomamos un colectivo e hicimos el mismo trato para retornar más rápido.

Los 10 kilómetros que separan Lamas de Tarapoto tienen bonitos paisajes. Pero la ciudad grande se acerca al pueblo. Por la noche fuimos a cenar al  Restaurante de Doña Zully para probar los pescados de la zona. Estaban esquivos. Luego nos fuimos al Suchiche y de ahí a los diversos bares que se hallan en esa calle, el Jirón Lamas. Así recibimos el año 2015, rodeados de gente y en tierras cálidas. Espero que sea un buen año.