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Trujillo, La Libertad, Peru
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domingo, 25 de noviembre de 2018

CIUDAD RELLENO SANITARIO (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO DE TRUJILLO DOMINGO 25 DE NOVIEMBRE)


Trujillo, ciudad de la eterna primavera. En el imaginario de muchas personas que han visitado Trujillo es el de comprobar de manera directa si esa frase acuñada hace décadas que sintetizaban una bella ciudad limpia y un benigno clima para sus habitantes sigue teniendo vigencia. El momento político me hubiera, en cierta forma, obligado a escribir un artículo sobre AGP y su magistral movida evasiva de la justicia peruana (como siempre). Pero una conversación sostenida ayer con una ciudadana extranjera recién residente en nuestra ciudad dirigió mi interés sobre este tema que nos debe de alertar a todos los actuales residentes.
Según datos de entidades responsables sobre el recojo diario de basura, los trujillanos producimos más de 500 toneladas de esta, entre restos orgánicos e inorgánicos. Las campañas de concientización para la selección de basura por parte de la población es un franco saludo a la bandera, puesto que no existe un sistema adecuado de eliminación de estos restos que podrían ser utilizados en un real reciclaje en favor de la limpieza y salubridad trujillanas; por el contrario, terminan en manos de recicladores quienes se dedican a buscar restos entre la basura casera, en los contenedores o en el famoso “relleno sanitario”. Durante la visita de Laura Secada, Directora de Mitigación de Gases de Efecto Invernadero del Ministerio del Ambiente, en agosto último, ella sugirió que Trujillo debe de hacer un verdadero relleno sanitario para mitigar la polución que genera este no solo a su entorno inmediato, sino a la ciudad en general. Este clamor viene de décadas atrás y diversas gestiones edilicias y regionales la han pasado por alto. Sin embargo, hay toda una lucrativa maquinaria económica en la sombra que no le interesa que se tomen acciones para una ciudad que bordea el millón de habitantes.
Además, es costumbre depositar los enseres inservibles en la basura cotidiana: cada día es más frecuente ver no solo restos orgánicos, sino restos sólidos con colchones viejos, carcasas de computadoras, cables, muebles de todo tipo. Una vez vi en una esquina de la Urb. Primavera un inmenso sillón destartalado a la espera del ¡camión de la basura! Algunas instituciones de reciclaje, como Traperos de Emaús, aportan soluciones con los enseres en regular estado. Otra generadora de residuos sólidos es la actividad febril de la construcción: cada día es más frecuente ver estos tipos de restos por las calles, abandonados por las noches, sea por obreros informales, sea por empresas constructoras regulares; estas últimas suelen botar los restos por las carreteras, los que reciben, junto a miles de bolsas plásticas, a nuestros visitantes terrestres.
Y, por último, la gran cantidad de autos abandonados que se convierten en refugio de roedores, basura y gente de mal vivir. Un parque automotor que se descarta y no tiene lugar asignado. Por ejemplo, en Urb. Primavera, en 4 manzanas a la redonda, hay 5 autos abandonados.

Nos estamos convirtiendo paulatinamente en un gran relleno sanitario.

PD. He visto en otro medio que informa de más de 300 toneladas de basura diarias.

domingo, 24 de abril de 2016

TERREMOTO PARA DESNUDAR NUESTRA SOCIEDAD (ARTÍCULO PARCIALMENTE PUBLICADO LA INDUSTRIA DOMINGO 24 DE ABRIL)

Los desastres naturales son un reto permanente para la humanidad. Los hombres los han estado estudiando por siglos para aprender a convivir con ellos y, en situaciones extremas, reducir la mortandad en los lugares que sufriere uno de ellos. La geografía física del planeta no es estable y el hombre busca las formas y métodos para atenuar las consecuencias cuando los cambios geográficos se tornan violentos y sorpresivos. Erupciones volcánicas, terremotos, maremotos, inundaciones; diversos fenómenos naturales que han exigido al hombre aprendizajes forzosos y dolorosos. Y uno de esos aprendizajes se ha convertido en la seguridad.
La seguridad es la ausencia de peligro o la sensación de confianza que tenemos por algo o alguien. La seguridad la vamos obteniendo a través de la educación, así como, las acciones que hacemos y que se convierten en medidas y sistemas de seguridad. La población de lugares de alto riesgo termina por desarrollar una cultura preventiva con el fin de minimizar las consecuencias de un siniestro. Esto sería lo ideal.
Hay desastres naturales más allá de toda prevención y cuyas consecuencias son desastrosas y mortales. Como los históricos terremotos de Lima de 1746 o el de Lisboa en 1755,  o el caso más reciente de Japón de 2011. Sin embargo, la naturaleza humana suele perniciosa contra sus mismos congéneres y el afán de lucro está por encima y sus efectos mortales son más efectivos que los desastres en sí. Los ejemplos son de los más diversos y están muy ligados a la corrupción. Veamos dos casos: construcción en zonas riesgosas, zonas que han sido designadas como inhabitables por ubicarse peligrosamente en cauces de ríos secos o ex pantanos desecados irregularmente son ofertados como espacios urbanizados. No es raro que ante la proximidad de un nuevo fenómeno de El Niño, los medios informativos eleven reportajes advirtiendo del inmenso peligro que corren poblaciones en zonas altamente vulnerables y que no se toman medidas drásticas, sino a la espera de una desgracia mayor para recién actuar. Muchas de estas situaciones se han generado a vista y paciencia de autoridades coludidas con inescrupulosos traficantes de tierras, cubiertos con el manto de “empresarios”; la sociedad ante esta situación calla y culpa a las fuerzas de la naturalezas o divinas.

La otra está dada en el boom de la construcción que no ha sido puesto a prueba a la fecha. Es una situación bastante temeraria. Hagamos un poco de historia: en el terremoto de 1746, Lima se vino prácticamente abajo. El virrey José Antonio Manso de Velasco, Conde Superunda (sobre las olas por el terrible tsunami post terremoto) tuvo la triste misión de reconstruir Lima y Callao; pero el poder de los ricos y de la iglesia impidieron que Lima tuviese un plan coherente de reconstrucción. Diferente fue Lisboa quien tuvo a Sebastião José de Carvalho,  Marqués de Pombal, la misión de reconstruir la derruida ciudad; y este actuó con criterio científico por encima de poderosos y clérigos. E hizo una Lisboa planificada y reconstruida con un concepto de equilibrio y seguridad. En el terremoto de 1974 en Lima, nuevos edificios de concreto colapsaron pese a tener el sello de antisísmico. Queda la pregunta generada por la triste experiencia vivida por nuestro vecino Ecuador: ¿sobreviviría nuestra ciudad a un sismo de tal magnitud? Cierto es que cada sismo tiene su “identidad”; pero las fuerzas destructoras se pueden confabular con la corrupción humana. En los terremotos de Taiwán, las caídas frecuentes de edificios familiares muestran la cruda perversión de constructores: las bases de los edificios estaban rellenas de tapas de gaseosas. En un país en que los criterios de calidad se han relajado tanto para permitir el boom económico y sobrevivir a la informalidad, salta la pregunta: ¿cómo estarán las bases de los numerosos edificios familiares? Quizá, y espero equivocarme, pueda ser un temor infundado. Pero el día que Trujillo pase la dura prueba, de pasarnos algo, esperemos que no sea la acción humana la que nos cause daño.