Para nadie es un secreto que las actividades humanas que
forjan el espíritu del hombre, su identidad social y el desarrollo de sus
capacidades hacia una persona libre, autónoma y crítica no son prioridad para
estados o partidos que priorizan la rentabilidad inmediata por sobre todas las
cosas. Es más, se considera a la vista y percepción de este tipo de grupos
políticos como una suerte de lastre y una forma inútil de gasto que atenta
contra los réditos de una empresa, sociedad o nación.
Aunque la educación es tomada como un punto neurálgico en los
planes gubernamentales de ambos postulantes al Gobierno peruano, la
declaratoria sobre la misma presentada en dichos planes implica un arduo camino
y una fuerte inversión en el recurso humano. Al leer ambos planes, estos hacen variadas
propuestas para mejorar este rubro sensible: Peruanos por el Kambio tiene 19
páginas dedicadas al mismo (pág. 20-39) y Fuerza Popular, menos explicada, con
solo 6 páginas (13-19). Tienen declaraciones de buena voluntad. Sin embargo, no
se habla de la continuidad de algunos proyectos exitosos del actual gobierno
como los sistemas becarios (Beca 18, uno de ellos) que han permitido un salto
cualitativo para muchos jóvenes de escasos recursos o con dificultades para
acceder a otros tipos de becas en el mundo universitario nacional e
internacional.
Los demás asuntos pendientes que competen al Estado no son del
todo abordados de manera directa y específica, y se diluyen en propuestas genéricas, como es
el caso de Fuerza Popular, que solo en el bloque de prevención contra la
violencia se habla de la importancia de
la cultura, del arte y del deporte; en Peruanos por el Kambio sí hay una descripción
más precisa de un plan para la cultura y derivados en 11 páginas (96-107) dando
pautas para una mejor gestión. Viéndolo así, es factible que varias propuestas
y gestiones actuales, instituciones e incluso ministerios, puedan desaparecer
en uno u otro gobierno que suba este 28 de julio. Ya hemos visto en Lima cómo
se han desarticulado valiosas propuestas culturales y artísticas que comenzaron
a dar un nuevo rostro a la capital.
La educación, la cultura y el arte son vistos
como campos minados para gestiones mediocres y corruptas. Diversos dichos
populares avalan la idea de que un pueblo inculto e ignorante es fácilmente
manipulable y los arrastran a tomar decisiones, incluso, contrarias a los intereses sociales e individuales. La educación excesivamente
utilitaria y pragmática no desarrolla el espíritu de crítica, necesario para
sostener la democracia. En las últimas décadas, además, las formas mediáticas y
comunicativas han ayudado a fortalecer criterios de cultura light, individualista,
ramplona y superficial. Quizá tengamos nuevas versiones de Laura Bozzo en la
alicaída televisión peruana.
En los próximos cinco años, esta tendencia se acentuará.