Un lamentable suceso acaecido esta semana en Bélgica ha
movilizado ciertos temores en ambos lados del continente y que suelen ser
incorporados durante las campañas electorales como la que estamos viviendo los
peruanos. La detonación de tres bombas en Bruselas ha repercutido en la memoria
de varios peruanos a quienes los temores y recuerdos de los años 80 han retornado
con temor. En situaciones como estas, la mayoría opta por la política de la
verticalidad, el endurecimiento de las leyes, las acciones punitivas y la
presencia de un Estado sancionador. En Europa las candidaturas de partidos de
extrema derecha, muy racistas y aislacionistas, han tenido “un golpe de suerte”
para seguir promoviendo este tipo de políticas, pese a que la sociedad europea
tiene ya experiencias históricas que frenan “en seco”, todavía, algunas
descabelladas propuestas legales para evitar repetir la última experiencia que
originó una guerra mundial y costó 80 millones de vidas.
En el Perú, algunos de los candidatos peregrinan la idea de
aplicar políticas fuertes para contrarrestar la violencia urbana así como la
violencia de grupos sediciosos. Están aplicando la estrategia del miedo en el
electorado. Esto se oye en entrevistas y las redes difunden estas insidiosas
noticias. Se prometen leyes que serían difíciles de aplicar por una serie de
“candados” constitucionales que, de romperlos, colocarían a nuestro país en una
situación delicada internacionalmente hablando. Además, las propuestas chocan
con una triste realidad: un Estado débil y golpeado por la corrupción en casi
todas sus entidades que lo conforman. Uno de los candidatos recuerda la
estabilidad generada en la última década del siglo pasado, pero esa estabilidad
fue a coste de debilitar la presencia del Estado hasta volverla prácticamente
nula en muchas partes de la nación y en diversos sectores de nuestra estructura
social. Se lo degradó y se lo convirtió en una rémora. A esto hay que agregar
la gangrena de la corrupción que infestó todos los niveles de los organismos y
poderes estatales como sucedió con el Ejército y el Poder Judicial. De querer aplicar medidas para la seguridad
de la Nación, estas deben empezar con una reforma cabal del Estado para hacerlo
sólido y eficaz, y un combate cerrado
contra la corrupción, la cual fue fomentada, precisamente, en los gobiernos
anteriores de algunos partidos que están candidateando en esta contienda y que
usan, contradictoriamente, argumentos basados en el miedo histórico.
Esta contienda dista de ofrecer debates serenos sobre estos
dos puntos. Sus planes son inmediatistas y eso es peligroso. Ideas absurdas
como política de “tierra arrasada” vieron su fracaso en la campaña contra SL,
por ejemplo. Por eso, es bueno darse una vuelta por el libro Sendero de Gustavo
Gorriti para comparar lo que se promete y lo que puede suceder de seguir con
esas promesas ante estas realidades.
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