Abril ha sido un mes generoso en celebraciones relevantes
para las artes y cultura locales, nacionales y mundiales. Abril es mes de las
letras y obituario perenne de César Vallejo. Pero este año, las letras
recuerdan los cuatrocientos años de la muerte, asombrosamente coincidente, de
tres grandes escritores: William Shakespeare, Don Miguel de Cervantes y
Saavedra, y el Inca Garcilaso de la Vega. A pesar de que en nuestra sociedad
hemos ido perdiendo el respeto por los elementos culturales constructores de la
identidad y las personas que forjaron las simientes de lo que somos, es
necesario rescatar del olvido general a personajes que elevaron, en este caso
el idioma, las herramientas humanas para dignificarlas y hacerlas vehículo de
cultura y desarrollo. Shakespeare y Cervantes son para sus respectivos idiomas
el momento cumbre de su expansión y empoderamiento. Volvieron cultas sendas
lenguas en ese camino que fue el Renacimiento para los idiomas modernos que se
hablan en casi todo el planeta. Los consolidaron y, además, los convirtieron en
inagotable y esplendorosa fuente artística y de identidad. Sus países natales
han preparado diversas celebraciones, puesto que son conscientes de la relevancia
de estos escritores que retrataron la psique humana. Y sus personajes se
convirtieron parte de la cotidianidad de los hombres e ingresaron a nuestro
vocabulario; por eso tenemos actos quijotescos o dudas hamletianas.
Para los peruanos y americanos, en general, surge la figura
de Garcilaso, el primer mestizo cultural, el primer hombre que, a decir del
músico francés Manú Chao, comenzó una era de la que no hay marcha atrás: el
mestizaje. Garcilaso condesó los primeros demonios que arrastraron a todos los
hombres y mujeres que no se adecuaban a modelos sociales, religiosos,
culturales; esa suerte de parias que andaban por las colonias sin poder
ubicarse en el inconsciente de la época. Se desarrollaron complejos que, 400
años después, cargamos sobre nuestras espaldas e impiden que palabras como
“inclusión” y “derechos humanos” sean difíciles de aplicar en una nación que
cada cierto tiempo saca esos lastres oscuros para prejuzgar al otro, a los
demás, para aplastarlos. Garcilaso tendió puentes y le fue difícil. Sin embargo, dio el
primer paso para unir dos realidades tan distintas, pero que convivían en él.
Idealizó su pasado, sí. Pero en el contexto de su época, frente a las
humillaciones que eran objeto sus medio hermanos, tuvo el valor de rescatar
todo aquello que fue vilipendiado y visto como salvaje y atrasado. Así muchos
continúan pensando; solo basta ver los comentarios de muchos en las redes
sociales para ver qué poco hemos cambiado desde aquel encuentro de dos mundos
un doce de octubre de 1492. Quisiera retomar las opiniones de Manú Chao; en una
entrevista hecha en un diario limeño, dijo que estaba maravillado de
Latinoamérica puesto que llevábamos muchos años de ventaja con lo del
mestizaje. Espero que algún día sea cierto plenamente.
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