En el artículo anterior (domingo 09 de abril) publicado en esta columna refería a la soledad
que los ciudadanos enfrentamos ante la desidia o corrupción de nuestras
autoridades, sean locales, regionales o nacionales. Algunos amigos y colegas me
comentaban, con toda válida argumentación, que nuestra debilidad radicaba en
nuestra escasa cultura cívica y falta de compromiso ante tan alta
responsabilidad como es el campo de la política, pues muchos de estos malos
elementos salen del seno de nuestra sociedad, permisiva con toda forma de
irregularidad, incluida la corrupción; esas características anómalas sociales
las trasladan al campo de la dirigencia pública una vez que acceden al poder.
Sin embargo, creo que no toda la ciudadanía puede ser medida por las tergiversaciones
de una mala democracia como la que manejamos en nuestra sociedad. Uno de esos
crasos errores surge en la construcción de un partido político. La hechura de
estos en la sociedad peruana dista mucho de lo que vendría a ser un verdadero
partido político, con una ideología, estructura interna democrática, una
meritocracia que permita el ascenso y la creación de cuadros técnicos e
intelectuales capaces de asumir el gobierno de una ciudad, región o país. La
constitución de varios partidos no pasa de ser la camarilla de amigos o
paisanos que se propone llevar un móvil personal o grupal a veces reñido con
los intereses comunes. Muchos partidos son, en realidad, clanes familiares. Ejemplos
sobran a lo largo del país. Pero hay algunos partidos que se movilizan de
maneras más oscuras y peligrosas, pues por la captación de votos no dudan en
jalar a sus filas a personas de oscuro pasado. Estamos siendo testigos en las
últimas semanas de ver varias autoridades políticas de estar involucradas en
diversos escándalos de corrupción, amedrentamiento, extorsión, todo tipo de
tráfico ilícito. Parece ser que FP, sobre todo, se ha esforzado en reclutar
personajes que “enriquecen” las páginas de revistas y diarios, aparecen en las
pantallas de TV o fluyen a través de memes o denuncias virtuales que hace dudar
si es que en ese partido haya algún personaje que no se encuentre involucrado
en algún escándalo o denuncia. Un partido lleno de injertos (hábito que viene
desde la salita del SIN) y que, en vez de sumar, han restado la credibilidad de
aquellos integrantes honestos y cabales que pueden estar militando en sus
filas. La pregunta queda en saber si esos militantes tienen la capacidad de
exigir una depuración de esos integrantes partidarios por cuestión de integridad,
capacidad y honestidad, cualidades que carecen todos aquellos personajes que
han estado desfilando por los medios en situaciones hilarantes y mortificantes.
Son personajes políticos que están haciendo mucho daño al tejido social, pues
muestra las deficiencias de la democracia formal al haber sido candidatos
propuestos por una cúpula dirigencial que ha pensado, creo, cuidadosamente en quiénes
son los indicados para representarlos.