Cuando salga este artículo, estaremos a una semana de una de las
elecciones más perturbadoras e irregulares que los peruanos hemos vivido en los
últimos años en nuestro país. Esta anómala situación me hace evocar el film
inglés, La soledad del corredor de fondo
de Tony Richardson, en el que un joven marginal, descubre que es un buen
fondista y comienza a especializarse. En su entrenamiento en solitario,
recuerda su vida dura familiar, pero, sobre todo, lo cruel de un sistema que
hizo todo lo posible por aislarlo y frustrarlo. Extrapolando este film con lo
que se viene el próximo 10, cuando se esté en el cuarto secreto y delante de
las urnas el dubitativo elector peruano tendrá que escoger entre 10 candidatos
sobrevivientes de este proceso electoral, los cuales casi todos ofrecen lo
mismo con escasa diferencia o matiz, y casi todos presentan un pasado
escandaloso ligado a la corrupción. Son candidatos que se han transformado para
bailar para nosotros, beber cerveza en vasos que en otras ocasiones no lo harían,
comer potajes en platos que en su vida lo volverán a hacer. Para hacer el
ridículo para nosotros. Incluso algunos han pasado a mostrar casos de abuso
como el desembarco de todos los pasajeros de un vuelo interno para facilitar el
desplazamiento de una candidata. Hemos sido testigos de gestos ligados al
populismo del momento, cuya única intención es que demos nuestra fuerza,
nuestro voto a personajes que nos ven como un número más o como parte del
porcentaje por el cual están perdiendo la cabeza.
Además, estaremos con nuestra duda recordando lo anómalo que
ha sido este periodo electoral. El votante ha sido remecido por acontecimientos
que han enturbiado esta campaña y, peor aún, tanto el JNE como JEE han
colaborado en ello tomando decisiones que han generado malestar en la sociedad
peruana por un escandaloso favoritismo. Son situaciones que han mostrado poco
respeto por reglas y personas.
Pero, volviendo al film, el solitario corredor se da cuenta
paulatinamente del poder que tiene para cambiar su vida. Siguiendo con la
extrapolación, el elector en su soledad debe de ser consciente que estará
tomando una trascendental decisión para un país que necesita propuestas
concretas, despojadas de prejuicios y que apunten a defender los derechos de
los peruanos sin excepción. Estará delegando su fuerza, como lo dijo Rousseau
en su Contrato Social, a una persona que recibe ese encargo del elector. Luego
de las elecciones, gane quien gane, el elector debe de continuar con su actitud
crítica hacia los personajes que vayan a gobernarlo a partir de julio del 2016.
Es hora de organizar la sociedad civil para evitar que aquellos que reciben la
designación popular no se olviden rápidamente de la gente que le otorgó su
voto. Esa es la democracia y eso es lo que pregonan los candidatos a todos los
poderes.
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