Trujillo se embarca nuevamente en una empresa titánica: ser
nominada a Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Un proyecto que, de
hacerse realidad, sería para nuestra ciudad no solo un galardón sino un sinfín
de oportunidades para diversos sectores productivos citadinos, regionales y
norteños de nuestro país que se han visto afectados por diversas crisis
económicas silenciosas. Indudablemente, sería el turismo el sector más
beneficiado, pero este es un gran motor que activa a muchos otros sectores
productivos y de servicios de una zona; quien haya estado en un lugar turístico
por excelencia lo sabe. Hay países como México o España, cuyas economías son
permanentemente alimentadas por sus flujos turísticos que movilizan a
agricultores, artesanos, agencias, hoteles, restaurantes, empresas de
transporte, bancos, recreación, servicios educativos y culturales; un sinfín de
actividades movilizadas desde que un turista pisa una ciudad.
Pero es un proyecto titánico por la labor que hay que
realizar en Trujillo para sensibilizar a sus ciudadanos, quienes se convierten,
muchas veces, en los principales
enemigos de sus logros comunes. Convertir a nuestro centro histórico en un
lugar respetable, digno y amable no significa pintar fachadas o colocar
farolas. Es cambiar la mentalidad de los residentes y usuarios de ese espacio
en el cual se realizan muchas acciones y actividades totalmente reñidas a los
criterios sociales y de convivencia. Significa reeducar a una población
acostumbrada a confundir derecho individual con transgresión permanente del
bienestar común. Implica cambiar hábitos ligados a una supuesta comodidad
personal por otros que permitan a todos los demás vivir en una zona segura y
digna como corresponde a cada ciudadano de a pie. Implica restringir tráfico,
ordenar el comercio formal e informal, corregir hábitos mal adquiridos,
disminuir todo tipo de contaminación (visual, sonora, de aire), respetar normas
y leyes ciudadanas, crear más espacios de integración social, proteger
patrimonio arquitectónico; convertirnos en seres sociales, desplazando al ser casi
hongo en el que nos hemos convertido en las últimas décadas.
Es una empresa que va a tener cientos de detractores cuando
comiencen a verse afectados en su mundo cotidiano. Pero es la educación y la
comunicación, las armas que permitirán que los trujillanos logremos este sueño común.
Si Trujillo quiere alcanzar este logro, este no vendrá por acción divina o por
decreto supremo como solemos justificar; vendrá por la acción y gestión que
cada uno de nosotros haga para alcanzar
este objetivo. Todos los actores sociales, económicos, productivos, culturales
deben de unirse para trabajar. No hay que olvidar que Trujillo ha postulado ya
anteriormente y el expediente fue rechazado por las deficiencias humanas que se
encontraron.
Como se dice en el argot deportivo, “la pelota está en
nuestra cancha”.
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