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domingo, 10 de abril de 2016

CORRUPCIÓN NUESTRA DE CADA DÍA

Aunque la noticia no es tan nueva (un diario capitalino, La República, ya hablaba sobre el caso de los Panamá Papers), la corrupción cuyos hilos llegan a todos los segmentos de la sociedad ha vuelto a la boca de todos. Es un tema recurrente en todas las sociedades del planeta y, pese a ser nociva contra el bien social, se incrementa en países de acentuada pobreza o en las que las brechas económicas, como el nuestro, son bastante marcadas y escandalosas.
Para entender más este fenómeno vamos a tomar prestadas las ideas presentadas en la revista Filosofía Hoy No 21 con fecha de agosto del 2013 en dossier dedicado a la corrupción que azota a España y otros países (pág. 21-31). La crisis originada en los Estados Unidos en 2008 causó una serie de destapes (Maddock, uno de ellos) que por afán de lucro y una sed insaciable de bienes y dinero arrastraron a muchos ciudadanos a una seria debacle económica evitada por los gobiernos de turno de entonces: salvando bancos, por ejemplo. La revista dirigida por Amalia Mosquera habla de la naturaleza de la corrupción. Los seis puntos son claros y aplicables a cualquier caso, sea en entidad privada o pública (siendo esta última más grave ya que afecta la estabilidad de una sociedad y se instala como un cáncer o metástasis social. Todo parte de un agente corruptor que pervierte su entorno: 
1) este cree que lo suyo es más valioso (“sobrevaloración psicótica de lo propio”) frente a una subvaloración de lo ajeno, y lo hace sin remordimiento. 
2) Genera un clima de credibilidad de tal manera que las personas que sean víctimas de sus actos colaboren con ellos con toda pasividad; por eso detestan la violencia para no generar inestabilidad en su juego. 
3) Son hábiles y crean mecanismos que aseguran una cierta estabilidad para mantener la actividad corruptiva.  
4) El corrupto se convierte paulatimente en una persona admirada por dotes intelectuales y capacidad de “emprendimiento”.
5) El corrupto desprecia a las demás personas que, pudiendo hacer lo mismo, no son arrojados a realizar dichos actos. 
 6) Y por último, ya cayendo en los límites de la insania social, tiene una escasa percepción del riesgo y desarrolla una confianza amparada en la impunidad. 

En este texto aparece una explicación etológica al respecto: a lo largo de la historia el hombre ha demostrado: 
 a) un instinto permanente a obtener cosas de manera ilícita y desenfrenada; 
 b) ante el crecimiento social, apareció el bien común que trató de poner límites a la exagerada ambición al hombre de manera individual; 
 c) sin embargo, las sanciones y descrédito no son bastante fuertes, pese a ser un conjunto de acciones que atentan contra el bien común; y 
 d) los corruptos siguen actuando como si no fueran a ser descubiertos. Este es un vivo retrato de una persona y una sociedad corrupta. 
Para el destacado etólogo Konrad Lorenz, en su estudio de la adaptabilidad humana a lo largo de la historia se han ido acentuando algunas alteraciones que han distorsionado principios de supervivencia que respondían a la pregunta para qué. Así se ha llegado a casos casi enfermizos como la desmedida reproducción, el ansia competitiva, armamentismos, visto por el famoso etólogo austríaco como trastornos de nuestros mecanismos de comportamiento, que tuvieron una finalidad para preservar a la especie y en la actualidad son “mecanismos patológicos”,
Pero para todos es ya una verdad que la corrupción daña a la sociedad. Genera atrasos en todos los niveles del quehacer humano: tergiversa las relaciones humanas y pasamos a ser meras fichas de personas e instituciones que no tienen escrúpulo alguno.

Cerrando el informe sobre corrupción, se habla de Bertrand De Speville, abogado inglés y especialista en lucha contra la corrupción, quien plantea tres elementos muy importantes para la lucha contra la corrupción en una sociedad: la represión (penas duras sin capacidad de negociación), la prevención y la educación, eje importante y de los más descuidados en países pobres como los nuestros. Todo esto enmarcado en voluntad política. La pregunta es: ¿existió o existe voluntad política en nuestros entes gubernamentales frente a este hecho?

Publicado en La Industria de 10 de abril, suplemento Enfoque