Alejarse de la patria por un
buen tiempo es, frecuentemente, bastante saludable, aunque también puede
convertir el retorno al país en un momento frustrante y hasta decepcionante. El
distanciamiento te permite apreciar las cosas positivas que nuestra sociedad
tiene, pero también observar que muchos detalles cotidianos que te rodean deben
de ser considerar como grandes defectos y fallas de nuestro orden social, tanto
por quienes regentan el poder, así como lo integrantes del tejido humano
peruano.
La alegría de nuestra sociedad
se ve muchas veces opacada por una serie de acciones y actitudes que deberían
ser evaluadas por la ciudadanía, por cada uno de nosotros, con el fin de alcanzar
una estabilidad social, tan venida a menos en las últimas décadas. El famoso
boom económico de inicios de este siglo no ha logrado mejorar otros planos de
manera equilibrada e integradora; y los logros que se habían alcanzado en
servicios generales comienzan a evidenciarse cierto deterioro. Nuestra posición
es tercermundista. Podemos focalizarnos en dos puntos evidentes: servicios de interconectividad
y comunicaciones, y el imperio de la ley en todos sus niveles.
A llegar a Lima, centralista
ciudad de todos los medios de comunicación, uno ve su aeropuerto saturado por
cientos de pasajeros aburridos del colapso de diversos servicios por el número
de usuarios. No sorprende ver largas colas para cumplir con los controles de
rigor. Turistas consternados y nacionales resignados son los que conforman
estas colas que contradicen el apelativo del mejor aeropuerto de esta parte del
continente. De Trujillo, su interconectividad es bastante pobre y alarmante, no
solo vía aérea (toda una contradicción para una ciudad de casi un millón de
habitantes), sino vía terrestre. Conectarnos con las ciudades del sur se limita
a un solo puente, cuya infraestructura aún no ha sido cambiada luego de su
colapso durante el fenómeno del Niño costero del 2017. Evidencias de una
posible situación crítica en los meses siguientes se vislumbran y nadie ha
dicho nada al respecto.
El segundo punto es objeto de
observación por muchas personas foráneas. La lucha contra la corrupción es un
punto no del todo claro para muchas visitantes o lectores sobre nuestro país.
Nos ven como un país corrupto y trasgresor de normas. Un simple ejemplo: se
pone como noticia la aplicación de sanciones para aquellos que quebranten leyes
simples de tráfico. Informar en diversos medios sobre la aplicación de multas para
los conductores que estacionen en zonas rígidas es como una radiografía de
nuestro comportamiento social. La ley no se aplica por desconocimiento o por
simple omisión de su espíritu coercitivo. Simplemente no se respeta. “Las leyes
están hechas para no respetarlas”. “Letra muerta”. Así entendemos que vehículos
oficiales o policiales estacionen en zonas rígidas o para discapacitados. O la
proliferación indiscriminada de mototaxis por el Centro Histórico.