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domingo, 1 de mayo de 2016

RIESGOS DINÁSTICOS (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO DOMINGO 01 DE MAYO)

En los relatos históricos de los reyes hispánicos, hay varios datos interesantes y espeluznantes de aquellos hombres y mujeres que recibían el derecho divino de gobernar sobre millones de súbditos. Historias secretas como el posible asesinato accidental del infante Alfonso de Borbón por el anterior rey Juan Carlos de España; o la locura de la última de los Trastámara, Juana la loca, son algunas de las perlas dinásticas. Pero la que se lleva los créditos es el oscuro fin del sucesor Don Carlos, el cual nació con evidentes taras y poco equilibrio emocional. Según el historiador Javier Marcos y otros biógrafos de Felipe II, Don Carlos “tiró a uno de sus criados por la ventana [..], apaleó a algunas niñas, amenazó con un cuchillo en la garganta al Duque de Alba [..] e incluso, de un mordisco, arrancó la cabeza a una ardilla viva”. Parece que su padre no tuvo mejor solución que provocar su muerte para evitar que tamaño personaje ascendiera al  trono por derecho propio. Los ingleses tuvieron a uno sombrío en Ricardo III, quien recién recibió sepultura real cinco siglos después de su muerte. Franceses, italianos, rusos, todas las naciones que llevaron reinados hereditarios tuvieron personajes que cubrían su incapacidad y su reñido comportamiento solo por tener una divina justificación.
La Revolución Francesa, bajo la inspiración de las ideas de Rousseau y Voltaire, no solo cortó la cabeza del rey sino el concepto mismo del poder hereditario. Algunos estados monárquicos, ante las tristes evidencias históricas, también han puesto límites y salvaguardas ante posibles dislates reales. Además el concepto de partido político surge como consecuencia de la necesidad de ir reemplazando los cuadros gubernamentales reales y preparar a la gente en rubros de gestión pública.
Pero la historia nos muestra que los hombres tendemos a olvidar los errores cometidos y volvemos a ellos. En la actualidad, las inspiraciones monárquicas surgen con bastante frecuencia por nuestros países. Pareciera que la constitución de partidos políticos en nuestras naciones obedece, en el fondo,  a la formación de castas reales para perpetuarse con el control de sus súbditos. El caso de los hermanos Cáceres en el Sur peruano es fiel reflejo de la forma de pensar de muchos “líderes” políticos que siguen los pasos de Piérola u otros caudillos. Los comentarios poco afortunados del electo primer congresista de la República evidencian claras intenciones de tener el poder a perpetuidad.
Es un buen momento en que los peruanos, los votantes, hagamos una radiografía de nuestros partidos políticos. Muchos de estos son manejados como chacras privadas, nombrando o destituyendo a dedo a personas a su antojo, desplazando a personas capaces por otras serviles y útiles a su ego. En camino a nuestro Bicentenario, como sociedad, debemos de madurar nuestra política a través de los espacios creados para la Res Pública: el partido político.

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