Una semana tras las anómalas
elecciones del domingo pasado. Una semana para la historia de la torcida
política nacional. Día a día los peruanos hemos sido zangoloteados en el vaivén
incesante de las olas de excremento político y judicial en el que estamos sumergidos
como sociedad.
No bien nos estábamos
reponiendo de los resultados electorales sorpresivos de nuestra ciudad, así
como de otras ciudades y regiones, cuando el fujimorismo y sus aliados salieron
a la carga. Los resultados fueron una suerte de puñalada en el corazón de un
partido que aspira mantener su adjetivo de “popular”. Lo que se pensaba que era
una lección que invitaría a la reflexión a los integrantes de todas las tiendas
políticas afectadas, se convirtió en un tsunami tras la retirada silenciosa de
estos personajes post elecciones. Este interesante contrapunto empezó, días
previos a los comicios, con las movidas en el Poder Judicial al revocar el
indulto de Alberto Fujimori la semana pasada. Las lágrimas de su hija Keiko fueron
motivo de diversas controversias, tanto al interno de su partido como en la
sociedad. Los resultados electorales municipales y regionales, a lo largo del
país, se vieron teñidos por el acelerado desgaste de los otrora grandes partidos
que había en nuestro escenario político, presididos precisamente por
cuestionados líderes percibidos como cabezas de la corrupción en nuestro país. Pero
el miércoles 10 fuimos testigos de un bombazo: prisión preventiva de diez días
para Keiko Fujimori por el caso cócteles. La ciudadanía reaccionó con estupor,
sorpresa. Esta medida era insospechada para una persona vista como intocable, blindada
desde todos los frentes regulares e irregulares posibles. El hecho, de pronto,
activó al inerte conjunto de sus congresistas partidarios para proponer una ley
beneficiosa a Alberto Fujimori para evadir la prisión por su edad: un verdadero
plan B, maquinado previamente, para perturbar la paz pública; pero la
sorpresiva situación que atraviesa la cuestionada lideresa ha hecho que la desidiosa
maquinaria congresal haya actuado con una inusual celeridad, un espíritu
expeditivo no antes visto entre estos, sobre todo con el tema de las reformas
exigidas por el Poder central. Para coronar todo esto, el cuestionado Pedro Chávarry
hace uso de su oscuro poder para desarticular otras áreas del Poder Judicial
que podrían facilitar una acusación formal y efectiva contra Keiko Fujimori y
otros. Esperamos más manotazos arteros.
Hay, entre toda la miasma,
resultados contundentes. Los golpes electorales son duros: el caso del APRA es
lamentable, está en caída libre; Fuerza Popular desapareció prácticamente del
escenario nacional. Ambos han accedido a escasos sillones ediles y ninguno
regional. Debilitados, tienen poco margen de juego. Esto permite, sin embargo,
el ascenso peligroso de otros partidos cuestionados también por sus estrategias
y móviles. Todo ad portas de un posible Niño. Lamentable.