La reciente lamentable muerte de la niña Xohana Guerra en un
buzón de la plaza de armas de Cerro Azul, Cañete, viene a ser una suerte de
triste colofón, de una serie de errores inmediatos y mediatos que debemos de
tener en cuenta. Rodeados por la cultura de informalidad y la displicencia,
cada uno de los actores de esta triste experiencia es una larga suma de errores
sociales (algunos de los cuales justificamos como casualidad) que está
generando una larga retahíla de niños y adolescentes heridos o, en lo más
extremo, muertos.
La cultura del aislamiento que se viene desarrollando
agresivamente en nuestro siglo ha cambiado comportamientos y perspectivas de
todas las personas de una sociedad, personas que asumimos diversos roles, entre
los cuales están el de ser hijos y padres de una familia. Este acelerado
proceso de aislamiento ha coincidido con una tergiversación de reconocimiento
de valores individuales, así como un marcado ensimismamiento de las personas de
su mundo personal, ayudado por la presencia de un mundo electrónico invasivo
que hace que mucha gente deje sus labores de su compromiso social (como es el
del preocuparse del prójimo, entre estas, la de cuidar de sus hijos) para
sentirse raramente integrado con el mundo descuidando a su entorno. Así no es
raro ver a policías, mozos, secretarias, maestros, padres de familia en
general, más preocupados por su celular que de las personas a las cuales se dedica.
El caso de Xohana, producto inicial de un descuido, es el largo hilo de una
madeja. Agreguemos a esto, la informalidad y la escasa cultura de la prevención
y seguridad para tener una de las tantas tragedias familiares de nuestro país.
La tergiversación de valores es otro de los grandes problemas
en este mundo plagado de derechos y escaso de deberes. La niñez y la juventud
han tenido grandes avances en el reconocimiento de sus derechos, aunque faltan
muchos pasos más por dar. El abuso de estos derechos por parte de adultos,
entiéndase padres de familia, genera una fuerte debilitación del crecimiento de
relaciones sanas en el núcleo familiar. Los niños y adolescentes crecen en
mundo avieso en el cual su persona es el centro del mundo y los demás son accesitarios.
Craso error. Grandes conflictos de jóvenes mimados, carentes de límites y
autoridad los vemos cada día. Estas carencias devienen en rebeldía extrema,
escasa emoción social, frustración por su dependencia en todos los campos.
Muchos jóvenes intentarán medidas extremas (como el suicidio) para hallar
respuestas a un periodo doloroso el cual no tuvo cimientos sólidos desde la
niñez por exceso de sobreprotección y carencia de reglas de convivencia. Hay
muchos padres que en su accionar debilitan su propia figura de autoridad, la
cual será un patrón referente para ese joven, quizá futuro padre o madre de
familia.
La sociedad nuestra, además, genera situaciones que generan
dudas en el crecimiento de niños y adolescentes. Se les habla de valores y ven
un mundo adulto lleno de cínicos y corruptos; se les habla de la unidad
familiar y vemos cada vez más madres adolescentes tratando ellas mismas de
sobrevivir; por eso se llaman adolescentes, pues carecen de muchos recursos
aún. La sociedad lejos de apoyar dando buenas herramientas a diversos jóvenes
que desconocen todo, se les da la espalda aduciendo criterios religiosos o
morales de quienes, a veces, no tienen ningún sustento más que el de sostener
sus creencias. La educación sexual correcta en el Perú es urgente. Así no
lanzaremos a la vida a padres tan jóvenes que después generan una cadena de
problemas de nunca acabar.
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