“Se van todos”.
Durante la hora que duró su
discurso de orden por las celebraciones de fiestas patrias, el presidente
Martín Vizcarra se refirió de manera general a todos los grandes rubros del
quehacer peruano. En salud, educación, economía, entre otros. Pero viendo a la
larga su discurso, este no podía escapar a lo que ha enlodado y entorpecido
nuestro desarrollo en las últimas décadas: la corrupción. Cualquier rubro que
pueda mencionarse, está presente esta de manera subyacente. Por ejemplo, la
continuidad del SUNEDU es necesaria, pese a sus bemoles; recientemente, una
universidad en Chiclayo ha sido cerrada por esta institución debido a malos
manejos de corrupción hechos por su rector vinculado al mundo político de esa
ciudad. O el caso de Odebrecht y la tercera etapa del proyecto Chavimochic que
ha generado división sobre su continuidad en el mismo. Esta empresa removió los
cimientos de la clase política peruana y premiarla con su licenciamiento es
entrar en una grave contradicción. La corrupción ha minado todos los campos de
la vida peruana, desde las esferas económicas, políticas y sociales más altas
hasta el quehacer cotidiano de todos los peruanos. La vemos en actividades
comerciales, en actividades judiciales, un largo etcétera que coparían páginas
con ejemplos y testimonios. Pero el enquistamiento de la corrupción es
escandaloso en el Congreso del Perú. Bajo el manto de su inmunidad, ahora llamado
impunidad, muchos congresistas han ido minando cualquier intento de lucha
contra mecanismos y personajes corruptos. La palabra “blindar” era frecuente en
todos los medios de comunicación y la ciudadanía veía con impotencia cómo estos
personajes iban encubriendo por propios intereses a individuos de baja
catadura, entre ladrones de combustible, maniáticos sexuales, extorsionadores
laborales, falseadores de información, entre tantas otras perlas. E, incluso,
permitir la fuga de algunos de ellos gracias a la rémora de su accionar en
diversos procesos que implicaban su celeridad.
Y vino la estocada, la que
ellos pensaban que nunca llegaría, salvo usando los artilugios dictatoriales
alguna vez usados por Alberto Fujimori. La parte final del anuncio presidencial
del 28 de Julio ha dejado boquiabiertos a esos malcriados e indolentes miembros
del Congreso, no sin antes haber recibido por parte del presidente muchas
frases y palabras que han cruzado por la mente de millones de peruanos cuando encubrían
a César Hinostroza o a Pedro Chávarry; o cuando cambiaban el sentido de las
reformas necesarias para limpiar la alicaída política peruana. El anuncio de
adelanto de elecciones generales para el 2020 tiene dos salidas y ambas podrían
conducir legalmente a una esperada solución: convocatoria general.
La encrucijada en la que se halla
este inefable Congreso es definitiva para su suerte. Tuvimos congresos malos,
pero nunca uno tan plagado de mediocridad y delincuencia. ¿Tendremos una
respuesta a su altura?