Sábado 08 de setiembre, con un
grupo de amigos se hizo una primera visita a este bello e imponente espacio que
vela al valle de Moche y resguarda a la ciudad de Trujillo y su balneario
ancestral, Huanchaco. Esta visita es la primera de las que planeo hacer de
manera personal, pues he descubierto de manera directa todo el acervo material
natural y humano que nosotros, los trujillanos, tenemos a nuestro alcance. Además, y de
primera mano, también pudimos constatar una situación amenazante a este
potencial ecológico, histórico y turístico que podría perderse por indolencia
de personas que lo hacen por motivos de lucro personal (tráfico de terrenos,
uno de ellos y que se ve por las delimitaciones trazadas bajo una legitimidad
desconocida) o por la ignorancia intencional de una población, como la nuestra, que podría perder un ingente recurso económico inagotable.
La lista de potenciales
patrimonios y los ya existentes se han visto amenazados por diversos desastres
que los pueden dañar o hacerlos desaparecer para siempre. Incendios, derrumbes
u otros siniestros, accidentales o provocados, han destruido nuestro ingente
patrimonio nacional, regional o local. Cuando nosotros estábamos culminando
nuestra visita a tan interesante lugar, se estaba reportando un incendio en el conjunto arqueológico de Marcahuamachuco, zona afectada varias veces por incendios
provocados intencionalmente por agricultores que desean eliminar la maleza de
los terrenos en torno. La indiferencia o complicidad permitieron, por ejemplo,
que el 12 de noviembre del 2017 las instalaciones que resguardaban la huaca
Ventarrón en la Región Lambayeque se destruyese a causa de un extraño
accidental incendio que redujo a cenizas murales y restos arqueológicos de más
de dos mil años. O que el 15 de setiembre del 2016 la bella iglesia de San
Sebastián en el Cuzco quedase destruida en un casi un 80 % por un siniestro, el
cual destruyó su bello altar mayor que había sido recientemente restaurado,
fuera de algunas pinturas del maestro del barroco indígena peruano, Diego
Quispe Tito.
Nuestro país, nuestra Región y nuestra ciudad cuentan con numerosos lugares interesantes y valiosos que podrían convertirse
en santuarios naturales o culturales, como los totorales de Huanchaco y el
interesante Cerro Campana (o cerro Sipón). Espero que este potencial no sea
visto como un impedimento para intereses económicos que no ven en estos nada de
rentabilidad, sino un estorbo para sus propósitos. Pero peor aún es la ignorancia
intencional construida con malévolos y oscuros propósitos que prefieren una
visión vacía y sin compromiso de la vida y sus manifestaciones. Bajo esta
perspectiva, se puede entender claramente por qué jóvenes vacuos y frívolos estén
ganando casi quince mil dólares mensuales en programas basura, mientras que un
intelectual de la talla como lo fue Marco Aurelio Denegri haya percibido un magro sueldo de
950 soles al mes. Cabe preguntarse, entonces, qué fin tendrá el Cerro Campana.
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