Cuenta la fábula de la rana y
el escorpión que este pide ayuda al batracio para cruzar un río; aquella accede
y este sube a su lomo; en plena travesía, el alacrán le clava furtivamente su letal
aguijón a la pobre rana, la que le pregunta, mortalmente herida, por qué hizo
eso sabiendo que ambos morirían por esa acción. El escorpión le responde: “no
he tenido elección, es mi naturaleza”. Las fábulas nos enseñan, a través de
animales y plantas zoomorfizados, la oscura naturaleza que moviliza a los
hombres en sus acciones, carencias y logros.
El Presidente Efraín Vizcarra
se ha visto jaloneado por diversos comentarios de personajes antagónicos a su
gestión. Los comentarios hechos por la lideresa Keiko Fujimori han significado
una suerte de su propia inmolación en un escenario cada vez más cuestionado y que, a
todas luces, trata de distraer toda la atención pública en los casos de los
Audios del Escándalo, productos de un seguimiento sigiloso a toda una banda
vinculada al narcotráfico que toca todas las esferas del poder judicial,
político, social y económico; así como el informe final totalmente parcializado
de la Comisión de Investigación de la red de corrupción Lava Jato, el cual
exceptúa, escandalosamente, a Alan García Pérez y Keiko Fujimori, numerosamente
mencionados durante las declaraciones de los testigos y colaboradores oficiales
de la empresa.
Además, las declaraciones del Presidente del Congreso y de la lideresa
del partido naranja los involucra, puesto que ambos reconocen, al nombrar a
Vizcarra en las reuniones que este sostuvo antes de llegar a la Presidencia,
que tuvieron sendas reuniones y que en sus momentos no las declararon.
Vizcarra mintió, quizá por ingenuidad; pero ambos mintieron también y son parte
de la sarta de incongruencias y mentiras que pueden lanzar con el fin de
distraer la opinión pública frente a los graves problemas de un Congreso que no
actúa para sancionar a un personaje totalmente identificado como corrupto
(César Hinostroza Pariachi) o defender la cada vez más deleznable posición del
Fiscal de la Nación, Pedro Chávarry Vallejos, a quien se lo está vinculando con
la banda delincuencial “Los cuellos blancos”. Ante semejante situación, estos
dos personajes, así como la posición de dos congresistas involucrados en
tráfico de influencias, se escudan en esa inerte y amorfa reacción congresal
para abordar tan graves problemas. Todo apunta en una colusión escandalosa por
parte de muchos congresistas y líderes políticos que se aferran con dientes y
uñas en mantener a este par de corruptos en calidad de intocables, puesto que
han cumplido con la misión que se les encargó previamente: limpiarlos de toda
evidencia con el submundo del narcotráfico que toca todos los círculos de poder
de nuestra sociedad.
En medio de la tormenta surge
un AGP que quiere rescatar al APRA de las debacles causadas por él en sus
gestiones. Como un líder mesiánico en medio del lodo. Estamos, pues, ante un evidente nido de alacranes.