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Trujillo, La Libertad, Peru
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domingo, 26 de agosto de 2018

LA SOLEDAD DEL AUTOEXILIO (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO DOMINGO 26 DE AGOSTO)


Por varias décadas la vida ha sido dura para miles de compatriotas que tuvieron que partir presionados por la situación económica que atravesábamos desde los años finales del segundo gobierno de Fernando Belaunde, la presencia creciente de Sendero Luminoso, el nefasto primer gobierno de Alan García, el recrudecimiento terrorista en nuestro país y el terrible paquetazo de Fujimori en su primer gobierno. Muchas eran las condiciones políticas, sociales y económicas que asolaban a la sociedad peruana. Eran años que, a diferencia de sociedades estables, las más frecuentes reuniones de amigos eran para despedir a uno u otro que se iba a estudiar, trabajar o, en el peor de los casos, a tentar suerte fuera de nuestro país por lo insostenible de nuestra realidad. Miles de peruanos prefirieron coger sus bultos y partir dejando atrás una patria desolada, violenta, egoísta. Esa situación hizo que muchos países cambiaran sus regímenes migratorios para controlar ese desbande humano. El fuerte flujo migratorio hacia varios países como España e Italia, permitían un sueño europeo para muchos latinos y, con una migración tan fuerte que hizo reaccionar violentamente a la sociedad española al hallarse, de pronto, rebalsada por un flujo migratorio, no solo de latinoamericanos, sino de magrebíes, africanos saharianos, europeos del este. Sus calles, servicios, e incluso carreteras, se llenaron de emigrantes desesperados por hallar una vida mejor o, por lo menos, algo de condiciones de vida básicas satisfechas. En esa oleada migratoria, fueron personajes marginales que hallaron una sociedad incauta, cándida, fácil de engañar; así surgieron varias bandas delincuenciales que hicieron su “América” en una España desesperada por hallar un control. Pero no eran todos los migrantes.
La visa española de 1994 fue una respuesta ante los acontecimientos, la que nos encontró un poco desprevenidos. Ese año tuve la suerte de ganar una corta beca en Dinamarca. Un mes antes de mi partida, España implementó, de manera unilateral, dicha visa para colombianos, ecuatorianos y peruanos. Mi llegada, aquella vez, a España no fue grata. El trato general de mucha gente era un poco hostil contra los “sudacas” que llegaban por cientos. Ese término se generalizó. A mi retorno, nuevamente pasé por Madrid. En el vuelo iban unos tres o cuatro pasajeros deportados. Hablé con uno de ellos; estaba desolado, sin dinero, extraviado en su angustioso regreso a Lima, lugar adonde iba con incertidumbre.
Quienes hayan experimentado la sensación de ser un extraño “peligroso” comprenderán la realidad que pasan muchos venezolanos que tratan de buscar un futuro mejor. Identificados como peligrosos, son humillados por personas de escasa empatía y, por qué no decirlo, llenos de resentimiento. Los venezolanos están “quitando” el trabajo a peruanos; de ser así, eso es lo que están haciendo ahora los más de dos millones de peruanos que viven en el extranjero.