En una semana llena de pantomimas y
desplantes en el mundo político peruano, y un avance alarmante y descarado de
la corrupción en el Poder Judicial, una triste noticia nos estremeció y nos
debe de invitar a una profunda reflexión, esa que los partiduchos que nos
gobiernan en los poderes legislativo y ejecutivo no nos permiten abordar por
ocuparse estos más en cubrir sus veleidades y trafas que en preocuparse por la
ciudadanía.
El fin de semana pasado vi una obra
teatral puesta en escena por jóvenes actores trujillanos. El tema: el suicidio.
Dos jóvenes entablaron un diálogo, cínico y desesperante, sobre la realidad que
los empujaba a tomar tan drástica respuesta a un pesado morral cargado de
frustraciones, rechazos y derrotas; esas que agobian a miles de personas. Las
procesiones van por dentro. Pese al acercamiento entre ambos, toman la fatal
decisión de saltar al vacío. Tras dos años de pandemia (que parece rebrotar
galopantemente), todos nos sumimos en el silencio de nuestras casas, en un
aislamiento cargado de temor e incertidumbre. Cuando reviso los textos de
entonces, asombra saber que llegamos hasta aquí. Pero no llegamos íntegros. En
el camino muchas heridas mentales se abrieron; pero hubo la esperanza de que en
algún momento las íbamos a abordar para reconstruir nuestra psique, nuestras
emociones, nuestro mundo interior. Algo de esperanza. Mis textos escritos a
inicio de este año invitaban a la reflexión y diálogo, luego de conversaciones
sostenidas con profesores y psicólogos durante los primeros meses de retorno a
la presencialidad estudiantil. Olas diversas de emociones recorrían las aulas y
patios de diversos colegios; niños y jóvenes volvían a verse; pero, en el
trayecto fueron emergiendo grandes carencias en infantes y adolescentes. Duelos
truncos, miedo a la socialización, reclamos no oídos, miedos y tics iban
surgiendo entre ellos. Capacidades motrices truncas entre los más niños y
dificultades de trabajar en equipo. Quizás otras carencias vayan a surgir en
las aulas universitarias, fuera del deterioro académico. En la absurda creencia
de que los adultos pueden ser más capaces de controlar sus frustraciones, he ido
teniendo algunos amigos quienes partieron por sus manos sin habernos preocupado
por sus silencios. Decidieron saltar al vacío al no tener las respuestas que
necesitaban. La sociedad nuestra enfrenta estos nuevos vacíos que agobian a
muchos profesionales de la salud mental, profesores, padres de familia. A la
sociedad en general. Los puentes están débiles y muchas veces son muchos
elementos externos los que empujan a tan fatal decisión.
Además, muchas personas son víctimas de vejaciones por inescrupulosos abusivos y, también, por medios escandalosos; algunas personas aprovechan para sacar ganancia del escándalo público; de eso viven: del morbo de la chusma. Estos inescrupulosos son culpables de esta situación justificando su accionar lesivo para satisfacer a “su público”.