En la semana que termina hemos sido testigos de las honduras de la política peruana. Dos líderes políticos que habían jurado y expuesto públicamente su palabra de compromiso a la opinión pública nos han mostrado que pueden ser lo suficientemente cínicos y arteros para tirar todo al traste. Con su permanente visión mesiánica, son ellos los que se sienten los únicos líderes de sus partidos para representarlos; hablé con algunos simpatizantes de ambos líderes y justifican que la decisión tomada es la correcta para “el bien del país”, sintetizando el comportamiento del mundo político actual. Se presentan como salvadores, pese a que sus agrupaciones congresales han apoyado cuestionables leyes que atentan abiertamente contra la ciudadanía. Los congresistas luchan por, a como dé lugar, tomar una curul para asegurar los jugosos sueldos que se han ido incrementando paulatinamente a lo largo de este turbulento periodo, además de llevar consigo toda una rémora de personas que gozan de numerosos beneficios; también de aprovechar la nueva forma gubernamental en la que el poder ya no está balanceado con el presidente, sino que todo recae en el ámbito congresal; esto ha permitido todo el pandemónium que venimos viviendo desde la caída de PPK hasta nuestros días. El último miércoles, tras la masiva marcha de muchos peruanos cansados del cinismo, la violencia y corrupción (¿alguien no se ha dado cuenta de ello?) tenemos un saldo triste de un fallecido y otro en estado crítico, en tanto que el inefable José Jerí era salvado en el Congreso. Interesante es saber que este es presidido por Rospigliosi, quien no debería estar en ese puesto según lo declarado por el partido Fuerza Popular. Las ínfulas del poder vacían las palabras de su significado, dándoles unos nuevos adecuados a nuestros políticos. Así crean un raro mundo en paralelo, casi como un síndrome Boluarte. El problema es que estas situaciones sólo generan más tensión y rechazo en gran parte de la ciudadanía. Lejos de actuar rápidamente con el fin de lavar su imagen, el hemiciclo no ha dicho nada de derogar las numerosas leyes que favorecen al crimen organizado; de acentuarse las extorsiones o, peor, haber crímenes contra choferes o incendios de sus unidades, los “terroristas” saldrán a las calles. Como comentan muchos analistas, las mentiras y cinismos del mundo político se han encontrado con un punto de no retorno. Los ciudadanos han colmado su paciencia y ya no hay temor de protestar. La gente habla de la macroestabilidad económica que vivimos; sin embargo, pronto se verá afectada por la gravedad del momento. No pueden estar siempre disociados. Otros analistas hablan de un plan siniestro con el fin de amañar las próximas elecciones generales como en la época de Fujimori para sus reelecciones. ¿Los congresistas serán capaces de abrir los ojos y actuar con sensatez, o esperan que todo se hunda y se ahoguen como la fábula del escorpión?


















