El 2023 empezó movido. Las
ceremonias de juramentación de presidentes regionales y alcaldes a lo largo del
país ha sido un listado de exhibiciones carnavalescas, desopilantes y de mal
gusto. Pan y circo, bajo un manto de populismos y ofrecimientos insostenibles
que generarán, con el tiempo, el consiguiente malestar y el debilitamiento de
la democracia por los gestos demagogos de muchos. Las promesas electorales
comenzarán a estallar con la realidad y la oposición, esa que queda enquistada
por décadas, hará su papel contrario, como la populista medida del saliente
alcalde de Laredo quien ha incorporado a esa Municipalidad una nueva
burocracia. Una gran incertidumbre corre en la ciudadanía tras la actitud
confrontacional municipal y las promesas regionales que pueden ser futuras
decepciones para la sociedad.
Por otro lado, está la supina
terquedad de un Congreso impopular, desgastado y plagado de cinismo. Derivando
la culpa hacia otros sectores y tomando como caja de resonancia a unos cada vez
más debilitados medios de comunicación, se aferran al poder negociando
mezquindades para no perder los privilegios y generando propuestas de cambios
que atentan directamente a aquello que ellos, en mayoría, defienden a ultranza:
la Constitución. Veamos: la propuesta de la Bicameralidad y otras que rondan en
sus pasillos exigen cambiar todo el Título IV, en sus capítulos I al III
afectando al IV y V, y por ende el capítulo VI; por otro lado, la intervención
sobre el actual régimen electoral afectaría el capítulo XIII. A la larga, pareciera
que se anhela hacer una nueva constitución; muchas de las medidas afectarán
indirectamente otros capítulos y otros Títulos. En la extraña percepción de
estos personajes, perfilada como una suerte de ley del embudo, se pueden
cambiar muchos artículos, capítulos y títulos a su conveniencia sin tocar
otros. Por otro lado, se pueden leer numerosos artículos del capítulo II del
Título I para ver cómo las medidas que se han estado tomando por décadas han hecho
que dichos artículos sean letra muerta. También está la Descentralización, la
que sigue siendo un sueño que duerme en el rincón de la indiferencia. Las
peregrinas ideas de secesionismo no deben de ser pasadas por alto. Si el río
suena es porque piedras trae. Los congresistas provincianos son tan ajenos a
reclamos de décadas, siglos por lo cual más gente termina por aborrecerlos,
preocupados más en su clientelaje que en los objetivos por los cuales se debe
de trabajar.
El Congreso tiene que entender que, así como hay muchos compatriotas de diversas regiones que no están de acuerdo con las medidas radicales tomadas en las protestas contra las acciones del gobierno en su conjunto (poderes legislativos, ejecutivos y judicial); también hay muchos compatriotas en las otras regiones “más tranquilas” que están en parcial o total desacuerdo con las acciones de los poderes actuales. Menos soberbia, más equidad y respeto.