Tras una semana de las
declaraciones, las clases política y empresarial (Club de la Construcción)
peruanas han quedado bastante dañados. Certeros golpes en declaraciones
argumentadas y sustentadas con evidencias han golpeado diversas cúpulas
partidarias, tanto de partidos nuevos como antiguos; así como un grupo
empresarial que se expandió haciendo de las suyas, desde el régimen de
Fujimori.
Dos son las consecuencias
evidentes, resultados ineludibles: la corrupción ha atravesado todas las
tiendas políticas durante décadas (lo del Club de la Construcción empezó a
operar desde 1996); la segunda cae por su propio peso: ampliar la investigación
de las fechorías hechas por Odebrecht en nuestro país más allá de los lindes
cronológicos del siglo XXI.
Los datos escandalosos
proporcionados durante las declaraciones sobre el apoyo directo en diversas
campañas presidenciales y congresales a diversos políticos han desnudado la
podredumbre del sistema electoral. Y esto que aún no ingresamos a niveles
regionales y municipales. Los partidos de izquierda y derecha están golpeados y
tratan de hallar burdas justificaciones para “limpiar” el dinero corrupto que
ingresaron a las arcas partidarias o personales. Lo de Alan García se va
volviendo cada vez más insostenible, tratando de hallar distractores sociales y
comunicativos, como la anemia, por ejemplo. Odebrecht quiere despercudirse de
las rémoras que ha cargado por décadas, y AGP es una muy pesada. Lourdes Flores
Nano (prácticamente un cadáver) terminó de arruinar su decadente carrera política; arruinó su
partido con la insólita alianza con el APRA en las elecciones del 2016 salvando
al partido de la estrella por un escaso margen. Diversos congresistas (Hidelbrando
Tapia, Juan Carlos Eguren, García Belaunde, Galarreta) recibieron aportes para
sus campañas. ¿Y los aportes en las elecciones regionales de las provincias
donde había grandes obras como Chavimochic? Este marzo veremos ampliado este
panorama político desolador.
El segundo sí será un golpe
mortal a la economía “formalizada” del boom de la construcción, la cual movió
la economía peruana por décadas. Golpe certero y que debería ampliarse para
erradicar de raíz este cáncer que se presentó como una opción de modernizar el
país dañando el tejido social. Está enquistado en todos los rubros que maneja
cualquier corporación. La podredumbre que se adquiere por un lado infecta todo
el sistema que mueve a cualquier entidad corporativa. Y busca sobrevivir, como
lo quiere hacer Odebrecht. Buscará hacerse útil, buena, bella, salvadora. Recordemos
que estas empresas son las que han tocado la puerta a los políticos, jueces,
comunicadores e incluso artistas con el fin de lograr objetivos turbios.
Corromper a un abogado, político o periodista no les es difícil.
La sociedad debe de
organizarse, es necesario que construyamos un tejido cívico para apoyar esta
voluntad de despercudirnos de esta lacra que nos humilla como sociedad.